domingo, 19 de mayo de 2013

Día 1, sábado 27 de abril de 2013: Île de la Cité, Les Halles y alrededores de las Tullerías

Nuestro primer día en París comienza a las siete y media, hora a la que nos suena el despertador. La mañana del primer día la íbamos a dedicar al corazón de la ciudad: la Île de la Cité, donde veríamos la Sante Chapelle, Notre Dame y la Conciergerie. Por la tarde, la idea era continuar por la zona de Les Halles y de las Tullerías.

Conociendo la Île de la Cité: Sainte Chapelle, Notre Dame y Conciergerie
Tras desayunar en el hotel, a las nueve menos veinte salimos del hotel y cogemos el metro para dirigirnos a la Île de la Cité. Con algo de pena observamos que la mañana está nubosa aunque el sol se asoma por momentos entre las nubes. Nuestra intención es comenzar el día visitando la Sainte Chapelle, ya que la Paris Museum Pass permite saltarse todas las colas de los monumentos de París excepto la de la Sainte Chapelle, pues esta se encuentra dentro del Palacio de Justicia y hay que pasar una serie de medidas de seguridad que no pueden evitarse con la tarjeta. Así pues, nuestra intención era llegar allí lo más pronto posible, para evitar en lo posible las colas. Inexplicablemente, nos equivocamos de parada de metro, cosas rara en nosotros, ya que planificamos mucho los viajes, y nos bajamos en la siguiente parada, por lo que llegamos cinco minutos más tarde de la hora a la que creía que abrían la Sainte Chapelle, las nueve de la mañana. Y digo creía porque en realidad la Sainte Chapelle abría a las nueve y media. Afortunadamente, el habernos equivocado de hora vino bien, ya que quince minutos antes de la hora de apertura ya había una considerable cola para visitar la Sainte Chapelle. Nunca una equivocación supo tan bien.

Finalmente, entramos puntuales a las nueve y media, siendo de los primeros en entrar en el monumento. La Sainte Chapelle es muy pequeña, pero merece la pena: las vidrieras son espectaculares. Eso sí, me parece que el precio de la entrada, nueve euros, es excesivo para lo que en realidad se ve, por mucho que las vidrieras sean impresionante. Como suele ser nuestro sino, la mitad de las vidrieras estaban siendo arregladas, por lo que no podemos verlas en todo su esplendor. Me consuela pensar que los trabajos de limpieza de las vidrieras, que acaban este mismo año, han durado cinco años, por lo que ha habido mucha gente que no ha podido disfrutar al completo este monumento durante los últimos años. Ya se sabe: mal de muchos...

Tras poco más de diez minutos disfrutando de las vidrieras, abandonamos la Sainte Chapelle y observamos que ya no hay tanta cola como antes. Parece que todo el mundo madruga y que quizá lo óptimo es llegar media hora después de que abran para evitar la cola. Nuestro siguiente punto es la catedral de Notre Dame, la que seguramente es la catedral más famosa del mundo. Tras haberla visto el día anterior de noche, ahora por fin la puedo contemplar de día. En apenas unos minutos llegamos a Notre Dame, y tras hacer unas pocas fotos, entramos a las diez de la mañana. Al entrar en Notre Dame, observo que está a rebosar de gente, lo que hace bastante incómoda la visita. Pienso con amargura que más me vale acostumbrarme a este tipo de visita, ya que el viaje a Italia de septiembre será seguramente igual o peor. La verdad es que no nos atrapa el interior de Notre Dame, pues lo encontramos bastante simple, a excepción de su famoso rosetón. Pero en cuanto al resto de la iglesia se me ocurren otras muchas que me han gustado más, como la catedral de san Vito, por ejemplo.

Cuando salimos de la catedral, observamos que hay una larga cola de gente esperando para entrar. Me choca bastante, a pesar de que avanza rápido, ya que nunca había visto tanta cola para entrar en una iglesia, sobre todo cuando no hay que pagar entrada. Parece que hemos tenido suerte, y eso que no hemos entrado pronto en la catedral, pues antes habíamos visto la Sainte Chapelle. Ya en la calle, nos acercamos sin mucha esperanza a la zona donde se encuentra la entrada para la subida a las torres de la catedral, para ver si había poca cola, pues la subida a las torres tampoco permitía el acceso prioritario con la Paris Museum Pass. Observamos que la cola es enorme, por lo que decidimos no esperar, ya que la subida a las torres no es que sea una de las cosas que más ganas tenemos de ver de París. No al menos tan pronto, cuando quedan tantas cosas por ver y no sabemos si nos dará tiempo.

Notre Dame.

Tras dar la vuelta a Notre Dame, haciendo unas preciosas fotos de la parte de atrás del edificio con todos los árboles en flor, decidimos visitar la Conciergerie, más que nada porque nos la incluía la Paris Museum Pass. Como esperaba, no me llama mucho, aunque es verdad que no deja de ser interesante ver la celda en la que estuvo presa la reina María Antonieta antes de ser decapitada. No obstante, lo que más me ha gustado de la Conciergerie son las vistas que se tienen de sus torres desde la orilla del Sena: me han parecido espectaculares. Por fuera, el edificio de la Conciergerie me ha parecido de los más bonitos de París.

Camino a Les Halles: alrededores del Pompidou e iglesia de san Eustaquio.
Tras salir de la Conciergerie comprobamos que apenas son las once y media, cuando en principio había pensado dedicar toda la mañana a la isla. Una vez más, constato cómo en la realidad vemos las cosas más rápidamente de lo planeado en un principio. Es verdad que podemos continuar visitando la isla, ya que todavía nos quedaba la parte oriental, la zona de Saint-Louis, pero en ese momento nos da mucha pereza ir hasta ese extremo de la isla para luego volver sobre nuestros pasos, ya que por la tarde queremos dirigirnos hacia las Tullerías.

Así pues, decidimos dejar para otro día lo que nos queda de la zona de Saint-Louis y nos dirigimos hacia el barrio de Les halles, llegando a él a través del Pont au Change, desde el cual se tiene una perfecta vista de la torre de Saint-Jacques, una preciosa torre que es de lo que más me ha gustado de París. Desde dicha torre iniciamos nuestro periplo por Les Halles, con la mente puesta en la Ópera como destino, a donde queríamos llegar para la hora de comer. Tras ver la torre de Saint-Jacques, observamos que nos encontramos relativamente cerca del ayuntamiento, así que nos dirigimos hacia allí, aunque no lo teníamos previsto visitar en un principio, ya que tenía el recuerdo de que dicho edificio me había gustado mucho en mi primera visita a París. En efecto, el edificio es precioso, pero están montando una especie de casetas en la plaza en la que se encuentra, por lo que no podemos sacar fotos bonitas. Me quedo pensando en lo bonito que tiene que ser de noche.

Tras ver el ayuntamiento, encaminamos nuestros pasos hacia el lugar más importante de Les Halles: el Centro Pompidou, el que seguramente sea el museo de arte moderno mas importante de Europa. Como de momento no vamos a entrar en el museo, lo veríamos otro día aprovechando que cierra a las nueve de la noche, nos conformamos con dar una rápida visita por sus alrededores, donde destaca la plaza de Igor Stravinski, que me la esperaba más grande y más abierta, pero que aun así no me disgusta. Tras las fotos de rigor, continuamos hacia la iglesia de san Eustaquio, una de las iglesias más conocidas de París, y una de las que más ganas tenía de ver. La iglesia se encuentra justo enfrente del Forum des Halles, desde donde se sacan unas fotos preciosas de la iglesia, según había visto en Internet. Desgraciadamente, la plaza entera se encuentra totalmente en obras, por lo que es imposible sacar una foto bonita del exterior de la iglesia, lo cual me da mucha lástima, ya que aparte de las fotos espectaculares que ofrece esta iglesia, hay una muy graciosa con una escultura que se encuentra a las puertas de la iglesia, y que tampoco podemos sacar en la foto. Por dentro la iglesia es muy sobria, sin mucha decoración, destacando, al menos para mí, su gran volumen, ya que la encuentro bastante grande.

Centro Pompidou.

Visitando la Ópera Garnier.
Tras ver la iglesia, decidimos encaminarnos hacia la ópera Garnier, famosa por estar basada en ella la conocidísima obra El fantasma de la ópera. Llegamos a la una del mediodía, y pensamos que lo mejor que podemos hacer es visitarla antes de dar por finalizada la mañana. La verdad es que es bastante bonita, con los balcones de las fachadas, el tejado... me parece preciosa. Obviamente, no tiene el encanto de la ópera de Viena, pero al menos por fuera es muy similar en cuanto a belleza. Como la entrada a la ópera no entra en la Paris Museum Pass, es una de las pocas atracciones que no entra, pagamos nueve euros cada uno por visitarla. La verdad es que la ópera es preciosa, pero los nueve euros nos parecen excesivos, máxime cuando en la ópera de Viena pagamos seis y medio por una visita guiada en castellano de cuarenta minutos. Como nos suele ocurrir, la visita no nos dura mucho, menos de media hora, y no porque no nos guste el edificio, sino porque siempre vemos las cosas rápido. En ese momento pienso si me interesarían o si me aburrirían las visitas guiadas. Por un lado, salí encantadísimo de la visita guiada a la ópera de Viena, donde en cuarenta minutos me explicaron fenomenalmente bien cómo funcionaba la ópera, cuál era su historia... y tuve tiempo de sobra para admirar el edificio, pero es verdad que no puedo pasarme el viaje con visitas guiadas, no tendríamos tiempo para la improvisación. Por otro lado, mi visita a la Ópera Garnier ha sido fugaz, de apenas media hora, y no me han explicado nada de su historia, pero no siento sensación de vacío. Llego a la conclusión de que de vez en cuando no está mal una visita guiada, siempre y cuando la duración no sea del todo excesiva. Quizá para los dos-tres monumentos más importantes, una visita guiada en castellano de media hora puede ser muy interesante.

Ópera Garnier.

Tras ver la ópera, nos damos cuenta de que ya es la una y media de la tarde, así que tras hacer una visita exprés a las Galerías Lafayette para ver su cúpula, al igual hicimos en Berlín, buscamos un sitio donde comer. A diferencia de la mayoría de nuestros viajes, nos decantamos por la comida rápida, así que buscamos un McDonalds cercano, lo cual no es muy complicado, porque tienes que buscar o un McDonalds o un Quick, restaurante francés de comida rápida que siempre hay al lado de un McDonalds. Tras encontrarlo y esperar durante más de quince minutos una larga cola, comemos tranquilamente nuestras hamburguesas: por fin un momento de descanso.

Ópera Garnier.

Camino a la plaza de la Concordia pasando por La Madeleine.
A las tres menos cuarto decidimos continuar con nuestra visita de París. Tras lo mucho que hemos andando por la mañana, el recorrido planteado para la tarde es, como casi siempre, más ligero que el de la mañana: la idea es llegar hasta la plaza de la Concordia pasando previamente por La Madeleine, y, si da tiempo, dar una vuelta por los alrededores de las Tullerías.

Así, nos dirigimos hacia La Madeleine, a donde llegamos a las tres de la tarde. Sin lugar a dudas, es una de las iglesias más curiosas que he visto en mi vida, puesto que más que iglesia parece un templo de la Antigua Grecia. Por dentro me parece bastante bonita también, a pesar de que no recuerda en nada a una iglesia salvo por el altar que se encuentra al fondo del edificio. Sin duda alguna, es uno de los edificios que más me ha gustado del día.

La Madeleine.

Desde la propia plaza donde se encuentra La Madeleine se puede observar la plaza de la Concordia, así que nos dirigimos hacia allí, llegando en pocos minutos, un poco antes de las tres y media. La verdad es que tampoco es que pueda decir que sea muy bonita la plaza, porque más que una plaza es un gran espacio abierto, nada más. Eso sí, las dos fuentes que se encuentran en el centro de la plaza son preciosas, y aun más de noche, como comprobaría al día siguiente, y las vistas que se tienen desde dicha plaza del Arco del Triunfo y, sobre todo, de la torre Eiffel, son impresionantes. Tras una larga sesión de fotos, damos una vuelta por los alrededores. Tras ver la plaza del glamour y el lujo, la plaza Vendôme, nos dirigimos hacia el jardín de las Tullerías, el primer gran parque de París que íbamos a visitar. De inmediato constatamos que hay algo que no nos gusta: el suelo. Cuando nos esperábamos un suelo agradable para un paseo, observamos que este está compuesto por numerosas piedrecitas pequeñas que levantan polvo y ensucian los zapatos. Como descubriríamos, no sería el único parque de la ciudad el que tuviera ese tipo de suelo. Tras unos minutos paseando, llegamos hasta las cercanías del museo del Louvre, observando por primera vez, desde la lejanía, la famosa pirámide de cristal del museo. En ese momento, minutos antes de las cinco menos cuarto, decidimos dar por finalizada la visita del primer día, muy contentos puesto que hemos visto mucho más de la ciudad de lo que pensábamos ver. Así pues, buscamos una estación de metro para ir al hotel, a donde llegamos poco después de las cinco, quizá un poco antes de lo que estamos acostumbrados, pero con la sensación de no haber desaprovechado el tiempo y de haber visto muchas cosas.

Vistas desde la plaza de la Concordia.

Sesión de fotos nocturnas en el Louvre.
Tras descansar un rato, salimos del hotel para buscar un restaurante. Como queremos hacer fotos nocturnas al museo del Louvre, decidimos ir a comer por la zona de Les Halles, donde por la mañana habíamos visto bastantes restaurantes, sobre todo en los alrededores de la fuente de los inocentes. Como suponemos que íbamos a comer en muchos italianos y muchas hamburguesas en nuestro viaje, nos decidimos por ir a una brasserie, con el objetivo de variar un poco nuestra comida. Así, elegimos una relativamente cercana a la fuente de los inocentes y pedimos unos entrecottes. Lo que más me gusta de la comida es la salsa de pimienta, que, a diferencia de muchos lugares en España, me la sirven en un pequeño cuenco para que la tome en la cantidad que considere adecuada. Riquísima.

Con el estómago lleno, nos dirigimos andando hacia el museo del Louvre, nuestro destino fotográfico, aunque antes de hacer fotos de la pirámide nos dirigimos hacia el Pont des Arts, desde donde se tiene una preciosa vista del Instituto de Francia. Tras las fotos de este precioso edificio, entramos en el patio del Louvre y hacemos decenas de fotos de la fachada, la pirámide, el Arco… La verdad es que encuentro precioso el contraste entre el edifico de piedra y la pirámide de cristal. Tras un gran rato haciendo fotos, a las once menos cuarto damos por finalizada la segunda sesión de fotos nocturnas parisina, por lo que cogemos un metro para ir al hotel, a donde llegamos a las once y cuarto, muy cansados pero muy contentos del día que hemos pasado.

Museo del Louvre.


Gastos del día.
Los gastos del día fueron similares a los que tenemos en cualquier viaje. En comida no gastamos demasiado, ya que una de las dos comidas del día fue en un McDonalds, y en entradas de monumentos apenas pagamos por la entrada en la Ópera, que me pareció bastante cara, por cierto. Gracias a la Paris Museum Pass nos ahorramos doce euros y medio de la entrada conjunta a la Sainte Chapelle y a la Conciergerie, si bien es verdad que sin la tarjeta solo habríamos entrado a la Sainte Chapelle, cuya entrada costaba ocho euros y medio. Empezábamos a amortizar la tarjeta. Lo que también tuvimos que comprar fue un nuevo pack de diez billetes de metro, pues en el día de hoy habíamos realizado ocho viajes, y el día anterior habíamos realizado ya cuatro, por lo que nos vimos en la necesidad de comprar un pack para volver.

Así, los gastos del día se distribuyeron de la siguiente forma:
  • Comida: 24 €
  • Turismo: 9 €
  • Transporte: 6.65 €
  • Varios: 2.25 €
  • Total: 41.9 € por persona.

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