miércoles, 23 de mayo de 2012

Mis conclusiones sobre Berlín

Como he comentado previamente, Berlín nunca había sido una ciudad a la que tuviera un deseo especial de conocer. Obviamente, más tarde o más temprano la habría conocido, pero esperaba conocerla más tarde, ya que no ocupaba un lugar primordial en mi lista de prioridades turísticas. Así, cuando nos decidimos por esta ciudad para realizar este viaje, al principio cogí la ciudad con un poco de excepticismo, pues no sabía si me iba a gustar tanto como otras ciudades a las que tenía más ganas de visitar.

Sin embargo, según iba preparando el viaje me iban entrando cada vez más ganas de conocer la ciudad, fascionado por todo lo que iba leyendo sobre ella así como por la cantidad de opiniones positivas que oía sobre ella de quienes la habían visitado.

Berlín: una ciudad que me ha encantado.
Y tengo que decir que las expectativas se han cumplido. Berlín me ha encantado. A diferencia de otras ciudades, Berlín no es una ciudad con unos monumentos impresionantes o con antiguas iglesias y catedrales, sino que es una ciudad que te atrapa con esa mezcla de modernidad y recuerdo constante al pasado reciente, ya que gran parte de la ciudad ha sido reconstruida tras la Segunda Guerra Mundial y en numerosos sitios se respira ese recuerdo perenne de lo que significaron los nazis y los comunistas en esta ciudad, algo que me ha encantado.

El primer día de Berlín fue uno de los días en los que más he disfrutado haciendo turismo en los últimos viajes. No sé si sería por el magnífico tiempo que hacía, por la maravillosa compañía o por las ganas que tenía de conocer esa ciudad, que absolutamente todo lo que vi durante esa mañana me cautivó, a pesar de la cantidad de obras que había en Unter den Linden y sus alrededores. Llegar a la Pariser Platz y ver la puerta de Brandeburgo, el típico monumento que conoces de pequeño, me hizo darme cuenta que efectivamente estaba en Berlín. La plaza de Gendarmermark era, como esperaba y como me habían contado, muy bonita, y cuando pisé Bebelplatz me di cuenta que estaba pisando un lugar que ha sido testigo directo de la Historia.

Eso me ha pasado muchas veces en Berlín, estar dando un paseo por la historia del siglo XX. Lugares como el Checkpoint Charlie, más turístico que recordatorio, la Topografía del Terror, o el muro de Berlín hacen que uno retroceda en el tiempo y reflexione sobre los tristes acontecimientos que asolaron el siglo XX, sobre el sinsentido del nazismo o de la división de una ciudad durante casi treinta años.

Así, ver partes del muro de Berlín y tocarlo te hace ver que estás en un lugar especial, que estás tocando un símbolo que afortunadamente cayó y que separó a familiares y amigos durante años, un símbolo del que has oído hablar desde pequeño. Y lo tienes enfrente. Y en poco tiempo te encuentras con el memorial del Holocausto, recordando el sinsentido de los nazis. Y, si te fijas por dónde andas, ves baldosas que recuerdan el trazado del muro de Berlín o baldosas amarillas que recuerdan a los judíos asesinados por los nazis, diciendo dónde vivieron o dónde trabajaron. Ese recuerdo al pasado me ha cautivado.

Baldosas conmemorativas cercanas al Checkpoint Charlie.

Pero Berlín no solo me ha gustado por ese recuerdo constante a la Historia, sino que también ha habido edicios que me han encantado. El que más, sin duda, su catedral, que me ha parecido realmente bonita por fuera. Por dentro es bonita, pero me ha parecido un poco pequeña, mientras que por fuera me ha parecido espectacular, y creo que puedo decir que ha sido lo que más me ha gustado de Berlín, al menos arquitectónciamente hablando. También me ha gustado mucho el Reichstag, con esa cúpula moderna de Norman Foster que le da, desde mi punto de vista, un aspecto futurista. La única pega que le encuentro a la ciudad era lo mal iluminada que estaba de noche, lo que me ha impedido hacer fotos del Reichstag o de la catedral, no así de Potsdamer Platz, que con sus modernísimos edificios me ha encantado, en especial la Bahntower y la joya de la corona, el Sony Center, que de noche, iluminada, es preciosa.

En cuanto a museos, he hecho una excepción conociendo el museo de Pérgamo y estoy absolutamente contento de la decisión. Museos como esos hay muy pocos en el mundo, y tener enfrente de ti el altar de Pérgamo, la puerta del mercado de Mileto o la puerta de Ishtar ha sido una experiencia única.

Potsdam: Bonita pero me esperaba más.
La visita a Potsdam estaba marcada en el calendario como uno de los días importantes del viaje, ya que esperaba que la ciudad me gustara mucho y que lo disfrutara más que alguno de los días que íbamos a dedicar a Berlín. Sin embargo, me llevé una ligera decepción con la ciudad. Decir que no me gustó Potsdam seria mentir. Me pareció muy bonita y volvería a ir, aunque únicamente en días de verano, ya que lloviendo no creo que merezca mucho la pena. Pero me esperaba más. No sé si fue porque el día no fue todo lo soleado que esperábamos (quizás nos malacostumbramos y a nada que aparecían unas pocas nubes ya nos parecía que hacía mal tiempo), a que perdimos mucho tiempo andando por los jardines al no haber sabido que podíamos dejar las bicicletas en zonas más cercanas, o a la decepción que me supuso pagar doce euros para quince míseros minutos de visita, que me dejó un poco frío.

Los jardines me parecieron bonitos, pero no tanto como esperaba. De hecho, hubo zonas que me parecieron más un parque normal que unos jardines dignos de ser visitados. Con muchísima diferencia, me gustaron mucho más los jardines del palacio de Charlottenburg que vi el día siguiente. De hecho, la visita al palacio de Charlottenburg me alegró, porque salí un poco preocupado pensando que en mi próximo viaje a Viena me decepcionaran lso palacios y sus jardines, hay que ver unos cuantos en Viena, pero tras visitar Charlottenburg me quité esa idea de la cabeza.

Por otra parte, los palacios sí me gustaron. El Schloss Sanssouci es bastante bonito por dentro; simplemente se me hizo muy corta la visita, sobre todo tras haber visto el palacio Real de Bruselas gratis el año pasado o tras la deliciosa visita guiada que hice en el palacio Dolmabahce de Estabul. Me quedé con pena de ver el Neues Palais, que por fuera me gustó bastante, tal y como esperaba.

Schloss Sansoucci.

Por último, la ciudad de Potsdam me gustó, y creo que merece la pena hacer una visita. Es verdad que me llevé una decepción al ver la iglesia de san Nicolás, seguramente debido a las obras, y que el barrio holandés me pareció pequeñito, aunque eso sí, muy bonito, pero aun así me aprece que merece la pena la visita a la ciudad, sobre todo tras la visita a la pequeña colonia de Alexandrowka o a la cita con la Historia en el Schloss Cecilienhof, uno de los momentos más emocionantes de todo viaje.

Campo de concentración de Sachsenhausen: nuestro talón de Aquiles.
Quizá me he quedado con algo de pena de no ver el campo de concentración de Sachsenhausen. Seguramente habría sido una buena idea haberlo visto la mañana del último día. Haciendo eso, habríamos hecho un viaje muy completo a Berlín, dedicando tres días completos a Berlín, un día completo a Potsdam y una mañana al campo de concentración. Sin embargo, habríamos hecho el viaje que todos querían que hiciéramos. Y es que tampoco es que tuviera muchas ganas de ver el campo de concentración, algo raro en mí, ya que siempre he tenido ganas de ver uno, pero seguramente como nunca había oído hablar de él, al menos no tanto como el de Auschwitz, que espero conocer algún día, Dachau, que igual conozco este año, o Mathausen, tampoco me importó demasiado no verlo.

Además, seguramente tuvo mucha influencia que en un principio no contábamos con ver el campo ya que no teníamos tiempo, y al final nos encontramos con la última mañana "de regalo" debido a la quiebra de Spanair. Quizá si desde un primer momento hubiéramos sabido que dispondríamos de dicha mañana habríamos estado más mentalizados de verlo. A decir verdad, quizá ahora me arrepiento un poco de no haber visto dicho campo de concentración, aunque me consuela que fue precioso volver a ver por última vez aquellos lugares de Berlín que más me habían gustado, como el Reichstag o la puerta de Brandeburgo. Seguramente, si veo este año el campo de concentración de Dachau se me quitará esa espinita. Y si no, ya se me quitará el año que vaya a Polonia y conozca Auschwitz.

Gastos.
Como he ido desgrananado en las anteriores entradas, el viaje no me ha resultado caro para el tiempo que hemos estado, sobre todo si lo comparo con el viaje a Moscú. Es verdad que podría haberme ahorrado entre cincuenta y setenta y cinco euros de haber estado más hábil con el vuelo, pero lo he compensado con las noches de hotel que me han salido bastante baratas, ya que he pagado tanto por este hotel como lo que pagué por el hostal de Moscú. En comida no hemos gastado demasiado, un poco menos de 180 € cada uno, lo que para cinco desayunos, comidas y cenas, una de ellas en el aeropuerto, no está nada mal. En turismo, entre la tarjeta de descuento, la subida a la torre de televisión, la entrada a la catedral y la entrada al Schloss Sansouci gastamos 61 € cada uno, lo que sumado a los dos días que cogimos bicicleta, la cuenta gastada en actividades turístas asciende a 77.5 € por persona, bastante más de lo que me gasté en Moscú, pero del orden de lo que me imaginaba en esta ciudad.

Desde luego, la tarjeta turística nos ha salido a cuenta, ya que debido a que cogimos varias veces el metro, el sábado y el lunes tendríamos que haber cogido un bono diario de 6.3 € y el domingo uno de 6.8 €, lo que asciende a 19.4 € en transporte. Si a eso le sumamos los 13 € que ahorramos en el museo de Pérgamo, los tres euros que ahorramos en la catedral y en la torre de televisión y los dos euros en las bicicletas de Potsdam, todo ello asciende a 40.4 €, es decir, nos ahorramos 4.4 € y encima no esperamos cola en el museo de Pérgamo. Y eso sin contar los diez euros que ahorramos en el Museo Nuevo, aunque es verdad que sin tarjeta no habríamos entrado. Alguno podrá decirme que podría haberme colado en el metro tranquilamente, por lo que no me ha salido a cuenta la tarjeta. Pero bueno, eso entra dentro de la conciencia de cada uno. Siendo legales, la tarjeta nos ha salido a cuenta.

A continuación resumo brevemente los gastos del viaje:

  • Avión: 229.58 €
  • Hotel: 134.75 €
  • Comida: 177.99 €
  • Turismo: 61.00 €
  • Bicicletas: 16.50 €
  • Souvenirs: 17.45 €
  • Transporte: 10.55 €
  • Varios: 29.80 €
  • Total: 677.62 €

Conclusión.
En definitiva, aunque es una ciudad de la que no esperaba mucho en un principio, ha acabado encantándome, aunque reconozco que espero mucho más del viaje de septiembre, quizá porque me gustan otro tipo de ciudades, que basen más su atractivo en edificios más históricos y antiguos. Pero como he dicho, Berlín me ha maravillado, no solo por la belleza de sus edificios, que se encuentra, por ejemplo, en Unter den Linden, la catedral o el Reichstag, sino sobre todo por ese aura que tiene de Historia, por ese recuerdo constante del siglo XX, del nazismo y de la ciudad dividida en dos zonas antagónicas. Como he dicho, paseando por Berlín recorría lugares que han sido testigos de algunos de los hechos más importantes del siglo XX y que me hacían transportarme fácilmente a esas épocas. Para una persona que le guste la historia, Berlín es una ciudad obligatoria de visitar.

Además, creo que hemos hecho una visita muy completa de la ciudad. Salvo el campo de Sachsenhausen, hemos visto la cercana ciudad de Potsdam, hemos entrado en museos, iglesias y palacios, hemos prestado atención a las informaciones sobre la historia reciente en lugares como la Topografía del Terror... En resumen, estoy muy contento del viaje que hemos hecho, y ahora no puedo hacer otra cosa sino esperar al siguiente destino.

martes, 22 de mayo de 2012

Día de regreso, martes 1 de mayo de 2012

El último día en Berlín ponemos el despertador un poco más tarde de lo normal, a las nueve menos cuarto, ya que no nos queda nada por ver y vamos a dedicar el día a recorrer aquello que más nos haya gustado. Así, tras prepararnos tranquilamente y dejar las maletas en Recepción, salimos del hotel minutos antes de las diez y cuarto con la intención de pasar la última mañana en Berlín, que se presentaba, cómo no, muy soleada.

Cambio de planes.
Como he comentado, en un principio esta mañana íbamos a ir al palacio de Charlottenburg, visitando el palacio antiguo, y luego íbamos a ver de nuevo aquellos lugares que más nos hubieran gustado. Sin embargo, la pequeña decepción que nos llevamos en el Schloss Sanssouci unido quizá un poco a la pereza hizo que fuéramos el lunes a Charlottenburg, por lo que teníamos la mañana entera del martes para visitar de nuevo aquello que más nos hubiera gustado. En un primer momento pensamos en ir al campo de concentración de Sachsenhausen pero nos dio un poco de pereza, por lo que decidimos volver a recorrer aquellos lugares que más nos hubieran gustado.

Así, tras desayunar tranquilamente, comenzamos nuestro periplo yendo de nuevo a Gendarmermarkt, que nos había gustado bastante el primer día, a donde llegamos minutos después de las once menos cuarto. Al igual que el resto de días, hace un tiempo envidiable; no se ve ninguna nube en el cielo. Tras unas pocas fotos y tras intentar entrar en las iglesias sin éxito, apenas entramos al a entrada de la iglesia-museo, nos dirigimos hacia Unter den Linden para repetir el recorrido del primer día, llegando a la puerta de Brandeburgo minutos después de las once y media. En la puerta de Brandeburgo notamos por primera vez que estamos a 1 de mayo, Día Internacional de los Trabajadores, ya que se ve que hay congregadas unas cuantas personas que portan distintas banderas e insignias comunistas. En ese momento pienso en lo difícil que debe ser para algunos berlineses ver a gente con banderas comunistas, a pesar de que hayan pasado más de veinte años de la caída del muro de Berlín.

Aprovechando el ambiente festivo, detrás de la puerta de Brandeburgo, en los comienzos de la calle del 17 de julio, se agrupan numerosos puestos de venta de salchichas, perritos calientes o pizzas, por lo que aprovechamos para tomar nuestra primera y única currywurst del viaje, ya que no podemos volver de Berlín sin probarla. Desgraciadamente, se me olvida inmortalizar el momento con una instantánea. Tras comer dicha currywurst nos vamos a descansar a una sombra mientras vemos de nuevo el Reichstag, que tanto nos había gustado el  primer día.

Reichstag.

Mientras descansamos, se nos ocurre que puede ser una buena idea comer en los puestos que se agrupan detrás de la puerta de Brandeburgo, donde hay un impresionante ambiente festivo. Como todavía queda tiempo para la hora de comer, decidimos dar un paseo hasta Potsdamer Platz, y de camino ver por última vez el memorial del Holocausto.

Sony Center.

Finalmente, tras comer una porción de pizza y una especie de perrito caliente, volvemos al hotel para recoger nuestras cosas y dirigirnos al aeropuerto. Previamente, de camino al hotel, pasamos por una chocolatería que se encontraba en Gendarmermark, donde tenían figuras de chocolate a tamaño gigante del Titanic, el Reichstag, la Kaiser-Wilhem-Gedächtniskirche y la torre de televisión entre otros.

Reichstag de chocolate.

Vuelo de vuelta: Ningún problema.
Como nuestro vuelo sale a las 18:15 del aeropuerto de Tegel, decidimos salir hacia Tegel minutos antes de las cuatro de la tarde, colándonos por primera y única vez en el metro y seguidamente en el bus. El aeropuerto de Tegel nos sorprende por lo pequeño que era, sensación que habíamos tenido en los pocos minutos que estuvimos el día de la llegada, así por la mala calidad de sus servicios, como unos baños ridículamente pequeños. La verdad es que por mucho que el de Fráncfort y el de Múnich sean más importantes, el de Tegel no da la sensación de ser el de la capital de la nación más poderosa de Europa.

A diferencia de la ida, el vuelo de vuelta discurrió sin muchos problemas: salimos de Berlín a las 18:25,  y llegamos a Fráncfort una hora después, a las 19:20. Tras recorrer los mismos pasillos que había recorrido apenas tres semanas antes en mi viaje a Moscú y tras cenar el típico bocata de aeropuerto por más de cinco euros, las 21:15 salimos hacia Bilbao, a donde llegamos a las 23:15, dando por finalizado el viaje a Berlín.

Gastos del día.
Obviamente, este fue el día que menos gastamos, ya que la comida, nuestro principal gasto, se basó en una currywurst, un perrito caliente y una ración de pizza, cenando además un bocata en el aeropuerto. Como ya habíamos visto prácticamente todo de Berlín, no gastamos en ninguna atracción turística.

  • Comida: 18.62 €
  • Varios: 4.37 €
  • Total: 22.99 €


domingo, 20 de mayo de 2012

Día 4, lunes 30 de abril de 2012: Checkpoint Charlie, East ide Gallery y Schloss Charlottenburg

Comienza nuestro último día completo en Berlín. Como ya nos queda muy poco por ver y encima disponemos de la mañana del día siguiente, decidimos despertarnos un poco más tarde que el resto de días, por lo que ponemos el despertador a las 8:20. Tras mirar por la ventana observamos que otra vez el día va a ser precioso.

Checkpoint Charlie y Topografía del Terror: el día comienza bien.
Nos preparamos tranquilamente y a las diez menos cuarto vamos a desayunar a una cafetería cercana al Checkpoint Charlie, uno de los lugares turísticos más conocidos de Berlín. Como ya esperaba, y como había constatado dos días antes, me parece demasiado turístico, parece puesto de pega única y exclusivamente para que los turistas se saquen unas fotos graciosas más que para que reflexionen sobre la reciente historia berlinesa. Aun así, me gusta, obviamente no tanto como otras cosas, pero me parece algo curioso y característico de esta ciudad, que en cierta forma te hace retroceder unas décadas en el tiempo y recordar cómo era realmente Berlín hace apenas veinticinco años.

Checkpoint Charlie.

Tras ver el Checkpoint Charlie dirigimos nuestros pasos hacia la Topografía del Terror, una exposición al aire libre donde se puede observar una cronología sobre el nazismo en Alemania. Como amante de la historia me parece bastante interesante, lo que hace que nos detengamos unos cuantos minutos leyendo la información y viendo las distintas fotos que aparecen en la exposición. Además, vemos por primera vez un tramo del archiconocido muro de Berlín, bastante menos artístico pero bastante más real que la East Side Gallery que iríamos a ver más adelante. La verdad es que impresiona, no es un muro excesivamente alto ni excesivamente grueso, seguramente en su día habría más de una barrera y estaría muy protegido, y en cuanto tocas el muro de Berlín tomas consciencia de que estás tocando uno de objetos, por llamarlo de alguna manera, más importantes del siglo XX.
La verdad es que el día ha empezado muy bien, ya que las dos cosas que hemos visto me han gustado bastante, y el tiempo nos está acompañando, como el resto de días que hemos recorrido Berlín. Tras hacer una pequeña parada en un supermercado para comprar crema de sol, manda narices que lo hagamos el día anterior a marcharnos, nos dirigimos hacia el museo judío con la intención de conocer el barrio de Kreuzberg, el barrio turco de la ciudad, mientras callejeamos en dirección al museo. Francamente, no me apasiona nada el barrio, extrañándome que incluso apareciera como zona a visitar en la guía de Berlín. Hay que decir que no llegamos más al sur de Mehringplatz, por lo que es posible que haya habido cosas bonitas que no hayamos visto, aunque tras ver cómo era la parte del barrio que hemos conocido, lo dudo.

East Side Gallery: el muro de Berlín hecho arte.
Tras coger el metro en Mehringplatz, nos presentamos en el comienzo de la East Side Gallery a las doce y cuarto. La verdad es que me esperaba que los alrededores del muro fueran distintos; habiendo tantos espacios libres en Berlín esperaba que hubiera una amplia explanada en los alrededores del muro, como en tiempos de la Guerra Fría. Sin embargo, una carretera de varios carriles discurre paralela al muro a escasos metros del muro. A pesar de ello, le encuentro gran atractivo a ese trozo de muro, el más largo que queda construido. El recorrido se nos hace bastante ameno, ya que a pesar de ser 1300 metros de muro, vamos mirando uno a uno todos los grafitis, lo que hace se nos haga más llevadero que si recorriéramos un simple muro. Media hora después, a la una menos cuarto, nos encontramos en el otro extremo del muro, dando por finalizado la visita a uno de los monumentos más famosos de Berlín.

Grafiti del East Side Gallery.

Neues museum: lo que nos imaginábamos.
Como todavía queda un rato para la hora de comer decidimos ir al museo nuevo con el objetivo de ver el busto de Nefertiti. No era algo que nos entusiasmara en absoluto, y no habríamos ido de no ser por los ruegos de nuestras familias, que nos pedían por favor que fuéramos a verlo, a pesar de que nosotros no esperábamos que nos entusiasmara en absoluto. Como nos entraba gratis con la Berlin Welcome Card, decidimos ir hacia las taquillas del museo, ya que este era el único al que, pese a tener tarjeta, había que reservar hora para poder entrar. Sin embargo, cuando llegamos, vemos que hay muy poca gente haciendo cola y que nos van a dar hora para ese mismo momento.

Cuando entramos, vemos que todo es tal y como nos lo imaginábamos: un museo al uso, interesantísimo para aquellos que sean amantes de la historia egipcia, pero sin interés alguno para mí. La joya de la corona, el busto de Nefertiti, no nos apasiona en absoluto. Prácticamente vamos directos a verlo, para decir que lo hemos visto, y salimos en apenas quince minutos.

Por lo general, cuando digo que no me interesan los museos, me refiero a la hora de hacer turismo. Por descontado, si en Bilbao hubiera un museo como el Neues Museum, iría a verlo mínimo una vez al año. Pero cuando hago turismo por una ciudad, por ejemplo por Berlín, lo que quiero es conocer lugares de esa ciudad, sus calles, sus monumentos, sus iglesias, sus palacios... no meterme en un museo para ver un cuadro pintado por una persona de otro país o, como en el caso del Neues Museum, para ver distintos monumentos egipcios que no tienen asolutamente nada que ver con la ciudad. Obviamente, siempre hay excepciones, como con el museo de Pérgamo, que debido a que me ofrecen algo que, al menos desde mi punto de vista, solo se encuentra en unos pocos museos, sí que me hacen romper esa regla de no entrar en museos.

Schloss Charlottenburg: unos jardines preciosos.
Tras salir del museo minutos después de la una y media, decidimos ir a comer al Hackesche Höfe, los famosos patios del barrio judío que habíamos conocido el sábado, ya que habíamos visto que había mucho ambiente y que podría ser bonito y original comer en uno de esos patios, donde además seguramente nos podríamos resguardar mejor del calor.. Tras comer, en mi caso un rissoto buenísimo, y descansar en el patio, decidimos llevar a cabo una idea que habíamos madurado durante toda la mañana, y es la de ir esa misma tarde a visitar el palacio de Charlottenburg, en vez de dejarlo para el día siguiente.

El motivo por el que habíamos dejado el palacio para el último día era que su interior consta de dos zonas, el palacio antiguo y el ala nueva. La primera, la más bonita, cerraba los lunes, mientras que la segunda cerraba los martes. Así, habíamos decidido dejar la visita para el lunes ya que sobre todo queríamos entrar en el palacio antiguo. Sin embargo, la decepción por los doce euros gastados el día anterior en Potsdam unido a que si se hacíamos la visita el lunes ya dábamos por finalizado Berlín y al día siguiente tendríamos el día entero para lo que nosotros quisiéramos, y a que poco a poco el cansancio y la pereza iba haciendo mella en nosotros, hizo que decidiéramos ir esa misma tarde a ver los jardines del palacio, los cuales se pueden ver cualqueir día y que íbamos a ver sí o sí.

Muchos pensarán que podríamos haber ido al palacio de Charlottenburg el viernes o el sábado, y así habríamos visto las dos zonas del palacio. Sin embargo, el palacio no entraba dentro de nuestras preferencias de Berlín, por lo que preferíamos dejarlo para el final, para que en caso de estar cansados de tanto turismo o que no pudiéramos verlo por falta de tiempo, fuera el palacio de Charlottenburg y no otra cosa que nos apeteciera más la que viéramos cansados o la que no viéramos.
Así, tras coger el metro, llegamos al palacio de Charlottenburg a las cuatro menos veinte. Aunque había oído que los jardines eran preciosos, no me esperaba que me gustaran tanto como me gustaron. Y es que me parecieron bellísimos. Y lo que más me gustó fue que el día anterior había nacido en mí una duda sobre si me gustaría Viena, ciudad en la que tendríamos que visitar algún que otro palacio, duda que se me quitó nada más ver los jardines de Charlottenbug: al verlos, sabía que Viena me iba a gustar.

Jardines y palacio de Charlottenburg.

A las cuatro y media, y tras descansar un rato en los jardines, decidimos dar por acabada la visita al palacio de Charlottenburg. Tras parar un rato en la tienda de souvenirs, donde hacemos unas pequeñas compras, cogemos el metro y llegamos a las cinco menos veinte al edificio de Galerías Lafayette, un centro comercial cercano al hotel con un interior bastante curioso. Tras dar una vuelta por su interior, que en cierta forma recuerda a la cúpula del Reichstag, nos dirigimos al hotel a descansar, a donde llegamos a las seis y cuarto.

Últimas fotos de noche.
Tras descansar un rato, decidimos ir a la zona cercana a Alexanerplatz, donde habíamos visto en Internet que había un Fryday's. Nuestra intención es cenar unas hamburguesas y luego hacer unas fotografías a la catedral, que el sábado me había impresionado. Sin embargo, parece que ya no existe dicho restaurante, por lo que tras estar bastante rato buscándolo nos conformamos con el Block House, restaurante qque tenía una pinta buenísima y del que no dejaba de salir carne de la cocina a las mesas. Tras comer unas hamburguesas un poco raras, sin pan, nos dirigimos a hacer unas pocas fotos de la catedral. Sin embargo, al igual que todo Berlín, toda la zona está prácticamente a oscuras y no sacamos ninguna foto que merezca la pena. Finalmente, a las once menos diez, y notando unas débiles primeras gotas de lluvia, nos dirigimos al metro para llegar, al hotel.

Gastos del día.
Los gastos de este día fueron muy similares a los de cualquier otro día, salvo el primero, ya que a pesar de que no se gastó ni un solo euro en entrar a ningún monumento, sí que se gastó en comprar algunos recuerdos, como una camiseta o un trozo del muro de Berlín.
  • Comida: 36.75 €
  • Souvenirs: 17.45 €
  • Varios: 8.56 €
  • Total: 62.76 €

viernes, 18 de mayo de 2012

Día 3, domingo 29 de abril de 2012: Potsdam

El domingo habíamos planificado una excursión a Potsdam, una pequeña ciudad que se encuentra a unos cuarenta kilómetros de Berlín, famosa por sus numerosos y bellos palacios, así como por sus jardines. Así, íbamos a dedicar tres días a Berlín y uno a Potsdam. En un principio teníamos previsto ver Potsdam el último día, el lunes, ya que si una vez estuviéramos en Berlín descubríamos que la ciudad requería más tiempo del que habíamos previsto, siempre podríamos cancelar la visita a la ciudad, cosa que no podríamos hacer si una vez visto Potsdam descubríamos que nos faltaba tiempo para ver cosas en Berlín. Sin embargo, cuando comenzamos a planificar el itinerario, meses atrás, descubrimos que los palacios cerraban los lunes, por lo que decidimos realizar la visita el domingo, ya que en dicho momento ya suponíamos que seríamos capaces de ver Berlín en los tres días previstos.

En Potsdam tenemos previsto conocer tanto los jardines y sus palacios como la ciudad en sí, para lo cual vamos a alquilar una bicicleta, ya que sus jardines son enormes y pensamos que puede ser muy tedioso recorrerlos andando. De entre todos los palacios de Potsdam vamos a ver únicamente el Schloss Sanssouci, ya que el Neues Palais, que ha estado cerrado durante meses hasta casualmente el día anterior a nuestra visita, no puede visitarse como de costumbre, sino que lo que se ve es una exposición sobre Federico II el Grande, que suponemos que no nos va a interesar, en vez del palacio en sí. Me da bastante pena, porque aunque es más famoso el Schloss Sanssouci, que sí vamos a ver, me había parecido más bonito en fotos el Neues Palais.

Tras poner el despertador a las siete y cuarto, salimos del hotel minutos después de las ocho de la mañana. Tras desayunar en una cafetería de la calle de siempre, Friedrichstraße, a las 8:43 cogemos el tren que nos llevará a Potsdam, llegando puntualmente a la estación de Potsdam cuarenta y dos minutos después. Nada más salir del tren nos topamos con la oficina, por llamarla de alguna manera, de Potsdam per pedals, donde teníamos previsto alquilar las bicicletas. Y es que dicha oficina no es más que un hueco de unos pocos metros cuadrados debajo de una escalera y rodeado por unas vallas metálicas. Las bicicletas que nos dan parecen bastante endebles, y dan la sensación de que se van a descuajaringar en el primer bache, pero al menos nos sale más barato de lo que pensábamos, ya que inesperadamente nos hacen un descuento de tres euros con la tarjeta, por lo que solo pagamos ocho euros y medio por las bicicletas.

Diez minutos después de llegar a Potsdam salimos con nuestras bicicletas de la estación, con la intención de dirigirnos al Park Sanssouci, donde se encuentran todos los palacios y que dista unos dos kilómetros de la estación. Al salir nos damos cuenta que el día no va a ser como lo esperado, ya que el que en principio iba a ser el día más soleado de todos se presenta relativamente nublado (igual es que después de los dos últimos días, el ver unas pocas nubes nos da la sensación de cielo encapotado).

Schloss Sanssouci: Una pequeña decepción.
A las diez de la mañana llegamos a una de las muchas entradas del Park Sanssouci, concretamente a la que creemos, más tarde comprobaríamos que no era así, más cercana al Schloss Sanssouci. Tras hacer unas pocas fotos de rigor al Schloss Sanssouci, nos dirigimos a comprar las entradas para el palacio, ya que este abre a las diez y rápidamente se suelen formar colas. Tras esperar un poco, conseguimos entrada para las once de la mañana, así que como disponemos de unos pocos minutos, volvemos a los jardines a hacer unas pocas fotos de ellos y del palacio, además de unas pocas del molino histórico, que se encuentra cerca del Schloss Sanssouci.

A las once entramos en el Schloss Sanssouci, donde nos dan una audioguía con la que seguiríamos un recorrido de cuarenta minutos por el palacio. Empezamos a escucharla, pero como nos resulta un poco pesada, rápidamente la dejamos y empezamos a ver las distintas habitaciones sin escuchar toda la historia que cuenta la audioguía, ya que no nos sirve para poder admirarlas. Y aquí viene nuestra sorpresa: tras pasar por unas diez habitaciones muy bonitas, dos de ellas excepcionales, en apenas quince minutos hemos salido del palacio. Todo ello tras haber pagado doce euros, que nos parecen a todas luces excesivos para los quince minutos que hemos estado. En ese momento, me acuerdo de las preciosas salas que vi el año anterior en el Palacio Real de Bruselas sin pagar ni un solo euro.

Schloss Sanssouci.

Conociendo los jardines.
Tras salir del palacio, nos disponemos a pasear por los jardines con el objetivo de llegar a la Orangerie, que se encuentra a unos cientos de metros del Schloss Sanssouci. En ese momento estamos un poco sorprendidos porque hemos tenido que dejar la bicicleta en la entrada del parque, y pensábamos que se podía ir en bicicleta por los jardines. Aun así, nos dirigimos hacia la Orangerie, a donde llegamos tras un paseo de más de media hora, que se nos hace un poco tedioso ya que el camino que discurre hacia la Orangerie no es precisamente el más bonito del parque.

Orangerie.

Tras las fotos de rigor, dudamos entre coger un autobús que esperábamos que nos dejara cerca de las bicicletas o volver andando hacia ellas. Finalmente, decidimos hacer esto último para de esa forma dan un pequeño rodeo y llegar a la casa de té china, a donde llegamos tras quince minutos de paseo, minutos antes de las doce y cuarto. La verdad es que la casa de té es bastante curiosa y muy bonita, de lo que más me gusta del parque. Me parece algo muy extravagante, de otro mundo, y, quizá por eso, me recuerda a Alicia en el País de las Maravillas.

Casa de té china.

Mientras hacemos la sesión de fotos observamos que hay mucha gente andando con bicicletas cerca de la casa de té china, y rápidamente comprendemos que a pesar de que no se puede ir en bicicleta por los jardines, hay un camino que bordea el parque y por el que se puede ir en bicicleta y detenerse cuando uno llega a la parada más cercana a los distintos palacios o edificios históricos, de forma que apenas se andan unos pocos metros. Si lo hubiéramos sabido, habríamos dejado las bicicletas en otro lugar, más cerca del Schloss Sanssouci, y luego habríamos cogido las bicicletas para ir a la casa de té china y a los distintos lugares del parque, de forma que nos habríamos ahorrado más de una hora de caminata. Tras lamentarnos de nuestra mala suerte, continuamos caminando en dirección a las bicicletas para, esta vez sí, usarlas para llegar al Neues Palais, que se encuentra al otro extremo del parque.

Neues Palais: finalizando con el parque.
Tras un tranquilo paseo de quince minutos en bicicleta, minutos antes de la una del mediodía llegamos al Neues Palais, o Palacio Nuevo, el que en fotos era el que más me había gustado en fotos. Sin embargo, como he comentado previamente, no vamos a entrar en el palacio, ya que solo se puede ver una exposición sobre la vida de Federico el Grande, y a nosotros nos interesa más una visita al palacio como la de Sanssoucci.

Neues Palais.
Así, tras quince minutos haciendo fotos, a la una y cuarto nos dirigimos hacia la salida del parque, es decir, cerca de donde se encuentra el Schloss Sanssouci, en el otro extremo del parque. De camino, vemos el palacio de Schloss Charlottenhof y los baños romanos, que me gustan bastante más de lo que esperaba.

Baños romanos.

Conociendo la ciudad: Nikolaikirche y barrio holandés.
Una vez visto todo lo que había por ver en el Park Sanssouci, salimos del parque y a las dos menos cuarto llegamos a la puerta de Brandeburgo, más antigua que la de Berlín, y que podría definirse como la frontera entre Potsdam-palacios y Potsdam-ciudad. Como vemos muchos restaurantes, decidimos comer en los alrededores de la puerta de Brandeburgo, disfrutando de unas preciosas vistas. Tras entrar en el primer restaurante que vemos, comprobamos rápidamente que los precios son más baratos que en Berlín.

Puerta de Brandeburgo.

Tras comer tranquilamente, planificamos el itinerario de la tarde. En primer lugar vamos a ver el centro de la ciudad, donde destaca la iglesia de San Nicolás, Nikolaikirche, y el barrio holandés. Seguidamente iríamos hacia la colonia rusa de Alexandrowka, a aproximadamente un kilómetro del centro de la ciudad, y finalmente recorreríamos otros dos kilómetros hasta llegar al Schloss Cecilienhof, famoso por ser el lugar donde en 1945 tuvo lugar la famosa conferencia de Potsdam, una de las más importantes de la Segunda Guerra Mundial. Aunque tenía ilusión de ir al puente de los espías, el puente Glienicke, aquel donde en la Guerra Fría se realizaban entre los dos bloques los intercambios de espías interceptados, este se encontraba un poco lejos y tampoco me daba la sensación de que mereciera la pena si no fuera por la anécdota del intercambio de espías. Teníamos que ver todo eso y regresar a la estación a las siete de la tarde para entregar las bicicletas. Aunque teníamos tiempo más que suficiente, no podíamos dormirnos.

Tras finalizar la comida, a las tres de la tarde, damos un pequeño paseo por los alrededores de la puerta de Brandeburgo, disfrutando de los últimos claros antes de que el cielo se encapotara de nuevo. Una vez en las bicicletas, nos dirigimos hacia Nikolaikirche, tras haber pasado previamente por la Wasserwerk, una construcción muy curiosa de estilo árabe que se encuentra en el centro de Potsdam. Finalmente, a las cuatro menos veinte llegamos a Nikolaikirche. No sé si es por las obras o el tiempo, pero por fuera la iglesia me gusta menos de lo que esperaba. La verdad es que desde lejos, como la había visto esa mañana, me parece majestuosa e impresionante, pero con las obras que hay en la plaza de la iglesia, que no dejan admirarla con toda la perspectiva necesaria, no me acaba de convencer. Por dentro la vemos un poco de pasada, desde la entrada, y tampoco nos entusiasma especialmente. Por descontado, ni hablar de subir a la cúpula, desde donde no esperábamos encontrar unas vistas que merecieran la pena.

Nikoalikirche desde la parte de atrás.

Continuamos nuestro itinerario en dirección al barrio holandés. De camino, vemos dos iglesias, la iglesia francesa, bastante poca cosa, y la iglesia de San Pedro y San Pablo, cerca del barrio holandés, que me gusta bastante, aunque solo la veo por fuera. A las cuatro de la tarde, y tras ver cómo un hombre daba una voltereta con su bicicleta y acababa en el suelo, entramos en dicho barrio, que a pesar de ser más pequeño de lo que esperaba, lo encuentro bastante encantador, con todas sus casitas rojas iguales: un pedacito de Holanda en Potsdam.

Barrio holandés.

Alexandrowka: un pequeño enclave ruso.
Tras ver el barrio holandés, cogemos nuestras bicicletas, y tras atravesar la Naunener Tor, otra de las puertas de la ciudad, nos dirigimos hacia Alexandrowka, una pequeña zona llena de típicas cabañas rusas, concebidas para los miembros de un coro ruso formado por algunos de los más de 500 prisioneros de guerra rusos que habían luchado contra Napoleón, y a donde llegamos minutos antes de las cuatro y media. Es un sitio bastante curioso y la verdad es que me gusta bastante, ya que algunas de las casitas son bastante bonitas. Parece ser que he tenido que ir a Berlín para ver un típico poblado ruso, algo que no vi en Moscú.

Cabaña de Alexandrowka.

Schloss Cecilienhof: un lugar histórico.
Tras diez minutos viendo las cabañas, pues tampoco hay mucho más que hacer ahí, partimos en dirección al último punto del itinerario, el Schloss Cecilienhof, que a pesar de ser bastante bonito es famoso sobre todo por haber albergado la Conferencia de Potsdan entre Truman, Churchill y Stalin en 1945. Tras un largo paseo en bicicleta, llegamos al Schloss Cecilienhof minutos antes de las cinco de la tarde. Más que un palacio parece una residencia de verano, pero aun así me parece bastante bonito. La verdad es que me está gustando casi todo lo que he visto en Potsdam a lo largo del día.

Al igual que me pasó cuando paseaba por Bebelplatz, en el Schloss Cecilienhof me da la sensación de estar viendo un lugar histórico, un lugar donde hace más de medio siglo se reunieron los líderes de las tres grandes potencias mundiales. Desde luego, el Schloss Cecilienhof se convierte en uno de los lugares que más me ha gustado de Potsdam, no solo por la arquitectura del lugar, sino sobre todo por ese aura de lugar histórico que le rodea.

Tras descansar un poco sentados en un banco mientras contemplamos el palacio, decidimos dirigirnos a la estación de tren, para lo cual atravesamos el parque en el que se sitúa el Schloss Cecilienhof, el Neuer Garten. De camino a la estación vemos el Marmolpalais, un pequeño palacio que se encuentra en dicho parque y que a mi modo de ver no destaca comparado con lo que hemos visto durante el día. Tras cuarenta minutos de travesía, no teníamos prisa, a las seis de la tarde llegamos a la estación de tren de Potsdam, dando por concluida la visita de la ciudad. Tras coger un tren que sale de Potsdam a las seis y media, llegamos al hostal a las ocho menos veinte, donde descansamos un poco de un día agotador.

Schloss Cecilienhof.

Potsdamer Platz de noche: otra visión.
Tras descansar un poco en el hotel, decidimos ir a cenar al Sony Center, en Potsdamer Platz, con el objetivo de ver dicha plaza de noche, ya que apenas la habíamos visto de noche de refilón el día anterior y habíamos oído que era espectacular. En efecto, cuando llegamos vemos cómo cambia de color la carpa del Sony Center, que ya nos había gustado mucho de día, y decidimos cenar en el mismo restaurante donde habíamos comido el viernes, para poder observar tranquilamente el Sony Center. La verdad es que la cena nos resulta muy agradable, viendo cambiar de color la carpa, viendo la fuente, la Bahntower... un sitio espectacular para cenar. Finalmente, tras una sesión de fotos nocturnas, esta vez de Potsdamer Platz, nos dirigimos al hotel bastante cansados. Al menos al día siguiente no haría falta madrugar, ya que quedaban pocas cosas para ver.

Carpa del Sony Center.

La verdad es que no nos podemos quejar del día. Es verdad que no ha hecho un día espectacular, el cielo ha estado un poco nuboso, pero hemos visto todo lo que queríamos ver. Es verdad que nos ha decepcionado un poco el Schloss Sanssouci, pero solo por la relación entre el precio y el tiempo que hemos estado dentro, y que no hemos podido entrar en el Neues Palais, pero estoy encantado de haber dedicado un día a ver Potsdam. La única pega, el tiempo perdido a la mañana por ir andando por los jardines.

Sony Center con la Bahntower al fondo.

Gastos del día.
Los gastos del día han sido ligeramente superiores a los del día anterior, básicamente por el uso de las bicicletas, donde por cierto nos ahorramos dos euros gracias a la Berlin Welcome Card, con la que también nos salió gratis el transporte a Potsdam, ahorrándonos cada uno 6.80 € en ese concepto.
  • Comida: 40.15 €
  • Schloss Sanssouci: 12 €
  • Bicicletas: 8.5 €
  • Varios: 4.42 €
  • Total: 65.07 €

jueves, 17 de mayo de 2012

Día 2, sábado 28 de abril de 2012: Torre de televisión, isla de los museos, barrio de San Nicolás, Alexanderplatz y barrio judío

Comienza nuestro segundo día en Berlín, el primero de los dos en los que había que madrugar bastante. El plan inicial del día consistía en pasar la mañana viendo la isla de los museos, donde entraríamos únicamente al museo de Pérgamo, ya que el museo Nuevo lo dejaríamos para el final del viaje en caso de que tuviéramos tiempo, y por la tarde ver el barrio de San Nicolás, Alexanderplatz y lo que nos diera tiempo de ver del barrio judío, Scheunenviertel.

Como los museos no abrían hasta las diez de la mañana, el plan inicial era comenzar la mañana viendo la catedral de Berlín, que abría a las nueve, e ir a las diez de la mañana al museo de Pérgamo, para verlo con la menor cantidad posible de turistas. Sin embargo, este plan presentaba una pega: cerca de Alexanderplatz se encuentra la torre de televisión, lugar al que si no se va a primera hora es muy fácil tener que esperar una o dos horas de cola, algo que no íbamos a hacer y menos con el día tan caluroso que se avecinaba, por lo que teníamos previsto dejar la torre de televisión para primera hora de otro día, con el consiguiente peligro de que no nos hicieran descuento con la Berlin Welcome Card.

Por eso, a última hora del día anterior se le ocurrió a mi pareja que se podía comenzar el día con una visita a la torre de televisión, ya que abría a las nueve, y estar a las diez de la mañana en el museo de Pérgamo. Yo era un poco reticente a esa idea, ya que soy un poco cuadriculado y eso no estaba en el itinerario previsto, y me daba miedo que hubiera cola y no nos diera tiempo a llegar al museo a las diez. Sin embargo, si no había cola y podíamos estar a las diez de la mañana en el museo de Pérgamo, la jugada nos salía redonda.

Torre de televisión: vistas y poco más.
Así pues, ponemos el despertador a las siete y diez de la mañana, y poco más de una hora después, a las ocho y cuarto, estamos ya en la calle. Tras desayunar rápidamente en una cafetería, cogemos el metro y llegamos a la torre de televisión minutos después de las nueve menos cuarto, donde observamos que ya se ha formado una cola de, como comprobaríamos al recibir nuestra entrada, 58 personas. En ese momento me empiezo a poner algo nervioso ante la posibilidad de tener que esperar mucho tiempo y no llegar a tiempo al museo de Pérgamo, pero mis nervios se calman cuando a las nueve y media me encuentro ya en lo alto de la torre de televisión, observando las vistas de Berlín.

La verdad es que desde la torre, a 203 metros de altura, se ve Berlín desde otra perspectiva, pero personalmente prefiero las vistas que se pueden tener por ejemplo de la Ciudad Vieja de Praga desde lo alto del ayuntamiento, a bastante menos de 100 metros de altura, que las que se pueden tener de una ciudad moderna, sobre todo desde donde ves los áticos de todos los edificios. Además, el precio de doce euros, nosotros al menos pagamos nueve euros por tener la Berlin Welcome Card, me parece a todas luces excesivo. A pesar de que muchos lo consideran un lugar indispensable, yo solo volvería a subir si tuviera tiempo de sobra para ver el resto de la ciudad, ya que con diferencia me gustaron mucho más las vistas de la ciudad que vi el día anterior desde el Reichstag.

Berlín desde la torre de televisión, con el Reichstag y el Tiergarten al fondo.

Tras ver durante poco más de diez minutos las vistas que se tienen de la ciudad , una pena que las viéramos tan deprisa por mis nervios por llegar a las diez al museo de Pérgamo (aunque personalmente, tampoco habría estado mucho más tiempo si no hubiera andado con prisas), a las diez menos cuarto estamos ya en la calle con la intención de dirigirnos a la isla de los museos.

Museo de Pérgamo: Impresionante.
De camino al museo de Pérgamo vemos rápidamente por fuera distintos edificios como el Rotes Rathaus, Marienkirche, o la catedral, lugares que veríamos a lo largo del día, motivo por el cual no nos detenemos en ninguno de ellos. Finalmente, a las diez en punto llegamos al museo de Pérgamo, sin duda el museo más importante de Berlín.

Como he dicho muchas veces, no soy muy amigo de museos cuando visito una ciudad, de hecho el día anterior pasé muy de pasada por los alrededores de las galerías de arte del Kulturforum, pero este museo es completamente distinto a los que no me gustan ver cuando hago turismo. No es una galería de pintura o de esculturas, es un museo donde puedes admirar edificaciones enteras de la antigüedad, y como considero que eso es muy difícil de ver en otras ciudades, y a todas luces completamente distinto a un cuadro, este museo se convierte en una rara pero agradable excepción.
La joya de la corona del museo es el Altar de Pérgamo. Es impresionante. Nada más entrar en el museo, tras pasar por la puerta, te lo encuentras enfrente de ti, monumental. Como ya sabía que se encontraba ahí, me lo esperaba y no me impresiona tanto a primera vista, pero aun así es precioso y es una delicia poder subir por sus escaleras, sobre todo sin gente, y llegar a lo alto del altar. La verdad es que fue un acierto aparecer a las diez de la mañana, ya que pudimos ver el altar de Pérgamo sin mucha gente, pudiendo por momentos captar fotos sin nadie en las escaleras.

Altar de Pérgamo.

Además del Altar de Pérgamo son muy importantes la puerta del Mercado de Mileto o la puerta de Ishtar. La primera me impresiona muchísimo e incluso diría que me ha gustado más que el Altar de Pérgamo, ya que como no sabía dónde estaba, no esperaba encontrármela tan de repente como lo hice. La verdad es que me encantó. La puerta de Ishtar es también muy bonita, pero su situación en el museo hace que sea menos espectacular a primera vista, ya que no te la encuentras tan de repente como el Altar de Pérgamo o la puerta del Mercado de Mileto. Otras zonas, como el palacio asirio o el palacio de Mushatta nos gustaron también mucho.

Puerta del mercado Mileto.

A pesar de lo mucho que nos gusta, el resto del museo contiene muchas piezas que podrían estar en cualquier museo típico, por lo que nuestra visita al museo de Pérgamo finaliza en poco más de una hora, de forma que a las once y cuarto ya estamos en la calle, viendo cómo castiga el sol. Si el día anterior nos habíamos quemado, este iba a ser desde luego mucho peor.

Catedral: lo que más me ha gustado de Berlín.
Tras dar una pequeña vuelta por los alrededores del museo de Pérgamo, zona que también está en obras como todo Berlín, y tras entrar brevemente al Bodemuseum para contemplar su entrada, nos dirigimos hacia la catedral, a donde llegamos a las once y media. En ese momento el día era espectacular, por lo que hicimos un gran número de fotos de la catedral y de sus alrededores, como el Altes Museum.

Catedral de Berlín.

Tras un rato haciendo fotos, algunas de las cuales son preciosas, entramos a la catedral minutos después de las doce menos cuarto. La entrada incluye una subida a la cúpula, desde donde se ven unas vistas de Berlín similares a las que se veían desde la cúpula del Reichstag, si bien quizá prefiero las de este último. Al bajar de la cúpula, esperamos unos minutos a que finalizara la misa, y, a las doce y veinte, entramos a contemplar la catedral, que encontramos muy bonita pero bastante más pequeña de lo que nos imaginábamos cuando veíamos el edificio por fuera.

Interior de la catedral.

Además, en los subsuelos de la catedral tenemos la ocasión de contemplar unos cuantos sarcófagos de varios miembros de la familia Hohenzollern, algunos de los cuales eran realmente bonitos.

Barrio de San Nicolás: un pedacito medieval en el centro de Berlín.
Tras ver la catedral de Berlín, nos disponemos a dirigirnos al barrio de San Nicolás para comer. La verdad es que la mañana ha sido perfecta: en contra de lo que yo esperaba, nos ha dado tiempo a subir a la torre de televisión, es verdad que un poco a la carrera, y a ver la catedral de Berlín y el museo de Pérgamo, también debido a que hemos estado menos tiempo de lo esperado en este último. Además de haber cumplido con más de lo que tenía previsto en un principio, el día está siendo maravilloso.

Recorriendo la isla de los museos en dirección al barrio de San Nicolás atravesamos una gran explanada de césped cercana a la Catedral y que ocupa parte de la isla de los museos, y que me hace ver que Berlín está lleno de enormes espacios vacíos que en cualquier otra ciudad estarían ocupados por edificios: la campa que hay en el Reichstag, en la que descansamos el día anterior, o la plaza en la que se encuentra Marienkirche, cerca de la torre de televisión, son dos ejemplos.

Tras recorrer el sur de la isla de los museos, que no tiene gran cosa para ver, llegamos a la una al barrio de San Nicolás. Antes de dirigirnos a comer decidimos dar una vuelta por sus alrededores, de forma que vemos dos de los muchos ayuntamientos de la ciudad, el famosísimo Rotes Rathaus, que vemos por la parte de atrás y que se encuentra lleno de obras, y la Stadhuis, además de dar un paseo por la zona.

Finalmente, y ante el sofocante calor que hace, con diferencia más que el día anterior, que ya es decir, decidimos entrar en el barrio de San Nicolás, de ambiente medieval, para buscar un restaurante. Rápidamente encontramos un restaurante típico alemán en las arcadas de Gerichtslaube, que, como descubriría más adelante, aparece en mi guía con una foto. La verdad es que comemos bastante bien y más barato que el día anterior. Lo único malo es que al final de la comida el sol nos pega muy fuerte y hace que tengamos que acabar rápidamente de comer.

Barrio de San Nicolás.

Tras la comida, damos una vuelta por los alrededores y paseamos por las distintas callejuelas del barrio. Entramos en la iglesia de San Nicolás, Nikolaikirche, que se ha convertido en un museo y apenas podemos observarla desde la entrada. Por fuera, dicha iglesia me gusta bastante, encajonada en las callejuelas del barrio, y dando más si cabe un aspecto medieval al barrio, completamente distinto al resto de Berlín.

Alrededores de Alexanderplatz: poco que ver.
Finalmente, a las tres menos cuarto damos por finalizada la visita al barrio de San Nicolás, y nos dirigimos en dirección a Alexanderplatz, donde habíamos estado esa mañana. Previamente, teníamos una etapa en el camino: los alrededores de Marienkirche, la iglesia más antigua de la ciudad.

Marienkirche y Neptunbrunnen.

Como había constatado esa mañana, la iglesia es bastante más grande de lo que me imaginaba cuando veía las fotos, y la verdad que es muy impresionante verla a los pies de la torre de televisión, la construcción más alta de Europa. Sin embargo, tampoco es que me apasione en exceso ni por dentro, me gustan más barrocas, ni por fuera. Desde luego, lo que más me gusta es el contraste con la torre de televisión.

En los alrededores de Marienkirche se encuentra la fuente de Neptuno, Neptunbrunnen, bastante bonita y que me da una sorpresa al encontrármela con agua, ya que había leído que estaba reparándose y que no estaba en funcionamiento. Aprovechando esta situación, nos mojamos un poco la cara y los brazos para aliviar el calor. Tras hacer unas pocas fotos de la zona, entramos en Marienkirche, donde, al igual que nos ocurrió en Burdeos, nos encontramos con un loco que se dedicaba a gritar por la iglesia. Al menos no nos tuvo en su punto de mirar y solo tuvimos que estar dos minutos escuchando cómo gritaba en la iglesia. Por último, salimos de la iglesia y, antes de ir a Alexanderplatz, nos dirigimos al Marx-Engels-Forum, donde se encuentra la famosa estatua de los dos grandes teóricos del comunismo: Karl Marx y Friedrich Engels.

Marx-Engels Forum.

Finalmente, nos dirigimos hacia Alexanderplatz, que como esperábamos, no nos apasiona demasiado. Famosa más por lo que era a principios de siglo, ahora hay en ella una gran estación donde confluyen varias líneas de tren urbano y de metro. Francamente, me recuerda a los alrededores de las estaciones de tren de las grandes ciudades, que suelen estar llenas de gente con no muy buena pinta y donde la opción más gourmet de restaurantes no pasa de ser el McDonald's. En Alexanderplatz apenas estamos diez minutos, lo justo para verla un poco y hacernos varias fotografías con el Reloj Mundial y la Fuente de la Amistad de los Pueblos.

Barrio judío: una visita demasiado rápida.
A pesar de mis dudas de que no fuéramos capaces de visitar el barrio judío en el día de hoy, a las cuatro menos cuarto entramos en el barrio judío o Scheunenviertel, barrio del granero, habiendo estado incluso en la torre de televisión. Vuelvo a constatar que veo las cosas más rápido de lo previsto durante el itinerario, aunque hay que decir que algunas zonas no ofrecen mucho al turista. Es verdad que quizá estuvimos menos tiempo que otros turistas en el museo de Pérgamo, pero la zona del barrio de San Nicolás y los alrededores de Alexanderplatz tiene menos atractivos turísticos que otras zonas de Berlín, y se pueden ver rápidamente, siempre y cuando no haya que esperar mucha cola en la torre de televisión.

Así, a las cuatro menos diez entramos en el Hackesche Höfe, los famosos ocho patios del barrio judío. Esta zona consta de ocho patios interiores comunicados entre ellos donde se agrupan algunas tiendas, varios restaurantes y varios portales. Encuentro la zona bastante atractiva, en especial el famoso patio I, y observo parte del ambiente que caracteriza al barrio judío, lleno de terrazas y distintos restaurantes.

Patio II.

Tras salir de los patios, damos una vuelta por los alrededores, viendo por fuera la Sophienkirche, que, como esperaba, no me cautiva en absoluto. A continuación, nos dirigimos por Oranienburg Straße en busca de la Sinagoga Judía, donde no entramos debido a que los fines de semana cierra. Finalmente, buscamos el antiguo centro Tacheles, que creemos encontrar, al menos sus ruinas, tras dar unas cuantas vueltas. En el barrio judío, además, habíamos visto por primera vez las características baldosas amarillas que muestran datos de algunos de los millones de judíos asesinados en el Holocausto. Un pequeño detalle pero muy conmovedor. A las cinco menos cuarto, apenas una hora después de haber entrado en el barrio judío, damos por finalizada la visita turística del día.

Sinagoga judía.

Esto me hace plantearme muchas cosas, y es que, como suponía, después de comer, en general, veo las cosas más rápidamente y con menos profundidad, seguramente por el cansancio acumulado a lo largo del día. Por ello, pienso que a la hora de planear un viaje es mejor dejar lo que más ganas tengo de conocer no solo para los primeros días, por si acaso el último día alguna cosa está cerrada inesperadamente, sino también dejarlo para la mañana, intentando alargar la hora de la comida lo más posible para ver más cosas antes de comer. Esto es así porque a pesar de que estoy contento con la visita al barrio judío y a los alrededores de Alexanderplatz, sobre todo esta última zona no tenía gran cosa, creo que si hubiera realizado la visita por la mañana habría estado más de dos horas, el tiempo que en realidad he estado, viendo el barrio judío y los alrededores de Alexanderplatz. Por eso, si antes lo tenía claro, ahora más, en los próximos viajes seguiré planificando el itinerario de forma que por las mañanas vea lo que más ganas tengo.

Cena y fotos nocturnas de la puerta de Brandeburgo.
Tras descansar un poco en el hotel, a las siete y cuarto salimos decidimos a cenar en el Hard Rock Cafe, que se encuentra en Kurfürstendamm. Antes de ir a cenar, damos una vuelta por los alrededores del hotel, para ver por primera vez el famosísimo Checkpoint Charlie, ya que parece mentira que estando como estaba a apenas 200 metros del hotel no lo hubiéramos visto todavía. Tras verlo y leer un poco sobre el muro de Berlín y la división de la ciudad en una especie de mural que se encuentra cerca del Checkpoint Charlie, cogemos el metro con la intención de cenar pronto, ya que estábamos cansados y al día siguiente tocaba madrugar también.

Tras terminar de cenar más tarde de lo esperado, tuvimos que esperar mucho para que nos dieran mesa, cogemos el metro para ver Potsdamer Platz de noche, en especial el Sony Center, que encontramos espectacular, tal cual nos lo habían descrito, y nos dirigimos seguidamente hacia la puerta de Brandeburgo, para hacer más fotos nocturnas del monumento más emblemático de la ciudad. A diferencia del resto de la ciudad, la puerta de Brandeburgo está bastante bien iluminada, por lo que las fotos son bastante mejores que las que sacamos de Gendarmermarkt el día anterior. Eso sí, en cuanto nos ponemos los dos en la foto, no se nos ve apenas.

Puerta de Brandeburgo.

Finalmente, tras hacer unas horribles fotos nocturnas del Reichstag, fatalmente iluminado, a las once damos por finalizada nuestra sesión de fotos, llegando al hotel mucho más tarde de lo esperado, a las doce menos veinticinco, debido a lo que tardamos en cenar en el Hard Rock Cafe.

Bahntower, en Potsdammer Platz.

Gastos del día.
Lso gastos del segundo día fueron bastante inferiores a los del primer día, debido especialmente a que el vienres se disparó el gasto debido a la compra de la tarjeta. Aparte de la comida, el único gasto importante ha sido la visita a la torre de televisión, donde nos hemos ahorrado tres euros, y a la catedral de Berlín, donde nos hemos ahorrado otros tres euros. Gracias a la tarjeta nos hemos ahorrado 12.30 € en el día de hoy, ya que debido a las veces que hemos cogido el metro tendríamos que haber cogido un billete diario que costaba 6.30 €.
  • Comida: 38.68 €
  • Torre de televisión: 9 €
  • Catedral de Berlín: 4 €
  • Varios: 5.43 €
  • Total: 57.10 €

martes, 15 de mayo de 2012

Día 1, viernes 27 de abril de 2012: Unter den Linden y alrededores, Tiergarten y Kurfürstendamm

Por fin, comienza nuestro primer día en Berlín. Nuestra intención es pasar la mañana conociendo toda la zona de Unter den Linden y sus alrededores (Gendarmermarkt, Bebelplatz y el memorial del Holocausto incluido), y finalizar la mañana con una visita a la cúpula del Reichstag, el Parlamento alemán, donde teníamos una reserva para la una del mediodía. Por la tarde, nuestra intención es alquilar unas bicicletas y recorrer con ellas el Tiergarten, ya que consideramos que podemos perder mucho tiempo recorriendo el parque andando, y, si diera tiempo, conocer también la zona de Kurfürstendamm.

Así, teniendo en cuenta la hora a la que habíamos llegado el día anterior y que la mayoría de iglesias y otros edificios cercanos a Unter den Linden no abrían hasta las diez de la mañana, ponemos el despertador a las ocho y cuarto de la mañana. Nada más levantarnos, comprobamos que el día va a ser muy soleado, como decían las previsiones, que preveían temperaturas de 25 grados casi todos los días, así que dejamos la cazadora en casa y salimos únicamente con un jersey que, como veríamos más tarde, no lo usamos en ningún momento del día.

Así, tras prepararnos en un tiempo récord, salimos del hotel a las nueve de la mañana y salimos en busca de una cafetería para desayunar, que encontramos rápidamente en Friedrichstraße, una importante calle comercial de Berlín que se encuentra cerca de nuestro hotel. En esa calle es donde desayunaríamos todos los días en varias de sus múltiples cafeterías.

Gendarmermarkt y Bebelplatz: una muy bonita y la otra en obras.
Una vez desayunados, nos dirigimos hacia la primera parada de nuestro itinerario, la plaza de Gendarmermarkt, que se encuentra entre nuestro hotel y Unter den Linden. Llegamos a dicha plaza, que me la habían descrito como uno de los lugares más bonitos de Berlín, a las nueve y media, y quedamos gratamente impresionados. Es una plaza muy bonita, donde se yerguen dos iglesias cuasi simétricas a ambos lados de la plaza, la iglesia alemana y la iglesia francesa, y donde en uno de los laterales se encuentra el auditorio de música, el Konzerthaus.

Gendarmermarkt, con el Konzerthaus a la izquierda y la catedral francesa a la derecha.

Tras veinte minutos haciendo fotos, decidimos ir a nuestro siguiente punto del itinerario, Bebelplatz, ya que como vamos a tener tiempo de sobra en nuestra estancia en Berlín, decidimos no esperar hasta las diez a que abrieran las catedrales, posponiendo su visita para otro día. Antes de llegar a Bebelplatz nos desviamos un poco para llegar, justo en el momento en que abrían, a la Friedrichswerdersche Kirche, el primer templo neogótico de la ciudad y que ahora mismo es un museo de Schinkel. Por dentro no me impresiona, pero por fuera, a pesar de no ser nada del otro mundo, es bastante curiosa y me gusta. Además, desde dicha iglesia veo por primera vez la catedral, seguramente el edificio que más me ha gustado de Berlín.

Minutos después de las diez llegamos a Bebelplatz, que desgraciadamente se encuentra en obras, como gran parte de Berlín, y que nos impide disfrutarla en su totalidad, ya que la Ópera del Estado, su edificio más bonito, se encuentra completamente tapada y sus obras ocupan media plaza, lo que impide entre otras cosas disfrutar en sus totalidad de las vistas de la catedral de Santa Eduvigis, la iglesia católica más antigua de Berlín, donde entramos para observar su curiosa forma circular. En el centro de esta plaza, tristemente célebre por ser el lugar donde el 10 de mayo de 1933 tuvo lugar la famosa quema de libros por parte de las Juventudes Hitlerianas, observamos una placa donde aparece la premonitoria frase de 1817 de Heinrich Heine:

Eso fue solo un preludio, ahí donde se queman libros se termina quemando también personas.

Es en esta plaza donde por primera vez tomo consciencia de estar pisando una ciudad con una interesantísima historia y de que voy a conocer muchos lugares que han sido testigos directos de los episodios más negros de la Historia reciente. Bebelplatz se convierte pues en el primer lugar de Berlín en el que hago un viaje por el tiempo.

Unter den Linden: en obras pero muy bonita.
Tras abandonar Bebelplatz entramos ya en Unter den Linden, donde constatamos que muchos de los edificios más bonitos de dicha calle, como Kronprinzenpalais o la Staatsbibliothek, se encuentran en obras. En primer lugar nos dirigimos hacia la Neue Wache, o Nueva Guardia, uno de los lugares más conocidos de Unter den Linden. Sabía lo que había en dicho lugar, así que no esperaba que me impresionara tanto como lo hizo. El edificio consta de una sala vacía en cuyo centro se encuentra, bajo un óculo por el que ese momento entran los rayos del sol pero por el que también pasa la lluvia o la nieve, la famosa escultura Madre con su hijo muerto, obra de la berlinesa Käthe Kollwitz, quien perdió a su hijo en la Primera Guerra Mundial, y que se ha convertido en una memoria a las víctimas de las guerras y las dictaduras. La verdad es que me impresiona la sencillez de la sala, el silencio absoluto que separa esta sala abierta del resto de la calle. En contra de lo que esperaba, se convierte en uno de los lugares que más me ha gustado de Berlín.

Neue Wache.

Tras dejar atrás la Neue Wache nos disponemos a recorrer la avenida Unter den Linden, calle que recorremos en poco más de veinte minutos, llegando a las once de la mañana a Pariser Platz, donde se encuentra el que seguramente sea el monumento más famoso de Berlín: la puerta de Brandeburgo.

Recorriendo esta calle constato una vez más que cuando diseño los itinerarios para un viaje pienso que voy a tardar en ver las cosas mucho más tiempo de lo que en realidad tardo, ya que cuando me había levantado dicho día tenía miedo de tener que ir casi corriendo por Unter den Linden para llegar a la una al Reichstag, y resulta que dos horas antes ya nos encontramos junto al Parlamento. Lo bueno de realizar este tipo de planificación es que la mañana se pasa sin agobios, sin prisas ni luchas contra el reloj que no hacen sino agobiar y te impiden disfrutar tu visita.

Puerta de Brandeburgo: el lugar más conocido de Berlín.
En la puerta de Brandeburgo hacemos durante veinte minutos una sesión de fotos, aprovechando que ya han desaparecido del cielo las pocas nubes que nos habían acompañado durante la mañana. La verdad es que el tiempo no puede ser mejor y la única pega es que quizá hace demasiado calor. Aprovechamos para comprar en una oficina de turismo la Berlin Welcome Card Isla de los Museos ABC, una tarjeta que durante 72 horas nos permite utilizar el metro, tren, tranvía o autobús en la zona de Berlín y sus alrededores, incluido Potsdam, así como entrar tantas veces queramos en los museos de la Isla de los Museos y tener descuento en otros lugares turísticos, como la catedral o la torre de la televisión.

Puerta de Brandeburgo.

Memorial del Holocausto: me gusta más de lo esperado.
Como tenemos mucho tiempo por delante, decidimos ir a conocer el memorial del Holocausto, que se encuentra a poco más de dos minutos de la puerta de Brandeburgo, y a donde llegamos a las once y media. Al igual que todo lo que he visto durante la mañana, y en contra de lo que esperaba en un principio sobre este memorial, lo encuentro muy atractivo (el tiempo y la compañía hacen que esta haya sido una de las mañanas que más he disfrutado de una ciudad), y disfruto muchísimo paseando por entre los distintos bloques de cemento, intentando no olvidar en ningún momento el significado de este memorial. Eso sí, continúo sin ver la relación entre dichos bloques y el Holocausto.

Memorial del Holocausto.

Tras un pequeño paseo de quince minutos nos dirigimos  hacia un museo sobre el Holocausto que se encuentra debajo del memorial. Sin embargo, como hace mucho calor y hay algo de cola decidimos no entrar, ya que suponemos que dicho museo no va a hacer otra cosa más que contar datos que desgraciadamente todos conocemos.

Memorial del Holocausto.

Conociendo el Tiergarten: distrito gubernamental y sus alrededores.
Como todavía queda un poco más de una hora para realizar la visita a la cúpula, decidimos conocer la zona del Tiergarten cercana al Reichstag para así no tener que recorrerla por la tarde en bicicleta. Así, minutos antes de las doce y cuarto llegamos al monumento a los soldados soviéticos, monumento que recuerda a los más de 300000 soldados soviéticos que perecieron en la batalla de Berlín, al final de la Segunda Guerra Mundial, y que es también el cementerio de 2500 soldados soviéticos.

Monumento a los soldados soviéticos.

Tras disfrutar con dicho monumento y ver una exposición de fotos sobre la guerra que hay detrás de la estatua, nos acercamos a unos de los edificios más conocidos del Tiergarten, la Casa de las Culturas del Mundo, edificio construido por los estadounidenses para un concurso internacional de arquitectura en 1957. Personalmente no me entusiasma demasiado, pero es uno de los lugares obligatorios de ver del Tiergarten, así que no me arrepiento de haberla visto.

Casa de las Culturas del Mundo.

Finalmente, nos dirigimos hacia el Reichstag, pasando antes por el distrito gubernamental, donde se encuentra entre otros el Bundeskanzleramt, la residencia oficial del canciller federal, y donde hay una escultura de Eduardo Chillida. En el Reichstag descansamos un poco en la enorme campa que se encuentra enfrente del edificio, haciendo tiempo hasta la una, cuando teníamos la visita a la cúpula del Reichstag, uno de los lugares más turísticos de Berlín, obra de arquitecto Norman Foster, muy conocido en Bilbao. Además de la visita a la cúpula, totalmente gratuita, podíamos haber elegido una visita guiada de una hora y media por el Parlamento, pero en su día consideramos que esta no sería muy interesante, así que la descartamos y nos decidimos únicamente por la visita a la cúpula, elección de la que creo que no podemos quejarnos.

Reichstag.

Cúpula del Reichstag: muy bonita y preciosas vistas.
A la una nos dirigimos a la entrada del Reichstag, ya que había que estar quince minutos antes de la hora a la que habíamos reservado la visita, la una y cuarto. La verdad es que la encuentro muy bonita, más de lo que esperaba, a pesar de ser clavada a numerosos trabajos de Norman Foster (a veces me recuerda en este sentido a Calatrava) y de guardar cierto parecido con las estaciones del metro de Bilbao. Las vistas desde la cúpula son preciosas, sobre todo las del Tiergarten, y aprovechamos para hacer otra sesión de fotos. Además, es muy curioso el paseo en espiral por su interior, hasta llegar a lo alto de la cúpula: una visita indispensable.

Cúpula del Reichstag.

Tras media hora haciendo fotos, salimos del Reichstag y descansamos otra vez un rato en la campa que se encuentra enfrente del Parlamento, un maravilloso lugar para descansar tranquilamente con unas preciosas vistas. Mientras descansamos decidimos ir a comer a Potsdamer Platz, y de esa forma matar dos pájaros de un tiro, ya que comeríamos y veríamos a la vez dicha plaza, otro de los lugares turísticos obligatorios de Berlín. Así, a las dos y media llegamos al Sony Center, uno de los edificios de Potsdamer Platz que, al igual que todo lo que he visto dicha mañana, me encanta, y comemos en uno de sus múltiples restaurantes.

Conociendo el Tiergarten.
Una vez finalizada la comida teníamos previsto coger el metro e ir hasta el otro extremo del Tiergarten, a la estación del Zoo, donde alquilaríamos una bicicleta, ya que no había encontrado en internet ningún otro sitio donde se pudiera alquilar una bicicleta justo en la entrada del parque. Planificando el viaje, habíamos visto muchos sitios cerca de nuestro hotel, pero no tenía mucho sentido volver andando hacia el hotel para luego volver a recorrer dicho camino en bicicleta. Sin embargo, nada más salir de Potsdamer Platz encontramos una tienda de souvenirs, justo al lado del Tiergarten, donde por ocho euros podemos alquilar una bici hasta las siete de la tarde.

Así, a las cuatro menos diez ya estamos en nuestras bicicletas dispuestos a conocer el Tiergarten. En pocos minutos llegamos al Kulturforum, una zona donde se encuentran una serie de galerías de arte y museos, en los que no íbamos a entrar, y algún que otro edificio bonito, como la Filarmónica. Tras ver la zona sin bajarnos de la bicicleta, continuamos con el paseo por el parque, llegando rápidamente a lugares como la columna de la Victoria, quizá el lugar más conocido del Tiergarten, o el Palacio Bellevue, lugares a los que, sobre todo este último, nos habría costado fácilmente más de media hora llegar andando, con el inconveniente de que un paseo por un parque puede hacerse un poco más tedioso, al menos para mí, que por una calle llena de edificios.

Columna de la Victoria.

Durante la visita al parque el cielo se nubla por primera y única vez en nuestra visita a Berlín. Lo agradecemos después del calor que hemos pasado por la mañana, y no nos importa mucho ya que la zona del Tiergarten y Kurfürstendamm son seguramente las zonas que menos nos atraían de Berlín, así que nos importa menos verlas con el cielo nublado. Aun así, las nubes y los claros alternan muy rápidamente, por lo que no se puede decir que el cielo estuviera completamente encapotado.

Kurfürstendamm: la iglesia y poco más.
A las cinco de la tarde llegamos a la iglesia memorial del Káiser Guillermo, la Kaiser-Wilhem-Gedächtniskirche, uno de los lugares que más ganas tenía de conocer de Berlín, ya que es una iglesia medio derruida en mitad de una calle llena de edificios, y parecía muy curiosa. Sin embargo, y como había leído días antes de llegar a Berlín, la iglesia se encuentra completamente tapada y no se puede apreciarla por fuera. Únicamente se puede entrar y verla por dentro, pero cuando entramos no nos parece nada espectacular.

Como pensaba, la zona de Kurfürstendamm no me parece nada turística, ya que apenas consta de unas pocas calles con muchas tiendas, algunas lujosas, y lo poco que puede haber, como la escultura Berlín, se encuentra en obras. Así, media hora nos sirve para recorrer esta pequeña zona y volver al Tiergarten, con el objetivo de ver el barrio diplomático, que nos lo habíamos saltado.

Finalizando con el Tiergarten.
Volvemos otra vez al Tiergarten, y esta vez el sol ya se oculta por completo. Tras dar una vuelta por el parque, estando menos tiempo del deseado debido al miedo que tenemos de que se ponga a llover, entramos en el barrio diplomático, donde vemos una serie de embajadas, pero no las que yo deseo ver, la de México y sobre todo la de los países escandinavos.

Finalmente, con el miedo a que se nos ponga a llover, decidimos no esperar hasta las siete y devolvemos las bicicletas minutos después de las seis y cuarto: apenas dos horas y media nos han bastado para recorrer el Tiergarten y Kurfürstendamm. Como se ve, estas zonas no tienen gran cosa para ver o, al menos, no nos resultan muy atractivas.

La verdad es que coger bicicletas me ha parecido una gran idea. Creo que es un medio de transporte bastante adecuado para recorrer parques, como puede ser la zona del Tiergarten. Sin embargo, le pongo un pero, y es que, yo al menos, he hecho muchísimas menos fotos con la bicicleta que cuando iba andando, ya que es mucho más incómodo pararse a sacar una foto cuando vas en bicicleta. También es verdad que en un parque no hay tantos lugares para sacar una foto como en las calles de una ciudad, y que la zona de Kurfürstendamm no tenía, al menos para mí, un atractivo turístico importante como para sacar fotos. Aun así, no creo que en un futuro coja la bicicleta para conocer las calles de una ciudad, dejándola exclusivamente para zonas como parques y jardines enormes.

Finaliza el día.
Tras llegar al hotel minutos después de las siete, descansamos durante unas dos horas y decidimos ir a cenar a la plaza de Gendarmermarkt, cerca del hotel, con el objetivo de hacer unas pocas fotos de la plaza de noche. Desgraciadamente, y la igual que el resto de la ciudad, la plaza está muy mal iluminada de noche, y las fotos que salen son bastante malas. Como siempre, vuelvo a acordarme de lo precioso que era Budapest de noche, y las magníficas fotos, al menos para un novato como yo, que saqué.

Así, tras cenar en un restaurante italiano en dicha plaza y tras una breve sesión de fotos, volvemos al hotel a descansar, muy contentos de lo que hemos visto el primer día. La mañana ha sido espectacular, nos ha encantado todo lo que hemos visto a pesar de las obras: Gendarmermarkt, Unter den Linden, Puerta de Brandeburgo, Potsdamer Platz, Reichstag, memorial del Holocausto... y el tiempo ha sido increíble, incluso me he quemado. Por la tarde, hemos recorrido el Tiergarten y la zona de Kurfürsterdamm, completando con creces todo lo que había en la agenda del día.

Gastos del día.
Los gastos del día de hoy fueron con diferencia los más importantes del viaje, ya que además de los gastos típicos de un día normal alquilamos una bicicleta y compramos la Berlin Welcome Card Isla de los Museos ABC.
  • Comida: 43.80 €
  • Tarjeta turística: 36 €
  • Bicicletas: 8 €
  • Varios: 5.08 €
  • Total: 92.88 € cada uno.