domingo, 20 de mayo de 2012

Día 4, lunes 30 de abril de 2012: Checkpoint Charlie, East ide Gallery y Schloss Charlottenburg

Comienza nuestro último día completo en Berlín. Como ya nos queda muy poco por ver y encima disponemos de la mañana del día siguiente, decidimos despertarnos un poco más tarde que el resto de días, por lo que ponemos el despertador a las 8:20. Tras mirar por la ventana observamos que otra vez el día va a ser precioso.

Checkpoint Charlie y Topografía del Terror: el día comienza bien.
Nos preparamos tranquilamente y a las diez menos cuarto vamos a desayunar a una cafetería cercana al Checkpoint Charlie, uno de los lugares turísticos más conocidos de Berlín. Como ya esperaba, y como había constatado dos días antes, me parece demasiado turístico, parece puesto de pega única y exclusivamente para que los turistas se saquen unas fotos graciosas más que para que reflexionen sobre la reciente historia berlinesa. Aun así, me gusta, obviamente no tanto como otras cosas, pero me parece algo curioso y característico de esta ciudad, que en cierta forma te hace retroceder unas décadas en el tiempo y recordar cómo era realmente Berlín hace apenas veinticinco años.

Checkpoint Charlie.

Tras ver el Checkpoint Charlie dirigimos nuestros pasos hacia la Topografía del Terror, una exposición al aire libre donde se puede observar una cronología sobre el nazismo en Alemania. Como amante de la historia me parece bastante interesante, lo que hace que nos detengamos unos cuantos minutos leyendo la información y viendo las distintas fotos que aparecen en la exposición. Además, vemos por primera vez un tramo del archiconocido muro de Berlín, bastante menos artístico pero bastante más real que la East Side Gallery que iríamos a ver más adelante. La verdad es que impresiona, no es un muro excesivamente alto ni excesivamente grueso, seguramente en su día habría más de una barrera y estaría muy protegido, y en cuanto tocas el muro de Berlín tomas consciencia de que estás tocando uno de objetos, por llamarlo de alguna manera, más importantes del siglo XX.
La verdad es que el día ha empezado muy bien, ya que las dos cosas que hemos visto me han gustado bastante, y el tiempo nos está acompañando, como el resto de días que hemos recorrido Berlín. Tras hacer una pequeña parada en un supermercado para comprar crema de sol, manda narices que lo hagamos el día anterior a marcharnos, nos dirigimos hacia el museo judío con la intención de conocer el barrio de Kreuzberg, el barrio turco de la ciudad, mientras callejeamos en dirección al museo. Francamente, no me apasiona nada el barrio, extrañándome que incluso apareciera como zona a visitar en la guía de Berlín. Hay que decir que no llegamos más al sur de Mehringplatz, por lo que es posible que haya habido cosas bonitas que no hayamos visto, aunque tras ver cómo era la parte del barrio que hemos conocido, lo dudo.

East Side Gallery: el muro de Berlín hecho arte.
Tras coger el metro en Mehringplatz, nos presentamos en el comienzo de la East Side Gallery a las doce y cuarto. La verdad es que me esperaba que los alrededores del muro fueran distintos; habiendo tantos espacios libres en Berlín esperaba que hubiera una amplia explanada en los alrededores del muro, como en tiempos de la Guerra Fría. Sin embargo, una carretera de varios carriles discurre paralela al muro a escasos metros del muro. A pesar de ello, le encuentro gran atractivo a ese trozo de muro, el más largo que queda construido. El recorrido se nos hace bastante ameno, ya que a pesar de ser 1300 metros de muro, vamos mirando uno a uno todos los grafitis, lo que hace se nos haga más llevadero que si recorriéramos un simple muro. Media hora después, a la una menos cuarto, nos encontramos en el otro extremo del muro, dando por finalizado la visita a uno de los monumentos más famosos de Berlín.

Grafiti del East Side Gallery.

Neues museum: lo que nos imaginábamos.
Como todavía queda un rato para la hora de comer decidimos ir al museo nuevo con el objetivo de ver el busto de Nefertiti. No era algo que nos entusiasmara en absoluto, y no habríamos ido de no ser por los ruegos de nuestras familias, que nos pedían por favor que fuéramos a verlo, a pesar de que nosotros no esperábamos que nos entusiasmara en absoluto. Como nos entraba gratis con la Berlin Welcome Card, decidimos ir hacia las taquillas del museo, ya que este era el único al que, pese a tener tarjeta, había que reservar hora para poder entrar. Sin embargo, cuando llegamos, vemos que hay muy poca gente haciendo cola y que nos van a dar hora para ese mismo momento.

Cuando entramos, vemos que todo es tal y como nos lo imaginábamos: un museo al uso, interesantísimo para aquellos que sean amantes de la historia egipcia, pero sin interés alguno para mí. La joya de la corona, el busto de Nefertiti, no nos apasiona en absoluto. Prácticamente vamos directos a verlo, para decir que lo hemos visto, y salimos en apenas quince minutos.

Por lo general, cuando digo que no me interesan los museos, me refiero a la hora de hacer turismo. Por descontado, si en Bilbao hubiera un museo como el Neues Museum, iría a verlo mínimo una vez al año. Pero cuando hago turismo por una ciudad, por ejemplo por Berlín, lo que quiero es conocer lugares de esa ciudad, sus calles, sus monumentos, sus iglesias, sus palacios... no meterme en un museo para ver un cuadro pintado por una persona de otro país o, como en el caso del Neues Museum, para ver distintos monumentos egipcios que no tienen asolutamente nada que ver con la ciudad. Obviamente, siempre hay excepciones, como con el museo de Pérgamo, que debido a que me ofrecen algo que, al menos desde mi punto de vista, solo se encuentra en unos pocos museos, sí que me hacen romper esa regla de no entrar en museos.

Schloss Charlottenburg: unos jardines preciosos.
Tras salir del museo minutos después de la una y media, decidimos ir a comer al Hackesche Höfe, los famosos patios del barrio judío que habíamos conocido el sábado, ya que habíamos visto que había mucho ambiente y que podría ser bonito y original comer en uno de esos patios, donde además seguramente nos podríamos resguardar mejor del calor.. Tras comer, en mi caso un rissoto buenísimo, y descansar en el patio, decidimos llevar a cabo una idea que habíamos madurado durante toda la mañana, y es la de ir esa misma tarde a visitar el palacio de Charlottenburg, en vez de dejarlo para el día siguiente.

El motivo por el que habíamos dejado el palacio para el último día era que su interior consta de dos zonas, el palacio antiguo y el ala nueva. La primera, la más bonita, cerraba los lunes, mientras que la segunda cerraba los martes. Así, habíamos decidido dejar la visita para el lunes ya que sobre todo queríamos entrar en el palacio antiguo. Sin embargo, la decepción por los doce euros gastados el día anterior en Potsdam unido a que si se hacíamos la visita el lunes ya dábamos por finalizado Berlín y al día siguiente tendríamos el día entero para lo que nosotros quisiéramos, y a que poco a poco el cansancio y la pereza iba haciendo mella en nosotros, hizo que decidiéramos ir esa misma tarde a ver los jardines del palacio, los cuales se pueden ver cualqueir día y que íbamos a ver sí o sí.

Muchos pensarán que podríamos haber ido al palacio de Charlottenburg el viernes o el sábado, y así habríamos visto las dos zonas del palacio. Sin embargo, el palacio no entraba dentro de nuestras preferencias de Berlín, por lo que preferíamos dejarlo para el final, para que en caso de estar cansados de tanto turismo o que no pudiéramos verlo por falta de tiempo, fuera el palacio de Charlottenburg y no otra cosa que nos apeteciera más la que viéramos cansados o la que no viéramos.
Así, tras coger el metro, llegamos al palacio de Charlottenburg a las cuatro menos veinte. Aunque había oído que los jardines eran preciosos, no me esperaba que me gustaran tanto como me gustaron. Y es que me parecieron bellísimos. Y lo que más me gustó fue que el día anterior había nacido en mí una duda sobre si me gustaría Viena, ciudad en la que tendríamos que visitar algún que otro palacio, duda que se me quitó nada más ver los jardines de Charlottenbug: al verlos, sabía que Viena me iba a gustar.

Jardines y palacio de Charlottenburg.

A las cuatro y media, y tras descansar un rato en los jardines, decidimos dar por acabada la visita al palacio de Charlottenburg. Tras parar un rato en la tienda de souvenirs, donde hacemos unas pequeñas compras, cogemos el metro y llegamos a las cinco menos veinte al edificio de Galerías Lafayette, un centro comercial cercano al hotel con un interior bastante curioso. Tras dar una vuelta por su interior, que en cierta forma recuerda a la cúpula del Reichstag, nos dirigimos al hotel a descansar, a donde llegamos a las seis y cuarto.

Últimas fotos de noche.
Tras descansar un rato, decidimos ir a la zona cercana a Alexanerplatz, donde habíamos visto en Internet que había un Fryday's. Nuestra intención es cenar unas hamburguesas y luego hacer unas fotografías a la catedral, que el sábado me había impresionado. Sin embargo, parece que ya no existe dicho restaurante, por lo que tras estar bastante rato buscándolo nos conformamos con el Block House, restaurante qque tenía una pinta buenísima y del que no dejaba de salir carne de la cocina a las mesas. Tras comer unas hamburguesas un poco raras, sin pan, nos dirigimos a hacer unas pocas fotos de la catedral. Sin embargo, al igual que todo Berlín, toda la zona está prácticamente a oscuras y no sacamos ninguna foto que merezca la pena. Finalmente, a las once menos diez, y notando unas débiles primeras gotas de lluvia, nos dirigimos al metro para llegar, al hotel.

Gastos del día.
Los gastos de este día fueron muy similares a los de cualquier otro día, salvo el primero, ya que a pesar de que no se gastó ni un solo euro en entrar a ningún monumento, sí que se gastó en comprar algunos recuerdos, como una camiseta o un trozo del muro de Berlín.
  • Comida: 36.75 €
  • Souvenirs: 17.45 €
  • Varios: 8.56 €
  • Total: 62.76 €

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