domingo, 17 de noviembre de 2013

Día 3, martes 3 de septiembre de 2013: Palazzo Pitti, Jardines del Bóboli y Piazzale Michelangelo

Cuando todavía no nos hemos acostumbrado a estar de vacaciones, amanece nuestro último día en Florencia. Qué rápido pasan los días. Sobre todo cuanto lo estás pasando tan bien y estás disfrutando al máximo. Así, a las ocho de la mañana suena el despertador, y tras desayunar en la habitación lo poco que nos quedaba de comida que habíamos comprado el domingo, preparar las maletas y dejarlas en recepción, salimos a las nueve y cuarto a apurar al máximo nuestro último día en Florencia.

Cúpula de Brunelleschi: vistas desde otro punto de vista.
Lo primero que hacemos es subir a la cúpula de la catedral de Florencia, una subida muy similar a la del Campanile, pues tiene 463 escalones, con el añadido de que te acercas a la cúpula más famosa del mundo. La verdad es que si tuviera que elegir me quedo con la subida al Campanile, ya que las vistas que se tienen desde lo alto del Campanile son más bonitas, pues personalmente creo que es más bonito ver la cúpula desde el Campanile que el Campanile desde la cúpula. Es verdad que la cúpula de la catedral de Florencia es famosa en el mundo entero, pero lo es por el hito arquitectónico que supuso en su época, pues no tiene unos frescos que hagan que merezca la pena subir hasta arriba para apreciarlos más de cerca. Por eso, si tuviera que recomendar solo una, recomendaría la subida al Campanile. Aun así, no me arrepiento en absoluto de haber subido, pues las vistas que se tienen desde arriba son también espectaculares. Tras quince minutos de subida llegamos hasta lo alto de la cúpula, desde donde se tiene una panorámica muy similar a la del Campanile. Nos pasamos diez minutos haciendo fotos e iniciamos el descenso, bastante mejor que la subida, ya que en la subida hubo un tramo en el que coincidimos con gente que bajaba y se había equivocado de camino. Finalmente, a las diez y cuarto estamos ya de nuevo en la calle. Como imaginaba, hay bastante cola para entrar en la catedral, así que decidimos posponer su visita para la tarde y nos dirigimos hacia el otro lado del río Arno, donde se encuentra la zona de Florencia que nos queda por visitar. Es raro en mí dejar algo a priori tan importante como la catedral de Florencia para el final, pero suponía que a la tarde habría menos gente y, además, al dirigirme a la entrada de la cúpula por la mañana ya había paseado unos pocos metros por la catedral, que por cierto, estaba vacía en ese momento.

Así, nos dirigimos hacia el Ponte Vecchio, a donde llegamos a las diez y media, para lo cual pasamos por la Piazza della Signoria, donde veo bastante cola para entrar con la Firenze Card en la Galeria degli Uffizzi, lo cual me sorprende, tras no haber tenido prácticamente cola dos días antes a la misma hora. La verdad es que hemos tenido bastante suerte, ya que haber tenido que esperar en la Galeria degli Uffizzi nos hubiera trastocado un poco los planes. Seguramente no habría que esperar mucho más de quince minutos, que ya son minutos teniendo una tarjeta como la Firenze Card, pero si hubiera habido que esperar sería debido a la gran cantidad de gente que habría habido en el museo, por lo que habría sido un agobio verlo, mientras que nosotros tuvimos la suerte de no ver demasiados turistas en el museo.

Cruzando el río Arno: Palazzo Pitti y jardines del Bóboli.
Así, llegamos al Ponte Vecchio y lo atravesamos por primera vez, fijándome en la gran cantidad de joyerías que pueblan el puente. Como el puente no tiene mucho más interesante aparte de las tiendas, no perdemos mucho tiempo sacando fotos, y nos dirigimos hacia el Palazzo Pitti, a donde llegamos a las once de la mañana. Previamente, recorremos los alrededores del Palazzo Pitti, para ver las cosas menores de la zona, que, como esperaba, tampoco son nada del otro mundo. Mientras paseamos, echamos vistazos a varios lugares en los que comer, entre otros, una pizzeria donde las porciones de pizza tienen una pinta exquisita, y que apuntamos para comer en unas horas. Finalmente, tras ver toda esa zona, entramos en el Palazzo Pitti.

El Palazzo Pitti es el clásico lugar por el que no habría pagado la entrada para verlo, pero teniendo una tarjeta como la Firenze Card, aprovecho y lo conozco, ya que no me interesa como para pagar una entrada pero tampoco me desagrada como para no verlo siendo gratis. Dentro del Palazzo Pitti uno puede disfrutar de la Galería Palatina, los Apartamentos Reales, el Museo de Costura y el Museo de Vajilla. A pesar de que solo me interesaban los Apartamentos Reales, vemos también la Galería Palatina, ya que parece ser se tienen que ver las dos a la vez, lo cual agradezco, ya que la Galería me gusta bastante más de lo que esperaba. No deja de ser una especie de pinacoteca, pero las habitaciones en las que se encuentran los cuadros son muy bonitas, pues son las clásicas habitaciones de un palacio, por lo que pasamos de las pinturas y centramos nuestra atención exclusivamente en las salas. Tras la Galería Palatina nos dirigimos hacia los Apartamentos Reales, los cuales encuentro, tal como esperaba, muy bonitos, estando compuesto por salas como las de la Galería Palatina pero amuebladas en vez de llenas de cuadros. Al fin y al cabo, no dejan de ser salas como las de cualquier palacio europeo que hemos visto en cualquiera de nuestros viajes.

Tras apenas media hora viendo el palacio, salimos a disfrutar de sus famosos jardines del Bóboli, donde nos pasamos casi una hora recorriéndolos bajo un sol abrasador, disfrutando de sus estanques y sus árboles. A decir verdad, los jardines me parecen bastante sencillos, y no tienen comparación con otros muchos que hemos podido ver, como los del Palacio de Schönbrunn. Quizá es que el sofocante calor que hace nos impide disfrutarlos como se merecen. Eso sí, la gruta de Buontalenti, que se encuentra en uno de sus extremos me parece bastante bonita, además de ser un fantástico refugio contra el calor. Pero salvo esa gruta, poco más hay que me llame la atención. Así, nos dedicamos a recorrer los jardines buscando sin éxito algo que nos atriga. Finalmente, minutos después de las doce y media salimos de los jardines del Bóboli.

Piazzale Michelangelo: el mejor mirador de Florencia.
Tras salir de los jardines del Bóboli, nos dirigimos hacia la parada del autobús que se encuentra cerca de la puerta romana, para coger el autobús que nos llevaría a la Piazzale Michelangelo, desde donde se tienen las mejores vistas de Florencia. Cuando llegamos me sorprendo de que, a pesar de estar lleno el parking, seguramente de turistas que vienen en coche a Florencia y dejan ahí el coche los días que están en la ciudad, tampoco es que haya demasiada gente en el mirador. Esto es algo de lo que más me ha gustado Florencia, y es que imaginaba que iba a ser superturística e iba a estar todo el día agobiado por la cantidad de gente que iba a encontrar, y la verdad es que no ha sido para nada así. Es verdad que en lugares como la Piazza della Signoria había mucha gente en las horas cercanas al mediodía, pero por lo demás no es que haya visto el agobio de gente que me esperaba. Así, gracias a los pocos turistas que hay en la Piazzale Michelangelo, puedo sacar tranquilamente el trípode y hacer una gran sesión de fotos desde todos los puntos de vista posibles. La verdad es que con el día tan bonito que hace las fotos salen preciosas, como si fueran de postal. Solo me queda la duda de cómo habrían salido las fotos si hubiera subido el día anterior por la noche.

Tras la sesión de fotos, nos dirigimos hacia la cercana iglesia de San Miniato al Monte, a la que no esperaba que fuéramos porque pensaba que se encontraba bastante más lejos de lo que estaba. No podemos entrar porque está cerrada, por lo que tenemos que conformarnos con admirar su fachada, muy similar a las fachadas de Santa Croce y de Santa Maria Novella. Me ha parecido bastante curioso ese tipo de fachadas que se repite en las iglesias, fachadas tan blancas con ligeras rayas negras oscuras, unos colores también presentes en el interior de otras iglesias como la del Duomo de Siena. Bonitas y curiosas a la vez.

Finalmente, tras apenas quince minutos viendo la fachada de la iglesia y sacando fotos, cogemos el autobús, llegando diez minutos después a la puerta de Roma, a las dos de la tarde. Lo primero que hacemos es dirigirnos al establecimiento que habíamos visto a la mañana con esas porciones de pizza que tan buen aspecto tenían. Cuando llegamos, vemos que ese buen aspecto ha desaparecido, dando la sensación de que las pizzas que hay en ese momento son las mismas que hemos visto unas horas antes, antes de entrar en el Palazzo Pitti. Así, damos una vuelta por los alrededores en busca de un restaurante, decidiéndonos por una pizzeria que tiene bastante buena pinta en la Piazza di Santo Spirito La verdad es que la pizza está muy rica, siendo la primera pizza italiana de verdad que comemos en nuestro viaje, ya que me niego a llamar italiana a la pizza que nos dieron en el restaurante de la Piazza della Repubblica la fatídica primera noche.

Duomo de Florencia: maravillosa por fuera, muy simple por dentro.
Tras comer, a las tres de la tarde, nos dirigimos hacia la zona cercana a nuestro hotel. De camino, aprovechamos para hacer las últimas fotos al Ponte Vecchio y a la Piazza della Signoria, quizá el lugar que más me ha gustado de Florencia y de todo lo que llevo de viaje. Tras las fotos de rigor, nos dirigimos hacia la Piazza del Duomo con la intención de entrar en la catedral, el último lugar importante que nos queda de Florencia. Vemos que hay algo de cola, pero esta avanza bastante rápidamente. Entramos y observamos que a las mujeres no les dan gratis una tela para cubrirse, como ocurre en otras iglesias, sino que cuesta euro y medio, por lo que decidimos salir e ir al hotel a por un fular, volviendo a hacer la cola a la catedral. Aun así, no tardamos más de diez minutos en volver a entrar, ya que la cola avanza rápidamente.

El aspecto sobrio de la catedral contrasta con su espectacular fachada. Como había visto a la mañana, la catedral es bastante simple por dentro, y apenas llama nuestra atención. Intentamos entrar en la Cripta de Santa Reparata, más por decir que hemos entrado que por verdadero interés, pero nos dicen que no entra con la Firenze Card, por lo que salimos de la catedral tras una rápida visita de menos de diez minutos. Tras salir de la catedral, nos dirigimos hacia la cercana iglesia de Santissima Annunziata, que apenas abre de cuatro a cinco y cuarto de la tarde, y es de las pocas de la zona que nos queda por ver. La verdad es que es bastante bonita, como había visto en fotos. Tras ver la iglesia, volvemos a la Piazza del Duomo, donde damos por finalizada la visita a Florencia. Son las cinco de la tarde y no nos queda nada indispensable por ver.

Es verdad que podríamos haber aprovechado el tiempo restante en ver lugares como el Palazzo Medici Ricardi o el importantísimo museo del Bargello, o sentarnos en el suelo mientras contemplamos boquiabiertos la Piazza della Signoria, pero decidimos pasar la última hora y media descansando en el vestíbulo del hotel. En ese momento nos damos cuenta que no solemos aprovechar nunca las tardes del día en que nos vamos de una ciudad, como ya ocurrió en París, por lo que anotamos que para próximos viajes como este quizá es deseable salir poco después de comer, ya que las tardes no las solemos aprovechamos, más por pereza que por cansancio. Además, una ventaja de no salir muy tarde es que no se llega muy tarde a la siguiente ciudad, como nos ocurrirá esta noche en Roma, por lo que uno puede cenar tranquilamente y sin mirar al reloj, como nos ocurrirá esta noche, donde tras llegar tarde a Roma habrá que ir al hotel, hacer el check-in...

Viaje a Roma.
Finalmente, decidimos levantarnos de los cómodos sillones del vestíbulo del hotel y dirigirnos a la estación. Por si acaso, decidimos llegar con tiempo a la estación de Santa María Novella, por lo que nos presentamos a las seis de la tarde. Cuando llegamos, observamos con estupor que nuestro tren tiene diez minutos de retraso y empezamos a temernos lo peor. La llegada a Roma estaba prevista para las 20:10, por lo que llegaríamos diez minutos más tarde, y no podemos llegar más tarde de las nueve al apartamento si no queríamos pagar 25 € de multa. Resignados, no nos queda otra que esperar de pie, porque la estación de Florencia, una de las más viejas que he visto en mi vida, no dispone de ningún asiento. Finalmente, cinco minutos antes de la salida nos indican el andén en el que tomar nuestro tren, el cual sale a las siete menos diez. El viaje se nos pasa muy rápido, pues el tren recorre en apenas hora y media la distancia que separa Florencia de Roma, en ocasiones a velocidades de 250 km/h. Además, el viaje nos resulta muy cómodo porque apenas hay pasajeros en el vagón, estando nuestros asientos contiguos vacíos. El único pero que le pongo al viaje es que no aparece ningún revisor, lo que me da suele dar bastante rabia, ya que me siento estúpido habiendo comprado un billete para que luego no me lo revisen. Finalmente, llegamos a Roma con diez minutos de retraso, por lo que salimos corriendo de la estación, encontramos un lugar donde comprar dos billetes de autobús, no se pueden comprar en el propio autobús, teniendo la inmensa suerte de que entramos en el autobús justo cuando este se va, por lo que somos capaces de llegar al apartamento a las nueve menos cuarto, evitándonos el pago de la multa. En el apartamento, que se ubica en una callejuela que da un poco de miedo si la ves por primera vez de noche, como nosotros, nos está esperando el dueño, que nos explica la función de cada una de las llaves y nos muestra la habitación, bastante más grande de lo que esperábamos y con cocina para nosotros solo. La única pega, aparte de que no tiene ventana, es que la habitación se encuentra justo al lado de la recepción y del ascensor, por lo que suponemos que los ruidos que oiremos el resto de días no nos dejarán descansar del todo. Supongo que, para compensarnos, nos regala cinco días de wifi, lo cual agradecemos sobremanera, tras haber estado tres días en Florencia sin internet. Paradójicamente, donde pensábamos que íbamos a tener wifi, en Florencia, no lo tenemos, y donde pensábamos que no lo íbamos a tener, en Roma, nos lo dan.

Piazza Navona de noche: espectacular.
Tras dejar las cosas en el apartamento, salimos en busca de algo que cenar. Como es bastante tarde, ese es el problema de coger el tren a la hora en que lo hemos cogido, decidimos comer algo rápido para irnos pronto a la cama, ya que no queremos dedicar una hora a la cena. Así, nos dirigimos hacia el cercano Campo di Fiori, donde vemos muchísima animación a pesar de ser martes. Definitivamente, Roma no es Florencia en cuanto a ambiente se refiere. Buscando entre callejuelas, encontramos un local donde sirven porciones de pizza por cinco euros, así que entramos y cenamos una porción de pizza cada uno. Tras la cena, decidimos dirigirnos hacia la cercana Piazza Navona, seguramente la plaza más famosa de Roma, para hacer las primeras fotos nocturnas de Roma. Piazza Navona siempre quedará en mi retina como el primer lugar famoso de Roma en el que estuve (más allá del monumento a Victor Manuel que había visto una hora antes desde el autobús). Encuentro la plaza preciosa, con su famosa fuente de los cuatro ríos y su iglesia de Sant'Agnese in Agone, así que dedicamos media hora a sacar fotos, sin quedarme claro qué me gusta más, si la famosa fuente o la fachada de la iglesia. Tras la sesión de fotos decidimos dirigirnos al apartamento, pues a pesar de la tentación de hacer fotos a lugares cercanos como el Panteón no queríamos meternos tarde a la cama, pasando previamente por la iglesia de Sant' Andrea della Valle, que también fotografiamos. Finalmente, llegamos al apartamento a las once menos cuarto.

De momento no nos podemos quejar de las vacaciones. Hemos epasado tres días maravilloso en Toscana, llenos de sol, sin ninguna nube en el horizonte, lo cual nos ha permitido disfrutar como se merece tanto de Florencia como de Pisa, Siena y San Gimignano. Creo que hemos hecho una visita bastante completa de todas las ciudades que hemos visitado, pues al margen de pequeños lugares, hemos visto todo lo importante. Quizá de Florencia podríamos haber visto el Palazzo Medici Ricardi, de la que me quedo con algo de pena, no mucho, pues pienso que nos habría gustado bastante, pero es de los pocos lunares que le pongo a la ciudad. Hemos visto los dos museos más importantes, incluida una visita al David de Miguel Ángel prácticamente solos, y solo me queda la duda de si habríamos disfrutado del Bargello, el museo de escultura de Florencia, hemos subido a todos los miradores (Campanile, Cúpula, Torre di Arnolfo y Piazzale Michelangelo, quedándome la duda de si hubiera sido bonito subir de noche a esta última), desde donde hemos gozado de unas perfectas vistas sin ninguna nube y hemos visto casi todas las iglesias, quedándome únicamente la espina de no haber visto la famosa Capilla Brancacci. En cuanto a la excursión a Pisa, Siena y San Gimignano, apenas puedo echar de menos no haber subido al Panorama. En definitiva, el viaje a Toscana ha salido perfecto. Por otra parte, si el hotel de Florencia estaba muy céntrico, el de Roma no se queda atrás, pues está bastante más cerca de lo que imaginaba de lugares importantes como Piazza Navona o Campo di Fiori, por lo que parece que la visita de Roma también contará con las comodidades de Florencia. Más no se puede pedir. Al día siguiente, empezaríamos a comprobarlo: Roma nos esperaba.

Gastos del día.
Los gastos del día han sido de largo los menores del viaje, ya que prácticamente solo hemos gastado en comida, y nos ha salido bastante barato.

  • Comida: 16.00 €
  • Varios: 2.33 €
  • Transporte: 1.50 €
  • Total: 19.83 € por persona.


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