martes, 30 de octubre de 2012

Día 6, miércoles 5 de septiembre de 2012: Fortaleza de Hohensalzburg, casa de Mozart, mirador de Monchsberg y paseo en barco.

Nuestro segundo y último día en Salzburgo comienza minutos después de las ocho, momento en el que suena el despertador. La noche anterior nos habíamos puesto en una disyuntiva: ¿poníamos el despertador pronto e intentábamos visitar el cercano palacio de Hellbrunn o por el contrario lo poníamos un poco más tarde, de forma que podíamos descansar más y, sobre todo, ver Salzburgo sin ningún agobio, cosa que seguramente nos ocurriría si íbamos a Hellbrunn? Al final, nos decidimos por esta segunda opción, que, aunque quizá no es la mejor de las dos, sí cumplió nuestro propósito de ver la ciudad con tranquilidad.

Fortaleza de Hohensalzburg: unas vistas que podrían haber sido más espectaculares.
Así pues, a las diez menos veinte salimos del hotel una vez hemos desayunado y hemos pedido que nos guarden las maletas. Nuestro primer destino es la fortaleza de Hohensalzburg, la que seguramente es la atracción turística más importante de la ciudad, y que es visible desde casi cualquier punto de esta. Tras coger el autobús y andar luego diez minutos, llegamos al funicular que sube hasta el castillo. No hay mucha cola, pero gracias a la Salzburg Card conseguimos saltárnosla, y a las diez y cuarto estamos a las puertas del castillo observando la ciudad desde los miradores de la montaña.

A pesar de que hace calor, el día está bastante nublado, lo que impide que pueda ver los Alpes, que era una de las cosas que más aguardaba de este viaje: poder llevarme una foto en la que apareciera con los Alpes nevados. De vuelta Bilbao, un compañero de trabajo intentaría animarme diciendo que eso era como la típica postal de San Vicente de la Barquera, con los Picos de Europa Nevados, algo que ocurre una vez al año, día en la que hacen la postal. No sé si terminó de convencerme… Tras unos pocos minutos haciendo fotos, decidimos entrar en el interior del castillo, donde en primer lugar vemos el museo de marionetas, que a pesar de ser excesivamente pequeño, me gusta más de lo que esperaba, lo cual no es difícil, ya que no esperaba que me gustara en absoluto. Continuamos nuestra visita por la fortaleza, y la verdad es que no se puede decir que nos apasione en absoluto, ya que apenas estamos más de media hora, pudiendo decir que lo único que nos ha gustado han sido las vistas, a pesar de que eran más bonitas las del día anterior desde el mirado de los capuchinos.

Salzburgo desde el mirador de la fortaleza de Hohensalzburg.

Continuando con la Ciudad de Salzburgo: casa natal de Mozart y vistas desde Monchsberg.
El siguiente punto importante de nuestro recorrido es el mirador de Monchsberg, desde donde vamos a ver de nuevo Salzburgo desde otra perspectiva. Para hacer algo de tiempo, nos dirigimos hacia la casa natal de Mozart, a donde llegamos tranquilamente minutos antes de las once y media, ya que nos paramos casi en cada esquina a hacer fotos. En la casa de Mozart no estamos mucho tiempo, apenas quince minutos, pues como esperamos, no nos entusiasma en absoluto. Desde luego, nos parece una barbaridad que cobren 10 € por entrar ahí. Supongo que el precio es el que es para que luego uno pueda decir que estuvo en la casa en la que nació Mozart. Personalmente, si no me viene a venir incluida en la Salzburg Card, no habría entrado. Y es que siempre he pensado que todas esas casas natales o casas en las que vivieron distintos artistas, escritores, músicos, políticos... solo interesan a quien esté muy interesado en el personaje en cuestión, como me ocurrió a mí con la visita a la casa de Anna Frank en Ámsterdam.

Cocina de la casa natal de Mozart.

Una vez en la calle, nos dirigimos hacia el ascensor que sube al mirador de Monchsberg, mirador al que llegamos a las doce menos cuarto. Las vistas desde el mirador me parecen bastante más bonitas que desde la fortaleza porque puedes ver la ciudad de Salzburgo coronada por la fortaleza, algo que, obviamente, no puedes ver desde la propia fortaleza. Sin embargo, creo que me quedo con las vistas del día anterior desde el mirador de los capuchinos, ya que desde Monchsberg no se aprecia tan bien la catedral, pues la tapa en parte la Kollegienkirche. En Monchsberg estamos apenas quince minutos, descartando dar un paseo por la zona, ya que a la una queremos realizar un paseo en barco y tenemos que comprar los billetes. Tras comprar los billetes tres cuartos de hora antes de la salida, decidimos dedicar el tiempo que queda en continuar paseando por Salzburgo, viendo las mismas calles y plazas que hemos visto durante la mañana y que habíamos visto el día anterior, y que no nos cansamos de ver. Cómo no, en nuestro paseo no falta la típica Getreidegasse y Alter Markt, una de las plazas que más me ha gustado de Salzburgo, con sus casas color pastel. Preciosas.

Salzburgo desde el mirador de Monchsberg.

Paseo en barco por Salzburgo y despedida final de la ciudad.
Tras hacer algo de tiempo, a la una del mediodía iniciamos el paseo en barco que durante cincuenta minutos, diez más de lo esperado, nos hace recorrer el río Salzsach viendo la ciudad desde una perspectiva diferente. La verdad es que nos gusta menos de lo esperado y, al igual que ocurre con la casa de Mozart, los catorce euros que cuesta me parece una exageración. Lo mejor del viaje, las vueltas sobre sí mismo que da el barco a ritmo de vals para despedirnos.

Fortaleza de Hohensalzburg desde el Salzsach.

Como ya es la hora de comer, nos dirigimos hacia un Burger King de la calle Grieagasse. Hacía muchísimo tiempo, años, que no pisaba un McDonald’s o un Burger King. Sin embargo, tenemos ganas de comernos una hamburguesa del Burger King, ya que estamos un poco saturados de italianos y comida bávara y austríaca. Como acabamos de comer relativamente pronto, dedicamos un par de horas a dar un último paseo por la ciudad, comprando unos bombones Mozart y unos barquillos Manner, muy típicos de Austria, así como a tomarnos un café con helado en Alter Markt, mi plaza favorita, con vistas a la catedral. Una inmejorable manera de finalizar nuestra visita a Salzburgo.

Como nuestro tren sale a las seis de la tarde, cogemos un autobús, haciendo como si todavía fuera válida la Salzburg Card, cuando hacía dos horas que no era válida, y nos dirigimos al hotel a por nuestras maletas. Con las maletas en la mano tardamos apenas quince minutos en llegar a la estación de tren. El tren, que hace la ruta XXXX-Viena, llega puntual a la estación, dejándonos en Viena a las nueve menos cuarto. El viaje nos resulta muy cómodo, ya que como habíamos reservado asiento hacía meses, nos tocan unos asientos con mesilla, donde podemos leer o jugar a las cartas con facilidad. Además, el tren es sin duda el más moderno en el que he estado (he estado en poco), con conexión wifi y con pantallas que muestran la posición del tren en el recorrido y la velocidad de este, alcanzándose en ocasiones velocidades de 190 km/h.

Cena en Viena, fotos de la catedral y a dormir: mañana nos espera una ciudad preciosa.
Una vez en Viena, compramos unos billetes sencillos del metro, dos euros cada uno, y nos dirigimos hacia nuestro hotel, que se encuentra al otro lado de un canal que cruza Viena. Tras dejar las maletas en nuestra habitación, un poco menos modesta que la de Salzburgo, salimos a buscar un lugar donde cenar. Rápidamente encontramos una zona del barrio judío con numerosos restaurantes, muchos de los cuales tienen muy buena pinta. Nos decidimos por un italiano donde cada uno comemos una pizza bastante rica. Desgraciadamente, nada volverá a ser como el restaurante italiano de Salzburgo. Finalizamos el día dando un paseo hasta la cercana catedral de san Esteban, con el objetivo de tomar distancias para el día siguiente, donde hacemos unas cuantas fotos de esta, a pesar de que únicamente desde una zona concreta se tienen bonitas vistas. Por último, nos dirigimos al hotel, a donde llegamos a las once y cuarto, muy contentos por haber conocido una ciudad preciosa como Salzburgo, y aun más contentos ante la perspectiva de los cuatro días que nos esperan conociendo una e las ciudades más bonitas de Europa, donde afortunadamente, las previsiones de tiempo son excepcionales.

Catedral de san Esteban.

Gastos del día. 
Obviamente, este fue el día que menos gastamos de todo el viaje, ya que todas las entradas nos venían incluidas en la Salzburg Card y una de las comidas que hicimos fue en el Burger King, de forma que este día gastamos la mitad que en la mayoría de días. Me quedo con un sabor contradictorio con  la Salzburg Card. Hemos pagado 25 € por ella y hemos tenido transporte gratis durante un día, hemos accedido a la Residenz (9€), visto la fortaleza de Hohensalzburg (11 € incluyendo el funicular), la casa de Mozart (10 €) y un paseo en barco (14 €), además de entrar gratis en las catacumbas de la abadía de san Pedro. Por un lado se podría decir que nos ha salido muy ventajosa, pero por otro lado seguramente no habría entrado en ninguno de esos sitios, salvo la Residenz, que me ha parecido espectacular, ni habría hecho el paseo en barco. Aun así, prefiero irme con la idea de que, a pesar de que no habría entrado, pagar 25 € por ir a todos esos sitios ha sido una muy buena idea, ya que seguramente me habría quedado con la espina de no poder decir que había ido a dichos sitios. Como muestra de que fue el día más barato del viaje, los gastos por persona fueron los siguientes:
  • Comida: 18.19 €
  • Transporte: 4.00 €
  • Varios: 5.70 €
  • Total: 25.80 € por persona


lunes, 29 de octubre de 2012

Día 5, martes 4 de septiembre de 2012: Llegada a Salzburgo, jardines de Mirabell, Residence y paseo por el caso antiguo

Hoy comienza una nueva etapa en nuestro viaje, pues dejamos atrás Múnich para conocer Austria, ya que hoy nos espera una de las ciudades más bonitas de Europa: Salzburgo. En principio teníamos previsto coger el tren que salía de Múnich a a las 9:27 y que llegaba a Salzburgo minutos antes de las once, a las 10:56, completando el recorrido en menos de hora y media. Este tren era perfecto, ya que era el primero después de las nueve de la mañana, hora a partir de la cual podíamos usar el Bayern Ticket, y porque realizaba el recorrido en apenas hora y media, de forma que antes de las doce del mediodía podríamos estar haciendo turismo. Sin embargo, la Bayern Ticket tampoco puede usarse con todo tipo de trenes, y este era uno de ellos. Así, el día anterior, cuando compramos el Bayern Ticket, descubrimos que no podíamos usarlo hasta las 9:42, de forma que llegaríamos dos horas después a Salzburgo, tres cuarto de hora después de lo previsto. Un pequeño contratiempo que no nos entristeció demasiado porque pensábamos que tendríamos tiempo de sobra para ver Salzburgo.

Así, con esta hora de salida, ponemos el despertador a las ocho y cuarto, para que nos dé tiempo a desayunar tranquilamente. Tras desayunar en el Starbucks de la estación mientras leo una portada en de un periódico con un dibujo de Cristiano llorando que día Keine mag mir (nadie me quiere), nos dirigimos hacia el tren que nos llevará a Salzburgo, al que llegamos más justos de lo que pensamos. En el tren constatamos lo que ya hemos visto durante estos días en Múnich: la enorme insolidaridad que hay en muchos sitios de la ciudad, especialmente en las estaciones de tren. Y es que nos cuesta muchísimo encontrar un sitio para nosotros dos, ya que la mayoría de sitios, los sitios están distribuidos de cuatro en cuatro, están ocupados en su mayoría por dos personas que, o bien no dejan sus maletas en la zona del equipaje o bien ocupan ellas dos las cuatro plazas, y en ningún momento hacen ademán de dejarte sitio. Tras mucho buscar, encontramos dos sitios cercanos separados únicamente por el pasillo. Al final ha resultado que la cantidad de gente que creía que me iba a encontrar en el tren a Füssen ha sido la que me he encontrado en el tren a Salzburgo.

El recorrido discurre sin problemas, llegando puntualmente a Salzburgo dos horas después de nuestra salida, a las 11:42, anunciándonos la llegada la fortaleza de Hohensalzburg que vemos a través de la ventanilla. A pesar de que llegábamos tres cuartos de hora más tarde de lo que pensábamos el día anterior, nos animamos bastante ante la perspectiva de poder ver la ciudad con sol, ya que las previsiones para los dos próximos días son de nubes sin apenas nada de lluvia y con momentos de sol. Una vez en Salzburgo, lo primero que hacemos es comprar la Salzburg Card, una tarjeta que durante 24 horas nos va a permitir entrar gratuitamente en casi todos los lugares de interés de la ciudad, además de tener el transporte público gratis. Solo por veinticinco euros cada uno.

Tras unos momentos de indecisión sobre cómo llegar a nuestro hotel, encontramos el camino correcto y llegamos a las doce y cuarto. La verdad es que la ubicación del hotel no es demasiado buena, ya que se encuentra a veinte minutos andando del centro turístico de la ciudad. Sin embargo, no nos desanimamos, ya que veinte minutos no es mucho y tenemos la tarjeta del transporte público gratis con la Salzburg Card.

Tras dejar nuestras cosas en el hotel salimos de la habitación, bastante más modesta que la de Múnich, lo cual no es de extrañar dado el enorme tamaño de la habitación de ese hotel, salimos a la calle con todas las ganas del mundo de conocer Salzburgo.

Jardines de Mirabell y mirador de Kapuzinerberg: Salzburgo promete.
A pesar de que tenemos el transporte público gratis, este solo nos dura veinticuatro horas, y preferimos aguardar un poco a usar la tarjeta para poder usarla al día siguiente por la tarde. Es por esto que decidimos ir andando hacia el primer punto del itinerario, los jardines de Mirabell, una de las atracciones más importantes de Salzburgo. Cuando llegamos, minutos después de la una menos cuarto, vemos de inmediato una de las postales más famosas de Salzburgo, y es la de los jardines de Mirabell con la fortaleza de Hohensalzburg al fondo, coronando el monte. Afortunadamente, el día es soleado, y a pesar de que hay algo de bruma en el ambiente, la imagen de la fortaleza al fondo es muy bonita aunque, obviamente, no todo lo espectacular que sería en un día claro. Durante diez minutos, recorremos los jardines de Mirabell, que no son especialmente grandes, disfrutando de uno de los grandes atractivos de la ciudad. Aunque no me parecen tan espectaculares como esperaba en un principio, la verdad es que son muy bonitos, y el conjunto de sus flores y fuentes, coronados por la fortaleza de Hohensalzburg al fondo, me parece precioso.

Jardines de Mirabell.

Tras ver los jardines de Mirabell, decidimos continuar visitando la misma orilla del río, dejando para la tarde todo el casco antiguo de la ciudad. Así, tras ver alguna que otra iglesia, nos dirigimos hacia el mirador de los Capuchinos, que se encuentra en Kapuzinerberg. Tras una subida un poco más dura de lo esperado y tras perdernos unos minutos, a la una y cuarto llegamos al mirador de los Capuchinos, desde donde se tienen unas preciosas vistas de toda la ciudad. Desde el mirador podemos ver todo el casco antiguo de la ciudad, viendo en un primer plano la catedral y la Kollegienkirche y en segundo plano la fortaleza de Hohensalzburg, coronando majestuosa la ciudad.

Salzburgo desde el mirador de los capuchinos.

La verdad es que las vistas son mucho más bonitas de lo que esperaba en un principio, y como afortunadamente el tiempo está siendo mejor de lo esperado, me voy con muy buen sabor de boca del mirador. Así, tras diez minutos haciendo fotos, decidimos dirigirnos al casco antiguo, para lo que bajamos todas las escaleras que hemos tenido que subir hasta llegar al mirador y cruzamos el puente hasta alcanzar la otra orilla de la ciudad. Como se acerca la hora de comer, decidimos callejear un poco en busca de un restaurante. En primer lugar nos dirigimos hacia un restaurante muy conocido de la ciudad, el Sternbräu, pero ni la comida ni los precios nos satisfacen. La verdad es que no sabemos muy bien qué queremos: tras dos comidas y una cena bávara y tras haber cenado la noche anterior italiano, no tenemos ganas ni de uno ni de otro. Rápidamente se nos enciende la bombilla: ¿por qué no empezar la visita a Austria comiendo uno de los famosos Wiener Schnitze? Tras callejear un poco, sorprendentemente encontramos en Hagenauerplatz, una placita en la que se encuentra la casa natal de Mozart, un restaurante con muy buena pinta y que tiene Wiener Schnitzel a precios asequibles, así que a las dos decidimos hacer un alto y sentarnos a comer, contentos porque en la mañana nos ha dado tiempo de conocer una de las orillas de Salzburgo, tras haber visitado los jardines de Mirabell y el mirador de los Capuchinos, dos de los lugares turísticos más importantes de la ciudad.

El Wiener Schnitzel que comemos nos entra de maravilla, a pesar de que comemos uno de cerdo, más barato que el de ternera. Y es que el escalope es uno de mis platos favoritos, y casi siempre que lo encuentro en un restaurante, lo pido. Como curiosidad, en vez de servirlo con patatas fritas, lo sirven con una ensalada de patatas, cuyo sabor curioso me agrada bastante.

Conociendo el casco histórico de Salzburgo.
Finalizada la comida, cuarenta minutos después, nos ponemos en marcha decididos a callejear por todo el casco histórico de Salzburgo. La idea es pasear por sus calles y plazas, tranquilamente, sin ver nada en especial, y entrar también en la mayor cantidad posible de lugares que no sean de pago, para intentar comenzar a usar la Salzburg Card lo más tarde posible.

Así, en primer lugar nos dirigimos en busca de una de las iglesias más famosas de la ciudad, la Kollegienkirche. A pesar de ser un poco sobria por el exterior, su barroca fachada me gusta bastante. La única pega es que la plaza en la que se encuentra está llena de puestos de venta, lo que hace que sea complicado sacar una foto. Por dentro es completamente blanca, y no está muy decorada que se diga. Me gusta, pero menos de lo esperado.

El siguiente punto de nuestra ruta es la catedral, a donde llegamos a las tres de la tarde. De camino, pasamos por una plaza preciosa y que, sin duda, se ha convertido en uno de mis lugares favoritos del viaje: Alter Markt, que con sus casitas color pastel me ha cautivado. Además, vemos Residenzplatz, con la famosa Residenzbrunnen, una preciosidad de fuente que me ha encantado, aunque no tanto como la plaza, ya que el suelo está compuesto por guijarros. El interior de la catedral nos atrae enseguida. Lo que más nos gusta es el contraste entre el blanco de las paredes y los fuertes colores que tienen algunos frescos. La verdad es que nos gusta mucho más de lo esperado. La fachada es bonita, pero una grúa enfrente de ella impide apreciarla con plenitud. Desde luego, lo más bonito son las vistas que se tienen desde lejos. Al salir de la iglesia, y antes de dirigirnos a la Residence, vemos la famosa fuente de Kapitelschwemme, bastante bonita, sobre todo con la fortaleza detrás de ella.

Kapitelschwemme con la fortaleza al fondo.

Seguidamente, nos dirigimos hacia la abadía de San Pedro, que encuentro espectacular por dentro, encantándome muchísimo más de lo esperado, al mismo nivel que el de la catedral. Tras ver el interior damos una vuelta por el cementerio, que es bonito aunque tampoco espectacular. Algunas tumbas están muy bien cuidadas y a pesar de ser un cementerio el paseo resulta bastante agradable. Finalmente, decidimos subir a las catacumbas, usando por primera vez la Salzburg Card. La verdad es que no son gran cosa. Más bien no es nada, un pasadizo horadado en la roca. Lo único que puede merecer la pena son las vistas que se tienen de la catedral, aunque tampoco es que sean muy espectaculares.

Abadía de san Pedro.

Tras bajar de nuevo a la calle y pasear un poco por los alrededores, a las cuatro y cuarto entrar en la Residence, ya que no sabemos qué más podemos hacer. La verdad es que es un acierto, ya que, a pesar de ser más sobria que la Residenz de Múnich, es preciosa, y disfrutamos mucho los más de veinte minutos que estamos dentro. También podíamos haber visto la galería de pintura, pero preferimos centrarnos en pasear por la ciudad. Como todavía son las cinco de la tarde, decidimos dirigirnos hacia un extremo del casco antiguo, donde se encuentra la abadía de Nonnberg, a donde llegamos veinte minutos después. La verdad es que no me entusiasma demasiado, así como tampoco la cercana iglesia de san Cayetano. Al menos, de camino hemos visto un restaurante italiano con muy buena pinta, por lo que decidimos cenar ahí. Decidimos finalizar la tarde con un largo paseo que nos lleva hasta el otro extremo del casco antiguo, llegando hasta la famosa fuente de Pferdeschwemme, que me parece bastante bonita, sobre todo por el contraste de tener detrás las paredes verticales de roca de la montaña. En dicha fuente, a las seis de la tarde, damos por finalizada la visita del día en Salzburgo, y decidimos dirigirnos al hotel a descansar, a donde llegamos poco después tras coger el autobús.

Pferdeschwemme.

Impresionante cena y paseo nocturno.
Tras descansar, nos dirigimos hacia el restaurante italiano que habíamos visto a la tarde cuando nos dirigíamos hacia la iglesia de san Cayetano, y que tenía muy buena pinta. Cuando llegamos, rápidamente nos fijamos en dos platos de pasta, por los cuales ninguno de los dos nos decidimos: unos tagliatelle y unos tortellini. Decidimos pedirle al camarero los dos platos para compartir, de forma que primero nos trajera uno y luego el otro. Minutos después, nos traen el primer plato y alucinamos: nos ponen a cada uno un plato enorme de tagliatelle. Cuando le decimos al camarero que se ha equivocado y que le habíamos pedido un plato para compartir, el hombre nos dice que lo que ha hecho ha sido servirnos a cada uno media ración. Nos quedamos alucinamos. Empezamos a cenar y… qué decir, impresionante, una de las mejores pastas que he comido en mi vida, francamente deliciosa. Disfrutamos cada momento de ese plato, pensando en que luego vendría un nuevo plato igual de grande. Cuando finalizamos, nos ponen a cada uno un plato de tortellini igual de grande e igual de delicioso. Con diferencia, la mejor comida de todo lo que llevamos de viaje. No nos lo podíamos ni imaginar cuando nos sentamos. Eso sí, seguimos sin entender cómo semejantes platos pueden costar apenas nueve euros y que una botella de agua mineral cueste seis euros y medio.

Tras cenar, nos dirigimos a hacer unas cuantas fotos nocturnas de la ciudad, ya que a diferencia de Múnich, Salzburgo es una ciudad que de noche tiene los edificios bien iluminados. Comenzamos por la cercana Domplatz, donde hacemos unas cuantas fotos del Pferdeschweme con la fortaleza de Hohensalzburg al fondo. Tras una larga sesión de fotos ahí, nos dirigimos hacia la catedral, donde tengo la grandísima suerte de que han quitado la grúa. Sin embargo, las fotos no salen tan bonitas como esperaba, porque no está todo lo iluminada que deseo. Tras unas fotos a Residenzplatz y a Kollegienkirche, nos dirigimos a dar un paseo por el río, para poder sacar una foto del conjunto de la ciudad de noche. Tras un pequeño paseo, nos dirigimos andando al hotel, haciendo una breve parada en los jardines de Mirabell para hacer las últimas fotos nocturnas de Salzburgo.

Kapitelschwemme con la fortaleza al fondo.

Finalmente, a las once menos veinte llegamos al hotel con la sensación de haber aprovechado muy bien el día. Es todavía pronto y hemos podido hacer muchas fotos nocturnas de Salzburgo (en ese sentido se agradece que en esta zona de Europa anochezca antes), además de que hemos callejeado por gran parte de la ciudad y hemos entrado en prácticamente todas las iglesias, de forma que hemos dejado para el día siguiente únicamente los lugares que nos entran en la Salzburg Card: el día nos ha salido redondo.

Salzburgo de noche.

Gastos del día.
Este ha sido uno de los días que más hemos gastado de todo el viaje, ya que además de las comidas hemos tenido que pagar 25 € cada uno por la Salzburg Card, que, dicho sea de paso, nos ahorrará mucho dinero al día siguiente. Los gastos por persona han sido los siguientes:
  • Comida: 32.70 €
  • Turismo: 25.00 €
  • Varios: 0.85 €


viernes, 26 de octubre de 2012

Día 4, lunes 3 de septiembre de 2012: Palacio de Nymphenburg, Englischer Garten y Olympiapark


Comienza nuestro último día en Múnich, el que, según las previsiones, iba a ser el de mejor tiempo. Para este día tenemos previsto visitar en primer lugar el palacio de Nymphenburg, que se encuentra dentro de la ciudad de Múnich. Seguidamente, tenemos previsto ver algunos lugares del cetro de Múnich que no conocemos todavía, para finalizar el día con la visita a Olympiapark, que tuvimos que posponer el viernes debido al mal tiempo. Como estimamos que vamos a tener tiempo más que suficiente para ver todo sin prisas, ponemos el despertador a las ocho y cuarto de la mañana. Cuando me levanto veo que el cielo está completamente encapotado, lo que hace que crezca en mí la desesperación por el tiempo que estamos teniendo; empiezo a ver todo muy negativo, pensando que nos va a llover durante todos los días de las vacaciones y desanimándome por completo.

Tras intentar animarme un poco pensando que al menos parece que no va a llover, nos dirigimos hacia la estación de trenes con el objetivo de sacar un billete conjunto que nos va a permitir viajar por todo el centro de Múnich cuantas veces queramos a lo largo del día. Y es que, a pesar de que Olympiapark y sobre todo Nymphenburg se encuentran en el centro de Múnich, la mejor opción es ir en transporte público, ya que desde los alrededores de la ciudad antigua hay un trecho bastante grande como para ir andando. Así, una vez desayunados y con el ticket en la mano, nos dirigimos hacia la parada del tranvía, donde a las diez menos cinco cogemos uno que en menos de quince minutos nos deja enfrente del palacio de Nymphenburg.

Nymphenburg: un palacio y un parque preciosos.
Al igual me ocurrió el día anterior en la excursión a Neuschwanstein, me sorprende la poca cantidad de turistas que se bajan en nuestra parada, y es que de camino al palacio apenas alcanzo a ver a cinco turistas, incluyendo a nosotros. De camino al palacio vemos su fachada principal, que no me parece tampoco muy impresionante, sobre todo comparado con el interior que alberga el palacio. Enfrente del palacio se encuentra un pequeño estanque donde unos cuantos cisnes nadan tranquilamente. La verdad es que la imagen es bastante bonita, incluso con el cielo tan encapotado.

Schloss Nymphenburg.

Sin demorarnos mucho, entramos en el palacio, donde ya comienzo a ver unos cuantos turistas, aunque ni comparación como los que vimos, por ejemplo, en la Residenz. Como tenemos el 14-Days-Ticket, la entrada al palacio nos viene incluida, por lo que no pagamos los seis euros de entrada. Esto, sumado a lo que nos habíamos ahorrado con la entrada a la Residenz y a Neuschwanstein, hace que en total nos hayamos ahorrado seis euros y medio con dicha tarjeta, por lo que podemos decir que nos ha salido muy bien la compra.

La verdad es que el palacio me sorprende para bien. Aunque se supone que las habitaciones de Nymphenburg no son tan espectaculares como las de la Residenz, lo cierto es que la primera habitación que vemos, la Festsaal, es espectacular, una belleza. Sin duda, esa habitación es uno de los lugares que más nos ha gustado en todo el viaje. Y es que la Festsaal es una sala bastante grande y decorada de forma muy bonita y que no nos cansamos de admirar. El resto de las habitaciones son también bonitas, aunque personalmente me gustan más las de la Residenz. Aun así, creo que ha merecido la visita a las habitaciones de palacio, sobre todo tras ver la Festsaal, que, no me canso de repetirlo, es espectacular.

Festsaal.

En apenas veinte minutos damos por finalizada la visita a las habitaciones del palacio, y nos dirigimos hacia un museo de carrozas que se encuentra en una de las alas del palacio. El museo es muy similar al que vi en el Kremlin, y las carrozas son espectaculares, me encantan. A pesar de que no me impresionan tanto como las del Kremlin, porque fueron las primeras que vi en mi vida, la verdad es que son preciosas, y me llaman mucho la atención unos trineos decorados, al igual que las carrozas, de forma muy recargada.

Carrozas.

Tras visitar durante poco más de diez minutos el museo de carrozas, que por cierto está también incluido en el 14-Days-Ticket, nos dirigimos hacia los jardines de Nymphenburg. Y es que el palacio de Nymphenburg tiene la ventaja de que además de ser un palacio tiene unos jardines y un parque con algunos edificios muy bonitos, por lo que es un lugar al que puede ir tanto quien le guste los palacios o los parques. Paseando por el parque vemos edificios espectaculares como el Amalienburg, que oculta un maravilloso exterior, y damos un paseo hasta el famoso monóptero del parque. Además, vemos también otros edificios, como el Pagodenburg o el Badenburg, ya que se incluyen dentro de1 14-Days-Ticket , por lo que se puede decir que nos hemos ahorrado hasta once euros con dicha tarjeta.

Finalizando con la ciudad antigua: las mejores vistas de Múnich.
Finalmente, tras un paseo muy agradable, pero que dura un poco más de lo que pensábamos inicialmente, a las doce abandonamos el palacio de Nymphenburg y nos dirigimos hacia Karlstor, con el objetivo de ver unos pocos lugares de la ciudad antigua de Múnich que no habíamos podido el sábado, como la Bürgersaall, muy bonita pero en la que tenemos la malísima suerte de que están en misa, por lo que tenemos que contentarnos con ver la iglesia desde la entrada. La verdad es que muchas de las iglesias de Múnich están siendo espectaculares. Tras dicha iglesia, nos disponemos a contemplar una de la que seguramente sea la imagen más conocida de Múnich: las vistas del ayuntamiento y Marienplatz desde la torre de Peterskirche, vistas que habíamos pospuesto hasta hoy para intentar verlas con el mejor tiempo posible. Tras una subida menos ardua de lo que me esperaba, subimos a la torre de la iglesia y por fin contemplamos la que seguramente sea la vista más famosa de Múnich. Las vistas nos cautivan desde el primer momento, ya que son impresionantes. Al igual que me ocurrió con las vistas desde el ayuntamiento de Estocolmo, subiendo a esta iglesia y contemplando las vistas he realizado una de las cosas que más ganas tenía en este viaje. 

Vistas de Marienplatz desde Peterskirche.

Englischer Garten: el pulmón de Múnich.
De nuevo con los pies en el suelo, y como va siendo la hora de comer, decidimos posponer para la tarde los alrededores del río Isar y nos encaminamos hacia la última gran atracción turística que nos falta por ver en Múnich: el Englischer Garten, uno de los mayores parques de Europa. Como en el Englischer Garten se encuentran numerosos Biergärten, una especie de cerveceras, decidimos coger el metro y pararnos en una parada de Giselastraße, de forma que pudiéramos entrar en el Englischer garten por el norte y lo recorriéramos de norte a sur. Una vez en el Englischer Garten, rápidamente encontramos sus dos mayores atractivos, el monóptero, de muy similar al que hemos visto por la mañana en Nymphenburg, y la torre china, donde se encuentran unos cuantos Biergärten. La verdad es que el monóptero, con esa esencia griega que tiene, me gusta bastante, al igual que el que he visto en Nymphenburg. Tras ver la catedral de Vilna, este año he descubierto que me gustan bastante los edificios neoclásicos, aquellos que asemejan a la antigua Grecia. Así pues, tras ver el monóptero nos encaminamos a la torre japonesa, donde se encuentran los Biergärten y donde vemos que vamos a poder comer muy barato y muy bien. Como no nos atrevemos con un plato de salchichas para cada uno, pedimos para compartir medio pollo asado y unas salchichas con patatas. Craso error. Es verdad que el pollo estaba bastante rico, pero es que aparte de que lo podemos comer en cualquier parte, las salchichas estaban espectaculares. Incluso, al acabar con el pollo y las salchichas, nos planteamos volver a pedir un plato de salchichas para compartir. Sin embargo, pensamos, creo que con razón, que sería demasiado.

Tras comer, decidimos dirigirnos hacia el sur del parque, donde vemos a una serie de chicos haciendo surf, justo en la entrada del parque. La verdad es que ha sido una de las cosas más curiosas de todo el viaje, y me ha alegrado verles, porque pensaba que no habría mucha gente a esas horas. Con los chicos haciendo surf damos por finalizada la visita al Englischer Garten que, todo sea dicho, ha sido muy relajante.

Surf en el Englischer Garten.

Olympiapark: recuerdos de mi adolescencia.
Así, tras entrar en el parque por el norte y salir por el sur, muy cerca del río Isar, decidimos dedicar la primera parte de la tarde a ver los alrededores del río Isar, una zona que pensaba que nos iba a dar tiempo a ver durante la mañana. La visita la realizamos de forma bastante rápida, ya que ya que esa zona no tiene gran interés. Así, en apenas una hora vemos uno de los edificios más espectaculares de Múnich, el Maximilianeum, y una iglesia, Lukaskirche, que incomprensiblemente no apare en mi guía, aunque ya la había visto en algunas páginas web. El interior de esta iglesia no destaca especialmente, teniendo toda su belleza en el exterior, ya que nos parece muy bonita. Tras ver una serie de cosas menores, minutos antes de las cinco y cuarto damos por concluida la visita a toda la zona del centro de Múnich, y nos disponemos a ir hacia la zona de Olympiapark, que habíamos pospuesto el viernes, sin entrar en uno de los mayores atractivos de Múnich, el Deutsches Museum, el mayor museo de ingeniería del mundo. La verdad es que me atraía muchísimo entrar, pero tenía miedo de que me encantara tanto que perdiera mucho tiempo en el museo y dejara de ver cosas que a buen seguro interesaran más a mi pareja. Es por eso que creo que en una futura visita a Múnich, ahora que lo conozco, el Deutsches Museum será una visita obligada para mí.

Como he dicho, una vez finalizada la visita a todo el centro turístico de Múnich, únicamente nos queda por ver el Olympiapark, construido para los Juegos Olímpicos de 1972, y uno de los hitos arquitectónicos del siglo XX. Así pues, tomamos el metro y en apenas diez minutos, a las cuatro y media llegamos a una de las entradas del Olympiapark, justo al lado del museo BMW. A diferencia de mucha gente de nuestra edad, no somos grandes apasionados de los coches, por lo que ni nos planteamos en entrar en el museo, que es una de las atracciones más importantes de Múnich. Así pues, nos conformamos con contemplar la Torre BMW, uno de los edificios más conocidos de Múnich y que, como pensaba, me gusta bastante, con esa forma de tan característica que tiene. La visita a Olympiapark la realizamos muy rápidamente, ya que no tiene gran cosa para ver. Observo apenado que está bastante desangelado, con muchísimas instalaciones cerradas, y sin ninguna oferta de ocio que pueda hacer que haya gente por la zona. Quizá se deba a que estamos entre semana.

Olympiapark.

El motivo por el que tenía ganas de ir a Olympiapark era doble: por un lado, tenía ganas de ver toda es arquitectura futurista tan característica del lugar, y por otro lado tenía ganas de ver el Olympiastadion, el lugar donde jugaba el Bayern Múnich cuando era pequeño, un estadio que me parecía, y me sigue pareciendo, precioso. A pesar de las ganas que tengo de ver el estadio, decidimos no entrar porque no estoy dispuesto a que paguemos cada uno tres euros por ver un estadio de fútbol. No he pagado todavía por entrar en San Mamés, no lo voy a hacer por Olympiapark. Aunque, siendo sinceros, quizá ahora me arrepiento un poco de no haber entrado y sacarme una foto con ese estadio tan mítico. Finalmente, tras un breve paseo donde nos donde vemos por última vez la torre BMW, cogemos el metro y nos dirigimos en dirección al hotel. Antes de ir al hotel pasamos por la estación para comprar el Bayern Ticket, que esta vez sí, nos cuesta 26 €, ya que lo necesitamos para ir el día siguiente a Salzburgo. 

Despedida final de Múnich.
Como todavía no habíamos cenado en un italiano, gastronomía que nos encanta, pues apenas habíamos visto restaurantes que no fueran bávaros, decidimos cenar en un italiano que se encuentra en la esquina del hotel. Cenamos de forma correcta, pagando cómo no más de seis euros por el agua, y decidimos usar aprovechar la tarjeta de metro para ir a Marienplatz y hacer las últimas fotos nocturnas del ayuntamiento, y despedirnos así definitivamente de Múnich. Así, tras las fotos de rigor, a las diez y cuarto volvemos a al hotel, dando por finalizada la visita de Múnich, una ciudad que nos ha gustado mucho y de la que desgraciadamente hemos tenido que ver con el paraguas en la mano en todo momento y sin ver ni una vez el sol. Aun así, nos vamos muy contentos con la visita que hemos hecho, ya que creemos que ha sido una visita relativamente completa, ya que aunque no hemos entrado en ningún museo, quizá para muchos sea imperdonable no haber entrado al Deutsches Museum, hemos visto casi todos los rincones de la ciudad antigua y sus alrededores, hemos visto zonas más alejadas como Nymphenburg o Olympiapark, e incluso hemos tenido tiempo de conocer el campo de concentración de Dachau. Por último, el día de la excursión a Neuschwanstein sirvió para coronar la visita a Múnich Así pues, a falta de los museos, la visita ha sido, desde nuestro punto de vista, bastante completa. Nos ha fallado el tiempo, pero eso no es más que una excusa para poder volver otra vez a recorrer de nuevo las calles de una ciudad que nos ha encantado.

Gastos del día.
Al igual que el resto de días, el gasto por persona ha rondado los 50 €, ya que a pesar de que hemos tenido que comprar el bono diario de metro y el Bayern Ticket, que cuesta casi tanto como una comida, hemos ahorrado bastante en la comida, ya que en el Biergärten hemos comido por poco más de 20 euros y el italiano ha sido también barato. Así pues, los gastos por persona el día de hoy son los siguientes:
  • Comida: 28.20 €
  • Transporte: 18.10 €
  • Varios: 4.30 €
  • Turismo: 1.50 €
  • Total: 52.10 € por persona


lunes, 22 de octubre de 2012

Día 3, domingo 2 de septiembre de 2012: Castillo de Neuschwanstein y Hohenschwangau


Hoy comienza uno de los días más bonitos de este viaje, aquel en el que vamos a conocer el famosísimo castillo de Neuschwanstein, un castillo de cuento de hadas que seguramente es el más conocido de Europa e incluso del mundo. Y es que, ¿quién no ha hecho nunca un puzzle con la imagen de ese castillo, o ha visto mil y una fotos de él, o ha visto el logo de Dysney, basado en este castillo de hadas, cada vez que comenzaba alguna película de dicha compañía? Hoy ha llegado uno de los días más importantes del viaje, el día en el que vamos a conocer el castillo de Neuschwanstein, el lugar más visitado y fotografiado de Alemania. Hoy ha llegado un día que nunca vamos a olvidar.

Además de visitar el castillo de Neuschwanstein, tenemos previsto visitar también el menos conocido castillo de Hohenschwangau, que se encuentra en las inmediaciones del primero, y que pertenecía a Maximliano II, el padre de Luis II, conocido como rey loco. Preparando este viaje, me he dado cuenta de que Baviera es un lugar espectacular, con preciosos paisajes y pueblos, pero con también numerosos castillos y palacios espectaculares como Linderhof o Herrenchiemsee. Lamentablemente, no tenemos tiempo suficiente para conocer todos esos palacios y pueblos, así que hemos considerado que el castillo de Neuschwanstein es una inmejorable forma de comenzar a conocer Baviera, una región a la que sin duda volveremos en el futuro. 

Como he comentado con anterioridad, tenemos cita para visitar el primero de los dos castillos, el de Hohenschwangau, a la una menos cuarto, por lo que estamos obligados a recoger nuestras entradas una hora antes, ya que en principio se tarda una hora en ir del lugar donde se recogen las entradas al castillo de Hohenschwangau. Para llegar a nuestro destino a tiempo decidimos coger el tren que sale de Múnich a las 8:51 y que, tras un transbordo, nos dejaría en Füssen a las XX:XX. Así pues, ponemos el despertador a las siete y veinte, y tras hacer unos bocadillos y desayunar en el Starbucks de la estación, nos dirigimos hacia nuestro tren, a donde llegamos quince minutos antes de la salida. En contra de lo esperado, el tren se encuentra bastante vacío, cosa que me sorprende, ya que esperaba que estuviera a rebosar de turistas que aprovecharan para realizar la misma excursión que nosotros.

Tras un viaje sin contratiempos, donde vemos por primera vez el sol y donde nos entretenemos escuchando la conversación de cuatro mexicanos que se sienta cerca de nosotros, llegamos a Füssen a la hora prevista. Nada más salir de la estación encontramos un autobús que en apenas diez minutos nos deja en Schwangau, al lado del lugar donde se recogen las entradas de los castillos. Desde allí comprobamos cómo una parte entera del castillo está completamente cubierta por los andamios, además de la torre principal de este. Como nos habíamos informado, sabemos que iba a estar tal cual nos lo encontramos, por lo que no nos llevamos tanta desilusión. Todo lo contario, intentamos poner buena cara pensando que los andamios apenas se verán los andamios desde el puente de Marienbrücke.

Castillo de Hohenschwangau: más bonito y corto de lo esperado.
En primer lugar nos dirigimos hacia la taquilla, donde gracias a que habíamos reservado las entradas por internet, nos ahorramos toda la cola que hay. No es que la cola para los que no hubieran reservado fuera muy larga, desde luego no como las historias de colas interminables que había oído, pero sí lo suficiente como para estar esperando más de media hora, y eso sin contar que no sabes a qué hora te van a dar cita, pudiéndote dejar horas esperando sin tener nada que hacer, ya que el pueblo de Schwangau no es que tenga muchas opciones de visita aparte de los dos castillos. Habíamos reservado el King's ticket, un ticket que nos permitía ver los dos castillos pagando 23 €, más 3.60 € cada uno por reservar por internet. Sin embargo, con la 14-Days-Ticket viene incluido el castillo de Neuschwanstein, por lo que únicamente tenemos que pagar 12 €, más 3.60 € por reservarlo por internet, ahorrándonos por tanto 11 €, de forma que con los 10.5 € que nos ahorramos en la Residenz ya hemos amortizado la tarjeta: una excelente adquisición.

Tras coger las entradas nos dedicamos a hacer una serie de fotos por los alrededores, aprovechando el buenísimo tiempo que hace. Nos sorprende un poco que las distancias más cortas de lo esperado: teníamos que recoger el ticket a las doce menos cuarto porque teníamos la entrada al castillo de Hohenschwangau una hora más tarde, y resulta que en apenas quince minutos se llega andando a dicho castillo siguiendo el camino más corto. Como no podemos hacer otra cosa sino esperar, hacemos una sesión de fotos con el castillo y sus alrededores de fondo, y luego hacemos algo de tiempo viendo la tienda de souvenirs del castillo. Por fuera el castillo me gusta más de lo esperado; y es que tras verlo en fotos no me acababa de convencer, pues me recordaba a los típicos apartamentos antiguos de playa, con ese color amarillo pastel de sus fachadas y esos toldos de rayas azules y blancas. Sin embargo, no sé si es la alegría por ver el sol por primera vez en dos días o que en verdad el castillo es bonito, este me gusta por fuera más de lo esperado. Los alrededores del castillo son bastante bonitos, sobre todo con el precioso sol que vemos por primera vez en nuestro viaje, lo que hace que la espera hasta que entramos al castillo sea bastante agradable.

Tras hacer un poco de tiempo, a la una menos cuarto entramos al castillo, donde nos espera una visita guiada de unos treinta y cinco minutos. En primer lugar nos dan unas audio guías bastante modernas para lo que estoy acostumbrado a ver en otros sitios: resulta que la visita al castillo se realiza en grupos, y a cada miembro del grupo se le da una audio guía, de forma que el único cometido de la guía es apretar un botón en cada sala, de forma que a todos se nos activa la audio guía con el número adecuado en cada momento. De esta forma, estamos obligados a escuchar la audio guía entera. A pesar de ello, no se nos hace nada pesado, ya que la visita dura apenas treinta y cinco minutos, diez de los cuales se emplearon en distribuir las audio guías. Además, como no está permitido sacar fotos, no tenemos otra cosa que hacer mientras vemos las habitaciones.

Castillo de Hohenschwangau.

Por dentro el castillo me parece un poco soso, muchísimo menos espectacular que la Residenz, y desde luego me parece muy abusivo el precio que hay que pagar por entrar, casi el doble que por visitar las habitaciones de la Residenz, que son mucho más bonitas (para mi gusto), con mucha más historia, y que te permiten realizar una visita más larga, no de poco más de veinte minutos, que es lo que dura la visita descontando el tiempo que tardan en darte las audioguías. Además, la visita es por momentos bastante caótica, cruzándonos con otros grupos durante el recorrido por las salas del castillo. Sinceramente, creo que se aprovechan de que una vez que estás ahí no hay otra cosa que hacer salvo visitar los castillos, y por eso ponen esos precios tan, desde mi punto de vista, exagerados.

Impresionantes vistas desde Marienbrücke.
Así pues treinta y cinco minutos después de entrar, salimos del castillo de Hohenschwangau, y nos dirigimos hacia la estrella del día: el castillo de Neuschwanstein, donde tenemos la visita a las tres menos cuarto, dos horas después del inicio de la visita de Hohenscwangau. Como tenemos tiempo, decidimos dirigirnos hacia la parada del autobús que sube hasta Neuschwanstein bajando por el camino más largo, uno que tiene vistas al lago, con la intención de hacer unas fotos, a pesar de que ya el cielo se ha nublado y tiene intención de no dejarnos ver más el sol en lo que queda de día. Al menos, durante la mañana hemos podido ver el paisaje que rodea a los castillos con sol, así que no nos podemos quejar, sobre todo teniendo en cuenta el tiempo de los dos últimos días. De camino a la estación de autobús comemos los bocadillos que hemos preparado esta mañana. Finalmente, llegamos a la parada del autobús, donde tras hacer un poco de cola y pagar 2.60 € cada uno, lo que me parece una barbaridad teniendo en cuenta que ya hemos pagado las entradas para los castillos, cogemos un autobús que en poco más de cinco minutos, a las dos y diez, nos deja muy cerca del puente de Marienbrücke, desde donde se tienen las vistas más bonitas, conocidas y espectaculares del castillo de Neuschwanstein.

Como todavía queda más de media hora para entrar al castillo de Neuschwanstein, decidimos dirigirnos hacia el puente de Marienbrücke para hacer las fotos de rigor. Afortunadamente, la perspectiva que se tiene desde el puente hace que apenas se vean los andamios que ocultan una de las fachaDAs laterales del castillo, dejando al descubierto únicamente los andamios de la pared trasera y los de la torre. A pesar de los andamios, las vistas son espectaculares, y desde luego son una de las imágenes más bonitas que nos hemos llevado de todo el viaje. Como es de esperar, no nos cansamos de hacer fotos, desde todos los puntos de vista posible. Afortunadamente, a pesar de estar el cielo bastante nublado, podemos decir que el tiempo nos está respetando, ya que no llueve, lo que es de agradecer.

Castillo de Neuschwanstein desde Marienbrücke.

Castillo de Neuschwanstein: algo más bonito que el de Hohenscwangau.
Tras las fotos de rigor, nos dirigimos hacia el castillo de Neuschwanstein, que se encuentra a unos diez minutos del puente, a donde llegamos quince minutos antes de la hora a la que tenemos cita. A diferencia del tiempo de una hora entre que se recogen las entradas y se puede entrar a Hohenschwangau, el tiempo de dos horas entre la entrada de dos castillos me parece muy adecuado, ya que sin habernos detenido mucho, lo justo para sacar unas fotos en el lago y en Marienbrücke, hemos llegado justo a tiempo para entrar en el castillo. La visita guiada es similar a la del castillo de Hohenschwangau, durando unos treinta y cinco minutos y siendo la audio guía del mismo estilo que la del primer castillo. Al igual que en el castillo de Hohenschwangau, no nos permiten sacar fotos en el interior del castillo, interior que, a pesar de no ser tan espectacular como el de la Residenz, me gusta bastante más que el de Hohenschwangau.

Marienbrücke desde el castillo de Neuschwanstein.

Tras salir del castillo, hacemos unas últimas fotos desde un mirador que se encuentra enfrente de este y que nos permite tener una perspectiva distinta del castillo. Finalmente, nos dirigimos hacia la parada de autobús que hay cerca de Marienbrücke y que nos deja en el pueblo en diez minutos. Y es en este momento donde tenemos muchísima suerte, ya que, tras bajarnos del autobús, nos dirigimos hacia la parada de autobús que nos lleva a Füssen, teniendo la grandísima suerte de coger el autobús justo en el momento que se iba. Y, nada más bajarnos del autobús, al lado de la estación de tren, observamos que en apenas un minuto va a salir el tren con destino a Múnich, que cogemos prácticamente en el instante en que abandona la estación, lo que nos permite llegar a Múnich a las seis y veinte. Diez minutos después, a las seis y media, muchísimo antes de lo esperado cuando salimos a la mañana del hotel, entramos en la habitación para descansar de un día bastante menos agotador de lo previsto y en el que el tiempo ha sido también mucho mejor de lo esperado.

Castillo de Neuschwanstein.

Cena típica bávara.
Una hora después, a las siete y media, salimos del hotel con la intención de tener nuestra primera cena típicamente bávara en la cervecera más famosa de la ciudad, la Hofbräuhaus am Platzl, que ya conocíamos por fuera de nuestra primera cena en el Hard Rock. Tras un par de cenas muy americanas, una hamburguesa en el Hard Rock y una pizza del Pizza Hut, creemos que ya va siendo hora de tener una cena típicamente bávara, que esperamos que nos guste aun más que la comida bávara del día anterior, donde no elegimos muy bien alguno de los platos. En la Hofbräuhaus am Platzl tardamos unos minutos en encontrar sitio, dándonos cuenta de lo tremendamente egoísta y maleducada que son algunas personas. La Hofbräuhaus am Platzl es un restaurante donde uno tiene que buscarse la mesa y en ocasiones compartir mesa con desconocidos. Pues bien, observamos muchas mesas de seis personas ocupadas enteramente por dos personas que no hacen ademán alguno de ceder parte de la mesa. Aparte de la mala educación que destilan, me parece que uno tiene que saber a qué atenerse cuando va a comer y conocer cómo debe comportarse en dicho sitio. Si uno quiere comer en una mesa exclusiva para él y su pareja, que se vaya a un restaurante con dichas características, pero lo que no puede ser es que vaya a la Hofbräuhaus am Platzl y ocupe una mesa de seis personas. Es como querer bañarse solo en una piscina municipal. Afortunadamente, una pareja joven que solo bebía unas cervezas nos ceden parte de su mesa para que podamos comer. Tras mirar un poco la carta, y ayudados por un camarero sudamericano, elegimos un codillo y unas salchichas para compartir. No tenía muchas esperanzas puestas en el codillo, pues los que había probado en Bilbao no me habían gustado mucho, pero este resulta espectacular, nos encanta. Y las salchichas, pues riquísimas, tal cual esperamos, con un sabor muy parecido al de las carnicería Thate. Finalmente, y más por gula que por hambre, decidimos pedir el típico postre muniqués, el Apfelstrudel, que si bien no nos gusta tanto como los dos primeros platos, no dejamos ni las migas. La verdad es que la cena típicamente bávara ha sido riquísima, no podíamos ni imaginarnos que nos iba a gustar tanto.

Finalmente, a las diez menos cuarto damos por finalizada la cena, y nos decidimos a ir a Odeonsplatz con la esperanza de que se encuentre más iluminada de lo que creemos que va esperamos, ya que no queremos tener solo fotos nocturnas del ayuntamiento. Para nuestra sorpresa, hay está más iluminada de lo que pensamos, y aprovechamos para hacer unas cuantas fotos de esta iglesia que tanto me ha gustado. Tras las fotos de rigor, nos digiramos hacia el ayuntamiento, donde hacemos otra sesión de fotos, pues lo continuamos encontrando espectacular, una de las joyas del viaje. Finalmente, y tras dar un pequeño paseo, llegamos al hotel a las once menos cuarto, cumpliendo nuestro objetivo de llegar pronto al hotel la mayor cantidad de días posibles.

La verdad es que no nos podemos quejar del día. Nos ha hecho un tiempo muy bueno por la mañana, hemos visto uno de los lugares más impresionantes de Europa y traemos unas fotos preciosas a pesar del tiempo de la tarde. Neuschwanstein nos ha encantado. Además, el viaje ha sido mucho menos cansado de lo esperado y hemos podido cerrar el día con una riquísima cena bávara, que tardaremos mucho en olvidar. Un día perfecto.

Gastos del día.
Los gastos del día han sido muy similares a los de los dos primeros días, ya que si bien solo hemos pagado por una comida, se han pagado por las entradas del castillo de Hohenschwangau, que ha resultado tanto o más caro que muchas comidas. Por último, en transporte apenas hemos gastado, ya que con el Bayern Ticket que compramos el día anterior hemos podido viajar gratis en tren hasta Füssen y en autobús de Füssen a Schwangau.

domingo, 21 de octubre de 2012

Día 2, sábado 1 de septiembre de 2012: Ciudad vieja y barrio de los museos

Comienza nuestro segundo día de vacaciones, día que tenemos previsto dedicar por completo a conocer la ciudad vieja de Múnich, ciudad que me ha ido gustando cada vez más mientras preparaba el viaje y en la que tengo puestas muchas esperanzas. A pesar de que el día anterior ya habíamos adelantado bastante visitando la Residenz, que en principio la íbamos a visitar el día de hoy, decidimos poner el despertador a las ocho menos cuarto, ya que como no conocemos muy bien las distancias de la ciudad vieja preferimos tener tiempo suficiente para no andar agobiados. Además, si bien es verdad que habíamos adelantado viendo la Residenz, en los siguientes dos días habría que encontrar tiempo para ir a Olympiapark, que no habíamos visitado el día anterior.

Así pues, una hora después de despertarnos, salimos del hotel en busca de una cafetería en la que desayunar, metiéndonos prácticamente en la primera que encontramos, un Coffe Fellows, donde desayunamos relativamente bien a un precio asequible. Tras desayunar, y antes de salir de la cafetería, decido ir al baño en previsión de que más tarde me sea difícil encontrar uno. Es en ese momento cuando me doy cuenta de lo complicado que va a ser ir al baño en Alemania, pues ante el peligro de que quien entre al baño no sea cliente la única manera de abrir la puerta del baño es mediante una llave que cuelga de un palo cerca del mostrador.

Ciudad vieja de Múnich: preciosas iglesias y mucho más. 
Una vez en la calle, nos dirigimos bajo un cielo nuboso hacia la ciudad vieja, llegando a Karlstor, una de las entradas de la ciudad vieja, minutos después de las nueve y cuarto. Tras unas cuantas fotos del Palacio de Justicia y de Karlsplatz, donde destaca su imponente puerta de entrada a la ciudad, nos dirigimos hacia la catedral, la cual es visible desde muchos puntos de la ciudad, con sus características dos torres culminadas en bulbo, una de las cuales está, cómo no, siendo reformada. De camino a la catedral, mientras recorremos Neuhauser Straße, entramos en el Bürgsaal, en cuya iglesia superior no podemos entrar porque solo abren de once a cinco, un horario un tanto extraño, y pasamos por la preciosa Michaeleskirche, una preciosa iglesia cuya fachada está siendo también restaurada. Intento animarme pensando que lo bonito de Michaeleskriche en su interior, de un color blanco similar al de la iglesia de san Cayetano, Theatinerkirche, que vimos el día anterior. Como esperaba, la iglesia, una de las más bonitas de Múnich, me encanta.

Michaeleskirche.

Una vez vista Michaeleskirche, nos dirigimos hacia la cercana Frauenkirche, uno de los lugares turísticos más importantes de Múnich, pues de hecho es su catedral. Su ubicación me recuerda mucho a la iglesia de san Pedro de Riga, puesto que esa bastante encajonada dentro de una plaza y es muy difícil poder sacarle una foto decente. Lo más característico de la iglesia es su exterior, con sus dos torres gemelas acabadas en bulbo que son reconocibles desde cualquier parte de la ciudad vieja. Su interior es bastante simple y no nos agrada en absoluto, de forma que lo que más atrae nuestro interés es la famosa huella del diablo, que se encuentra nada más entrar en la catedral.

Tras salir de la catedral, decidimos dirigirnos hacia el suroeste de la ciudad vieja, concretamente hacia la iglesia más famosa de la ciudad, la iglesia de los hermanos Asam, a donde tenemos previsto llegar tras dar un rodeo que nos lleva a conocer otra de las puertas de la ciudad, la Sendliger Tor. De camino la Sendliger Tor pasamos por algunas iglesias menos conocidas por los turistas pero no por ello menos bonitas, como la Damenstift St. Anna, la cual nos gusta más de lo esperado. Finalmente, tras ver la Sendliger Tor, nos dirigimos hacia uno de los lugares que sabemos que más nos van a gustar de todo Múnich, la Asamkirche, la que es probablemente, junto a Theatinerkiche, la iglesia más conocida de Múnich, a donde llegamos a las diez y cuarto. Entramos y al instante quedamos extasiados por su interior ultra decorado, ya que esta iglesia es un de las cumbres del rococó, un movimiento arquitectónico que me encanta. A pesar de ser bastante pequeña, es espectacular, siendo una de las iglesias más recargadas que he visto en mi vida.

Asamkirche.

Tras pasarnos diez minutos deleitándonos con el interior de Asamkirche, salimos a la calle para continuar nuestro recorrido por la ciudad vieja de Múnich. Desgraciadamente, en ese momento comienzan a caer las primeras gotas de lluvia, lo que nos obliga a tener que abrir el paraguas. Así pues, paraguas en mano nos dirigimos hacia el cercano Viktualienmarkt, un mercado de exquisiteces muy famoso en Múnich. La verdad es que no deja de ser un mercado más, aunque es verdad que con muchas delicatesen, algunas de las cuales, como unas manzanas fritas que se asemejan a unas patatas fritas nos llaman bastante la atención.

Tras echar una ojeada y descubrir que hay unos cuantos restaurantes donde podemos comer más adelante, decidimos continuar con nuestro recorrido. Así pues, tras visitar el interior de dos iglesias cercanas, nos plantamos en Marienplatz, donde hacemos la primera sesión de fotos del ayuntamiento de día y escuchamos al carillón, que toca a las once. El espectáculo del carillón es bonito, aunque no nos impresiona demasiado tras haber visto el del ayuntamiento de Praga el año pasado. Personalmente, me parecen espectáculos bonitos pero muy similares, por lo que una vez que has visto uno, el resto no te sorprenden demasiado. Aun así, lo vemos entero sin perdernos ni un solo minuto, como si fuera la primera vez que vemos uno.

Barrio de los museos: el gran diluvio.
Como prácticamente hemos visto todo el sur de la ciudad vieja y todavía queda media mañana por delante, decidimos dirigirnos hacia la zona donde se encuentran las grandes pinacotecas de Múnich. De camino, volvemos a pasar por Odeonsplatz, donde entramos en Theatinerkiche para poder ver su interior con la tranquilidad que no tuvimos el día anterior. Una vez vista la iglesia nos dirigimos hacia Königsplatz, una plaza con edificios de estilo griego que estaba seguro que iba a ser una de las zonas que más me iba a gustar de Múnich. Tardamos bastante más de lo esperado en llegar, pues lo hacemos casi cincuenta minutos después de haber partido de Marienplatz, a las doce y veinte. La verdad es que la plaza me gusta mucho, con sus tres edificios de estilo griego, pero el cielo completamente nuboso está empezando a deprimirme, y no hago otra cosa más que pensar en cómo sería la plaza si el día fuera soleado.

Theatinerkiche.

Tras las fotos de rigor decidimos acercarnos hacia las cercanas pinacotecas, que se encuentran entre las más importantes del mundo. Como he comentado muchas veces, no somos muy amigos de entrar en museos o pinacotecas, porque el tiempo que tendríamos que dedicar a las ciudades sería muchísimo mayor. Así, en el caso de Múnich decidimos conformarnos con ver las pinacotecas por fuera, ya que en dos días y medido no se puede conocer la ciudad si se entra en las pinacotecas. Desgraciadamente, nuestra visita por los alrededores de las pinacotecas tiene que cancelarse rápidamente, debido a que comienza a llover de forma desmesurada. Así, tras acercarnos a la Alte Pinakothek y ver de lejos la Neue Pinkothek y la Pinakothek der Moderne, a la una menos cuarto nos dirigimos de nuevo hacia la ciudad vieja, a donde llegamos veinte minutos después.

Propyläen, en Königsplatz.

Como todavía es la una del mediodía, decidimos entrar en la sala del tesoro de la Residenz, ya que nos viene incluido dentro de la tarjeta 14-Days-Ticket que habíamos comprado el día anterior. Como esperamos, no nos entusiasma demasiado y no estamos mucho tiempo, de forma que a las dos de la tarde entramos en un restaurante bávaro en la plaza donde se encuentra Viktualienmarkt, restaurante que habíamos visto por la mañana. A pesar de que nos gusta la comida, no elegimos demasiado bien, ya que pedimos para compartir un Wiener Schnitzel, que sabíamos que nos iba a gustar pero que no es tan típico de Múnich y que íbamos a comer más veces durante el viaje, y unas salchichas que aunque ricas, esperábamos que fueran de otro tipo, ya que eran muy pequeñas.

Ludwigstraße: poco turístico para mi gusto.
Una hora después, a las tres de la tarde, salimos del restaurante y nos dirigimos hacia Marienplatz para decidir qué vamos a ver por la tarde. Tras mirar el mapa, consideramos que la mejor opción es dirigirnos hacia nuestra ya conocida Odeonsplatz y recorrer la calle Ludwigstraße hasta llegar a la Siegestor, otra de las puertas de Múnich. Cuando llegamos a Odeonsplatz vemos que una especie de niebla cubre la ciudad de Múnich. La verdad es que el día está siendo un poco desastre en cuanto al tiempo, pero intento consolarme pensando que la zona que vamos a visitar es la menos bonita de la zona turística de Múnich. Así pues, recorremos Ludwigstrasse observando los distintos edificios y entrando en la Ludwigskirche, que no puede comparase con ninguna de las iglesias que hemos visto por la mañana. Tras llegar a Siegestor, nos damos la vuelta y volvemos a recorrer la calle, llegando a Odeonsplatz a las cuatro y veinte, cuarenta minutos después de haber comenzado a recorrer Ludwigstraße. La verdad es que no puede decirse que dé mucho de sí esta zona...

Bruma en Ludwigstraße.

Noche sin fotos nocturnas.
Como todavía es un poco pronto para ir al hotel decidimos hacer algo de tiempo comiendo una tarta, tras volver a maravillarme con Theatinerkiche, para lo que elegimos una pastelería que se encuentra en Marienplatz. A pesar de que nos sentimos muy tentados de comer un tiramisú que tiene una pinta exquisita, al final nos decidimos por una tarta de chocolate y frambuesa que parece que es la estrella del local, ya que el tiramisú lo podemos comer en cualquier otro lugar. Aunque no nos disgusta, constatamos que ese tipo de tartas no acaban de convencernos del todo, así que apuntamos mentalmente que no vamos a pedir más veces nada similar.

Theatinerkiche.

Finalmente, a las cinco y cuarto nos dirigimos hacia el hotel, a donde llegamos una hora después, porque entre otras cosas compramos unos bollos de pan para preparar unos bocadillos para la excursión que vamos a realizar al día siguiente a Neuschwanstein y para comprar el Bayern Ticket, una de las cosas que más me ha sorprendido de Alemania. Y es que en Múnich el transporte me ha parecido excesivamente caro; por poner un ejemplo, el billete sencillo de metro cuesta 2.5 €, lo que me parece una barbaridad. Sin embargo, a pesar de tener unos billetes sencillos tan caros, te encuentras auténticos chollos como el Bayern Ticket, una tarjeta que por 22 € para una persona, 26 € para dos personas, 30 € para tres personas... y así hasta cinco personas, permite hacer cuantos viajes desees en un mismo día por todo el estado de Baviera llegando incluso a Salzburgo. Así pues, por 13 € cada uno, en realidad catorce, pues nos sale dos euros más caro por comprarlo en ventanilla, al día siguiente vamos a poder hacer un viaje de ida y vuelta, en total cuatro horas de tren, para conocer el castillo de Neuschwanstein.

Como al día siguiente vamos a tener que madrugar y no nos apetece demasiado volver a Marienplatz, pues de noche no hay prácticamente ningún otro sitio a donde ir y todavía nos quedan dos noches más en Múnich, decidimos comprar una pizza en un Pizza Hut cercano aprovechando una oferta de 9.40 € por pizza. Mientras esperamos que nos den la pizza volvemos a constatar la enorme cantidad de musulmanes que hay en los alrededores del hotel. Finalmente, cogemos nuestra pizza y la cenamos en el hotel, terminándola poco después de las nueve de la noche. A las once de la noche ya estamos dormidos, para poder estar al día siguiente lo más descansados posibles.

Gastos del día.
Los gastos del día fueron muy similares a los del día anterior, siendo únicamente los correspondientes a la comida y al Bayern Ticket, por el que pagamos dos euros más de lo que habríamos pagado de haber sido un poco más hábiles. Así, el gasto por persona es el siguiente:
  • Comida: 28.25 €
  • Transporte: 14.00 €
  • Varios: 6.32 €
  • Total: 48.57 €

sábado, 20 de octubre de 2012

Día 1, viernes 31 de agosto de 2012: Dachau y Residenz

Por fin comienzan las vacaciones que tanto tiempo he estado esperando, en las que voy a conocer algunas de las ciudades más bonitas de Europa. Como el vuelo sale a las 7:50, pongo el despertador a las 5:40 de la mañana, y apenas cincuenta minutos después me encuentro en la terminal del aeropuerto de Loiu, de donde saldría puntualmente mi avión. Tengo que decir que no soy muy amigo de coger vuelos a primera hora de la mañana, los cuales implican que uno llega a media mañana a la ciudad de destino, pero no porque tenga que gastarme un día de vacaciones, sino porque a nada que haya un retraso debido a cualquier problema (técnico, meteorológico...) que provoque que se aterrice con varias horas de retraso se te puede fastidiar el itinerario, sobre todo si uno anda muy justo de tiempo para visitar una ciudad. En cambio, si uno tiene previsto llegar a una ciudad a las ocho de la noche no importa tanto que haya un retraso que te haga llegar a las once de la noche, ya que ese día no iba a dedicarse a hacer turismo, por lo que no te modifica tu itinerario. También es verdad que cogiendo un avión a última hora de la tarde pagas la habitación de hotel de esa noche únicamente para dormir, mientras que si no hay ningún retraso y llegas pronto a la ciudad, que es lo más normal, puedes estar más de medio día visitando la ciudad y aprovechando mucho mejor el viaje.

Así pues, para este viaje hago una excepción, y puede decirse que no me equivoco: tras viajar en uno de los aviones con más plazas libres que recuerdo, a las diez menos cinco llegamos al aeropuerto de Múnich. En Múnich observo con mucha pena que las predicciones meteorológicas se están cumpliendo: llueve bastante en Múnich. Según las predicciones, se supone que el día de hoy va a ser el peor de todos en cuanto a condiciones meteorológicas, puesto que se prevé que esté lloviendo todo el día. El resto de días en Múnich, aunque malos, se prevén algo mejores. Además, las previsiones para Salzburgo y Viena, no muy fiables porque quedan todavía varios días, no son muy halagüeñas. Aun así, intento animarme pensando que este día es "de regalo", ya que en principio íbamos a volar por la tarde y no íbamos a dedicar el día de hoy a hacer turismo. Además, intento engañarme pensando que quizás el campo de concentración de Dachau es mejor verlo con lluvia, para hacerme más a la idea de las duras condiciones en las que se vivió allí.

Así pues, con mis mayores ánimos nos dirigimos a la estación de tren, donde compramos por 20 € el Partner-Tageskarte, un billete que nos permitiría hacer en cualquier transporte cuantos viajes quisiéramos durante el día de hoy, incluyendo el viaje a Múnich desde el aeropuerto y el viaje en tren al campo de concentración de Dachau. Cumpliendo el horario previsto, cogemos el tren a las once menos cuarto, llegando a la Hauptbahnhof a las once y media. Afortunadamente, nuestro hotel se encuentra muy cerca de la estación, así que tras ubicarnos un poco y dar alguna que otra vuelta, llegamos diez minutos después al hotel, donde dejamos nuestras maletas y nos dirigimos al primer destino del día: el campo de concentración de Dachau.

Campo de concentración de Dachau: el sinsentido del ser humano.
Como he comentado, en un principio solo íbamos a estar dos días en Múnich, los cuales los íbamos a dedicar íntegramente a la ciudad. Al final, como íbamos a poder disfrutar del día extra de hoy, decidimos incluir en nuestro itinerario el campo de concentración de Dachau, ya que tenía muchas ganas de conocer un campo de concentración y me había quedado con la espina de no ver el campo de Sachsenhausen en Berlín.

Sorprendentemente también dentro de lo previsto, cogemos el tren a las doce y diez, llegando veinte minutos después a la estación de Dachau. Al menos en el trayecto un revisor nos pide el billete. Me alegro, porque aunque siempre pagamos por los billetes, me da mucha rabia comprobar que podría haber viajado gratis. Tras salir de la estación cogemos un autobús que en diez minutos nos deja en la entrada del campo de concentración de Dachau, a donde llegamos a la una menos diez. La entrada al campo de concentración es gratis, pero decidimos pagar 3.5 € cada uno por unas audio guías para poder enterarnos un poco de lo que íbamos a ver. Aunque es verdad que al principio no las usamos mucho y pensamos que hemos hecho el tonto cogiéndolas, en determinados momentos como durante la visita al crematorio o las cámaras de gas nos resultan muy útiles, dándonos información muy interesante sobre dichos lugares, por lo que no me arrepiento de haberlas cogido.

Como me esperaba, encuentro muy interesante la visita al campo de concentración de Dachau. Siempre había tenido ganas de ver uno, y el momento en el que cruzo la puerta de Dachau bajo el tristemente célebre Arbeit Macht Frei no se me olvidará en la vida. La única pega que encuentro es la intensísima lluvia que por momentos cae sobre el campo de concentración hace que sea un poco desagradable de visitar, aunque gracias a esa lluvia uno toma conciencia de lo difícil que debía ser la vida en días como este, con lluvia y barro por doquier, en el campo de concentración.

Campo de concentración de Dachau.

El campo de concentración consta principalmente de una zona donde otrora se encontraban los barracones en los que se hacinaban quienes vivían ahí y donde ahora apenas queda uno en pie y la huella del resto de barracones. Esto permite que uno se haga una idea del tamaño del campo, pero personalmente me habría gustado ver el campo como era originalmente, con todos sus barracones. En un extremo del campo se encuentran las cámaras de gas y unos hornos crematorios que sin duda han sido lo que más me han impresionado del campo de concentración. Todo aquel horror que había visto en películas, que había leído en libros… lo tengo delante de mis ojos. Cuesta comprender cómo se pudo llegar a aquello. Finalmente, nos dirigimos hacia el museo que se encuentra cerca de la entrada, museo que encuentro interesantísimo, donde uno puede aprender de forma muy sencilla y amena la historia de los campos de concentración, el auge del nazismo y demás temas relacionados con dicha época. En un recinto del museo, este incluye una serie de fotos y vídeos que ponen los pelos de punta. Y es que, no me canso de repetirlo, todavía uno no alcanza a comprender cómo fue posible que alguien fuera capaz de cometer aquellas barbaridades.

Hornos crematorios.

A pesar de que me está resultado interesantísima la visita y de que me habría quedado mucho más tiempo viendo el museo y empapándome con toda la información que nos daban, empieza a ser la hora de comer y hay que pensar en qué hacer a la tarde. Así, apenas una hora y media después de entrar, salimos del campo de concentración y comemos en la parada del autobús un bocadillo que nos habíamos traído de casa. Nada más acabar el bocadillo pasa el autobús que nos va a llevar a la estación de Dachau, donde cogemos el tren sin esperar apenas nada, lo que se agradece con el tiempo que hace. Es posible que para muchos hayamos hecho una visita muy rápida y poco profunda al campo de concentración. Seguramente quizá me habría quedado más tiempo, pero habría sido únicamente en el museo, donde no haría sino leer información que puedo buscar y leer tranquilamente en mi casa, ya que considero que el tiempo empleado en la visita al campo en sí, donde se encuentran los barracones y los hornos crematorios, ha sido adecuado, sobre todo teniendo en cuenta las condiciones meteorológicas.

Cambio de planes: la Residenz, un palacio impresionante.
Durante el viaje de vuelta en tren decidimos qué hacer durante la tarde. El plan inicial era ver el campo de concentración y Olympiapark, los dos lugares que, por así decirlo, menos ilusión nos hacía ver, ya que como he comentado, en caso de que hubiera algún retraso en el vuelo, nos iba a afectar únicamente a la planificación de los lugares que menos nos importaba. Sin embargo, durante la visita del campo de concentración nos ha diluviado, y no parece que durante la tarde vaya a mejorar, y pensamos que no podemos visitar Olympiark con tanta lluvia. Así, decidimos cambiar el itinerario y ver la Residenz, un palacio que se encuentra en el centro de Múnich y que es uno de los lugares turísticos más importantes de la ciudad, ya que consideramos que con dicho tiempo lo mejor que podemos hacer es visitar el interior de algún lugar, y ya que parte de la belleza de Nymphenburg, el otro palacio de la ciudad, radica en sus jardines, nos decidimos por la Residenz, cuya belleza se encuentra única y exclusivamente en el interior, donde podríamos resguardarnos durante más de una hora de la lluvia.

A las tres y cuarto nos bajamos en la parada de Marienplatz y al salir nos encontramos con el otro gran reclamo turístico de Múnich: su ayuntamiento. Al instante quedamos maravillados. Incluso con este tiempo nos parece espectacular. El precioso edificio neogótico se alza frente a nosotros, y no paramos de decir: "qué bonito, qué bonito". No sabría decir si su fachada está sucia o es el color natural de la piedra, pero aun así me parece precioso, y no me atrevo a decir si me parecería aun más bonito si estuviera completamente limpio y blanco. La única pega es que Marienplatz está en obras y es un poco complicado hacer fotos sin que se vean vallas. Tras la experiencia en Berlín y lo poco que vi en Fráncfort, parece que Alemania está de obras este año...

Ayuntamiento de Múnich.

Tras unas pocas fotos del ayuntamiento, nos dirigimos hacia la Residenz, a donde llegamos en cinco minutos. Cómo no, la fachada de la Residenz está completamente cubierta por una tela con la foto de la fachada del edificio. Intento consolarme pensando que tampoco es que la fachada fuera muy espectacular, así que no me pierdo gran cosa. Al menos, el Teatro Nacional, que se encuentra al lado de la Residenz, no está en obras y podemos admirarlo. El precio de la entrada completa a la Residenz no me parece excesivamente caro. Y es que la Residenz consta de tres partes completamente distintas. Por un lado se encuentran las habitaciones de la Residenz, cuya visita cuesta 7 €; por otro lado, el tesoro, cuya visita cuesta otros 7 €, y finalmente, el teatro de Cuvilliés, que debe su nombre al gran arquitecto rococó, que cuesta 3.5 €, existiendo un ticket conjunto válido para las tres zonas por 13 €. Afortunadamente, existe una tarjeta que por 40 € por pareja nos ofrece grandes descuentos, tarjeta que compramos en la propia Residenz: el 14-Days-Ticket, una tarjeta que durante catorce días nos permite entrar en numerosos castillos y palacios de todo Baviera. Con el ticket que hemos comprado podemos acceder a las tres zonas de la Residenz, pero como solo nos interesaban las habitaciones de la Residenz y el teatro de Cuvilliés, podemos decir que ya hemos amortizado 10.5 € de los 20 € que nos ha costado a cada uno el ticket: hemos hecho una buena compra.

Al entrar en la Residenz, minutos después de las tres y media, nos advierten de que la visita de todo el conjunto puede durar tres horas, por lo que tendremos que ver parte del palacio al día siguiente. Como suponemos, la Residenz nos encanta, impresionándonos sobre todo el Antiquarium, su sala más famosa e importante, y prácticamente la primera que vemos. Pero la Residenz no es solo en Antiquarium, sino que tiene otras muchas habitaciones espectaculares donde, por cierto, se agradece la posibilidad de hacer fotos. Como no somos muy amigos de las audio guías, gratuitas por cierto, vamos recorriendo el palacio sin prestar demasiada atención a lo que nos cuentan, admirando únicamente las habitaciones sin centrarnos en su historia. Este es el motivo por el que apenas una hora después de entrar, que se dice pronto, finalizamos la visita a las habitaciones de la Residenz, con un impresionante buen sabor de boca y con la sensación de haber visto el que seguramente sea, junto con el ayuntamiento, el lugar más espectacular de la ciudad.

Residenz. Antiquarium.

Como son las cuatro y media pasadas y la última entrada a cualquiera de las tres zonas de la Residenz es a las cinco, decidimos dejar para otro día la sala del tesoro, lo que menos ganas teníamos, y dirigirnos hacia el cercano teatro de Cuvilliés, una de las joyas del rococó. Entramos y la verdad es que sufro una pequeña decepción. El teatro es muy bonito, pero me lo esperaba mucho más decorado y recargado. Pensaba que iba a gustarme más que las propias habitaciones de la Residenz, y resulta que ha sido al revés. Desde luego, el precio de 3.5 € me parece demasiado por ver el teatro, en donde no estamos poco más de diez minutos. Aun así, me parece muy recomendable, ya que a pesar de no estar tan decorado como pensaba, sí que tiene algunos rincones bastante bonitos. Quizá el problema ha sido que me esperaba algo que me fuera a deslumbrar y resulta que únicamente me ha gustado, pero sin impersionarme. 

Toma de contacto con el centro de Múnich.
Tras verlo unos pocos minutos, a las cinco de la tarde nos encontramos en la calle. Como todavía es un poco pronto para volver al hotel decidimos dirigirnos hacia la cercana Odeonsplatz, donde se encuentra la conocidísima Theatinerkirche, la iglesia de los Teatinos, o de San Cayetano, una iglesia que estaba seguro de que me iba a gustar. No obstante, cuando llegamos a Odeonsplatz es otra cosa lo que atrae nuestra atención: el impresionante Feldherrnhalle, que se encuentra a penas unos metros de la iglesia y que nos llama mucho la atención porque esperábamos que fuera bastante más pequeño, y lo encontramos espectacular. En cuanto a la iglesia, tenemos sensaciones encontradas: mientras a mí me parece bastante bonita con sus dos torres y ese color amarillo tan característico, a mi novia no le atrae demasiado. Entramos en la iglesia para conocer su interior, pero salimos casi en el acto al ver que están celebrando una misa. Esos instantes en la iglesia me sirven para descubrir que también es muy bonita por dentro, recordándome, salvando las distancias, a la iglesia de San Pedro y San Pablo de Vilna, puesto que su interior es completamente blanco.

Tras salir de la iglesia con muy buen sabor de boca, decidimos finalizar la tarde con una visita al cercano Hofgarten, una de cuyas entradas se encuentra en Odeonsplatz. Es un jardín bonito, tampoco espectacular, en cuyo centro se encuentra el templo de Diana, y desde donde se tiene una vista muy bonita de Theatinerkirche. Me quedo un poco apenado porque me da la sensación de que en un día soleado este jardín seguramente sería uno de mis lugares favoritos de Múnich, mientras que ahora tengo que conformarme con verlo bajo la sombra de un paraguas. Al menos, la compañía hace que sea más llevadero el mal tiempo.

Theatinerkirche desde el Hofgarten.

Tras volver a pasar por Marienplatz y recorrer Neuhauser Straße hasta llegar casi a Karlstor, una de las entradas de la ciudad antigua, a las seis menos diez bajamos a la estación de metro para dirigirnos al hotel, a donde llegamos minutos antes de las seis y cuarto, tras dar una serie de vueltas por los subterráneos de la estación. De camino al hotel nos damos cuenta de que este se encuentra en una zona llena de restaurantes turcos y similares, con una gran cantidad de inmigrantes, además de las típicas personas que se agolpan generalmente en los alrededores de las estaciones de trenes de las grandes ciudades. Aun así, en ningún momento nos sentimos inseguros, y pensamos que para lo que ha costado el hotel, su ubicación, a quince minutos de Marienplatz, es más que aceptable. Además, como se ve en la siguiente foto, las habitaciones del hotel eran bastante grandes, similares a las del Mercure de Budapest.

Habitación del hotel de Múnich.

Cena y primeras fotos nocturnas.
Tras casi dos horas de descanso, a las ocho de la tarde salimos del hotel para ir a cenar. Tras el viaje de Berlín regresamos bastante cansados de las vacaciones, costándonos mucho levantarnos cada día. Esto se debía a que salíamos muy tarde a cenar y regresábamos muy tarde al hotel. Así, para este viaje decidimos salir pronto a cenar y hacer las fotos nocturnas lo antes posible, aprovechando que en Alemania anochece antes, con el objetivo de intentar estar en el hotel antes de las once la mayor parte de los días. Como apenas habíamos recorrido el casco antiguo durante el día, no sabemos dónde puede haber restaurantes y no queremos perder mucho tiempo buscándolos, por lo que vamos a tiro hecho: el Hard Rock Café, que se encuentra a unos pocos minutos del ayuntamiento, enfrente de la famosísima Hofbräuhaus am Platzl. A alguno le parecerá un pecado entrar en un restaurante americano en pleno corazón de Múnich, pero en ese momento suponíamos, con acierto, que tendríamos numerosas oportunidades para probar la gastronomía bávara, por lo que no pasaría nada por iniciar nuestras vacaciones con una hamburguesa americana que sabíamos que nos iba a gustar. Tras pedir lo de siempre, dos hamburguesas y unos nachos, nos llevamos una agradable sorpresa al comprobar que nos íbamos a ahorrar 16.20 € debido a que los descuentos de la tarjeta de cliente que tenemos finalizan al día siguiente, algo que nos pilla de sorpresa.

Tras salir del Hard Rock con la alegría de habernos ahorrado más de quince euros, nos dirigimos a hacer unas pocas fotos nocturnas. Como imaginamos, Múnich no es una ciudad que destaque por tener unos edificios muy iluminados de noche, por lo que no nos volvemos muy locos y apenas hacemos fotos a la Hofbräuhaus, aprovechando que se encuentra enfrente del Hard Rock, y del ayuntamiento, que a pesar de no estar muy iluminado, nos continúa pareciendo impresionante. Agradecemos además que desde que hemos salido del hotel no haya llovido apenas. Finalmente, cogemos el metro y nos dirigimos al hotel, a donde llegamos a las once menos cuarto, habiendo cumplido nuestros planes de llegar pronto a la habitación.

Ayuntamiento de Múnich de noche.

Nos vamos muy contentos con lo que hemos visto, a pesar del tiempo que parece que se ha empeñado en fastidiarnos. Así, en el día de hoy hemos visto el campo de concentración de Dachau, uno de los más famosos del mundo y el primero que vemos en nuestra vida, además de la Residenz de Múnich, uno de los lugares más impresionantes de las tres ciudades que vamos a conocer. Además, hemos podido dar un pequeño paseo por los alrededores del Marienplatz, viendo, cómo no, su famoso ayuntamiento y distintos lugares como Odeonsplatz, haciendo boca para los que nos espera al día siguiente: el centro histórico de Múnich.

Gastos del día.
El primer día de nuestro viaje ha tenido unos gastos similares resto de días, rondando los 50 € por persona, ya que a pesar de haber tenido que comprar un billete diario para el metro y la tarjeta que nos iba a permitir ver numerosos castillos y palacios, únicamente hemos hecho una comida, la cena, que nos ha salido bastante más barato de lo esperado gracias a la grata sorpresa final del descuento del Hard Rock. Así pues, los gastos por persona en el día de hoy han sido los siguientes:
  • Turismo: 23.50 €
  • Comida: 15.68 €
  • Transporte: 10.00 €
  • Varios: 0.70 €
  • Total: 49.88 €