Como he comentado previamente, Berlín nunca había sido una ciudad a la que tuviera un deseo especial de conocer. Obviamente, más tarde o más temprano la habría conocido, pero esperaba conocerla más tarde, ya que no ocupaba un lugar primordial en mi lista de prioridades turísticas. Así, cuando nos decidimos por esta ciudad para realizar este viaje, al principio cogí la ciudad con un poco de excepticismo, pues no sabía si me iba a gustar tanto como otras ciudades a las que tenía más ganas de visitar.
Sin embargo, según iba preparando el viaje me iban entrando cada vez más ganas de conocer la ciudad, fascionado por todo lo que iba leyendo sobre ella así como por la cantidad de opiniones positivas que oía sobre ella de quienes la habían visitado.
Berlín: una ciudad que me ha encantado.
Y tengo que decir que las expectativas se han cumplido. Berlín me ha encantado. A diferencia de otras ciudades, Berlín no es una ciudad con unos monumentos impresionantes o con antiguas iglesias y catedrales, sino que es una ciudad que te atrapa con esa mezcla de modernidad y recuerdo constante al pasado reciente, ya que gran parte de la ciudad ha sido reconstruida tras la Segunda Guerra Mundial y en numerosos sitios se respira ese recuerdo perenne de lo que significaron los nazis y los comunistas en esta ciudad, algo que me ha encantado.
El primer día de Berlín fue uno de los días en los que más he disfrutado haciendo turismo en los últimos viajes. No sé si sería por el magnífico tiempo que hacía, por la maravillosa compañía o por las ganas que tenía de conocer esa ciudad, que absolutamente todo lo que vi durante esa mañana me cautivó, a pesar de la cantidad de obras que había en Unter den Linden y sus alrededores. Llegar a la Pariser Platz y ver la puerta de Brandeburgo, el típico monumento que conoces de pequeño, me hizo darme cuenta que efectivamente estaba en Berlín. La plaza de Gendarmermark era, como esperaba y como me habían contado, muy bonita, y cuando pisé Bebelplatz me di cuenta que estaba pisando un lugar que ha sido testigo directo de la Historia.
Eso me ha pasado muchas veces en Berlín, estar dando un paseo por la historia del siglo XX. Lugares como el Checkpoint Charlie, más turístico que recordatorio, la Topografía del Terror, o el muro de Berlín hacen que uno retroceda en el tiempo y reflexione sobre los tristes acontecimientos que asolaron el siglo XX, sobre el sinsentido del nazismo o de la división de una ciudad durante casi treinta años.
Así, ver partes del muro de Berlín y tocarlo te hace ver que estás en un lugar especial, que estás tocando un símbolo que afortunadamente cayó y que separó a familiares y amigos durante años, un símbolo del que has oído hablar desde pequeño. Y lo tienes enfrente. Y en poco tiempo te encuentras con el memorial del Holocausto, recordando el sinsentido de los nazis. Y, si te fijas por dónde andas, ves baldosas que recuerdan el trazado del muro de Berlín o baldosas amarillas que recuerdan a los judíos asesinados por los nazis, diciendo dónde vivieron o dónde trabajaron. Ese recuerdo al pasado me ha cautivado.
Pero Berlín no solo me ha gustado por ese recuerdo constante a la Historia, sino que también ha habido edicios que me han encantado. El que más, sin duda, su catedral, que me ha parecido realmente bonita por fuera. Por dentro es bonita, pero me ha parecido un poco pequeña, mientras que por fuera me ha parecido espectacular, y creo que puedo decir que ha sido lo que más me ha gustado de Berlín, al menos arquitectónciamente hablando. También me ha gustado mucho el Reichstag, con esa cúpula moderna de Norman Foster que le da, desde mi punto de vista, un aspecto futurista. La única pega que le encuentro a la ciudad era lo mal iluminada que estaba de noche, lo que me ha impedido hacer fotos del Reichstag o de la catedral, no así de Potsdamer Platz, que con sus modernísimos edificios me ha encantado, en especial la Bahntower y la joya de la corona, el Sony Center, que de noche, iluminada, es preciosa.
En cuanto a museos, he hecho una excepción conociendo el museo de Pérgamo y estoy absolutamente contento de la decisión. Museos como esos hay muy pocos en el mundo, y tener enfrente de ti el altar de Pérgamo, la puerta del mercado de Mileto o la puerta de Ishtar ha sido una experiencia única.
Potsdam: Bonita pero me esperaba más.
La visita a Potsdam estaba marcada en el calendario como uno de los días importantes del viaje, ya que esperaba que la ciudad me gustara mucho y que lo disfrutara más que alguno de los días que íbamos a dedicar a Berlín. Sin embargo, me llevé una ligera decepción con la ciudad. Decir que no me gustó Potsdam seria mentir. Me pareció muy bonita y volvería a ir, aunque únicamente en días de verano, ya que lloviendo no creo que merezca mucho la pena. Pero me esperaba más. No sé si fue porque el día no fue todo lo soleado que esperábamos (quizás nos malacostumbramos y a nada que aparecían unas pocas nubes ya nos parecía que hacía mal tiempo), a que perdimos mucho tiempo andando por los jardines al no haber sabido que podíamos dejar las bicicletas en zonas más cercanas, o a la decepción que me supuso pagar doce euros para quince míseros minutos de visita, que me dejó un poco frío.
Los jardines me parecieron bonitos, pero no tanto como esperaba. De hecho, hubo zonas que me parecieron más un parque normal que unos jardines dignos de ser visitados. Con muchísima diferencia, me gustaron mucho más los jardines del palacio de Charlottenburg que vi el día siguiente. De hecho, la visita al palacio de Charlottenburg me alegró, porque salí un poco preocupado pensando que en mi próximo viaje a Viena me decepcionaran lso palacios y sus jardines, hay que ver unos cuantos en Viena, pero tras visitar Charlottenburg me quité esa idea de la cabeza.
Por otra parte, los palacios sí me gustaron. El Schloss Sanssouci es bastante bonito por dentro; simplemente se me hizo muy corta la visita, sobre todo tras haber visto el palacio Real de Bruselas gratis el año pasado o tras la deliciosa visita guiada que hice en el palacio Dolmabahce de Estabul. Me quedé con pena de ver el Neues Palais, que por fuera me gustó bastante, tal y como esperaba.
Por último, la ciudad de Potsdam me gustó, y creo que merece la pena hacer una visita. Es verdad que me llevé una decepción al ver la iglesia de san Nicolás, seguramente debido a las obras, y que el barrio holandés me pareció pequeñito, aunque eso sí, muy bonito, pero aun así me aprece que merece la pena la visita a la ciudad, sobre todo tras la visita a la pequeña colonia de Alexandrowka o a la cita con la Historia en el Schloss Cecilienhof, uno de los momentos más emocionantes de todo viaje.
Campo de concentración de Sachsenhausen: nuestro talón de Aquiles.
Quizá me he quedado con algo de pena de no ver el campo de concentración de Sachsenhausen. Seguramente habría sido una buena idea haberlo visto la mañana del último día. Haciendo eso, habríamos hecho un viaje muy completo a Berlín, dedicando tres días completos a Berlín, un día completo a Potsdam y una mañana al campo de concentración. Sin embargo, habríamos hecho el viaje que todos querían que hiciéramos. Y es que tampoco es que tuviera muchas ganas de ver el campo de concentración, algo raro en mí, ya que siempre he tenido ganas de ver uno, pero seguramente como nunca había oído hablar de él, al menos no tanto como el de Auschwitz, que espero conocer algún día, Dachau, que igual conozco este año, o Mathausen, tampoco me importó demasiado no verlo.
Además, seguramente tuvo mucha influencia que en un principio no contábamos con ver el campo ya que no teníamos tiempo, y al final nos encontramos con la última mañana "de regalo" debido a la quiebra de Spanair. Quizá si desde un primer momento hubiéramos sabido que dispondríamos de dicha mañana habríamos estado más mentalizados de verlo. A decir verdad, quizá ahora me arrepiento un poco de no haber visto dicho campo de concentración, aunque me consuela que fue precioso volver a ver por última vez aquellos lugares de Berlín que más me habían gustado, como el Reichstag o la puerta de Brandeburgo. Seguramente, si veo este año el campo de concentración de Dachau se me quitará esa espinita. Y si no, ya se me quitará el año que vaya a Polonia y conozca Auschwitz.
Gastos.
Como he ido desgrananado en las anteriores entradas, el viaje no me ha resultado caro para el tiempo que hemos estado, sobre todo si lo comparo con el viaje a Moscú. Es verdad que podría haberme ahorrado entre cincuenta y setenta y cinco euros de haber estado más hábil con el vuelo, pero lo he compensado con las noches de hotel que me han salido bastante baratas, ya que he pagado tanto por este hotel como lo que pagué por el hostal de Moscú. En comida no hemos gastado demasiado, un poco menos de 180 € cada uno, lo que para cinco desayunos, comidas y cenas, una de ellas en el aeropuerto, no está nada mal. En turismo, entre la tarjeta de descuento, la subida a la torre de televisión, la entrada a la catedral y la entrada al Schloss Sansouci gastamos 61 € cada uno, lo que sumado a los dos días que cogimos bicicleta, la cuenta gastada en actividades turístas asciende a 77.5 € por persona, bastante más de lo que me gasté en Moscú, pero del orden de lo que me imaginaba en esta ciudad.
Desde luego, la tarjeta turística nos ha salido a cuenta, ya que debido a que cogimos varias veces el metro, el sábado y el lunes tendríamos que haber cogido un bono diario de 6.3 € y el domingo uno de 6.8 €, lo que asciende a 19.4 € en transporte. Si a eso le sumamos los 13 € que ahorramos en el museo de Pérgamo, los tres euros que ahorramos en la catedral y en la torre de televisión y los dos euros en las bicicletas de Potsdam, todo ello asciende a 40.4 €, es decir, nos ahorramos 4.4 € y encima no esperamos cola en el museo de Pérgamo. Y eso sin contar los diez euros que ahorramos en el Museo Nuevo, aunque es verdad que sin tarjeta no habríamos entrado. Alguno podrá decirme que podría haberme colado en el metro tranquilamente, por lo que no me ha salido a cuenta la tarjeta. Pero bueno, eso entra dentro de la conciencia de cada uno. Siendo legales, la tarjeta nos ha salido a cuenta.
A continuación resumo brevemente los gastos del viaje:
Conclusión.
En definitiva, aunque es una ciudad de la que no esperaba mucho en un principio, ha acabado encantándome, aunque reconozco que espero mucho más del viaje de septiembre, quizá porque me gustan otro tipo de ciudades, que basen más su atractivo en edificios más históricos y antiguos. Pero como he dicho, Berlín me ha maravillado, no solo por la belleza de sus edificios, que se encuentra, por ejemplo, en Unter den Linden, la catedral o el Reichstag, sino sobre todo por ese aura que tiene de Historia, por ese recuerdo constante del siglo XX, del nazismo y de la ciudad dividida en dos zonas antagónicas. Como he dicho, paseando por Berlín recorría lugares que han sido testigos de algunos de los hechos más importantes del siglo XX y que me hacían transportarme fácilmente a esas épocas. Para una persona que le guste la historia, Berlín es una ciudad obligatoria de visitar.
Además, creo que hemos hecho una visita muy completa de la ciudad. Salvo el campo de Sachsenhausen, hemos visto la cercana ciudad de Potsdam, hemos entrado en museos, iglesias y palacios, hemos prestado atención a las informaciones sobre la historia reciente en lugares como la Topografía del Terror... En resumen, estoy muy contento del viaje que hemos hecho, y ahora no puedo hacer otra cosa sino esperar al siguiente destino.
Sin embargo, según iba preparando el viaje me iban entrando cada vez más ganas de conocer la ciudad, fascionado por todo lo que iba leyendo sobre ella así como por la cantidad de opiniones positivas que oía sobre ella de quienes la habían visitado.
Berlín: una ciudad que me ha encantado.
Y tengo que decir que las expectativas se han cumplido. Berlín me ha encantado. A diferencia de otras ciudades, Berlín no es una ciudad con unos monumentos impresionantes o con antiguas iglesias y catedrales, sino que es una ciudad que te atrapa con esa mezcla de modernidad y recuerdo constante al pasado reciente, ya que gran parte de la ciudad ha sido reconstruida tras la Segunda Guerra Mundial y en numerosos sitios se respira ese recuerdo perenne de lo que significaron los nazis y los comunistas en esta ciudad, algo que me ha encantado.
El primer día de Berlín fue uno de los días en los que más he disfrutado haciendo turismo en los últimos viajes. No sé si sería por el magnífico tiempo que hacía, por la maravillosa compañía o por las ganas que tenía de conocer esa ciudad, que absolutamente todo lo que vi durante esa mañana me cautivó, a pesar de la cantidad de obras que había en Unter den Linden y sus alrededores. Llegar a la Pariser Platz y ver la puerta de Brandeburgo, el típico monumento que conoces de pequeño, me hizo darme cuenta que efectivamente estaba en Berlín. La plaza de Gendarmermark era, como esperaba y como me habían contado, muy bonita, y cuando pisé Bebelplatz me di cuenta que estaba pisando un lugar que ha sido testigo directo de la Historia.
Eso me ha pasado muchas veces en Berlín, estar dando un paseo por la historia del siglo XX. Lugares como el Checkpoint Charlie, más turístico que recordatorio, la Topografía del Terror, o el muro de Berlín hacen que uno retroceda en el tiempo y reflexione sobre los tristes acontecimientos que asolaron el siglo XX, sobre el sinsentido del nazismo o de la división de una ciudad durante casi treinta años.
Así, ver partes del muro de Berlín y tocarlo te hace ver que estás en un lugar especial, que estás tocando un símbolo que afortunadamente cayó y que separó a familiares y amigos durante años, un símbolo del que has oído hablar desde pequeño. Y lo tienes enfrente. Y en poco tiempo te encuentras con el memorial del Holocausto, recordando el sinsentido de los nazis. Y, si te fijas por dónde andas, ves baldosas que recuerdan el trazado del muro de Berlín o baldosas amarillas que recuerdan a los judíos asesinados por los nazis, diciendo dónde vivieron o dónde trabajaron. Ese recuerdo al pasado me ha cautivado.
Baldosas conmemorativas cercanas al Checkpoint Charlie.
Pero Berlín no solo me ha gustado por ese recuerdo constante a la Historia, sino que también ha habido edicios que me han encantado. El que más, sin duda, su catedral, que me ha parecido realmente bonita por fuera. Por dentro es bonita, pero me ha parecido un poco pequeña, mientras que por fuera me ha parecido espectacular, y creo que puedo decir que ha sido lo que más me ha gustado de Berlín, al menos arquitectónciamente hablando. También me ha gustado mucho el Reichstag, con esa cúpula moderna de Norman Foster que le da, desde mi punto de vista, un aspecto futurista. La única pega que le encuentro a la ciudad era lo mal iluminada que estaba de noche, lo que me ha impedido hacer fotos del Reichstag o de la catedral, no así de Potsdamer Platz, que con sus modernísimos edificios me ha encantado, en especial la Bahntower y la joya de la corona, el Sony Center, que de noche, iluminada, es preciosa.
Potsdam: Bonita pero me esperaba más.
La visita a Potsdam estaba marcada en el calendario como uno de los días importantes del viaje, ya que esperaba que la ciudad me gustara mucho y que lo disfrutara más que alguno de los días que íbamos a dedicar a Berlín. Sin embargo, me llevé una ligera decepción con la ciudad. Decir que no me gustó Potsdam seria mentir. Me pareció muy bonita y volvería a ir, aunque únicamente en días de verano, ya que lloviendo no creo que merezca mucho la pena. Pero me esperaba más. No sé si fue porque el día no fue todo lo soleado que esperábamos (quizás nos malacostumbramos y a nada que aparecían unas pocas nubes ya nos parecía que hacía mal tiempo), a que perdimos mucho tiempo andando por los jardines al no haber sabido que podíamos dejar las bicicletas en zonas más cercanas, o a la decepción que me supuso pagar doce euros para quince míseros minutos de visita, que me dejó un poco frío.
Los jardines me parecieron bonitos, pero no tanto como esperaba. De hecho, hubo zonas que me parecieron más un parque normal que unos jardines dignos de ser visitados. Con muchísima diferencia, me gustaron mucho más los jardines del palacio de Charlottenburg que vi el día siguiente. De hecho, la visita al palacio de Charlottenburg me alegró, porque salí un poco preocupado pensando que en mi próximo viaje a Viena me decepcionaran lso palacios y sus jardines, hay que ver unos cuantos en Viena, pero tras visitar Charlottenburg me quité esa idea de la cabeza.
Por otra parte, los palacios sí me gustaron. El Schloss Sanssouci es bastante bonito por dentro; simplemente se me hizo muy corta la visita, sobre todo tras haber visto el palacio Real de Bruselas gratis el año pasado o tras la deliciosa visita guiada que hice en el palacio Dolmabahce de Estabul. Me quedé con pena de ver el Neues Palais, que por fuera me gustó bastante, tal y como esperaba.
Schloss Sansoucci.
Por último, la ciudad de Potsdam me gustó, y creo que merece la pena hacer una visita. Es verdad que me llevé una decepción al ver la iglesia de san Nicolás, seguramente debido a las obras, y que el barrio holandés me pareció pequeñito, aunque eso sí, muy bonito, pero aun así me aprece que merece la pena la visita a la ciudad, sobre todo tras la visita a la pequeña colonia de Alexandrowka o a la cita con la Historia en el Schloss Cecilienhof, uno de los momentos más emocionantes de todo viaje.
Campo de concentración de Sachsenhausen: nuestro talón de Aquiles.
Quizá me he quedado con algo de pena de no ver el campo de concentración de Sachsenhausen. Seguramente habría sido una buena idea haberlo visto la mañana del último día. Haciendo eso, habríamos hecho un viaje muy completo a Berlín, dedicando tres días completos a Berlín, un día completo a Potsdam y una mañana al campo de concentración. Sin embargo, habríamos hecho el viaje que todos querían que hiciéramos. Y es que tampoco es que tuviera muchas ganas de ver el campo de concentración, algo raro en mí, ya que siempre he tenido ganas de ver uno, pero seguramente como nunca había oído hablar de él, al menos no tanto como el de Auschwitz, que espero conocer algún día, Dachau, que igual conozco este año, o Mathausen, tampoco me importó demasiado no verlo.
Además, seguramente tuvo mucha influencia que en un principio no contábamos con ver el campo ya que no teníamos tiempo, y al final nos encontramos con la última mañana "de regalo" debido a la quiebra de Spanair. Quizá si desde un primer momento hubiéramos sabido que dispondríamos de dicha mañana habríamos estado más mentalizados de verlo. A decir verdad, quizá ahora me arrepiento un poco de no haber visto dicho campo de concentración, aunque me consuela que fue precioso volver a ver por última vez aquellos lugares de Berlín que más me habían gustado, como el Reichstag o la puerta de Brandeburgo. Seguramente, si veo este año el campo de concentración de Dachau se me quitará esa espinita. Y si no, ya se me quitará el año que vaya a Polonia y conozca Auschwitz.
Gastos.
Como he ido desgrananado en las anteriores entradas, el viaje no me ha resultado caro para el tiempo que hemos estado, sobre todo si lo comparo con el viaje a Moscú. Es verdad que podría haberme ahorrado entre cincuenta y setenta y cinco euros de haber estado más hábil con el vuelo, pero lo he compensado con las noches de hotel que me han salido bastante baratas, ya que he pagado tanto por este hotel como lo que pagué por el hostal de Moscú. En comida no hemos gastado demasiado, un poco menos de 180 € cada uno, lo que para cinco desayunos, comidas y cenas, una de ellas en el aeropuerto, no está nada mal. En turismo, entre la tarjeta de descuento, la subida a la torre de televisión, la entrada a la catedral y la entrada al Schloss Sansouci gastamos 61 € cada uno, lo que sumado a los dos días que cogimos bicicleta, la cuenta gastada en actividades turístas asciende a 77.5 € por persona, bastante más de lo que me gasté en Moscú, pero del orden de lo que me imaginaba en esta ciudad.
Desde luego, la tarjeta turística nos ha salido a cuenta, ya que debido a que cogimos varias veces el metro, el sábado y el lunes tendríamos que haber cogido un bono diario de 6.3 € y el domingo uno de 6.8 €, lo que asciende a 19.4 € en transporte. Si a eso le sumamos los 13 € que ahorramos en el museo de Pérgamo, los tres euros que ahorramos en la catedral y en la torre de televisión y los dos euros en las bicicletas de Potsdam, todo ello asciende a 40.4 €, es decir, nos ahorramos 4.4 € y encima no esperamos cola en el museo de Pérgamo. Y eso sin contar los diez euros que ahorramos en el Museo Nuevo, aunque es verdad que sin tarjeta no habríamos entrado. Alguno podrá decirme que podría haberme colado en el metro tranquilamente, por lo que no me ha salido a cuenta la tarjeta. Pero bueno, eso entra dentro de la conciencia de cada uno. Siendo legales, la tarjeta nos ha salido a cuenta.
A continuación resumo brevemente los gastos del viaje:
- Avión: 229.58 €
- Hotel: 134.75 €
- Comida: 177.99 €
- Turismo: 61.00 €
- Bicicletas: 16.50 €
- Souvenirs: 17.45 €
- Transporte: 10.55 €
- Varios: 29.80 €
- Total: 677.62 €
Conclusión.
En definitiva, aunque es una ciudad de la que no esperaba mucho en un principio, ha acabado encantándome, aunque reconozco que espero mucho más del viaje de septiembre, quizá porque me gustan otro tipo de ciudades, que basen más su atractivo en edificios más históricos y antiguos. Pero como he dicho, Berlín me ha maravillado, no solo por la belleza de sus edificios, que se encuentra, por ejemplo, en Unter den Linden, la catedral o el Reichstag, sino sobre todo por ese aura que tiene de Historia, por ese recuerdo constante del siglo XX, del nazismo y de la ciudad dividida en dos zonas antagónicas. Como he dicho, paseando por Berlín recorría lugares que han sido testigos de algunos de los hechos más importantes del siglo XX y que me hacían transportarme fácilmente a esas épocas. Para una persona que le guste la historia, Berlín es una ciudad obligatoria de visitar.
Además, creo que hemos hecho una visita muy completa de la ciudad. Salvo el campo de Sachsenhausen, hemos visto la cercana ciudad de Potsdam, hemos entrado en museos, iglesias y palacios, hemos prestado atención a las informaciones sobre la historia reciente en lugares como la Topografía del Terror... En resumen, estoy muy contento del viaje que hemos hecho, y ahora no puedo hacer otra cosa sino esperar al siguiente destino.
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