sábado, 25 de agosto de 2012

Día 4, miércoles 11 de julio de 2012: Helsinki

Tras despertarnos a las ocho y media, constatamos que nuestro primer y único día en Helsinki se presenta muy nublado, lo cual es una verdadera lástima. Decidimos despertarnos a esa hora intermedia debido a que aunque sabemos con certeza que tendremos tiempo de sobra para conocer la ciudad, decidimos no dormir demasiado no siendo que luego no nos dé tiempo a verlo todo.

La verdad es que en la planificación que hemos hecho me da la sensación que Helsinki es una ciudad muy fácil de visitar. Hay tres lugares que uno no puede perderse: la catedral ortodoxa de Uspenski, la catedral luterana de Helsinki (la joya de la corona de la ciudad) y la iglesia de Temppeliaukio (los nombres fineses son en ocasiones muy largos). Otra de las atracciones que para muchos es también imprescindible es el parque Sibelius. Estos lugares se encuentran prácticamente en una línea recta, mientras que el resto de lugares menores se encuentran en los alrededores de dicha línea, motivo por el que considero que Helsinki es una ciudad muy fácil de visitar.

Catedral de Uspenski y plaza del Mercado.
Salimos del hotel a las ocho y media y rápidamente constatamos que la catedral de Uspenski se encuentra más cerca del hotel de lo que pensábamos. Es verdad que en el mapa a mí me parecía que estaba bastante cerca del hotel, pero el día anterior en taxi nos dio la sensación de estar muy alejada. Así pues, en apenas cinco minutos llegamos a uno de los símbolos de Helsinki, una de las dos catedrales de la ciudad, que puede verse desde muchos puntos de esta. La verdad es que por fuera no me impresiona demasiado, y menos por dentro, ya que las pocas iglesias ortodoxas que he visto no me han atraído precisamente por su belleza interior. Me la esperaba distinta, aunque la verdad es que es curiosa su estampa, dominando la pequeña colina sobre la que se asienta, dándome la sensación de que es casi de juguete. La verdad es que es muy curiosa la vista de las dos catedrales, la blanca y la roja, tan cerca la una de la otra, dominando la ciudad de Helsinki.

Catedral de Uspenski.

Tras verla durante unos pocos minutos, nos dirigimos hacia el siguiente punto del itinerario: la plaza del Senado y sus alrededores. En la plaza del Senado está el lugar turístico más importante de Helsinki, su catedral luterana, y la mayoría de los lugares menores para el visitante. Así, lo primero que nos encontramos es la plaza del mercado, un clásico mercadillo donde además de venderse ropa y algunos souvenirs, se amontonan puestos de comida y de venta de pescado. No sé si es por el mal tiempo que hace, o por el olor a mar, que no me gusta mucho, pero no me parece en absoluto nada turístico. Me parece un mercadillo como cualquiera de los que he visto. Nos dirigimos a continuación hacia el cercano Mercado Central, donde entramos y donde constato que me gusta algo más que la plaza del mercado, lo cual no es complicado en absoluto. Lo encuentro bastante coqueto, aunque esperaba que me gustara más.

Catedral de Helsinki: impresionantemente bonita.
Tras verlo, nos dirigimos hacia la estrella del día: la plaza del Senado, donde se encuentra la famosa catedral de Helsinki, probablemente el edificio más famoso de todo el viaje que estamos haciendo. Nada más verlo quedamos todos maravillados: nos parece impresionante, majestuosa en la cima de la plaza del Senado, de un blanco intenso en contraposición con la catedral roja de Uspenski. Helsinki no me estaba gustaba hasta ese momento, pero ese edificio me encanta, como ya imaginaba. Es impresionante verlo coronando toda la plaza. No podemos dejar de sacar fotos. Una pena que el cielo esté tan encapotado. Sin embargo, el interior de la catedral es muy simple, sin adorno alguno, y no nos resulta atractivo en absoluto. Es el inconveniente que tiene el interior, que para verlo uno ha tenido que maravillarse antes con el exterior, y cualquier comparación es injusta.

Catedral de Helsinki.

Temppeliaukio, Sibelius, y visita sorpresa al estadio olímpico.
Tras las fotos correspondientes nos dirigimos hacia el siguiente punto del itinerario, la iglesia de Temppeliaukio. De camino, pasamos por distintos edificios menos famosos como la estación de tren, cuyas estatuas son más pequeñas de lo que esperaba, o el Parlamento, una mole de aspecto soviético; por un momento parece que hemos cambiado de país y estamos en una ex-república soviética. Finalmente, a las once y media llegamos a la iglesia de Temppeliaukio, una iglesia que se diferencia de las demás en que está excavada en roca. La verdad es que es muy bonita, pequeña, pero muy bonita. Me gusta porque se diferencia del resto de iglesias que uno está acostumbrado a ver en otras ciudades, y disfrutamos mucho el cuarto de hora que estamos en ella.

Temppeliaukio.

Continuamos y nos dirigimos al que en principio es el último punto del recorrido, el famoso parque Sibelius, donde en principio cuando hace viento, como es el caso, una escultura formada por tubos emite un sonido bastante curioso. Tras andar durante media hora sin ver nada interesante, llegamos al parque Sibelius justo cuando las nubes amenazan con una tormenta épica. Afortunadamente, podemos hacer unas pocas fotos antes de que un autobús lleno de turistas aparque y la zona se llene de ellos. No sé si es que me esperaba algo distinto, pero no me parece nada destacable la escultura. No es fea, incluso podría decir que es bonita, rara, pero únicamente destaca porque en el resto de la ciudad no hay, al menos para mí, muchas cosas que destaquen.

Estatua en el parque Sibelius.

Cuando pienso que con la visita a Sibelius finaliza la visita matutina a la ciudad, mi padre nos comenta que le gustaría ver el cercano estadio olímpico, donde se celebraron los Juegos Olímpicos de 1952. Cuando llegamos, tras diez minutos andando, el cielo amenaza con una tormenta inolvidable. La verdad es que me encuentro un poco negativo y no me atrae en absoluto la idea de visitar la zona del estadio olímpico. De hecho, cuando llego, presto más atención a una escultura del mítico atleta Paavo Nurmi que al propio estadio en sí. Tras dar un paseo con mi padre por los alrededores, mientras observamos cómo varios equipos de niños de no más de cinco años juegan un torneo, nos acercamos hasta el estadio olímpico, donde preguntamos si es posible subir a la torre del propio estadio. Tras respondernos que la subida cuesta cinco euros, preguntamos a mi madre y a mi hermano a ver si alguno de ellos quiere subir, ya que a mí no me apetece en absoluto, puesto que no creo que las vistas merezcan la subida. Así, mientras suben mi hermano y mi padre, mi madre y yo nos quedamos esperando en un banco. Cuando vuelven, nos responden lo que yo esperaba: mi hermano piensa que las vistas no son nada del otro mundo y a mi padre le parecen muy bonitas. Aunque bueno, cuando viaja, a mi padre le haces visitar una pared blanca y le parece espectacular. Tras ver las fotos que ha sacado mi hermano, creo que me uno a su conclusión: una visita totalmente descartable.

Vistas desde la torre del estadio olímpico.

Así, a la una del mediodía damos por finalizada la visita a Helsinki, ya que hemos visto todo lo que teníamos pensado ver en el día. Cogemos un tranvía que nos lleva hasta el hotel, a donde llegamos poco antes de las dos menos cuarto y donde dejamos algunas cosas para andar más cómodos por la tarde, y buscamos un restaurante en el centro de la ciudad. Encontramos un italiano, no hacemos más que comer en italianos en este viaje, donde no comemos excesivamente bien.

Suomenlinna: algo había que hacer por la tarde.
Tras la comida, toca decidir qué hacer durante la tarde. Una de las mayores atracciones turísticas de Helsinki es la fortaleza marítima de Suomelinna, que se encuentra a apenas quince minutos en barco de Helsinki. No esperábamos que nos diera tiempo a verla, pero como una vez más vemos las ciudades más rápido de lo esperado, tenemos toda la tarde para dedicarle a la fortaleza. Así, compramos unos billetes para un barco que sale a las cuatro de la tarde, y a las cuatro y cuarto nos encontramos ya en la fortaleza. La empezamos a recorrer, dando un paseo viendo el paisaje, porque no hay gran cosa que ver, y cuando llegamos al extremo norte de la isla me doy cuenta que he interpretado mal el mapa, ya que en realidad yo quería ver el extremo sur, donde se tiene la imagen más conocida de Suomelinna, con sus fortalezas. Sin embargo, y a pesar de que por la tarde nos está haciendo un día soleado, nos vemos muy desanimados como para dirigirnos hacia el sur de la isla y luego volver hacia el norte, ya que el embarcadero está en el centro de la isla. Así, a las cinco y media, poco más de una hora después de la llegada a Suomelinna, cogemos el barco hacia el Helsinki, a donde llegamos quince minutos más tarde. No es que la isla me haya disgustado, es que no me ha parecido que tenga nada que ver, y solo la visitaría en casos como el nuestro, que tenemos toda la tarde por delante tras haber visto Helsinki.

Isla de Suomelinna.

Paseo final por Helsinki.
Tras llegar de nuevo a Helsinki, aprovechamos la buena tarde que hace para hacer de nuevo una amplia sesión de fotos de la plaza del Senado, pero esta vez con sol. Tras dicha sesión de fotos, nos dirigimos al hotel para descansar un poco antes de salir a cenar. Lo poco que queda de día transcurre con mucha normalidad. Tras llegar al hotel poco después de las seis y cuarto y descansar durante poco más de una hora, a las siete y media salimos en la búsqueda de otro restaurante, encontrando otro, cómo no, italiano enfrente de la estación de tren. Tras cenar mejor que lo que habíamos comido, nos dirigimos hacia el hotel pasando de nuevo por la plaza del senado para hacer fotos de esta atardeciendo, a pesar de que son las once de la noche pasadas. Descartamos quedarnos un rato para poder sacar fotos nocturnas porque seguramente tendríamos que habernos quedado esperando hasta la una de la madrugada. Esa ha sido mi mayor pena en Helsinki: no haber podido fotografiar de noche la catedral blanca.

Catedral de Helsinki.

Gastos del día.
Los gastos del día se limitaron únicamente a las dos comidas y al viaje en barco que realizamos para ir a la isla de Suomelinna, así que se puede decir que fue uno de los días de menor gasto de todo el viaje.
  • Comida: 112.10 €
  • Barco: 26 €
  • Torre del estadio olímpico: 10 €
  • Total: 34.53 € por persona.

No hay comentarios:

Publicar un comentario