Por fin comienzan las vacaciones que tanto tiempo he estado esperando, en las que voy a conocer algunas de las ciudades más bonitas de Europa. Como el vuelo sale a las 7:50, pongo el despertador a las 5:40 de la mañana, y apenas cincuenta minutos después me encuentro en la terminal del aeropuerto de Loiu, de donde saldría puntualmente mi avión. Tengo que decir que no soy muy amigo de coger vuelos a primera hora de la mañana, los cuales implican que uno llega a media mañana a la ciudad de destino, pero no porque tenga que gastarme un día de vacaciones, sino porque a nada que haya un retraso debido a cualquier problema (técnico, meteorológico...) que provoque que se aterrice con varias horas de retraso se te puede fastidiar el itinerario, sobre todo si uno anda muy justo de tiempo para visitar una ciudad. En cambio, si uno tiene previsto llegar a una ciudad a las ocho de la noche no importa tanto que haya un retraso que te haga llegar a las once de la noche, ya que ese día no iba a dedicarse a hacer turismo, por lo que no te modifica tu itinerario. También es verdad que cogiendo un avión a última hora de la tarde pagas la habitación de hotel de esa noche únicamente para dormir, mientras que si no hay ningún retraso y llegas pronto a la ciudad, que es lo más normal, puedes estar más de medio día visitando la ciudad y aprovechando mucho mejor el viaje.
Así pues, para este viaje hago una excepción, y puede decirse que no me equivoco: tras viajar en uno de los aviones con más plazas libres que recuerdo, a las diez menos cinco llegamos al aeropuerto de Múnich. En Múnich observo con mucha pena que las predicciones meteorológicas se están cumpliendo: llueve bastante en Múnich. Según las predicciones, se supone que el día de hoy va a ser el peor de todos en cuanto a condiciones meteorológicas, puesto que se prevé que esté lloviendo todo el día. El resto de días en Múnich, aunque malos, se prevén algo mejores. Además, las previsiones para Salzburgo y Viena, no muy fiables porque quedan todavía varios días, no son muy halagüeñas. Aun así, intento animarme pensando que este día es "de regalo", ya que en principio íbamos a volar por la tarde y no íbamos a dedicar el día de hoy a hacer turismo. Además, intento engañarme pensando que quizás el campo de concentración de Dachau es mejor verlo con lluvia, para hacerme más a la idea de las duras condiciones en las que se vivió allí.
Así pues, con mis mayores ánimos nos dirigimos a la estación de tren, donde compramos por 20 € el Partner-Tageskarte, un billete que nos permitiría hacer en cualquier transporte cuantos viajes quisiéramos durante el día de hoy, incluyendo el viaje a Múnich desde el aeropuerto y el viaje en tren al campo de concentración de Dachau. Cumpliendo el horario previsto, cogemos el tren a las once menos cuarto, llegando a la Hauptbahnhof a las once y media. Afortunadamente, nuestro hotel se encuentra muy cerca de la estación, así que tras ubicarnos un poco y dar alguna que otra vuelta, llegamos diez minutos después al hotel, donde dejamos nuestras maletas y nos dirigimos al primer destino del día: el campo de concentración de Dachau.
Campo de concentración de Dachau: el sinsentido del ser humano.
Como he comentado, en un principio solo íbamos a estar dos días en Múnich, los cuales los íbamos a dedicar íntegramente a la ciudad. Al final, como íbamos a poder disfrutar del día extra de hoy, decidimos incluir en nuestro itinerario el campo de concentración de Dachau, ya que tenía muchas ganas de conocer un campo de concentración y me había quedado con la espina de no ver el campo de Sachsenhausen en Berlín.
Sorprendentemente también dentro de lo previsto, cogemos el tren a las doce y diez, llegando veinte minutos después a la estación de Dachau. Al menos en el trayecto un revisor nos pide el billete. Me alegro, porque aunque siempre pagamos por los billetes, me da mucha rabia comprobar que podría haber viajado gratis. Tras salir de la estación cogemos un autobús que en diez minutos nos deja en la entrada del campo de concentración de Dachau, a donde llegamos a la una menos diez. La entrada al campo de concentración es gratis, pero decidimos pagar 3.5 € cada uno por unas audio guías para poder enterarnos un poco de lo que íbamos a ver. Aunque es verdad que al principio no las usamos mucho y pensamos que hemos hecho el tonto cogiéndolas, en determinados momentos como durante la visita al crematorio o las cámaras de gas nos resultan muy útiles, dándonos información muy interesante sobre dichos lugares, por lo que no me arrepiento de haberlas cogido.
Como me esperaba, encuentro muy interesante la visita al campo de concentración de Dachau. Siempre había tenido ganas de ver uno, y el momento en el que cruzo la puerta de Dachau bajo el tristemente célebre
Arbeit Macht Frei no se me olvidará en la vida. La única pega que encuentro es la intensísima lluvia que por momentos cae sobre el campo de concentración hace que sea un poco desagradable de visitar, aunque gracias a esa lluvia uno toma conciencia de lo difícil que debía ser la vida en días como este, con lluvia y barro por doquier, en el campo de concentración.
Campo de concentración de Dachau.
El campo de concentración consta principalmente de una zona donde otrora se encontraban los barracones en los que se hacinaban quienes vivían ahí y donde ahora apenas queda uno en pie y la huella del resto de barracones. Esto permite que uno se haga una idea del tamaño del campo, pero personalmente me habría gustado ver el campo como era originalmente, con todos sus barracones. En un extremo del campo se encuentran las cámaras de gas y unos hornos crematorios que sin duda han sido lo que más me han impresionado del campo de concentración. Todo aquel horror que había visto en películas, que había leído en libros… lo tengo delante de mis ojos. Cuesta comprender cómo se pudo llegar a aquello. Finalmente, nos dirigimos hacia el museo que se encuentra cerca de la entrada, museo que encuentro interesantísimo, donde uno puede aprender de forma muy sencilla y amena la historia de los campos de concentración, el auge del nazismo y demás temas relacionados con dicha época. En un recinto del museo, este incluye una serie de fotos y vídeos que ponen los pelos de punta. Y es que, no me canso de repetirlo, todavía uno no alcanza a comprender cómo fue posible que alguien fuera capaz de cometer aquellas barbaridades.
Hornos crematorios.
A pesar de que me está resultado interesantísima la visita y de que me habría quedado mucho más tiempo viendo el museo y empapándome con toda la información que nos daban, empieza a ser la hora de comer y hay que pensar en qué hacer a la tarde. Así, apenas una hora y media después de entrar, salimos del campo de concentración y comemos en la parada del autobús un bocadillo que nos habíamos traído de casa. Nada más acabar el bocadillo pasa el autobús que nos va a llevar a la estación de Dachau, donde cogemos el tren sin esperar apenas nada, lo que se agradece con el tiempo que hace. Es posible que para muchos hayamos hecho una visita muy rápida y poco profunda al campo de concentración. Seguramente quizá me habría quedado más tiempo, pero habría sido únicamente en el museo, donde no haría sino leer información que puedo buscar y leer tranquilamente en mi casa, ya que considero que el tiempo empleado en la visita al campo en sí, donde se encuentran los barracones y los hornos crematorios, ha sido adecuado, sobre todo teniendo en cuenta las condiciones meteorológicas.
Cambio de planes: la Residenz, un palacio impresionante.
Durante el viaje de vuelta en tren decidimos qué hacer durante la tarde. El plan inicial era ver el campo de concentración y Olympiapark, los dos lugares que, por así decirlo, menos ilusión nos hacía ver, ya que como he comentado, en caso de que hubiera algún retraso en el vuelo, nos iba a afectar únicamente a la planificación de los lugares que menos nos importaba. Sin embargo, durante la visita del campo de concentración nos ha diluviado, y no parece que durante la tarde vaya a mejorar, y pensamos que no podemos visitar Olympiark con tanta lluvia. Así, decidimos cambiar el itinerario y ver la Residenz, un palacio que se encuentra en el centro de Múnich y que es uno de los lugares turísticos más importantes de la ciudad, ya que consideramos que con dicho tiempo lo mejor que podemos hacer es visitar el interior de algún lugar, y ya que parte de la belleza de Nymphenburg, el otro palacio de la ciudad, radica en sus jardines, nos decidimos por la Residenz, cuya belleza se encuentra única y exclusivamente en el interior, donde podríamos resguardarnos durante más de una hora de la lluvia.
A las tres y cuarto nos bajamos en la parada de
Marienplatz y al salir nos encontramos con el otro gran reclamo turístico de Múnich: su
ayuntamiento. Al instante quedamos maravillados. Incluso con este tiempo nos parece espectacular. El precioso edificio neogótico se alza frente a nosotros, y no paramos de decir: "qué bonito, qué bonito". No sabría decir si su fachada está sucia o es el color natural de la piedra, pero aun así me parece precioso, y no me atrevo a decir si me parecería aun más bonito si estuviera completamente limpio y blanco. La única pega es que Marienplatz está en obras y es un poco complicado hacer fotos sin que se vean vallas. Tras la experiencia en Berlín y lo poco que vi en Fráncfort, parece que Alemania está de obras este año...
Ayuntamiento de Múnich.
Tras unas pocas fotos del ayuntamiento, nos dirigimos hacia la Residenz, a donde llegamos en cinco minutos. Cómo no, la fachada de la Residenz está completamente cubierta por una tela con la foto de la fachada del edificio. Intento consolarme pensando que tampoco es que la fachada fuera muy espectacular, así que no me pierdo gran cosa. Al menos, el Teatro Nacional, que se encuentra al lado de la Residenz, no está en obras y podemos admirarlo. El precio de la entrada completa a la Residenz no me parece excesivamente caro. Y es que la Residenz consta de tres partes completamente distintas. Por un lado se encuentran las habitaciones de la Residenz, cuya visita cuesta 7 €; por otro lado, el tesoro, cuya visita cuesta otros 7 €, y finalmente, el teatro de Cuvilliés, que debe su nombre al gran arquitecto rococó, que cuesta 3.5 €, existiendo un ticket conjunto válido para las tres zonas por 13 €. Afortunadamente, existe una tarjeta que por 40 € por pareja nos ofrece grandes descuentos, tarjeta que compramos en la propia Residenz: el 14-Days-Ticket, una tarjeta que durante catorce días nos permite entrar en numerosos castillos y palacios de todo Baviera. Con el ticket que hemos comprado podemos acceder a las tres zonas de la Residenz, pero como solo nos interesaban las habitaciones de la Residenz y el teatro de Cuvilliés, podemos decir que ya hemos amortizado 10.5 € de los 20 € que nos ha costado a cada uno el ticket: hemos hecho una buena compra.
Al entrar en la Residenz, minutos después de las tres y media, nos advierten de que la visita de todo el conjunto puede durar tres horas, por lo que tendremos que ver parte del palacio al día siguiente. Como suponemos, la Residenz nos encanta, impresionándonos sobre todo el Antiquarium, su sala más famosa e importante, y prácticamente la primera que vemos. Pero la Residenz no es solo en Antiquarium, sino que tiene otras muchas habitaciones espectaculares donde, por cierto, se agradece la posibilidad de hacer fotos. Como no somos muy amigos de las audio guías, gratuitas por cierto, vamos recorriendo el palacio sin prestar demasiada atención a lo que nos cuentan, admirando únicamente las habitaciones sin centrarnos en su historia. Este es el motivo por el que apenas una hora después de entrar, que se dice pronto, finalizamos la visita a las habitaciones de la Residenz, con un impresionante buen sabor de boca y con la sensación de haber visto el que seguramente sea, junto con el ayuntamiento, el lugar más espectacular de la ciudad.
Residenz. Antiquarium.
Como son las cuatro y media pasadas y la última entrada a cualquiera de las tres zonas de la Residenz es a las cinco, decidimos dejar para otro día la sala del tesoro, lo que menos ganas teníamos, y dirigirnos hacia el cercano teatro de Cuvilliés, una de las joyas del rococó. Entramos y la verdad es que sufro una pequeña decepción. El teatro es muy bonito, pero me lo esperaba mucho más decorado y recargado. Pensaba que iba a gustarme más que las propias habitaciones de la Residenz, y resulta que ha sido al revés. Desde luego, el precio de 3.5 € me parece demasiado por ver el teatro, en donde no estamos poco más de diez minutos. Aun así, me parece muy recomendable, ya que a pesar de no estar tan decorado como pensaba, sí que tiene algunos rincones bastante bonitos. Quizá el problema ha sido que me esperaba algo que me fuera a deslumbrar y resulta que únicamente me ha gustado, pero sin impersionarme.
Toma de contacto con el centro de Múnich.
Tras verlo unos pocos minutos, a las cinco de la tarde nos encontramos en la calle. Como todavía es un poco pronto para volver al hotel decidimos dirigirnos hacia la cercana Odeonsplatz, donde se encuentra la conocidísima Theatinerkirche, la iglesia de los Teatinos, o de San Cayetano, una iglesia que estaba seguro de que me iba a gustar. No obstante, cuando llegamos a Odeonsplatz es otra cosa lo que atrae nuestra atención: el impresionante Feldherrnhalle, que se encuentra a penas unos metros de la iglesia y que nos llama mucho la atención porque esperábamos que fuera bastante más pequeño, y lo encontramos espectacular. En cuanto a la iglesia, tenemos sensaciones encontradas: mientras a mí me parece bastante bonita con sus dos torres y ese color amarillo tan característico, a mi novia no le atrae demasiado. Entramos en la iglesia para conocer su interior, pero salimos casi en el acto al ver que están celebrando una misa. Esos instantes en la iglesia me sirven para descubrir que también es muy bonita por dentro, recordándome, salvando las distancias, a la iglesia de San Pedro y San Pablo de Vilna, puesto que su interior es completamente blanco.
Tras salir de la iglesia con muy buen sabor de boca, decidimos finalizar la tarde con una visita al cercano
Hofgarten, una de cuyas entradas se encuentra en Odeonsplatz. Es un jardín bonito, tampoco espectacular, en cuyo centro se encuentra el templo de Diana, y desde donde se tiene una vista muy bonita de Theatinerkirche. Me quedo un poco apenado porque me da la sensación de que en un día soleado este jardín seguramente sería uno de mis lugares favoritos de Múnich, mientras que ahora tengo que conformarme con verlo bajo la sombra de un paraguas. Al menos, la compañía hace que sea más llevadero el mal tiempo.
Theatinerkirche desde el Hofgarten.
Tras volver a pasar por Marienplatz y recorrer Neuhauser Straße hasta llegar casi a Karlstor, una de las entradas de la ciudad antigua, a las seis menos diez bajamos a la estación de metro para dirigirnos al hotel, a donde llegamos minutos antes de las seis y cuarto, tras dar una serie de vueltas por los subterráneos de la estación. De camino al hotel nos damos cuenta de que este se encuentra en una zona llena de restaurantes turcos y similares, con una gran cantidad de inmigrantes, además de las típicas personas que se agolpan generalmente en los alrededores de las estaciones de trenes de las grandes ciudades. Aun así, en ningún momento nos sentimos inseguros, y pensamos que para lo que ha costado el hotel, su ubicación, a quince minutos de Marienplatz, es más que aceptable. Además, como se ve en la siguiente foto, las habitaciones del hotel eran bastante grandes, similares a las del Mercure de Budapest.
Habitación del hotel de Múnich.
Cena y primeras fotos nocturnas.
Tras casi dos horas de descanso, a las ocho de la tarde salimos del hotel para ir a cenar. Tras el viaje de Berlín regresamos bastante cansados de las vacaciones, costándonos mucho levantarnos cada día. Esto se debía a que salíamos muy tarde a cenar y regresábamos muy tarde al hotel. Así, para este viaje decidimos salir pronto a cenar y hacer las fotos nocturnas lo antes posible, aprovechando que en Alemania anochece antes, con el objetivo de intentar estar en el hotel antes de las once la mayor parte de los días. Como apenas habíamos recorrido el casco antiguo durante el día, no sabemos dónde puede haber restaurantes y no queremos perder mucho tiempo buscándolos, por lo que vamos a tiro hecho: el Hard Rock Café, que se encuentra a unos pocos minutos del ayuntamiento, enfrente de la famosísima Hofbräuhaus am Platzl. A alguno le parecerá un pecado entrar en un restaurante americano en pleno corazón de Múnich, pero en ese momento suponíamos, con acierto, que tendríamos numerosas oportunidades para probar la gastronomía bávara, por lo que no pasaría nada por iniciar nuestras vacaciones con una hamburguesa americana que sabíamos que nos iba a gustar. Tras pedir lo de siempre, dos hamburguesas y unos nachos, nos llevamos una agradable sorpresa al comprobar que nos íbamos a ahorrar 16.20 € debido a que los descuentos de la tarjeta de cliente que tenemos finalizan al día siguiente, algo que nos pilla de sorpresa.
Tras salir del Hard Rock con la alegría de habernos ahorrado más de quince euros, nos dirigimos a hacer unas pocas fotos nocturnas. Como imaginamos, Múnich no es una ciudad que destaque por tener unos edificios muy iluminados de noche, por lo que no nos volvemos muy locos y apenas hacemos fotos a la Hofbräuhaus, aprovechando que se encuentra enfrente del Hard Rock, y del ayuntamiento, que a pesar de no estar muy iluminado, nos continúa pareciendo impresionante. Agradecemos además que desde que hemos salido del hotel no haya llovido apenas. Finalmente, cogemos el metro y nos dirigimos al hotel, a donde llegamos a las once menos cuarto, habiendo cumplido nuestros planes de llegar pronto a la habitación.
Ayuntamiento de Múnich de noche.
Nos vamos muy contentos con lo que hemos visto, a pesar del tiempo que parece que se ha empeñado en fastidiarnos. Así, en el día de hoy hemos visto el campo de concentración de Dachau, uno de los más famosos del mundo y el primero que vemos en nuestra vida, además de la Residenz de Múnich, uno de los lugares más impresionantes de las tres ciudades que vamos a conocer. Además, hemos podido dar un pequeño paseo por los alrededores del Marienplatz, viendo, cómo no, su famoso ayuntamiento y distintos lugares como Odeonsplatz, haciendo boca para los que nos espera al día siguiente: el centro histórico de Múnich.
Gastos del día.
El primer día de nuestro viaje ha tenido unos gastos similares resto de días, rondando los 50 € por persona, ya que a pesar de haber tenido que comprar un billete diario para el metro y la tarjeta que nos iba a permitir ver numerosos castillos y palacios, únicamente hemos hecho una comida, la cena, que nos ha salido bastante más barato de lo esperado gracias a la grata sorpresa final del descuento del Hard Rock. Así pues, los gastos por persona en el día de hoy han sido los siguientes:
- Turismo: 23.50 €
- Comida: 15.68 €
- Transporte: 10.00 €
- Varios: 0.70 €
- Total: 49.88 €