Comienza nuestro primer día en Moscú, así que ponemos el despertador a las ocho de la mañana, y a las nueve menos diez ya estamos en la calle. En el cielo apenas se vislumbra nube alguna, por lo que se puede decir que de momento el tiempo nos acompaña, siendo mejor de lo esperado en un principio.
Primer paseo por la Plaza Roja.
Nuestro primer objetivo del día es cambiar euros por rublos, algo que no conseguimos hasta pasadas las nueve y media de la mañana. Mientras buscamos una casa de cambio llegamos, minutos antes de las nueve y cuarto, a la Plaza Roja, que contemplamos sin apenas turistas. La verdad es que es una gozada contemplar la Plaza Roja sin turistas y sin ninguna nube en el cielo. Pasear por la Plaza Roja, con buen tiempo y sin turistas, ha sido desde luego el momento más emocionante del viaje y uno de los más bonitos de mi vida como turista.
Plaza Roja, con el museo de Historia al fondo y el mausoleo de Lenin junto con las murallas del Kremlin a la izquierda.
Tras las fotos de rigor con la catedral de San Basilio y el museo de Historia, continuamos en nuestra búsqueda de una casa de cambio. Al final, sobre las nueve y media de la mañana conseguimos cambiar dinero con una conversión de 38.70 rublos por cada euro.
Jardines de Alejandro, a la entrada del Kremlin, completamente nevados, a pesar del buen tiempo que hacía.
Kremlin: un museo curioso y unas iglesias únicas.
Tras desayunar en una cafetería en la calle Tverskaya, nos dirigimos al Kremlin, con el objetivo de conocer este archiconocido lugar de Moscú. Tras pagar la desorbitante cantidad de 1050 rublos, 700 rublos por la Armería y 350 por las iglesias-museo del Kremlin, después de haber pagado 40 rublos por guardar la mochila en consigna, entramos en el Kremlin. Iniciamos nuestra visita en la Armería, un museo donde podemos contemplar parte de la riqueza acumulada por los zares, destacando los huevos de Fabergé. Además, se puede contemplar una sala con vestidos típicos de los zares que personalmente no me llaman mucho, y que me recuerdan a los que vimos en el palacio de Topkapi, y una sala llena de carrozas antiguas que impresionan por su belleza. La verdad es que las carrozas eran espectaculares, de lo mejor que he visto en Moscú. En la Armería pasamos más de una hora, ya que seguimos con atención las explicaciones en castellano de la audioguía, algo sorprendente en mí, ya que no lo suelo hacer.
Gran Palacio del Kremlin.
Minutos después de las doce salimos de la Armería y nos dirigimos hacia la Plaza de la Catedral, para ver las distintas iglesias-museos que hay. Así, entramos entre otras en la catedral de la Asunción, la catedral de la Anunciación o el campanario de Iván el Grande. Además, vemos la campana del zar y el cañón del zar, que son, respectivamente, la campana y el cañón más grandes del mundo. Todo ello sin ninguna nube en el cielo, lo cual es muy de agradecer.
Catedral de la Asunción y catedral de la Anunciación.
Dentro de las iglesias nos parece muy curioso que no se vean bancos para que se sienten los fieles, pero parece ser que así son la mayoría de iglesias ortodoxas. Por otra parte, las iglesias son más pequeñas que las que nos tienen acostumbradas las ciudades europeas. Aun así, las encontramos excesivamente bonitas, ya que se ve que están muy bien cuidadas: por fuera están muy limpias, difícil con esas paredes tan blancas, y con los bulbos muy relucientes, mientras que por dentro los frescos parecen recién pintados. Así, esta zona ha sido sin duda uno de los lugares que más me han gustado de Moscú.
Cañón del zar, el cañón más grande del mundo.
Finalmente, a las dos de la tarde salimos del Kremlin en busca de un sitio para comer. Nuestra primera opción es un restaurante de la cadena My My que se encuentra cerca del edificio de la KGB. Había leído que era una cadena de restaurantes relativamente barata donde podías comer bien y, donde realizabas un circuito señalando los primeros platos, segundos platos y el postre que querías, por lo que al menos sabías qué ibas a comer.
Edificio de la KGB, hoy sede del FSB, Servicio Federal de Seguridad.
Tras pasar un rato buscándolo, por fin lo encontramos y comemos ahí. Comemos bastante bien, lo suficiente para reponer fuerzas, y todo por apenas 12 €, lo que está muy bien. Tras comer y reposar un rato, salimos minutos antes de las cuatro en dirección a la Plaza Roja, con el objetivo de ver por dentro la catedral de San Basilio, que cierra a las cinco. Como tenemos mucho tiempo, vamos tranquilos e incluso hacemos sesión de fotos en la Plaza Roja. Sin embargo, cuando llegamos a la catedral de San Basilio, a las cuatro y media, vemos que las entradas se venden hasta cuarenta y cinco minutos antes del cierre, por lo que no podemos entrar ese día. Un pequeño error de planificación que nos obliga a improvisar. Al menos, y como se puede ver, el día nos ha ido acompañando y apenas hemos visto nube alguna en el cielo.
Catedral de San Basilio.
Al no poder ver la catedral de San Basilio decidimos recorrer los alrededores de la Plaza Roja. Así, recorremos la calle Varvarka observando sus iglesias y buscamos sin éxito la iglesia de la Trinidad de Nikitniki, ya que la calle en la que se supone que debería estar estaba cortada a los peatones debido a que había algún edifico policial o ministerial. La verdad es que esa zona de los alrededores de la Plaza Roja, al igual que otros barrios de Moscú, no me ha llamado en absoluto.
Así pues, tras conocer los alrededores de la Plaza Roja decidimos finalizar el día con una visita a los almacenes GUM, que ocupan uno de los lados de la Plaza Roja, y que son el símbolo de la entrada del capitalismo en Rusia. No deja de ser curioso que, en plena Plaza Roja, antiguo bastión del comunismo, haya unos almacenes de lujo que sean la propia esencia del capitalismo.
Exterior de los almacenes GUM.
La verdad es que los almacenes por dentro son muy bonitos, con sus calles, fuentes, árboles... y merece la pena pasear un rato por ellos. Creo que hicimos bien al dejarlo para el final del día, cuando menos luz hay, ya que los puedes ver igual de bien a última hora del día, mientras que otras cosas no. Tras pasear un rato por los almacenes, damos por finalizado el primer día en Moscú y nos dirigimos hacia el hostal a descansar un rato, a donde llegamos a las cinco y media.
Interior de los almacenes GUM.
Cena y última sesión de fotos
Al llegar al hostal echamos una siesta de dos horas, despertándonos sobre las ocho de la tarde. Y es que tenemos mucho cansancio acumulado del día anterior: habíamos estado muchas horas despiertos, y tras dormir apenas siete horas habíamos andado sin parar durante horas. Así, tras cenar en un restaurante que se encuentra cerca del hostal, y que encontramos igual de barato que el My My, nos dirigimos hacia la Plaza Roja, a donde llegamos a las diez y veinte, para hacer la primera sesión de fotos nocturnas. Como habíamos supuesto, la Plaza Roja de noche es preciosa, con la catedral de San Basilio iluminada coronándola. Así pues, la sesión de fotos no se hace esperar. Tras más de media hora haciendo fotos, minutos antes de las once nos dirigimos hacia el hostal, a donde llegamos a las once y cuarto. El primer día de visita en Moscú ha terminado.
Plaza Roja de noche, con la Torre del Salvador a la derecha.
Gastos del día
El día de hoy apenas ha tenido de excepcional la vista al Kremlin, que ha sido excesivamente cara para mi gusto, 1050 rublos, o lo que es lo mismo, casi 30 €. Aparte de eso, los únicos gastos del día han sido prácticamente en las comidas, constatando que la ciudad es más barata de lo que pensábamos, pues comida y cena nos ha salido por 12 € cada una a cada uno de nosotros.
- Visita Kremlin: 1090 rublos
- Comida: 1086.83 rublos
- Varios: 16.67 rublos
- Total: 2193.50 rublos, 56.68 € al cambio de ese día.
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