martes, 17 de abril de 2012

Día de llegada, martes 3 de abril de 2012: Huelga de controladores

Por fin llega el día en el que comienza el primer viaje largo del año: Moscú. Desde luego, no imaginábamos que el primer día de vacaciones iba a ser tan accidentado.

Huelga de controladores aéreos franceses.
Como el avión salía a las 6:45 (nos habían avisado unas semanas antes de que el vuelo se adelantaba cinco minutos), pongo el despertador dos horas antes, y a las seis menos cuarto me encuentro con mis dos amigos en el aeropuerto. Cuando nos dirigimos al mostrador de facturación de Brussels Airlines, "¡¡qué suerte, está vacío!!", pensaba, nos dicen que tenemos que ir a otro mostrador, lleno de gente, ya que hay una huelga de controladores aéreos en Francia y nuestro avión no puede despegar. La verdad es que tras la mala suerte que había tenido con los precios de los vuelos para Moscú y Berlín, mi siguiente destino, pensaba que ya nada podría ser peor, pero estaba visto que me equivoqué.

Así, nos dirigimos al mostrador en cuestión y mientras esperamos vemos cómo despega nuestro vuelo a Bruselas. Estupefactos, preguntamos a una empleada de Brussels Airlines por qué no hemos ido con el avión, respondiéndonos que como este ha despegado tarde no nos daba tiempo a coger el enlace a Moscú. Incluso nos llaman por megafonía para que embarquemos, bueno, a mí no, solo a mis dos amigos, parece ser que se olvidaron de mí... Fue bastante curioso, además no sabía que te podían llamar por megafonía si no habías embarcado las maletas.

Finalmente, tras más de dos horas de espera, a las ocho nos dan una solución para nuestro vuelo de ida: ahora volaríamos con Lufthansa; nuestro primer vuelo saldría de Bilbao a las 14:25 y llegaría a Fráncfort a las 16:35, y poco más de una hora después, a las 17:40, despegaría un segundo avión dirección Moscú, donde llegaría a las 22:50 hora rusa, siete horas después de lo previsto. Al menos esa tarde no teníamos previsto más que tomar un pequeño contacto con la ciudad y cenar.

Así que sin quejarme mucho e intentando pensar que habría gente en peor situación que nosotros (veo a una pobre chica que llora de forma tan desconsolada que me hace pensar que si se hiciera un diccionario de imágenes seguramente su cara aparecería junto a la palabra "desesperación") nos volvemos a Bilbao, ya que quedan todavía más de seis horas para que salga el vuelo, y no tenía sentido estar esperando en el aeropuerto.

Llegada de nuevo a Loiu.
Tras matar la mañana, regresamos otra vez al aeropuerto de Loiu. Cuando llego, veo en las pantallas de información que nuestro vuelo tiene previsto un retraso en la salida de 16 minutos. Apurado por no poder coger la escala de Fráncfort, pregunto por esa posibilidad en los mostradores de Lufthansa, donde me tranquilizan asegurándome que no habrá problema en coger el enlace a Moscú. Finalmente, a las 15:25, y con una hora de retraso sobre lo previsto, salimos dirección Fráncfort. Es decir, salimos de Bilbao dos horas después de la hora prevista de llegada a Moscú. Al menos salimos, así que ni se nos ocurre quejarnos.

El avión llega a Fráncfort a las 17:30, apenas diez minutos antes de la salida a Moscú, pero durante el viaje nos tranquiliza una azafata asegurándonos que el avión que salía de Bilbao, es decir, en el que íbamos, era el mismo que volaría hasta Moscú, momento en el que nos relajamos completamente, ya que entonces sin nosotros no se va a ir. Así, a las 18:35, con casi una hora de retraso, despegamos dirección Moscú, a donde llegamos a las 23:25 hora rusa, es decir, siete horas y media más tarde de lo previsto cuando llegamos al aeropuerto esa mañana.

Al menos, el viaje se me hace bastante agradable gracias aéreaa la compañía, en la que no había viajado nunca, y de la que no tengo más que buenas palabras por el trato ofrecido. Así, además de proveernos con una almohada y una manta para el viaje de Fráncfort a Moscú, nos dan de cenar y, al igual que en el primer viaje, nos ofrecen bebida repetidas veces.

Almohada cortesía de Lufthansa.

Una vez en Domodedovo, el aeropuerto de Moscú al que llegamos, decidimos coger un taxi para ir al hostal, ya que el último tren que salía dirección Moscú, el Aeroexpress, lo hace a las doce de la noche, y entre que pasábamos el control de pasaportes, salían las maletas, cambiábamos dinero y encontrábamos la estación íbamos a andar con el tiempo justo, amén de que llegaríamos a la estación de tren a la una menos cuarto de la madrugada y luego tendríamos que ir, sin conocer Moscú, de noche y con las maletas, andando hasta el hostal.

Así pues, cogemos un taxi que en vez de costarnos los aproximadamente 1800 rublos que decía la información del hostal, nos costó los más 4000 rublos que marcó el taxímetro, que al cambio de 39 euros por rublo que nos hizo el taxista, bastante bueno para nososotros, por cierto, nos salió por 107 €, dinero que vamos a reclamar con pocas esperanzas a quien corresponda, ya que de no haber habido huelga de controladores habríamos llegado siete horas y media antes y habríamos ido a Moscú en tren, transporte mucho más barato. Además, el taxi no era mucho más rápido que el tren, como comprobamos al aparecer en el hostal casi a la una de la madrugada.

Lo único bueno del viaje en taxi fue que al menos pudimos vislumbrar durante unos pocos segundos el Kremlin y la Plaza de Roja, coronada por la catedral de San Basilio, completamente iluminados, lo cual nos pareció una imagen preciosa, la más bonita que podíamos tener
Estábamos en Moscú.

Catedral de San Basilio.

Gastos del día
Este día no pensábamos realizar grandes gastos, únicamente el tren que nos llevara a Moscú, que costaría unos ocho euros, y lo que costara la cena. Al final, debido a la huelga de controladores aéreos cenamos en el avión lo que nos ofreció la compañía, además de un bocadillo traído de casa que cenamos en Fráncfort. A cambio, tuvimos que pagar 107 € por el taxi, lo que corresponde a 35.67 € por persona.


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