jueves, 1 de noviembre de 2012

Día 7, jueves 6 de septiembre de 2012

Tras muchos días de viaje, ha llegado el momento de conocer Viena, una de las ciudades más bonitas de Europa. A pesar de que tenemos tres días y medio para conocer la ciudad, decidimos poner el despertador a las ocho menos cuarto, ya que no tenemos muy claras las distancias y queremos asegurarnos de que vamos a visitar la ciudad con toda la tranquilidad que esta se merece. Cuando nos despertamos, vemos que el cielo está un poco nublado, pero no nos desanimamos, porque está mucho menos nublado que otros días y las previsiones de tiempo son que a medida que avance el día vaya saliendo el sol para no abandonarnos en lo que queda de viaje. Al menos, hemos tenido suerte ya que el mejor tiempo lo vamos a tener en la ciudad que más ganas teníamos de conocer.

Alrededores de la catedral: bastantes iglesias bonitas.
Lo primero que hacemos es dirigirnos en busca de un lugar donde desayunar, encontrando un Starbucks donde rápidamente nos damos cuenta de que los precios son bastante más elevados que los que habíamos visto en Múnich, algo que nos sorprende ya que la cena del día anterior no había sido excesivamente cara, costando más o menos lo mismo que en Múnich o Salzburgo. Tras desayunar, a las nueve de la mañana decidimos ponernos en marcha. En primer lugar decidimos callejear un poco por sus alrededores en busca de unas cuantas iglesias que había leído que eran preciosas. La primera que encontramos, la iglesia de los jesuitas, Jesuitenkirche, cumple con las expectativas que tenía de que era una de las iglesias más bonitas de Viena. Es preciosa, espectacular, recordándome mucho a la iglesia de Santiago de Praga, una iglesia pequeñita, escondida, y que uno no ve si solo se fija en las cinco cosas principales de cada ciudad. Tras visitar dicha iglesia nos dirigimos hacia la cercana iglesia de los dominicos, que no le andan nada a la zaga, con un color blanco muy similar a la iglesia de san Cayetano o la Michaeleskirche de Múnich. La verdad es que en apenas veinte minutos de visita hemos visto dos iglesias preciosas, parece que Viena promete mucho.

Jesuitenkirche.

Tras seguir callejeando por los alrededores de la catedral, viendo distintos edificios muy muy bonitos en sus distintas callejuelas empedradas, nos dirigimos hacia uno de los lugares turísticos más importantes de Viena: la catedral de san Esteban. El acceso a la catedral de san Esteban es gratuito, pero realizar una visita completa es muy caro. Así, a pesar de que el acceso a la catedral es gratuito, solo se puede visitar media nave, ya que para visitar el resto hay que pagar cuatro euros y medio, tanto como subir a cada una de las dos torres o ver  las catacumbas. A pesar de que cuando me había levantado tenía previsto pagar por ver el interior de la catedral y por subir a la torre norte, decidimos conformarnos con ver únicamente la zona gratuita, ya que no creo que las catacumbas vayan a ser demasiado interesantes, máxime cuando en Viena tenemos que ver la famosa cripta de los Capuchinos, las vistas desde cualquiera de las dos torres de la catedral no son nada del otro mundo y lo que vamos a ver del interior de la catedral pagando no es mucho más que lo que se ve desde la zona gratuita.

A pesar de ser muy similar a muchas catedrales, la verdad es que me gusta bastante. Desde luego, no me gustan tanto como muchas de las iglesias que he visto este año, pero aun así la encuentro muy interesante. No obstante lo que más me gusta de la catedral es su exterior, su tejado lleno de tejas con el dibujo del águila imperial. Como me esperaba, parte de la catedral está tapada por nos andamios, y es que llevan mucho tiempo en obras. No obstante, los andamios son lo suficientemente discretos como para que no  importe demasiado al turista la restauración de la catedral. Tras salir de la catedral y hacer una sesión de fotos toca pensar en lo que vamos a ver durante la mañana. En un principio, la idea era pasar la mañana viendo toda la zona de los alrededores de la catedral, la zona más antigua de la ciudad, viendo el barrio judío de forma que pudiéramos ver el reloj Anker a las once la mañana y acabando la mañana con una visita a la zona del Freyung y a la iglesia Votiva. Sin embargo, las distancias son más cortas de lo esperado, y nos damos cuenta que, al ser las diez y cuarto, no tiene sentido dirigirnos hacia el barrio judío, ya que todavía queda mucho tiempo para la que suene el reloj Anker.

Continuando con el centro de Viena.
Así, decidimos cambiar los planes y dirigirnos hacia los alrededores del Hofburg, uno de los palacios del centro de la ciudad. En apenas unos minutos, poco después de las diez y media llegamos al Neuer Markt, donde tras hacernos unas fotos con la fuente Donner, una de las muchas y preciosas fuentes que hay en Viena, entramos a la Cripta Imperial, o Cripta de los Capuchinos, donde descansan los cuerpos de numerosos monarcas de la dinastía Habsburgo. Disfruto enormemente los veinte minutos que vemos las tumbas de los Habsurgo, algunas tan espectaculares como la de Maria Teresa, que me resulta impresionante. La única pega es un grupo de jubilados franceses que hace que en ocasiones me sea imposible sacar fotos de las tumbas sin que aparezca nadie. Al salir tenemos sensaciones encontradas; mientras para mí los cinco euros de entrada han merecido sin duda la pena, ya que la cripta es algo de lo que más me ha gustado del viaje, a mi novia no le ha gustado mucho la cripta y si por ella fuera no habría entrado.

Cripta de los Capuchinos.

Tras ver la iglesia de los capuchinos, que en comparación con el resto de iglesias que hemos visto es bastante pobre, nos dirigimos hacia la Kärntner Strasse, una calle peatonal muy señorial con preciosas fachadas a ambos lados de la calle, hasta que veinte minutos después, a las once y media, llegamos a la Ópera, siendo ese momento uno de los más cómicos del viaje. Y es que el camino hacia la Ópera lo habíamos hecho bastante despacio, pues yo estaba mirando embelesado todas las fachadas de Kärntner Strasse, y no me doy cuenta de que me voy aproximando a la Ópera. Y justo en el momento en que me dispongo a hacer una foto al hotel Sacher, que se encuentra al lado de la Ópera, veo la Ópera y al fondo una estatua preciosa del museo Albertina. Y me quedo con la boca abierta sin saber a qué hacer fotos. Me parece todo tan bonito que no sé por dónde empezar a fotografiar. La verdad es que la zona de Kärntner Strasse y la ópera es muy bonita.

El encanto desaparece cuando nos damos cuenta de que el tiempo se nos ha pasado volando y que en poco más de media hora tenemos que estar en el barrio judío para ver el espectáculo del reloj Anker. Así, tras sacar unas pocas fotos a la ópera más famosa del mundo, nos dirigimos casi a la carrera hacia el barrio judío, pasando por Michaelerplatz aguantándome las ganas de pararme y sacar fotografías. Al final, resulta que no había hecho falta correr tanto, ya que diez minutos antes de las doce nos encontramos enfrente del reloj Anker, donde se encuentran unas cuantas personas esperando que comience el espectáculo. Este es bonito, pero se nos hace largo, pues dura casi diez minutos y consiste en ver pasar, muy lentamente, doce imágenes que representan a distintos reyes de la dinastía Habsburgo.

Tras ver el espectáculo del reloj Anker, nos decidimos a visitar el barrio judío, viendo iglesias como Ruprechtskirche o Maria am Gestade, así como Judenplatz, donde se encuentra el famoso memorial del Holocausto, que no lo podemos ver con el silencio que se merece debido a que un español comienza a gritarle a una señora que está hablando por teléfono justo enfrente del monumento, impidiendo a la gente hacer fotos. Tras Judenplatz, finalizamos la visita del barrio judío con la plaza Am Hof, que me gusta bastante más de lo que esperaba en un principio.

Freyung: un rinconcito de Viena.
Como apenas es la una menos cuarto, decidimos dirigirnos hacia la cercana zona del Freyung, una pequeña plaza de Viena en la que se encuentra la Schottenkirche, y una serie de pequeños palacios con unas fachadas muy bonitas. Como nos sentimos bastante animados, decidimos acercarnos hasta la Votivkirche, una de las iglesias más famosas de Viena, con el objetivo de verla de lejos. De camino a Votivkirche, pasamos delante de edificios como la Bolsa o la sede la OPEP, que curiosamente se encuentra en esta ciudad. Tras volver a pasar por Freyung y ver de nuevo la plaza, tampoco merece la pena dedicarle mucho tiempo, nos dirigimos a los alrededores del Hofburg en busca de un restaurante.

Hofburg y alrededores.
Tras comer algo de pasta en un restaurante que por supuesto no puede ni compararse con italiano el de Salzburgo, decidimos comer nuestra primera tarta Sacher de Viena, aprovechando que nos encontramos a apenas cinco minutos de la confitería Demel, que es junto con el Hotel Sacher el lugar más famoso de Viena donde se puede comer la tarta Sacher. Cuando llegamos a la confitería Demel, que tiene el aire magno de las confiterías antiguas, descubrimos para nuestra sorpresa que el precio de la tarta Sacher es bastante menor de lo que esperábamos. Sin embargo, decidimos coger un trozo de tarta para llevar, que sale aun más barato, ya que no estamos seguros de que nos vaya a gustar, por lo que no queremos pedir dos trozos, y no queremos tomar en ese momento café o similar, y nos da un poco de apuro ocupar una mesa para pedir únicamente un trozo de tarta Sacher. Como la confitería se encuentra a apenas unos metros de Michaelerplatz, decidimos dirigirnos ahí para comer la tarta con vistas a la entrada del Hofburg. Encuentro la tarta bastante rica, con esa mezcla de chocolate y mermelada de albaricoque, pero no sé si es porque no tengo morro fino y no está hecha la miel para la boca del cerdo, que sin duda prefiero una tarta entera de chocolate tipo “muerte por chocolate”. A pesar de que para mí no es la mejor tarta del mundo, disfruto mucho esos momentos en los que comemos la tarta mientras vemos la entrada de Michaelertor y vemos cómo las nubes van poco a poco desapareciendo del cielo.

Al finalizar la tarta, y como todavía no son las tres de la tarde, decidimos entrar al palacio de Hofburg, a pesar de que en un principio teníamos previsto visitarlo el segundo día en Viena. El motivo del cambio de decisión es que los próximos tres días van a ser muy soleados, y a pesar de que la tarde se prevé poco nublada, preferimos aprovechar el día con peor tiempo para hacer todas las visitas posibles a interiores y así dedicar el resto de días a pasear por las calles, ver jardines y demás.

Así, entramos en el Hofburg y por 23.50 € cada uno compramos el Sisi Ticket, un ticket que nos va a permitir entrar al Hofburg, al Schönbrunn saltándonos las colas y al museo del mueble, donde no tenemos previsto entrar. El Hofburg tiene dos zonas muy diferencias; por un lado se encuentra la vajilla de Sisi y por otro lado las habitaciones imperiales. La vajilla de Sisi me gusta bastante más de lo que esperaba. No sé si es porque tengo el día optimista, pero todo lo que veo me está gustando, y los cientos de vajillas y cubiertos que pensaba que no me iban a gustar me parecen muy interesantes. Desgraciadamente, como pensábamos que no nos iba a gustar, no cogemos la audio guía gratuita, lo que hace que no sepamos nada de los platos o cubiertos que estamos mirando. Al finalizar con la visita a la vajilla, y antes de entrar en las habitaciones imperiales, nos dirigimos hacia la zona de las audio guías para poder enterarnos del recorrido que vamos a hacer. Con estas en la mano, nos dirigimos hacia las habitaciones imperiales, que no dejan de ser las habitaciones de un palacio como cualquiera de los que hemos visto en este viaje, pero con una clara referencia hacia el personaje de Sisi. Así, la audio guía explica en todo momento la vida y milagros de Sisi, su relación con la corte y el pueblo, y la relación que tienen con Sisi cada una de las habitaciones que vamos visitando. La verdad es que la visita me parece bastante interesante, y la hora y cuarto de visita total al Hofburg se me pasan muy rápidamente.

Ua vez en la calle, decidimos dirigirnos hacia Heldenplatz, donde íbamos a ver una los lugares más impresionantes de Viena, la imponente fachada del Hofburg. Afortunadamente, no hay ningún andamio que impida disfrutar con dicha fachada. Pero como parece que a veces la mala suerte nos persigue, parece ser que el fin de semana va a haber una fiesta de comida tradicional, por lo que han montado muchas casetas e incluso un escenario cerca de la entrada del Hofburg por Heldenplatz, lo que impide sacar las fotos más bonitas, teniendo que conformarnos con ver de cerca la fachada. A pesar de ello, no dejamos de disfrutar este edifico, ya que es precioso. Y al darnos la vuelta descubrimos una sorpresa, ya que a lo lejos se vislumbra el ayuntamiento de Viena, otro de los lugares más importantes de la ciudad, y que me recuerda mucho al de Bruselas.

Hofburg desde Heldenplatz.

La Biblioteca Nacional, también llamada Prunksaal, era otro de los lugares que teníamos previsto visitar al día siguiente. Aun así, al igual que el Hofburg, decidimos entrar a verla para tacharla del itinerario. No hay mucho que decir sobre la Biblitoeca Nacional: es una maravilla. Además, inexplicablemente, apenas tiene visitantes en el momento en que entramos, y eso que se encuentra a unos pocos metros del Hofburg. Quizá los siete euros de entrada tienen la culpa… Aunque no es demasiado grande, la Biblioteca Nacional es una sala preciosa llena de libros y con paredes y suelos de mármol que recuerdan a los de una iglesia. Desgraciadamente, al fondo hay una exposición con anuncios turísticos austriacos antiguos, lo que dificulta el sacar fotos bonitas del lugar.

Biblioteca Nacional.

Cena en restaurante típico y paseo nocturno.
Tras descansar en el hotel nos dirigimos hacia uno de los restaurantes más conocidos de Viena, el Figlmüller, famoso por tener los, según ellos, mejores Wiener Schnitzel de la ciudad. A pesar de llegar bastante pronto, antes de las ocho y media, vemos que hay algo de cola, unas quince personas delante de nosotros. A pesar de nuestros temores, la cola avanza bastante rápido y apenas quince minutos después ya tenemos asignada una mesa dentro del restaurante. Como no podía ser de otra forma, pedimos el famoso Wiener Schnitzel de cerdo. La verdad es que está muy rico, me encanta el escalope, pero lo encuentro un poco artificial. Hasta ese momento, todos los escalope que me han servidos eran irregulares, abombados… este es perfectamente plano y perfectamente redondo. A pesar de ello, está muy rico y no dejo ni un solo trozo. Cuando salimos, a las nueve y media de la noche, no hay nadie esperando en la cola. Debe ser que los europeos cenan pronto. 

Wiener Schnitzel del Figlmüller.

Afortunadamente, a diferencia de Alemania, en Viena la mayoría de los edificios más importantes están iluminados de noche, por lo que tenemos pensado ir cada día a una zona de la ciudad a hacer fotos nocturnas. Así, en primer lugar nos dirigimos, que está bastante bien iluminada. Tiene la pega de que es muy difícil sacar fotos sin que salga gente o coches en movimiento, pero aun así las fotos que sacamos son muy bonitas. Tras hacer unas cuantas fotos a la Ópera, nos dirigimos hacia el Hofburg, donde hacemos unas fotos en Heldenplatz preciosas, aunque no todo lo bonitas que serían si no estuviera la plaza llena de casetas. Finalmente, decidimos dirigirnos hacia la cercana Maria Theresien Platz, donde se encuentran el Museo de Historia Natural y el Museo de Historia del Arte, dos museos gemelos que se encuentran uno enfrente del otro. Lamentablemente, la estatua de María Teresa está completamente tapada, y la mitad de la fachada de los dos museos también. Aun así, intentamos consolarnos pensando que podemos disfrutar de la mitad de la fachada de los dos museos. Finalmente, nos dirigimos andando hacia el hotel, a donde llegamos a las once y cuarto muy contentos por todo lo que hemos visto en el día de hoy.

Hofburg desde Heldenplatz.

Gastos del día.
El día de hoy ha sido de largo aquel en el que más hemos pagado de todo el viaje, debido a que gastamos más que otros días en visitar distintos monumentos, como la Biblioteca Nacional y la Cripta de los Capuchinos, y a que además compramos el Sisi Ticket. Así, los gastos por persona son los siguientes:

  • Comida: 36.15 €
  • Turismo: 35.50 €
  • Varios: 4.77 €
  • Total: 76.42 € por persona.

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