El último día en Berlín ponemos el despertador un poco más tarde de lo normal, a las nueve menos cuarto, ya que no nos queda nada por ver y vamos a dedicar el día a recorrer aquello que más nos haya gustado. Así, tras prepararnos tranquilamente y dejar las maletas en Recepción, salimos del hotel minutos antes de las diez y cuarto con la intención de pasar la última mañana en Berlín, que se presentaba, cómo no, muy soleada.
Cambio de planes.
Como he comentado, en un principio esta mañana íbamos a ir al palacio de Charlottenburg, visitando el palacio antiguo, y luego íbamos a ver de nuevo aquellos lugares que más nos hubieran gustado. Sin embargo, la pequeña decepción que nos llevamos en el Schloss Sanssouci unido quizá un poco a la pereza hizo que fuéramos el lunes a Charlottenburg, por lo que teníamos la mañana entera del martes para visitar de nuevo aquello que más nos hubiera gustado. En un primer momento pensamos en ir al campo de concentración de Sachsenhausen pero nos dio un poco de pereza, por lo que decidimos volver a recorrer aquellos lugares que más nos hubieran gustado.
Así, tras desayunar tranquilamente, comenzamos nuestro periplo yendo de nuevo a Gendarmermarkt, que nos había gustado bastante el primer día, a donde llegamos minutos después de las once menos cuarto. Al igual que el resto de días, hace un tiempo envidiable; no se ve ninguna nube en el cielo. Tras unas pocas fotos y tras intentar entrar en las iglesias sin éxito, apenas entramos al a entrada de la iglesia-museo, nos dirigimos hacia Unter den Linden para repetir el recorrido del primer día, llegando a la puerta de Brandeburgo minutos después de las once y media. En la puerta de Brandeburgo notamos por primera vez que estamos a 1 de mayo, Día Internacional de los Trabajadores, ya que se ve que hay congregadas unas cuantas personas que portan distintas banderas e insignias comunistas. En ese momento pienso en lo difícil que debe ser para algunos berlineses ver a gente con banderas comunistas, a pesar de que hayan pasado más de veinte años de la caída del muro de Berlín.
Aprovechando el ambiente festivo, detrás de la puerta de Brandeburgo, en los comienzos de la calle del 17 de julio, se agrupan numerosos puestos de venta de salchichas, perritos calientes o pizzas, por lo que aprovechamos para tomar nuestra primera y única currywurst del viaje, ya que no podemos volver de Berlín sin probarla. Desgraciadamente, se me olvida inmortalizar el momento con una instantánea. Tras comer dicha currywurst nos vamos a descansar a una sombra mientras vemos de nuevo el Reichstag, que tanto nos había gustado el primer día.
Mientras descansamos, se nos ocurre que puede ser una buena idea comer en los puestos que se agrupan detrás de la puerta de Brandeburgo, donde hay un impresionante ambiente festivo. Como todavía queda tiempo para la hora de comer, decidimos dar un paseo hasta Potsdamer Platz, y de camino ver por última vez el memorial del Holocausto.
Aprovechando el ambiente festivo, detrás de la puerta de Brandeburgo, en los comienzos de la calle del 17 de julio, se agrupan numerosos puestos de venta de salchichas, perritos calientes o pizzas, por lo que aprovechamos para tomar nuestra primera y única currywurst del viaje, ya que no podemos volver de Berlín sin probarla. Desgraciadamente, se me olvida inmortalizar el momento con una instantánea. Tras comer dicha currywurst nos vamos a descansar a una sombra mientras vemos de nuevo el Reichstag, que tanto nos había gustado el primer día.
Reichstag.
Mientras descansamos, se nos ocurre que puede ser una buena idea comer en los puestos que se agrupan detrás de la puerta de Brandeburgo, donde hay un impresionante ambiente festivo. Como todavía queda tiempo para la hora de comer, decidimos dar un paseo hasta Potsdamer Platz, y de camino ver por última vez el memorial del Holocausto.
Sony Center.
Finalmente, tras comer una porción de pizza y una especie de perrito caliente, volvemos al hotel para recoger nuestras cosas y dirigirnos al aeropuerto. Previamente, de camino al hotel, pasamos por una chocolatería que se encontraba en Gendarmermark, donde tenían figuras de chocolate a tamaño gigante del Titanic, el Reichstag, la Kaiser-Wilhem-Gedächtniskirche y la torre de televisión entre otros.
Reichstag de chocolate.
Vuelo de vuelta: Ningún problema.
Como nuestro vuelo sale a las 18:15 del aeropuerto de Tegel, decidimos salir hacia Tegel minutos antes de las cuatro de la tarde, colándonos por primera y única vez en el metro y seguidamente en el bus. El aeropuerto de Tegel nos sorprende por lo pequeño que era, sensación que habíamos tenido en los pocos minutos que estuvimos el día de la llegada, así por la mala calidad de sus servicios, como unos baños ridículamente pequeños. La verdad es que por mucho que el de Fráncfort y el de Múnich sean más importantes, el de Tegel no da la sensación de ser el de la capital de la nación más poderosa de Europa.
A diferencia de la ida, el vuelo de vuelta discurrió sin muchos problemas: salimos de Berlín a las 18:25, y llegamos a Fráncfort una hora después, a las 19:20. Tras recorrer los mismos pasillos que había recorrido apenas tres semanas antes en mi viaje a Moscú y tras cenar el típico bocata de aeropuerto por más de cinco euros, las 21:15 salimos hacia Bilbao, a donde llegamos a las 23:15, dando por finalizado el viaje a Berlín.
Gastos del día.
Obviamente, este fue el día que menos gastamos, ya que la comida, nuestro principal gasto, se basó en una currywurst, un perrito caliente y una ración de pizza, cenando además un bocata en el aeropuerto. Como ya habíamos visto prácticamente todo de Berlín, no gastamos en ninguna atracción turística.
- Comida: 18.62 €
- Varios: 4.37 €
- Total: 22.99 €
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