martes, 28 de agosto de 2012

Día 5, jueves 12 de julio de 2012: llegada a Tallin, paseo por su casco antiguo.

Hoy dejamos atrás los países nórdicos (no confundir con los países Escandinavos, ya que Finlandia no lo es) y nos adentramos en la segunda parte del viaje: los países bálticos. Hoy voy a conocer una de las ciudades que más ganas tengo de conocer de Europa, lo que junto con Estocolmo es la ciudad cumbre del viaje: Tallin (que, planeando este viaje, he descubierto que la ciudad se llama Tallin y no Tallín).

Rápido viaje a Tallin con sorpresa.
Como he comentado con anterioridad, para ir a Tallin habíamos decidido ir en ferry, y encontramos como mejor opción la compañía Linda Line, ya que en hora y media realizaba el trayecto Helsinki - Tallin. Como había que presentarse media hora antes de la salida, salimos con tiempo y llegamos al puerto minutos después de las nueve y veinte. Sin embargo, parece ser que lo de estar media hora antes lo dicen para los típicos que quedan siempre rezagados, ya que hasta cinco minutos antes de las diez de la mañana no abren las puertas del barco. Desgraciadamente, no andamos muy vivos y no podemos encontrar sitio junto a la ventana. Tenía muchas ganas de hacer este viaje en barco para poder ver el Báltico y hacer alguna que otra foto. Sin embargo, parece que no se puede salir a la cubierta, o al menos nosotros no encontramos la puerta de salida. El viaje discurre con total normalidad, y con una enorme alegría al enterarme de que he aprobado el B1 de alemán, y con algo más que un suficiente: un befriedigeng (que no sabía lo que significaba), con 212 puntos sobre 300. Y porque me salió mal la parte de escuchar, que sino...

Tallin nos recibe con buen tiempo.
Durante los últimos días había estado mirando la previsión del tiempo, y siempre se anunciaban lluvias en Tallin, lo que me daba mucha rabia, porque como he dicho tenía muchas ganas de conocerla y consideraba que Tallin sería especialmente bonita estando soleada. Sin embargo, cuando llegamos a Tallin, mis temores meteorológicos desaparecen al instante, ya que el sol reina sobre la ciudad. Nada más salir del barco, cogemos un taxi que nos lleva hasta nuestro hotel, el St. Petersbourg, un pequeño hotel de dos pisos situado en pleno centro de Tallin, a apenas cincuenta metros de la plaza del Ayuntamiento.

Recorriendo Toompea, la Ciudad Alta.
Tras dejar las maletas en recepción, ya que todavía no tienen preparada nuestra habitación, salimos directos a conocer la ciudad, ya que sabemos que tarde o temprano el sol desaparecerá y lloverá, como dicen las previsiones. Encontramos rápidamente, tras confundir el ayuntamiento con la iglesia Niguliste, la plaza del ayuntamiento, que me recuerda levemente a la plaza del ayuntamiento de Praga pero en pequeña. Pienso que con razón los pedantes llaman a Tallin La pequeña Praga. Tras hacer unas pocas fotos en la plaza del ayuntamiento, decidimos dirigirnos hacia la zona de Toompea, que domina la ciudad. Así, subimos la calle Pikk Jalg y en pocos minutos vislumbramos la catedral de Alexander Nevski, una preciosa iglesia ortodoxa. Entramos dentro, pero apenas estamos dos minutos porque vemos que se está celebrando un funeral. Esos pocos instantes me sirven para darme cuenta que, como en la mayoría de los casos, esta iglesia ortodoxa me va a gusta mucho más por fuera que por dentro, lo cual no es de extrañar en este caso, ya que por fuera es muy bonita.

Catedral de Alexander Nevski.

Tras ver la catedral, continuamos recorriendo la zona de Toompea, encontrando rápidamente dos miradores, uno de los cuales, el más famoso, nos ofrece unas vistas espectaculares del caso antiguo de Tallin. Desde ahí contemplo una de las postales más famosas de Tallin, sus famosas murallas con sus torres. Y todo ello con un sol que hace que estemos teniendo, en contra de todas las previsiones, un día fantástico. La verdad, no podíamos haber empezado mejor la visita a la ciudad.

Tallin desde un mirador: torres Sauna, Nunna y Kuldjala e iglesia de san Olaf al fondo.

Continuamos con nuestro paseo por Toompea, ya que tras ver los miradores con sus magníficas e impresionantes vistas y la catedral de Alexander Nevski, todavía nos queda por ver la catedral de santa María Virgen, la catedral católica de la ciudad, a donde llegamos a la una del mediodía. Tanto por dentro como por fuera es bastante simple, con paredes blancas encaladas que me recuerdan a las de las casas de los típicos pueblos andaluces. Desde mi punto de vista, no tiene ni comparación con la catedral de Alexander Nevski, aunque me empieza a gustar la forma de todas las iglesias de Tallin, con esas paredes blancas y el tejado en punta de color verde.

Tras ver la catedral, damos una última vuelta hasta llegar a la torre Pikk Hermann, donde damos por concluida la visita a la zona de Toompea. Como he comentado, aparte de las espectaculares vistas de los miradores, solo destaca la catedral de Alexander Nevski y la catedral de santa María Virgen, por lo que la visita la realizamos muy rápidamente.

Recorriendo la Ciudad Baja.
Tras dar un pequeño paseo, llegamos a la plaza del ayuntamiento y nos disponemos a buscar un restaurante, tarea harto complicada ya que había que estar en todo momento esquivando a los representantes de los restaurantes de la plaza, que no te dejaban mirar la carta ni dos segundos sin molestarte. En ese momento, una tromba de agua impresionante empieza a caer sobre la ciudad. Afortunadamente, lo hace cuando nos disponemos a hacer un alto y parar para comer, y no cuando hemos estado en Toompea. Esperamos resguardados en un portal a que amaine un poco, momento en el que decidimos comer en un restaurante a apenas cincuenta metros de la plaza del ayuntamiento.

Tras comer, decidimos dirigirnos hacia la iglesia de san Olaf, desde donde se supone se tienen unas vistas espectaculares de la ciudad, a donde llegamos a las cuatro de la tarde. De camino, damos un pequeño paseo por la ciudad, conociendo lugares como las puertas Viru y el callejón de santa Catalina. No tengo palabras para expresar lo que me impactan las puertas Viru. No son gran cosa, una entrada a la ciudad, pero me cautivan instantáneamente. Sin lugar a dudas, es uno de los monumentos que más me ha gustado de todo el viaje. El callejón de santa Catalina también me gusta, aunque me lo imaginaba mucho más largo y espectacular.

Puertas Viru.

Tras llegar a la iglesia de san Olaf decidimos subir a la torre. Tras una subida un poco claustrofóbica, subiendo una escalera de caracol, llegamos a la cima. Y hablando rápido y mal, me cago. Supongo que será seguro, porque si no no dejarían subir a la gente, pero la sensación de fragilidad que da el mirador no la he visto en ninguna parte. En su favor hay que decir que está vallado, de forma que en principio uno no puede caerse. Pero el suelo consta de dos o tres listones de madera, y si hacia delante tienes una verja, hacia atrás no tienes una pared de piedra que dé sensación de robustez: tienes directamente el tejado de la iglesia. Además, no hay más de cuarenta centímetros de espacio entre tejado y verja, y al doblar la esquina tienes que ponerte de perfil ya que de frente no cabes. La verdad es que las vistas son bonitas, aunque prefiero las del mirador, pero el progresivo encapotamiento del cielo y la angustia que tengo no me permiten disfrutar mucho las vistas. Finalmente, tras ver cómo cae un rayo cerca de la ciudad, bajamos a toda prisa las escaleras. Cuando bajamos abajo, vemos un cartel donde se indica que el mirador está a 60 metros de altura y que el tejado tiene 63.7 metros de altura. Nadie diría a simple vista que el tejado era más alto que el resto del edifico. Vuelvo a mirar arriba y el mirador no da la sensación de fragilidad que me ha dado en directo: las apariencias engañan.

Vistas desde la iglesia de san Olaf.

Empleamos el resto de la tarde en dar un paseo por la ciudad de Tallin, llegando a otro de los lugares más conocidos de la ciudad: la torre de Margarita la Gorda, que me gusta bastante aunque no tanto como las puertas Viru. Tras seguir paseando, y como parece que no va a llover, la plaza del ayuntamiento nos llama para que tomemos algo y nos sentemos a descansar mientras contemplamos la plaza. La verdad es que me sorprende la poca cantidad de gente que se ven en las terrazas de la plaza del ayuntamiento; prácticamente somos los únicos que estamos tomando algo en nuestra terraza y en las de alrededor. Así, desde las seis y cuarto hasta las siete y cuarto, descansamos un poco con unas vistas preciosas del ayuntamiento de la ciudad, a cuya torre subiríamos al día siguiente. Tras descansar, decidimos dar otro paseo hasta que llega la hora de la cena.

Una cena medieval.
Decidimos ir a cenar a un restaurante muy típico de Tallin, el Olde Hansa, un restaurante decorado al estilo medieval, con mesas de madera, platos de carácter medieval, y donde los camareros visten como si estuvieran en plena Edad Media. Lo tienen muy bien montado, incluso el exterior, donde tienen montadas unas carretas con los menús junto con dos personas que cada cierto tiempo hacen un llamamiento a la gente, como si leyeran un bando, para que vayan a comer a su restaurante. Una tienda de recuerdos medievales, vasos, jarras y demás, también es de su propiedad. La verdad es que este restaurante cuadra bastante con el ambiente medieval de la ciudad. Además tiene algo que siempre he pensado que no debe costar demasiado a los restaurantes: menús en muchos idiomas, lo que le hace la vida más fácil al turista, sobre todo con los platos tan raros que hay en el restaurante. La comida la encuentro exquisita: el asado del Gran Caballero es un plato de carne asada acompañado con lentejas, una especie de pan de patata y unas pocas legumbres. Exquisito. Delicioso. Me siento como si estuviera alimentándome antes de una batalla.


Tras salir, decidimos dar un paseo por la ciudad, viendo los edificios iluminados. Aunque no anochece muy pronto, sí vemos que los 60 kilómetros respecto a Helsinki ayudan algo a que anochezca antes. Volvemos a ver las puertas Viru, que me han encantado, y hacemos varias fotos del ayuntamiento. Decidimos no esperar a que anochezca más; al día siguiente por la noche tomaríamos las fotos más entrada la noche.

Puertas Viru.

Ayuntamiento.

Gastos del viaje
Los gastos del primer día en Tallin se reducen básicamente, como en Helsinki, a los gastos en comida, ya que únicamente se pagó por subir al a iglesia de san Olaf.
  • Comida: 169.40 €
  • Iglesia de san Olaf: 8 €
  • Taxi: 10 €.
  • Varios: 15.90 €
  • Total: 203.30 €, 50.83 € por persona.

No hay comentarios:

Publicar un comentario