martes, 25 de diciembre de 2012

Resumen 2012

Finaliza el año 2012 y toca hacer un repaso de lo que ha dado de sí. Y se puede decir que ha sido un año impresionante, en lo que a viajes se refiere, superando con creces el año 2011.

En cuanto a viajes importantes, el año comenzó en Semana Santa con una visita de cuatro días a Moscú, ciudad que si bien ha sido una de las que menos me ha gustado en los últimos viajes, sin duda ha merecido la pena por la Plaza Roja, con las murallas del Kremlin y la catedral de San Basilio. Y es que aunque quizá Moscú tiene menos lugares para visitar que otras ciudades, tener enfrente la catedral de san Basilio, que hasta ahora veía tan lejana y exótica, bien ha merecido la pena.

El segundo viaje me llevó a visitar Alemania por primera vez. Así, durante el puente de mayo recorrí las calles de Berlín, una ciudad de la que me habían hablado maravillas y que ha sido la gran sorpresa del año. Esperaba que me gustara, pero no imaginaba que me iba a gustar tanto. La Puerta de Brandeburgo, otro monumento que uno conoce desde pequeño, la catedral, el Parlamento... todo me pareció precioso. Sin duda, una de las ciudades que más me han gustado de todas cuantas he visitado en mi vida.

Los viajes continuaron en verano, cuando en julio realicé un viaje con mi familia que me llevó a conocer las capitales de Suecia, Finlandia y de las tres repúblicas bálticas. Desde hacía muchos años tenía ganas de visitar Tallin y sobre todo Estocolmo, y ambas me encantaron, sobre todo la primera. Con la salvedad de Helsinki, que salvo su famosísima catedral blanca no me ofreció mucho más, me encantaron todas las ciudades que visité.

Por último, el último viaje del año lo hice la primera semana de septiembre, y me sirvió para conocer Múnich y hacer mi primera incursión en la zona de Baviera visitando el castillo de Neuschwanstein, y conocer un nuevo país, Austria, donde me maravilló la belleza de Salzburgo y sobre todo de Viena, la ciudad que más me ha gustado de todas las que he visitado este año y que ha servido para cerrar el famoso triángulo de Praga, Viena y Budapest.

Además de estos viajes importantes, el año no habría sido el mismo sin las escapadas de fin de semana que me han llevado a conocer Burdeos, una ciudad preciosa, Zaragoza u Oviedo. Todos estos viajes han hecho que el año se me haya ido pasando de forma amena, mientras planeaba posibles rutas a realizar en cada viaje.

Con todos estos países que he visitado, se puede decir que prácticamente he recorrido toda Europa, como se ve en el siguiente mapa, donde de color azul se muestran los países que ya he visitado.


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Sin embargo, me quedan muchos lugares que visitar, muchas ciudades y países que tachar de la lista. A continuación muestro los países y ciudades que me quedan por visitar, o que he visitado y no me importaría volver a conocer, y que me gustaría visitar en un futuro.


Europa
Tras los dos últimos años, podría decirse que he conocido prácticamente toda Europa. He visitado Centroeuropa, conociendo las tres capitales imperiales de Praga, Viena y Budapest; he conocido Escandinavia, el Benelux, Alemania, y lugares tan exóticos como Moscú o Estambul. Estos dos años he hecho un sprint turístico para conocer todo lo que no había visto en otros años. Apenas me queda un país por conocer de los que tengo verdaderas ganas. Tras ese podré mirar más lejos.

1. Italia
Desde hace mucho tiempo tengo una cuenta pendiente con Italia, sin duda el país que más ganas tenía de conocer en los últimos años. Es curioso que tras la vorágine de estos dos últimos años, en los que he conocido más de diez países, no haya pisado todavía Italia, el que sin duda era el que más ganas tenía de conocer.

La terna formada por las ciudades de Roma, Florencia y Venecia se ha convertido desde hace tiempo en una obsesión, en una necesidad imperante de conocer por fin dichas ciudades cargadas de Historia. Aparte de esas tres ciudades, Milán continúa siendo uno de los destinos más suculentos para un fin de semana largo. Las expectativas que tengo puestas en Florencia, Venecia y Roma, en especial en las dos últimas, son enormes. Y me da miedo, ya que temo que al poner tan alto el listón de mis expectativas de dichas ciudades, acaben desilusionándome, sobre todo después de que mucha gente me haya hablado mal de ellas, contándome anécdotas de monumentos muy deteriorados o calles agobiantes repletas de turistas.

Coliseo.

Pero las ganas de conocer estas ciudades pueden con el miedo a que no cumplan mis expectativas. Cuento los días que quedan para tener enfrente de mí el Coliseo de Roma o de pasear por las calles de Venecia, lugares que hasta ahora me he tenido que conformar con ver solo por la tele. Sin duda alguna, el momento en que tenga delante la Basílica de San Pedro, la Basílica de San Marcos o la torre de Pisa será uno de los momentos históricos de mi vida como viajero.

Italia está marcada a fuego dentro de mis futuras rutas. De hecho, en 2013 me podré quitar la espina de no haberla conocido, ya que visitaré Roma, Florencia y Venecia. Y una vez que haya conocido dicho país, podré mirar un poco más lejos y centrar mis viajes, obviamente no todos, en conocer lugares más exóticos como Asia.

2. Alemania
Este año he conocido Alemania, a donde me han llevado dos de los viajes que he realizado, el de primavera a Berlín y el de septiembre a Múnich. Ambas ciudades me han encantado, sobre todo Berlín, que ha sido seguramente la ciudad que más me ha sorprendido positivamente de todas cuanto he visto, ya que no esperaba que me gustara tanto. Mientras preparaba el Múnich fui tomando constancia de los innumerables posibles destinos que tiene Alemania, algo que ya había empezado a tener en mente cuando el año pasado dos amigos me contaron cómo había sido su viaje de dos semanas recorriendo Alemania en coche. Y me gustaría realizar un viaje similar. En concreto, me gustaría recorrer la ruta romántica alemana, y conocer ciudades como Maguncia (Mainz), Friburgo, Núremberg y sobre todo Dresde, la joya del Elba, una de las ciudades que más ganas tengo de conocer de Alemania. En esta ruta cabrán por supuesto, además de encantadoras ciudades, impresionantes paisajes naturales alpinos, y podrán incluirse ciudades francesas como Estrasburgo o austriacas como Hallstatt. De hecho, un viaje por Francia es otro que, aunque en bastante menor medida, me atrae. Supongo que realizaré este viaje a Alemania dentro de unos cuantos años, cuando hayamos conocido lugares más exóticos.

3. Ciudades sueltas
A pesar de haber conocido tantas ciudades en los últimos años, me quedan todavía unas pocas por conocer, o reconocer, y que pueden ser un perfecto destino para un puente o un fin de semana, a pesar de que hay algunas ciudades para las que no sabría cómo plantear un viaje para conocerlas.

Atenas
Todo el mundo me dice que es muy fea, que no le ha gustado... pero yo también quiero poder decirlo. Quiero poder tener la posibilidad de decir que tuve la Acrópolis delante y que no me gustó. Pero sobre todo, quiero poder decir que tuve la Acrópolis delante y me gustó. Considero a la Acrópolis uno de los monumentos más famosos de Europa, de esos contados con los dedos de la mano que conoces cuando eres pequeño, y al igual que creo que me ocurrirá el próximo año con el Coliseo, creo que ver la Acrópolis por primera vez tiene que ser un momento único en la vida.

El problema es que no sé muy bien cómo planificar un viaje a Atenas, ya que el precio de los vuelos no son especialmente asequibles como para plantearse un viaje de un fin de semana largo o un puente, días más que suficientes para ver Atenas, ya que no es una ciudad que dé de si como para realizar el típico viaje de cinco días en Semana Santa.

Hace unos meses, cuando planteábamos distintas opciones para el viaje de verano de este año, en el que al final conocimos Múnich, Salzburgo y Viena, estuvimos a punto de decidirnos por realizar un viaje de diez días en el que conociéramos Atenas y las islas griegas. La verdad es que no se me ocurre otra forma de conocer esta ciudad, ya que no da para cuatro días como el viaje que hice a Berlín este año ya que no hay ciudades cercanas para hacer un viaje como el de Múnich-Salzburgo-Viena o el de Praga-Budapest, si bien es cierto que cerca hay ciudades más pequeñas como Delfos u Olimpia, pero no me acaban de convencer; quizá es que de Grecia solo me atrae la Acrópolis.

El problema de un viaje a las islas griegas es que me da cargo de corazón pagar un dineral para estar diez días en la playa teniendo mi pareja casa en Cádiz, de forma que además puedo plantear mis vacaciones estando diez días en Cádiz y otros diez días conociendo ciudades, como este verano. Aunque es verdad que irse a Mikonos o Santorini no es como irse a Benidorm, no acabo de convencerme. Tengo ganas de conocer Atenas, pero creo que a menos que encuentre un vuelo barato e irrechazable pondré antes muchos otros destinos.

Copenhague

Quizá porque soy un poco cabeza cuadrada, siempre había pensado que conocería esta ciudad junto con Estocolmo. De hecho, un viaje a Copenhague y Estocolmo fue mi primera propuesta como viaje corto para realizar en verano con mi familia. Sin embargo, ahora que he conocido Estocolmo, Copenhague me queda un poco suelta, ya que no hay nada en sus alrededores que me haga plantearme la posibilidad de un viaje de varios días, y no es fácil encontrar vuelos baratos para un fin de semana largo. Tengo el mismo problema que con Atenas, así que seguramente la conozca realizando un viaje de fin de semana largo si encuentro algún vuelo barato o, más probablemente, dentro de unos cuantos años cuando me decida a volver a visitar Estocolmo.

San Petersburgo

Al igual que Copenhague, siempre pensé que vería esta ciudad junto con Moscú, ciudad que por cierto tenía menos ganas de conocer que San Petersburgo. La pequeña decepción que me he llevado este año con Moscú ha hecho que la deje un poco aparcada entre mis futuros destinos, a pesar de que creo que me va a gustar más que Moscú, sobe todo después de lo caro que se me ha hecho el viaje a Moscú. El precio del billete de avión, el visado y demás hacen que considere que no merece mucho la pena un viaje exclusivo a Moscú o a San Petersburgo, así que a pesar de que estoy seguro que conoceré en un futuro San Petersburgo, ciudad que tengo verdades ganas de conocer, no creo que lo haga hasta que me decida a volver a visitar Moscú.

París y Londres
Conocí París cuando apenas tenía catorce años; han pasado ya más de trece años y tengo muy pocos recuerdos de dicha ciudad. Por otra parte, mi única vivencia en Londres fueron dos excursiones de un día, sin dormir, en la ciudad cuando estuve en Brighton aprendiendo inglés en el verano de 2002. Hace mucho de mi visita a ambas ciudades.

No me importaría volver a Londres en un viaje como el de Berlín, de unos cuatro días, pero París no es una ciudad a la que "no me importaría volver", sino que es una ciudad a la que tengo unas ganas enormes de ir y recorrerla como si fuera la primera vez. Claro que me gustaría volver a ver Londres, una ciudad magnífica, pero me llama menos que París, por lo que si tuviera que realizar un viaje como el de este puente de mayo a Berlín, elegiría sin duda París antes que Londres. De hecho, es el destino elegido para el próximo viaje del puente de mayo.

Lo que más me gusta de estas dos ciudades es que son lo suficientemente grandes como para dedicarles un viaje de cuatro o cinco días en exclusiva. Además, su cercanía y posibilidad de encontrar una forma barata de transporte provoca que seguramente las visite más de una vez en el futuro, por lo que no me preocupa el no ver Londres a corto plazo. De momento, recorreré París el año que viene. Londres no lo sé, pero no me preocupa: en algún momento volveré.

4. Países sueltos
Además de Italia, un país que tengo muchísimas ganas de conocer, y que voy a conocer el año que viene, y de Alemania, que me encantaría volver a recorrer, hay una serie de países europeos que, si bien no tengo tantas ganas de visitar como estos dos, no me importaría en absoluto visitar. 

Polonia
La verdad es que Polonia nunca me había llamado la atención hasta que el año pasado vi un reportaje sobre la Eurocopa 2012, donde vi imágenes de Cracovia que me maravillaron. La verdad es que un viaje en el que conozca ciudades como Varsovia, Cracovia o Breslavia, entre otras, o lugares tan tristemente célebres como el campo de concentración de Auschwitz me atrae muchísimo, y lo considero un destino muy a tener en cuenta en el futuro. De momento, mis padres y mi hermano ya me han dado envidia visitando algunos de los lugares que he citado.

Cracovia.

Austria
Mientras preparaba el viaje a Salzburgo de este año iba descubriendo los maravillosos tesoros naturales que oculta Austria, en especial la zona del Tirol, lo que ha hecho que me plantee hacer en un futuro, más lejano que cercano, un viaje por el país para conocer sus rincones. Me atrae menos que otros viajes ya que sería un viaje más de naturaleza que de ciudad, pero la impresionante belleza de los paisajes austriacos bien merecen la pena cambiar de tipo de viaje.

Portugal
Portugal, el para mí gran desconocido y despreciado por muchos españoles, es un país que me ha encantado las veces que lo he visitado. Visité Lisboa en 1998 y tengo grabada en la memoria la torre de Belem, las callejuelas con el tranvía y sobre todo la plaza del Comercio, uno de los lugares que más me han impresionado. Por otro lado, Oporto es una ciudad que me maravilló sobremanera y a la que considero como una de las ciudades más románticas que he visitado, y pequeñas ciudades como Aveiro o Coimbra no tienen nada que envidiar a otras europeas más conocidas. Sin duda, Portugal es un destino a tener muy en cuenta cuando haya que realizar un viaje económico. 

Suiza
No está dentro de mis futuros planes, pero la verdad es que en Europa ya me quedan muy pocos países por conocer, y el hecho de tener una conexión directa entre Bilbao y Ginebra y que en un espacio reducido se encuentren ciudades de la belleza de Berna, Zúrich, Lucerna o Friburgo hacen que Suiza sea otro de los destinos muy a tener en cuenta en el futuro.

Zúrich.

Croacia
Muy de moda últimamente, la costa croata se ha convertido en uno de los destinos favoritos de mis contemporáneos. Todo el mundo habla maravillas de los paisajes de este país, especialmente de sus playas. Sin embargo, es un destino que no me entusiasma demasiado, ya que lo veo un viaje de mucha naturaleza y de estar todo los días desplazándose con el coche, algo que actualmente no me convence del todo. No obstante, me atrae muchísimo la posibilidad de conocer Dubrovnik, y no se me ocurre otra manera de conocerla que no sea realizando un viaje en el que, además de dicha ciudad, conozca la costa croata, así que no me extrañaría que realizara un viaje por la zona en un futuro.



África
África no es un continente que me entusiasme demasiado conocer debido a que, quizás erróneamente, un viaje a este continente lo asocio más a un viaje de naturaleza que de cultura o de ciudad, algo que, al menos en esta época de mi vida, no me atrae demasiado. Aun así, hay dos rincones en África, afortunadamente cerca de España, que debido a su legado cultural no me importaría conocer, uno de los cuales es muy factible que visite más pronto que tarde.

1. Marruecos
Hace dos o tres años un compañero de trabajo realizó un viaje de unos diez días por Marruecos, donde conoció las ciudades imperiales: Fez, Marrakech, Mequinez y Rabat. La verdad es que hasta ese momento nunca me había llamado especialmente Marruecos, y fue en ese momento cuando me fijé en ese país, y, a pesar de que no es que sea el país del mundo que más me atraiga ya que no tiene ni monumentos especialmente importantes ni el exotismo de otros países, su cercanía con España y la posibilidad de conocer varias ciudades hace que me atraiga como viaje económico fuera de Europa, ya que siempre será más barato ir a Marruecos que a China, por ejemplo.

Hace unos años estuve a punto de hacer una excursión de un día a Tánger, ciudad que no pude visitar por problemas de caducidad de mi DNI, y este año estuve a punto de conocer dicha ciudad haciendo una excursión de un día desde Cádiz, pero desechamos la opción por el horario y el alto precio de los ferries, y también, todo hay que decirlo, por un poco de pereza veraniega.

Por otra parte, también he sopesado numerosas veces la posibilidad de hacer un viaje suelto a Marrakech, una de las ciudades del mundo que más ganas tengo de conocer, pero siempre que he mirado vuelos el precio de los billetes de avión era excesivamente elevado, superior a los 350-400 €, siendo casi siempre pésimos los horarios de vuelo eran pésimos, con hasta dos escalas y casi un día entero de viaje. Por ello, si encontrara un vuelo barato y que no implicara emplear todo el día en el viaje, Marrakech sería una de las ciudades que más posibilidades de ser destino en el típico viaje de Semana Santa de cuatro días, aunque eso implicara que tuviera que conformarme con visitar únicamente Marrakech, olvidándome de Fez, Casablanca o Rabat, algo que sin duda podré soportar. Y es que, no sé por qué, tengo mis dudas de que haga un viaje completo por Marruecos, pero lo que no tengo dudas es que antes o después, conoceré Marrakech.

2. Egipto
La verdad es que Egipto no es un país que me entusiasme demasiado, pero tener enfrente las pirámides debe ser una experiencia impresionante, y un motivo más que suficiente para que tenga en mente que al menos una vez en la vida quiero verlas. No sé cómo plantearía el viaje, si realizando el típico crucero organizado por el Nilo o yendo más por mi cuenta.

La verdad es que creo que me aburriría recorriendo durante diez días el Nilo, por lo que no me importaría hacer un viaje exprés enfocado directamente a ver las pirámides y algún otro monumento importante. Claro que habrá que ver si el coste de un viaje a Egipto no es demasiado excesivo para un viaje corto, de forma que merezca la pena realizar un viaje más largo. Lo que sí tengo claro es que quiero ver las pirámides y el templo de Abu Simbel, pues tiene que ser algo impresionante, encontrarte de frente con esos mastodontes que conoces desde pequeño. Es lo que más me atrae del viaje, poder llevarme una foto con uno de los edificios más conocidos de la tierra. No lo veo como un viaje factible a corto plazo, pero sí tengo claro que en algún momento me gustaría realizarlo.

Egipto.

Asia
Fuera de Europa, Asia es el continente que más me atrae, siendo un continente en el que encuentro multitud de posibles destinos. Seguramente, una vez dé por "finalizada" a Europa con mi visita a Italia enfocaré mis viajes a este continente, donde 

1. India
India es uno de los países que más ganas tengo de visitar de Asia. La única pega de ese país, de ese subcontinente, es que es tan grande y tiene tantas cosas por ofrecerte, que seguramente se necesiten dos viajes para tener una idea completa del país, ya que lo poco que he visto en internet dividen los viajes entre el norte de India y el sur de India.

Lo poco que he mirado del país hace que me atraiga más la zona norte de la India, donde se encuentran ciudades relativamente cercanas entre ellas como Delhi, Jodhpur, Jaipur o sobre todo Agra, ciudad en la que se encuentra el archifamoso Taj Majal. Así, creo que mi primer viaje a India vería esa zona, ya que no podría irme de India sin ver el Taj Mahal, otro más de esos pocos monumentoa del mundo que conocemos desde pequeño. Me quedaría sin ver ciudades como Bombay, pero el tiempo es muy limitado y un viaje completo a India sería muy largo.

Lo que me da un poco de miedo de India es que quizá sea un viaje muy duro, donde se vea mucha miseria y que quizá no lo disfrute tanto como otros lugares. Por otra parte, el Taj Mahal es sin duda lo que más me atrae de India. Como ocurre con muchos monumentos que uno ve "lejanos", como la catedral de san Basilio, la Gran Muralla, las pirámides, la Ópera de Sídney... tiene que ser impresionante tener enfrente un edifico del que siempre has oído hablar y que muy poca gente de tu entorno ha tenido ocasión de conocer. Esta es una de mis metas como viaje, poder verme enfrente a lo largo de mi vida de ese puñado de pocos edificios que todo el mundo conoce y hemos oído hablar desde pequeños. Así, aunque obviamente India es mucho más que el Taj Mahal, una foto con dicho edificio bien merece la pena el viaje.

Taj Mahal.

2. China
De un tiempo a esta parte, cada vez tengo más ganas de ver China, casi hasta más que India. Lo que más me atrae de China es conocer su capital, Pekín. La Ciudad Prohibida, la plaza de Tian'anmen, la Gran Muralla China... pasear por esos lugares tiene que ser impresionante, sobre todo por la Gran Muralla, otro de los pocos puntos del planeta conocidos por casi todo el mundo, y que bien merecen la pena el viaje. Además de Pekín, la ciudad de los rascacielos, Shanghái, y ciudades como Xi'an y algunas otras que seguramente no conozca todavía, hacen que China sea un viaje muy apetecible y muy factible de realizar. De hecho, es muy probable que China sea mi primer gran destino fuera de Europa. Y tengo muchas ganas de que llegue ese momento.

3. Sudeste Asiático
Desde hace muchos años me ha atraído bastante esta zona de Asia, y hasta hace un año deseaba que fuera el destino de mi primer viaje a Asia, pero, aunque todavía continúo con muchas ganas de conocer esta zona, creo que dejaré este viaje para más adelante, tras haber conocido previamente países como China o India. Lo que más me gusta de este viaje son las innumerables opciones turísticas que ofrece: Tailandia con sus templos budistas y sus playas vírgenes, Vietnam con toda su selva y su naturaleza, y sobre todo el camboyano templo de Angkor, el monumento religioso más grande del mundo, son algunos de los lugares que me encantaría conocer. La verdad es que sé muy poco sobre esa zona, solo que tengo infinidad de posibles viajes, así que cuando llegue el momento de realizar este viaje decidiré qué países me atraen más.

4. Jerusalén y Petra
Aunque no es un viaje que me apasione tanto como los tres primeros destinos, reconozco que debe de ser curioso pasear por Getsemaní o el monte de los Olivos, lugares que desde que tenemos uso de razón hemos oído hablar de ellos en las clases de religión, o ver el Muro de las Lamentaciones, quizá el lugar más famoso de Jerusalén. O visitar Petra, uno de los lugares más famosos del mundo. Lo que más me atrae de este viaje es que no es el típico destino al que vaya la gente, y de vez en cuando es bonito hacer un viaje a algún destino menos visitado y que se salga de lo común. Seguramente, si buscamos entre nuestros conocidos encontraremos gente que haya estado en China, Japón, Tailandia .. pero es más complicado encontrar alguien que haya estado en Jerusalén. Creo que además este es un viaje que me sorprendería muy favorablemente, ya que tengo la impresión de que es el típico destino del que no te esperas gran cosa y vuelves encantado con lo que has conocido. Así, aunque no me desagrada en absoluto un viaje en el que conozca Jerusalén, Petra, y algún otro lugar de la zona (¿Damasco? ¿Mar Muerto?), si reconozco que por el mismo precio seguramente elegiría un destino más lejano.

5. Japón
Pongo este destino en último lugar ya que no me llama mucho la atención, puesto que lo único que me atrae del viaje es la posibilidad de decir "yo estuve en Tokio". Seguramente Japón tenga más cosas de las que creo, pero así como Pekín me atrae por su historia y su cultura, lo único que me atrae de Tokio es lo "molón" que tiene que ser decir "yo he estado en Tokio". No creo que conozca este país a corto o a medio plazo, ya que es un viaje muy caro, y para pagar semejante cantidad hay muchos otros lugares del mundo que quiero visitar. Tokio, los jardines japoneses, el monte Fuji... por supuesto que me gustaría conocerlo, pero el tiempo y el dinero son finitos y hay que establecer prioridades.


América

1. Nueva York
La verdad es que nunca me había atraído Nueva York, pero de un tiempo a esta parte prácticamente toda la gente que conozco ha estado en Nueva York, algunos incluso más de una vez, y a veces uno se siente un poco paleto por no haber cruzado el charco. Cuánto hemos cambiado. La verdad es que sí que tengo ganas, tampoco me muero de ganas, de hacer un viaje de una semana, o un poco más largo para conocer alguna otra ciudad interesante como Boston, para conocer Nueva York a fondo. Tiene que ser curioso ver tantos rascacielos juntos, y debe ser una experiencia tener delante edificios que hasta ahora uno solo ha visto por la tele. Esa es quizá mi gran motivación para Nueva York. Más que un viaje cultural, ya que creo que eso lo encuentro más fácilmente en Europa, es un viaje para poder decir "he estado aquí", lo cual es un poco triste, ya que haces el viaje más por los demás que por uno mismo. De todas formas, también me atrae mucho la posibilidad de ver la Estatua de la Libertad, ya que creo que al verla por primera vez se debe sentir lo que sentí este año al ver la catedral de San Basilio o lo que espero sentir el año que viene cuando tenga el Coliseo delante.

Nueva York.

De América no me llama nada más la atención. O mejor dicho, no me llama nada lo suficiente como para pagar un dineral por un viaje de dos semanas, dos semanas que podría emplear en vez muchas más cosas en otros lugares. Por supuesto que me gustaría ver Machu Picchu. O las pirámides aztecas. ¿Pero qué hago el resto de días? Seguramente esté muy equivocado y resulta que hay muchas cosas que se pueden ver. A fin de cuentas, uno me podría decir: "¿y tras ver el templo de Angkor, qué haces el resto de días en Camboya?" Un argumento muy cargado de razón. Pero no sé, me atrae mucho más la posibilidad de recorrer Asia que América.


Conclusión
Por supuesto, hay muchos sitios de cada continente que no he nombrado y que no quiere decir que no los vaya a ver. El mundo es muy grande y no quiere decir que no vaya a ver ninguna otra cosa hasta que no haya tachado todos los puntos de la lista. Quién sabe qué nos depara el futuro. Quizá recorra las calles de Dublín o de Kiev antes de pasear por el puerto de Copenhague o de admirar la Acrópolis de Atenas. Quizá el viaje de una semana a Nueva York se transforme en un megaviaje en el que además conozca Chicago, Las Vegas y San Francisco. Quizá recorra la ruta de la seda en Uzbekistán antes de ir a India, o me bañe en las playas de Fiji o Bali en vez de en las de Tailandia. Quizá se cuele en medio una visita a Kenia antes que la cercana Marruecos. Quizá dentro de unos años me intereso por los paisajes antes que por las ciudades y mis viajes se centran en países como Costa Rica o Islandia.

Nunca se sabe lo que nos depara el futuro, qué vamos a conocer y qué vamos a descartar. Solo deseo conocer la mayor cantidad de posibles lugares, rodeado de la mejor compañía, y que cada viaje me guste más que el anterior.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Conclusión

Como se habrá podido intuir leyendo este diario, el viaje que he realizado a Múnich, Salzburgo y Viena me ha encantado. La única pega que le pongo al viaje ha sido el tiempo de los primeros días, el cual nos impidió conocer Múnich como se merece. Al final, controlar el tiempo no está en nuestra mano, e incluso yendo de viaje la primera semana de septiembre el tiempo no ha sido todo lo bueno que se podría esperar. Por otra parte, tengo que reconocer que ha sido un acierto coger un vuelo a primera hora de la mañana, ya que al no haber habido ningún retraso en el avión, algo que por otra parte es lo normal, hemos ganado más de medio día, lo que nos ha permitido conocer el campo de concentración de Dachau, que no habríamos visto habiendo cogido el vuelo por la tarde, y visitar con más calma Múnich.

Múnich: Muy bonita a pesar de la lluvia.
Tal como me esperaba, la ciudad de Múnich me ha gustado mucho. La única pena ha sido el mal tiempo que ha hecho, que nos ha hecho estar dos días enteros con el paraguas en la mano. Aun así, me ha gustado mucho la ciudad, lo que me hace pensar que con sol tiene que ser espectacular. Lo que más me ha gustado de Múnich es que es una ciudad que ofrece muchas posibilidades al turista. Por un lado, tiene numerosos museos de todo tipo, desde algunas de las mejores pinacotecas de Europa hasta el mayor museo de ingeniería del mundo, pasando por el museo BMW, la meca de los museos de coches. Por otro lado, la ciudad tiene un gran pasado histórico, representado por numerosas iglesias y palacios, que no aburrirán al turista más centrado en ese aspecto. Y es que iglesias como Asamkirche bien merecen la visita a Múnich. Finalmente, la región en la que se encuentra, Baviera, ofrece al turista infinidad de posibles y diversas excursiones, debido a la cantidad de palacios, ciudades y pueblos que se encuentran en la región y que son muy interesantes para el turista. Igual es no tengo todavía la perspectiva necesaria, ya que este es el último viaje que he realizado, pero me atrevo a decir que creo que pocos lugares tienen una oferta turística tan variada como la de Múnich y Baviera.

Entre las cosas que más me han gustado de la ciudad se encuentran sus iglesias. Soy un apasionado de ellas, e iglesias como Teatinerkirche o Asamkirhe me han dejado sin palabras. Por otra parte, como también me gusta mucho el estilo rococó, he disfrutado muchísimo con las habitaciones de los dos palacios que he visitado en Múnich, la Residenz y el Schloss Nymphenburg, verdaderas obras de arte. La verdad es que no hemos tenido tiempo para aburrirnos, porque cuando no veíamos iglesias, veíamos palacios, y cuando no, paseábamos por enorme parques como el Englischer Garten o hacíamos alguna mini excursión como al campo de concentración de Dachau, el primer campo en el que he estado. Por último, la excursión que hicimos al castillo de Neuschwanstein fue preciosa, ya que tuvimos ocasión de ver el que seguramente es el castillo más famoso del mundo, siendo el perfecto colofón a nuestra primera incursión en Baviera.

La verdad es que creo que los cuatro días que hemos estado en Múnich los hemos aprovechado muy bien, ya que hemos conocido la ciudad al completo, incluyendo el campo de concentración de Dachau y realizando una excursión al campo de concentración de Neuschwanstein. El único pero que se nos puede poner es el no haber visitado ninguna de sus pinacotecas o el Deutsches Museum, el museo de ingeniería más grande del mundo.

Baviera es una zona preciosa y con una innumerable oferta turística, tanto de paisajes como de ciudades y pueblecitos. Múnich me ha parecido una inmejorable forma de conocerla, y desde luego, más tarde o más temprano, volveré a Baviera para conocer otros lugares.

Salzburgo: Pequeña, coqueta, y bonita.
A diferencia de otras ciudades, Salzburgo no es conocida por tener unos edificios o palacios majestuosos, sino que la belleza de la ciudad radica en la propia ciudad, en sus callecitas con sus casas de color pastel, situadas cerca del río Salzach, y con la fortaleza de Hohensalzburg dominando toda la ciudad.

Salzburgo es una ciudad a la que mucha gente visita realizando una excursión en el día desde Múnich, algunos incluso desde Viena. Como nosotros íbamos camino a Viena, decidimos hacer noche en Salzburgo, y no me arrepiento en absoluto de la decisión. Y no solo por el magnífico restaurante italiano en el que cené, que no olvidaré en muchos años, sino porque me ha permitido disfrutar con bastante tranquilidad de la ciudad. Como todas las ciudades, la puede ver en el tiempo que uno desee, y ver Salzburgo en un día es muy factible, aunque obviamente entrando en menos edificios que los que hemos entrado nosotros. Sin embargo, he preferido estar día y medio en Salzburgo, lo que nos ha permitido verla con mucha tranquilidad, sin andar pendiente del reloj, y disfrutando cada momento. Y aun así, me voy con pena de no haber tenido tiempo de ver el palacio de Hellbrunn, donde se rodaron numerosas escenas de Sonrisas y lágrimas, o de haber subido al teleférico de Untersberg. Y es que ni en día y medio hemos podido ver todo.

Como he dicho, me ha parecido una ciudad con edificios menos espectaculares que otras que haya visitado. Salvo la Residence, todos los edificios en los que he entrado pagando, sobre todo la fortaleza de Hohensalzburg, me han atraído bien poco. Me han gustado mucho las vistas que se tienen de Salzburgo desde los miradores, a pesar de que la pequeña brumilla que había me ha impedido tener una imagen preciosa de verdad. Y me han gustado mucho los pequeños rincones que ofrece la ciudad, como Kapitelschwemme, Pferdeschwemme o la placita de Alter Markt, uno de mis lugares favoritos de la ciudad. En definitiva, lo que más me ha gustado de la ciudad han sido las vistas de los miradores y el pasear tranquilamente por la ciudad. Lo que por supuesto no quiere decir que lugares como la catedral o la abadía de san Pedro no me hayan parecido impresionantes.

Y, al igual que me ha ocurrido con Múnich y con Baviera, me voy con la sensación de que la región ofrece muchas cosas para ver. Cerca se encuentra el Tirol, con las montañas de los Alpes que veíamos de pequeños en Heidi, además de  con sus con sus innumerables pueblecitos como Hallstatt. Desde luego, Austria es un lugar que tendré muy en cuenta para futuros viajes.

Viena: la joya del viaje.
Con muchísima diferencia, ha sido la ciudad que más me ha gustado del viaje. Como he comentado, cuando decidimos realizar este viaje, suponía que Viena iba a ser de largo la que más me iba a gustar, pero mientras preparábamos el viaje me daba la sensación que iba a disfrutar por igual las tres ciudades. Sin embargo, no sé si es porque en efecto Viena es mucho más que Múnich y Salzburgo, o por el espléndido tiempo que tuvimos en la ciudad, completamente distinto al invernal tiempo de Múnich, Viena ha sido la ciudad que más he disfrutado.

Me ha parecido una ciudad llena de edificios grandiosos, y no sabría con cuál de ellos quedarme. Seguramente los dos que más me han gustado han sido el Parlamento y la iglesia de san Carlos Borromeo, aunque edificios como el Ayuntamiento o, sobre todo, los palacios del Hofburg y de Schönbrunn no se quedan atrás. Incluso lugares menos importantes como Hundertwasserhaus me han sorprendido satisfactoriamente, gustándome mucho más de lo que esperaba. Eso sí, a pesar de que en Viena hay iglesias preciosas, como Jesuitenkirche, creo que me quedo con las iglesias de Múnich, que a mi modo de ver han sido mucho más espectaculares.

Pero como digo, de Viena me ha gustado todo, absolutamente todo. Por que como digo, no solo está plagada de impresionantes palacios o jardines preciosos, sino que los edificios de sus calles son preciosos (también es verdad que, como siempre digo, si estuvieran esos edificios en tu ciudad quizás no les prestarías ni la menor atención), y pasear por sus calles es una auténtica delicia. Nunca olvidaré el momento en que, tras recorrer Kärntner Straße, me encontré con la Ópera, vi el museo Albertina, y me giré hacia atrás para volver a ver la calle que había recorrido: de repente todo a mi alrededor era precioso y no sabía a qué fotografiar primero.

Además, Viena es una ciudad que sabe vender muy bien el glamour de los tiempos pasados, con su Ópera y su famosa tarta Sacher, todo ello bajo la atenta mirada de Sisí, presente en todos y cada uno de los lugares de Viena. Ha sido, sin duda, la ciudad que más me ha gustado de todos los viajes que he realizado este año.

Junto con Viena, siempre aparecen asociadas las ciudades de Praga y de Budapest, ya que el circuito Praga-Viena-Budapest es uno de los favoritos de las agencias turistas y de los propios turistas. Tengo que decir que Viena me ha recordado más a Budapest, en el sentido de que es más imperial (Budapest) que medieval (Praga) aunque con muchas más cosas que ver. Si el año pasado comentaba que me había dado la sensación de que en Praga cada pocos metros había algo para ver mientras que en Budapest había menos cosas, podría decirse que Viena es Budapest en todo momento, como la definió mi pareja, ya que, al igual que en Praga, hemos estado todo el rato viendo cosas, en cada momento había algo impresionante.

Siempre surge la comparación entre las tres ciudades. ¿Mi punto de vista? Viena se parece mucho más a Budapest, ya que son ciudades como más magníficas, llenas de palacios y edificios de preciosas fachadas, grandes avenidas.... Me recuerdan al esplendor de finales del siglo XIX. Praga, sin embargo, es más medieval, más al estilo de Tallin o Brujas, menos moderno. Y más romántica, desde mi punto de vista. Quizá me quedo con Viena, seguido de Praga, pero me niego a descartar ninguna, ya que todas han sido preciosas. La verdad es que estoy francamente contento de haber conocido estas tres ciudades, que sin duda alguna se encuentran dentro de las más bonitas de Europa.

Mis impresiones sobre Alemania y Austria.
Tanto Alemania como Austria me han parecido sitios caros para vivir. En cuanto a turismo o restaurantes no me ha parecido mucho más caro que otras ciudades que haya visitado, ya que las entradas a los distintos monumentos no han sido exageradamente caras, y en cuanto a la comida, si buscas, siempre se puede comer por el precio que uno quiera, obviamente mejor o peor. Sin embargo, sí nos ha chocado el alto precio del agua en los restaurantes, ya que por lo general pagábamos seis euros e incluso seis euros y media por el agua.

El transporte en cambio sí que me ha parecido muy caro. Que el billete sencillo del metro de Múnich cueste dos euros y medio me parece una auténtica barbaridad. Sin embargo, en el transporte he tenido sensaciones contradictorias en cuanto al precio. Por un lado, los billetes sencillos me parecían muy caros, pero por otro lado uno podía encontrar grandes chollos como el Bayern Ticket, donde por trece euros cada uno, una pareja podía hacer en un día cuantos viajes en tren quisiera por todo Baviera, llegando incluso a Salzburgo. Pero salvo esas excepciones, uno luego se daba de bruces con la realidad cuando pagaba ocho euros por un viaje de poco más de veinte minutos desde Viena al aeropuerto.


Conclusión
Lo que más pena me ha dado es que "solo" hayamos tenido nueve días de viaje, lo que nos ha limitado a conocer únicamente estas tres preciosas ciudades. Sin embargo, como he descubierto, la cantidad de lugares preciosos que se pueden ver en dicha zona es inimaginable. Por ejemplo, a apenas sesenta kilómetros de Viena se encuentra Bratislava, que si bien no es una ciudad tan espectacular como Viena, Praga o Budapest, sí que es un destino muy atractivo para hacer una excursión de un día desde Viena. Por otro lado, Salzburgo se encuentra a apenas unos kilómetros del Tirol, donde se pueden ver algunos de los paisajes más bonitos de Europa, con las típicas montañas de Heidi o pueblos tan bonitos como Hallstatt. Finalmente, Baviera, y toda la zona de Alemania, es una de las zonas más bonitas de Europa, poblada de preciosos paisajes, ciudades pequeñas como Rothenburg ob der Tauber, o más grandes como Núremberg o Ratisbona, y sobre todo, una ciudad que tengo muchas ganas de conocer: Dresde, en Sajonia.

Este ha sido sin duda el viaje que más me ha gustado de este año, aunque no ha sido fácil elegir, porque este año he visitado una cantidad de lugares preciosos, como Berlín, Moscú, Estocolmo o Tallin. Lamentablemente, seguramente tenga que bajar el pistón para el año que viene, ya que tantos viajes en un año son demasiados, sobre todo cuando uno tiene en mente realizar un viaje importante en dos años, seguramente a Asia.


lunes, 3 de diciembre de 2012

Día 10: Paseo final y vuelta a casa.

No todo es eterno, y nuestras vacaciones tampoco. Desgraciadamente, este es nuestro último día de vacaciones no solo de este viaje, sino de todo el año, así que solo queda disfrutar como se merece esta última mañana en Viena. Al igual que el resto de días, Viena amanece muy soleada, lo que es un perfecto fina de vacaciones y sirve para terminar de compensar el mal tiempo que nos hizo en Múnich.

Como ya no nos queda nada que ver en Viena, pero no queremos desaprovechar la última mañana que nos queda, ponemos el despertador a una hora prudencial, las nueve menos cuarto, que nos va a permitir dormir un poco más y no tener tiempo para aburrirnos durante la mañana. Tras hacer las maletas, salimos del hotel a las diez y cuarto, con la idea de realizar el último paseo por la ciudad. La idea es dar un paseo por el centro de la ciudad, comprar unos recuerdos y ver por última vez los preciosos edificios que se agolpan en un área tan pequeña.

Así, comenzamos dirigiéndonos hacia la catedral, ya que se encuentra bastante cerca del hotel. Tras admirarla, recorremos Kärntner Straße hasta llegar a la Ópera, edificio que vemos por última vez. A pesar de ser muy bonita, creo que me quedo con la imagen de la Ópera de noche, completamente iluminada. Esa ha sido una de las estampas que más me ha gustado del viaje.

Tras ver la Ópera, nos dirigimos hacia el ayuntamiento, ya que de día no habíamos podido verlo todavía como se merece, puesto que el primer día que lo vimos había un camión grúa delante que nos impedía disfrutarlo completamente. de camino al ayuntamiento, pasamos por otros bellos edificios como el Parlamento, sin duda uno de los edificios del viaje, y paseamos por jardines como Volksgarten o Burggarten.

Tras ver el ayuntamiento, y como todavía eran las doce de la mañana, dedicamos el resto de la mañana a continuar paseando tranquilamente por el centro de la ciudad, admirando de nuevos todos los bellos edificios que hay, y disfrutando, cómo no, de la columna de la Peste, que es uno de los lugares que más me han gustado de Viena.

Minutos antes de las dos nos sentamos en un restaurante húngaro que habíamos visto el día anterior, a pocos metros del italiano donde habíamos comido, donde degustamos nuestro último Wiener Schnitzel con vistas a la columna de la Peste. Una manera perfecta de finalizar el día.

Adiós Viena.
Finalmente, nos dirigimos hacia el hotel para coger nuestras maletas y nos hicimos un bocadillo de jamón en un parque cercano a la parada del autobús que nos iba a llevar al aeropuerto, parada que afortunadamente se encontraba a menos de cinco minutos del hotel, apenas cruzando un puente. El precio del viaje me parece bastante caro, 8 € por persona par aun trayecto de apenas veinte minutos. En el aeropuerto, embarcamos nuestras maletas y esperamos la salida del avión que nos llevaría a Bruselas, vuelo que se realiza dentro de lo esperado, saliendo a las 18:30 y llegando a Bruselas a las 20:00.

Gastos del día.
El último día no tuvo gastos excesivos, salvo el autobús de Viena al aeropuerto, que costaba 8 € por persona, siendo un trayecto de poco más de veinte minutos. El resto de gastos, aparte de la comida, fueron pequeños gastos en souvenirs y cosas varias.

  • Comida: 21.53 €
  • Transporte: 8 €
  • Varios: 7.5 €
  • Total: 37.03 € por persona.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Día 9, sábado 8 de septiembre de 2012: Palacio de Schönbrunn y Hundertwasserhaus

Nuestro último día completo de vacaciones amanece con un sol espectacular, digno de lo que vamos a visitar. Y es que hoy toca conocer el palacio de Schönbrunn, el lugar más visitado de Viena y de Austria, y que se encuentra a unos pocos kilómetros de la ciudad.

A pesar de que el palacio abre a las ocho y media y mi intención inicial era ir pronto para evitar las aglomeraciones, decidimos descansar un poco y poner el despertador a las ocho y cuarto, ya que estimamos que con llegar a las nueve y media y estar cuatro horas será tiempo más que suficiente para conocer tanto el palacio como sus jardines. Tras desayunar en la cafetería de la esquina del hotel, compramos un billete diario de metro y nos dirigimos hacia la parada de Schönbrunn, a la que llegamos en apenas quince minutos. Tras unos instantes de dudas sobre en qué dirección debemos partir, llegamos al palacio de Schönbrunn minutos antes de las diez.

Palacio de Schönbrunn, el lugar más turístico de Viena.
Nada más llegar al palacio, comprobamos que en efecto es el lugar más visitado de Viena, ya que a pesar de no haber una aglomeración enorme de turistas, sí que se aprecia una considerable cantidad, al menos comparándolo con el resto de la ciudad. Afortunadamente, el tener el Sisi Ticket nos permite saltarnos la cola de la gente que ha comprado la entrada del palacio, por lo que en unos pocos minutos comenzamos a pasear por las habitaciones.

La visita al palacio se convierte en una de las peores y más agobiantes visitas que he hecho en mi vida. No es que el palacio fuera feo, que no lo era, aunque tampoco sus habitaciones eran mucho más espectaculares que las que habíamos visto en otros palacios, pero las primeras habitaciones las recorremos como ganado que va al matadero, ya que nos juntan a la vez a muchísima gente que tiene el Sisi Ticket con otra tanta que no lo tiene. Desde luego, lo más normal hubiera sido que las entradas fueran como las del castillo de Hohenschwangau y Neuschwanstein, donde a pesar de tener una entrada que te permitía saltarte las colas, tenías que ir a una hora concreta. Afortunadamente, el Sisi Ticket te permite ver todas las habitaciones del palacio, mientras que muchos de los que compran la entrada individual lo hacen solo para la primera mitad del palacio. Así, la segunda mitad del palacio la podemos realizar de forma mucho más tranquila y relajada, ya que la cantidad de gente que hay en las distintas habitaciones es mucho menor.

Paseando por los jardines de Schönbrunn, uno de los mejores momentos del viaje.
Una hora después, a las once, damos por finalizada la visita a las habitaciones del palacio y nos encaminamos a pasear por sus enormes jardines, que son la imagen más repetida de las postales vienesas. Nuestro primer punto del recorrido es la Glorieta, que se encuentra en un extremos del jardín coronando una colina desde donde se obtienen unas vistas espectaculares de los jardines y del palacio. No llegamos a la Glorieta hasta las once y media, ya que vamos paseando tranquilamente, deteniéndonos a hacer fotos en la cascada del obelisco, una de las fuentes más famosas del parque. Cuando llegamos a la Glorieta vemos que hay gente subida en lo alto del edificio haciendo fotos. Desgraciadamente, el Sisi Ticket no incluye la subida a la Glorieta, y no estamos dispuestos a pagar dos euros y medio por subir, ya que pensamos que también seremos capaces de hacer fotos espectaculares desde el suelo. En la zona de la Glorieta estamos bastante tiempo, ya que las vistas son preciosas, pues se ve desde lo alto el palacio entero y sus preciosos jardines. No hay palabras para describirlo, simplemente impresionante. Como todo Viena.

Palacio de Schönbrunn desde la Glorieta.

Tras asegurarnos que hemos hecho fotos desde todos los ángulos posibles y de que hemos disfrutado al máximo de las vistas que tenemos delante, decidimos dirigirnos hacia los jardines que se encuentran enfrente del palacio, para lo que nos disponemos a bajar la colina. Tras hacernos unas fotos en la fuente de Neptuno, que sin ánimo de presumir nos hacemos las fotos más bonitas de todos los turistas que vemos, pues todos tapan con su cuerpo el palacio, y dar un último paseo por los jardines, nos dirigimos hacia la Casa de las Palmeras, un invernadero que se encuentra algo oculto y en el no podíamos entrar con el Sisi Ticket. Me resulta un edifico bastante curioso, y desde luego me gusta bastante, con esa forma tan curiosa que tiene. La verdad es que todo lo que he visto esta mañana me ha resultado precioso. Y ni en mis mejores sueños pensaba que íbamos a tener un día tan espectacular.

Casa de las Palmeras.

Visitando los retazos de Viena que nos quedan.
Así pues, a la una damos por finalizada la visita al palacio de Schönbrunn, y no dirigimos hacia el Stadtpark, que se encuentra en pleno centro de Viena, ya que el resto del día lo tenemos pensado dedicar a zonas sueltas que no hemos podido visitar en un primer momento. En Stadtpark se encuentra la famosa estatua de Strauss, la que es seguramente la más conocida de Viena. Tras bajarnos en una estación cercana al parque, encontramos la estatua en apenas cinco minutos, que es más grande de lo que pensaba, y tras hacernos la foto correspondiente decidimos ir en busca de un restaurante, ya que es la una y media y no nos da tiempo a ir a Hundertwasserhaus, que era mi intención a la mañana. Nos dirigimos hacia la zona del Hofburg, y decidimos comer en un restaurante italiano en una calle perpendicular a Graben desde donde se puede medio ver uno de los monumentos que más me han gustado de todo el viaje: la columna de la Peste.

Estatua de Strauss.

Una vez finalizada la comida, nuestro siguiente destino es la Hundertwasserhaus, pero antes que nada nos dirigimos hacia la iglesia de los minoritas, Minoritenkirche, una de las más famosas de la ciudad, y que se encuentra al lado del Hofburg. A diferencia de muchos otros lugares, no había visto antes ninguna foto en Internet, por lo que no sabía qué me esperaba. Y la verdad es que me sorprende bastante. Por dentro me parece muy simple, pero por fuera me recuerda me parece muy distinta al resto de iglesias, y la verdad es que puede decirse que ha merecido la pena verla, ya que la forma del edifico es muy curiosa.

Así pues, una vez vista la iglesia, cogemos el metro y nos dirigimos hacia Hundertwasserhaus, parándonos en la parada de Landstraße. Para llegar a nuestro destino, todavía tenemos que andar durante unos quince minutos por calles donde apenas vemos un par de turistas, lo que nos hace pensar que quizá hay alguna forma más rápida, tranvía o autobús, de llegar ahí. Finalmente, a las cuatro de la tarde llegamos a Hundertwasserhaus, y podemos decir que nos sorprende para bien a los dos. Sabíamos lo que nos íbamos a encontrar, pero no esperábamos que nos fuera a gustar tanto. Me parece muy bonita, muy colorida, preciosa. Y muy distinto a lo que te encuentras en muchos otros sitios, algo que me encanta. Salvando mucho las distancias, me recuerda a los típicos edificios de Antonio Gaudí. Tras pasar veinte minutos contemplando el edifico, y es que no puedo dejar de decir que nos encanta, nos dirigimos hacia el último punto del día, la iglesia de san Francisco de Asís, en Mexikoplatz.

Hundertwasserhaus.

Esta es una de las dos iglesias que apenas salen en las guías turísticas y que tenía interés en conocer, más por su exterior que por su interior. La primera era la iglesia de Maria von Siege, que había visto muy de lejos desde Schönbrunn. El problema es que además de encontrarse muy alejada, solo la había oído citar en una web, donde además se mencionaba que el barrio en el que se encontraba podía resultar un poco peligroso. Estos tres motivos, sobre todo los dos primeros, hacen que descarte ver esta iglesia y me decante por la de Mexikoplatz, que había oído más veces y que se encuentra a unas pocas paradas de donde nos encontramos. Así, a las cinco de la tarde llegamos a Mexikoplatz, cuyo nombre se debe a que México fue el único país que protestó ante la Sociedad de Naciones por la anexión de Austria a Alemania en 1938. Resulta curioso que unos años antes en México se hubiera asesinado a su emperador, de origen austríaco. La iglesia cumple con todas mis expectativas, gustándome mucho por lo diferente que es al resto de iglesias, ya que más que iglesia me recuerda a un castillo de cuento de hadas. Decidimos no entrar en su interior ya que en ese momento hay una boda y a que no creemos que merezca mucho la pena su interior. Con la excusa de verla desde otro punto de vista, decidimos llegar hasta el Danubio, que se encuentra a apenas medio minuto de la catedral, y desde donde podemos ver de lejos el barrio de la ONU con sus rascacielos. La verdad es que no deja de ser curioso que una ciudad tan importante como Viena no se haya asentado en los alrededores de un río importante como el Danubio, sino que lo haya hecho a un kilómetro de este. Sus motivos tendrían en la época.

Iglesia de san Francisco de Asis.

Tras ver de lejos el barrio de la ONU, o sea, tras no ver nada, y ver esta curiosa iglesia, decidimos dirigirnos al hotel a descansar. Sin embargo, se nos ocurre que ya que la primera parada entre Mexikoplatz y el hotel es la que da al Prater, el famoso parque de atracciones, merece la pena llegar quince minutos más tarde al hotel y poder decir que hemos estado en el Prater. La verdad es que el Prater no es nada del otro mundo, una especie de parque de atracciones antiguo que, desde mi punto de vista, solo llama al turista por el hecho de decir que se ha estado en él. Así, tras apenas diez minutos en el Prater, decidimos coger el metro e ir al hotel, a donde llegamos a las seis y cuarto, con tiempo de sobra para descansar. El viaje en metro es un poco accidentado, ya que vemos cómo una chica se desmaya ante los gritos y lloros de quien creemos que es su hermano pequeño.

Visita nocturna a san Carlos Borromeo.
Tras descansar un poco en el hotel y dejar medio preparadas las maletas para el día siguiente, nos dirigimos a cenar al Friday’s, que habíamos visto de casualidad el día anterior mientras buscábamos un lugar para comer. La verdad es que la ubicación del Friday’s es perfecta, pues está a unos pocos minutos de la iglesia de san Carlos, el último sitio que nos queda donde hacer fotos de noche. Aunque nada será lo mismo como el Friday’s de Budapest, disfrutamos las hamburguesas que comemos, pues desde el viernes anterior no comíamos una en condiciones y teníamos ganas tras tanta comida bávara e italiana.

Al salir de cenar, nos dirigimos a la iglesia de san Carlos, pasando previamente por el monumento a los soldados soviéticos, donde hay unas cuantas personas bebiendo en una especie de fiesta de empresa. Al principio me asusto, porque pienso que, al ser sábado, es un botellón, y la zona de la iglesia de san Carlos Borromeo debe ser un lugar perfecto para hacer botellón. Sin embargo, mis temores son infundados, y, a pesar de que hay unas cuantas personas haciendo fotos y algún grupo hablando, no hay mucha gente, por lo que podemos hacer una gran sesión de fotos, sacando las que, en mi opinión, son algunas de las fotos más bonitas del viaje.

Iglesia de san Carlos Borromeo.

Finalmente, tras más de media hora haciendo fotos, a las diez y cuarto decidimos dirigirnos en metro hacia el hotel, pasando previamente por la catedral de san Esteban para verla de noche por última vez. Minutos después de las once menos cuarto, llegamos muy contentos pues en el día de hoy hemos visto una de las joyas del viaje, el palacio de Schönbrunn, que nos ha encantado, siendo de lo mejorcito del viaje, y nos ha dado tiempo a ver las cosas sueltas que nos quedaban de Viena. Además, el día ha sido espectacular y, gracias a irnos pronto a la cama todos los días, hemos podido disfrutar toda la ciudad sin notar en ningún momento cansancio, uno de mis mayores miedos del viaje.

Gastos del día.
El día de hoy ha sido junto con el primero de Salzburgo, el que menos hemos gastado, ya que como únicamente hemos entrado en el palacio Schönbrunn y nos venía incluido en el Sisi Ticket, solo hemos pagado las comidas y el billete diario de metro, por lo que los gastos por persona han sido los siguientes:
  • Comida. 31.50 €
  • Transporte: 6.70 €
  • Varios: 4.52 €
  • Total: 47.42 €


miércoles, 7 de noviembre de 2012

Día 8, viernes 7 de septiembre: Ring, Palacio Belvedere y Ópera de Viena

Como el día anterior habíamos cumplido más que con creces con lo que pretendíamos visitar, decidimos poner el despertador a las ocho y cuarto de la mañana, para poder descansar un poquito más. Cuando nos despertamos, vemos que el día es precioso, ya que el sol luce en el cielo como no lo ha hecho en todo el viaje.

El plan que tenemos para la mañana es recorrer todo el Ring viendo algunos de los edificios más conocidos de Viena, como la iglesia Votiva, el ayuntamiento, el Parlamento o la iglesia de san Carlos Borromeo. Después de comer tenemos previsto realizar una visita guiada a la Ópera de Viena, la más famosa del mundo. Y no sabemos muy bien cómo encajar el palacio de Belvedere. Ya veremos a lo largo del día.

Paseo por el Ring: iglesia Votiva, ayuntamiento y Parlamento; todo precioso.
Tras desayunar en la misma cafetería del día anterior, nos dirigimos hacia la iglesia Votiva, que se encuentra en un extremo del Ring, y que sería nuestro punto de partida del itinerario del día de hoy. Llegamos un poco más tarde de lo esperado, minutos antes de las diez de la mañana, y me quedo impresionado. Ya la había visto el día anterior de lejos, pero la verdad es que me sorprende para bien, pues no esperaba que me gustara tanto. La estampa de la iglesia frente a la campa verde, junto con ese sol espléndido, me parece espectacular. Y es que todavía no habíamos visto semejante sol en nuestro viaje. La única pega es que, cómo no, un anuncio tapa parte de la iglesia. Aun así, no consigue reducir la belleza de esta iglesia gótica. Hacía mucho tiempo que no veía una catedral gótica, exceptuando la catedral de san Esteban de Viena, y la verdad es que agradezco el volver a ver una catedral de este estilo, porque a veces uno olvida lo bonitas que llegan a ser. Sin embargo, el interior no me atrae demasiado, y es que creo que he quedado prendido para siempre de los interiores ultra decorados de iglesias como las de Múnich o Vilna.

Iglesia Votiva.

La siguiente etapa importante dentro del Ring es el ayuntamiento, uno de los edificios más famosos de Viena, y que se encuentra a apenas cinco minutos de la iglesia Votiva. Sin embargo, decidimos dar un pequeño rodeo para visitar la iglesia de Maria Treu Kirche, cuyos alrededores aparecen como destacados en mi guía, algo que no alcanzaba a comprender. Encontrar la iglesia nos lleva veinte minutos, llegando a las diez y media, y la verdad es que aunque es bonita, no sé si merece la pena la vuelta que hemos dado para verla. Sobre todo porque los alrededores me han parecido bastante simples. Quizás es que como estoy un poco agobiado por ver la mayor cantidad de cosas durante la mañana no disfruto lo suficiente de esta zona.

Así pues, una vez dejamos atrás Maria Treu Kirche, llegamos al ayuntamiento, a donde llegamos en apenas cinco minutos. Qué decir del ayuntamiento. El ayuntamiento es precioso, enorme, y me recuerda enormemente al ayuntamiento de Bruselas. Enfrente del ayuntamiento se encuentra una explanada de cemento en la que desgraciadamente hay un camión grúa, que impide que se saque del todo bien la foto. A pesar de que me gusta mucho el ayuntamiento, quizá echo en falta unos jardines en vez de una explanada de cemento. Pero bueno, tampoco se puede pedir mucho, es un ayuntamiento, no un palacio, y por encima de todo tiene que ser funcional. Frente al ayuntamiento, a apenas cien metros, se encuentra el Burgtheater, el teatro nacional, que probablemente es el teatro más importante del mundo en lengua alemana. Al igual que el ayuntamiento, por fuera es una preciosidad, y su interior no es menos espectacular, pero decidimos no entrar ya que la visita guiada cuesta cinco euros y consideramos que con ver la Ópera es suficiente.

Ayuntamiento.

Tras ver el Burgtheater nos dirigimos hacia el Parlamento, a donde llegamos en menos de cinco minutos. La verdad es que es impresionante el Ring: recorriéndolo andando, en quince minutos te encuentras joyas como el ayuntamiento, el Burgtheater o el Parlamento, además de la iglesia Votiva, que se encuentra a apenas cien metros del Ring. Con el Parlamento sí que me quedo sin palabras, me parece espectacular, precioso, impresionante… me faltan calificativos. Comparado con el Parlamento de Hungría, es bastante pequeño, pero es igual de espectacular. Es un edificio completamente blanco, de estilo neoclásico, que como he comentado he descubierto que me encanta dicha arquitectura, enfrente del cual se sitúa la fuente de Atenea, igual de blanca que el edificio, y más bonita aun si cabe. Al instante se convierte en el edifico que más me ha gustado del viaje.

Parlamento.

Tras diez minutos haciendo fotos nos dirigimos hacia el Volksgarten, que se encuentra enfrente del Parlamento. Al igual que muchos edificios, el parque también está en obras, y es que medio parque está vallado. Aun así, esto no impide que disfrutemos de este precioso y ajardinado lugar, en el que sobresale el templo de Diana, un edificio más blanco aun si cabe que el parlamento y que parece sacado de la antigua Grecia.

Tras unos breves minutos paseando por el parque, nos dirigimos hacia Maria-Theresien-Platz, que ya habíamos visitado la noche anterior, y donde se encuentran dos preciosos museos, el Museo de Historia del Arte y el Museo de Historia Natural. El primero es una preciosidad también por dentro, pero la entrada es excesiva como para únicamente ver el hall principal. Quizá deberíamos haber probado si se podía ver sin pagar, aunque dudo que se pudiera.

San Carlos Borromeo: la iglesia más bonita de Viena.
Continuamos con nuestro paseo por el Ring, y una vez finalizado nos dirigimos hacia el que en fotos me había parecido el edifico más bonito de todos: la iglesia de san Carlos Borromeo, Karlskirche. Previamente, vemos el edifico de la Secesión, uno de los más conocidos de Viena. Es bastante curioso, con esa bola amarilla en el techo, pero tampoco me parece demasiado interesante. Una vez vista el edificó de Secesión, nos dirigimos hacia el lugar que más ganas tenía de ver esta mañana. La iglesia de san Carlos Borromeo, a donde llegamos a las doce del mediodía, me deja impresionado al instante. No sabría decir si me gusta más que el Parlamento, que me ha gustado muchísimo, y prefiero no tener que elegir: los dos edificios son impresionantes. Tras admirarla por fuera, nos decidimos a entrar en su interior, y es donde tiene lugar la mayor estafa de todo el viaje, aunque sabíamos que existía. Y es que cobran por entrar seis euros. Hasta aquí, nada raro. El problema reside en que el interior de la iglesia está prácticamente tapado por andamios, ya que lo distinto de esta iglesia es que tiene un ascensor con el que se puede subir a la cúpula y ver los frescos a apenas dos metros de donde uno se encuentra. La idea no es mala, pero tiene el problema de que desde el suelo de la iglesia no se ve absolutamente nada. Así pues, tras ver los frescos desde lo alto de la iglesia, a las doce y media salimos de esta y nos dirigimos hacia el último gran destino de la mañana: el palacio de Belvedere, uno de los tres grandes palacios de Viena y que, al igual que el Hofburg, se encuentra en el centro de la ciudad.

Iglesia de san Carlos Borromeo.

Palacio Belvedere: un poco menos de lo esperado.
Tardamos veinticinco minutos en llegar al Belvedere, aunque el camino no se nos hace para nada pesado, ya que vemos edificios y lugares muy bonitos, como la embajada de Francia o el monumento a los soldados del ejército rojo, que me recuerda muchísimo al que vimos en Berlín unos meses antes. Así pues, minutos antes de la una llegamos al palacio Belvedere, donde paseamos por sus jardines durante media hora. La verdad es que no me gusta tanto como esperaba, ya que lo encuentro bastante soso. No sé si es que están reponiendo las flores o qué, pero el hecho es que me parece muy simple todo. Apenas las cascadas y las estatuas consiguen agradarme. Quiero pensar que en otra época del año el jardín estará lleno de flores, de forma que este sea mucho más bonito.

Palacio Belvedere.

Tras media hora paseando por los jardines, decidimos ir en busca de un restaurante, ya que a las tres de la tarde tenemos prevista hacer una visita guiada en la Ópera. Para nuestra sorpresa, encontramos un Friday’s, pero este está cerrado, así que al instante decidimos cenar en él al día siguiente, cuando vayamos a hacer fotos nocturnas de la iglesia de san Carlos Borromeo. Rápidamente encontramos otra hamburguesería que no tiene mal pinta y que se encuentra a apenas cinco minutos de la Ópera.

Hamburguesa que comí.

Visita guiada por la Ópera y paseo final.
Tras comer, nos dirigimos hacia la Ópera, donde a las tres de la tarde tenemos previsto realizar una visita guiada en castellano, al igual que hicimos el año anterior en la Ópera de Budapest. La verdad es que la Ópera es muy bonita, y los casi cincuenta minutos de tour se me hacen muy entretenidos, sobre todo por la amabilidad de la guía, que da las explicaciones de forma bastante amena, centrándose en explicarnos el funcionamiento logístico de la ópera más que en la historia del propio edifico, lo que es bastante interesante. Además, tenemos la grandísima suerte, o eso nos dicen, de poder ver la parte de atrás del escenario, viendo cómo son los decorados. Afortunadamente, a diferencia de la Ópera de Budapest, en esta no me mareo y la puedo disfrutar durante todo el recorrido. Desde luego, los seis euros y medio que ha costado cada entrada nos han merecido mucho la pena. Aun así, mi novia, que pudo ver las dos óperas, la de Viena y la de Budapest, se queda con la de Budapest, que la encuentra mucho más lujosa que la de Viena.

Una vez en la calle, decidimos aprovechar que enfrente de la Ópera se encuentra el hotel Sacher, donde sirven la tarta Sacher original, motivo por el que aprovechamos para hacer un descansado y tomarnos cada uno un trozo de la famosa tarta. Como no soy muy experto, no noto gran diferencia entre esta tarta y la del día anterior, pero parece ser que la cantidad de mermelada que tiene es mayor. Una vez en la calle, vemos que hay bastante policía y mucha gente en torno al hotel Sacher. Como cotillas que somos, nos quedamos cinco minutos esperando a ver qué ocurre, y cuál es nuestra sorpresa cuando vemos llegar en un coche a la canciller alemana, Angela Merkel.

Tarta Sacher.

Continuamos nuestro recorrido y nos dirigimos hacia el Burggarten, un parque que se encuentra muy cerca del que habíamos visto esta mañana, y que, salvo por los invernaderos tan curiosos que tiene, no me llama demasiado la atención. Así pues, decidimos dar por concluido el día, pues hemos visto todo lo que se encuentra en los alrededores del Ring, la iglesia de san Carlos Borromeo y el palacio Belvedere y hemos hecho incluso un tour guiado por la Ópera más famosa del mundo. Nos ponemos en camino en dirección al hotel, a donde llegamos a las cinco y media de la tarde.

Paseo nocturno por el Ring.
Tras un merecido descanso, salimos pronto del hotel, pues queremos ver la representación de Don Carlo, de Mozart, de la ópera de Viena, pues se puede ver gratis en una pantalla que hay en la fachada de la Ópera. La verdad es que es una grandísima idea para acercar la cultura a la gente. Sorprende que a pesar de poder verse gratis en el exterior, la Ópera de Viena se llena casi todas las funciones. Tras comer en un italiano cercano a la ópera, decidimos dar un paseo por el Ring viendo los mismos edificios que esa misma mañana, pero de noche. Así, comenzamos el recorrido con la Ópera, y seguimos con el Parlamento y el Ayuntamiento. A diferencia de lo que esperaba, el Parlamento está muy poco iluminado. Sin embargo, el ayuntamiento es muy iluminado y es precioso. Y, para nuestra sorpresa, el camión que había a la mañana ha desaparecido, por lo que apuntamos el ayuntamiento como lugar al que volver de día el domingo. Al igual que el ayuntamiento, el Burgtheater está muy iluminado. Para mi sorpresa, nos acercamos hasta la iglesia Votiva, que también de noche está muy iluminada. Lástima el anuncio que fastidia bastante la imagen. Finalmente, a las once de la noche llegamos al hotel y damos por finalizado el día.

Ópera de Viena.

Ayuntamiento.

Gastos del día.
El día de hoy fue un día de gasto medio, ya que no hicimos especialmente nada relevante. Hicimos dos comidas como las de cualquier día, y apenas gastamos en turismo en la entrada a san Carlos Borromeo y en la visita guiada en la Ópera.
  • Comida. 66.40 €
  • Turismo: 25.00 €
  • Varios:  4.28 €
  • Total: 47.84 € por persona.


jueves, 1 de noviembre de 2012

Día 7, jueves 6 de septiembre de 2012

Tras muchos días de viaje, ha llegado el momento de conocer Viena, una de las ciudades más bonitas de Europa. A pesar de que tenemos tres días y medio para conocer la ciudad, decidimos poner el despertador a las ocho menos cuarto, ya que no tenemos muy claras las distancias y queremos asegurarnos de que vamos a visitar la ciudad con toda la tranquilidad que esta se merece. Cuando nos despertamos, vemos que el cielo está un poco nublado, pero no nos desanimamos, porque está mucho menos nublado que otros días y las previsiones de tiempo son que a medida que avance el día vaya saliendo el sol para no abandonarnos en lo que queda de viaje. Al menos, hemos tenido suerte ya que el mejor tiempo lo vamos a tener en la ciudad que más ganas teníamos de conocer.

Alrededores de la catedral: bastantes iglesias bonitas.
Lo primero que hacemos es dirigirnos en busca de un lugar donde desayunar, encontrando un Starbucks donde rápidamente nos damos cuenta de que los precios son bastante más elevados que los que habíamos visto en Múnich, algo que nos sorprende ya que la cena del día anterior no había sido excesivamente cara, costando más o menos lo mismo que en Múnich o Salzburgo. Tras desayunar, a las nueve de la mañana decidimos ponernos en marcha. En primer lugar decidimos callejear un poco por sus alrededores en busca de unas cuantas iglesias que había leído que eran preciosas. La primera que encontramos, la iglesia de los jesuitas, Jesuitenkirche, cumple con las expectativas que tenía de que era una de las iglesias más bonitas de Viena. Es preciosa, espectacular, recordándome mucho a la iglesia de Santiago de Praga, una iglesia pequeñita, escondida, y que uno no ve si solo se fija en las cinco cosas principales de cada ciudad. Tras visitar dicha iglesia nos dirigimos hacia la cercana iglesia de los dominicos, que no le andan nada a la zaga, con un color blanco muy similar a la iglesia de san Cayetano o la Michaeleskirche de Múnich. La verdad es que en apenas veinte minutos de visita hemos visto dos iglesias preciosas, parece que Viena promete mucho.

Jesuitenkirche.

Tras seguir callejeando por los alrededores de la catedral, viendo distintos edificios muy muy bonitos en sus distintas callejuelas empedradas, nos dirigimos hacia uno de los lugares turísticos más importantes de Viena: la catedral de san Esteban. El acceso a la catedral de san Esteban es gratuito, pero realizar una visita completa es muy caro. Así, a pesar de que el acceso a la catedral es gratuito, solo se puede visitar media nave, ya que para visitar el resto hay que pagar cuatro euros y medio, tanto como subir a cada una de las dos torres o ver  las catacumbas. A pesar de que cuando me había levantado tenía previsto pagar por ver el interior de la catedral y por subir a la torre norte, decidimos conformarnos con ver únicamente la zona gratuita, ya que no creo que las catacumbas vayan a ser demasiado interesantes, máxime cuando en Viena tenemos que ver la famosa cripta de los Capuchinos, las vistas desde cualquiera de las dos torres de la catedral no son nada del otro mundo y lo que vamos a ver del interior de la catedral pagando no es mucho más que lo que se ve desde la zona gratuita.

A pesar de ser muy similar a muchas catedrales, la verdad es que me gusta bastante. Desde luego, no me gustan tanto como muchas de las iglesias que he visto este año, pero aun así la encuentro muy interesante. No obstante lo que más me gusta de la catedral es su exterior, su tejado lleno de tejas con el dibujo del águila imperial. Como me esperaba, parte de la catedral está tapada por nos andamios, y es que llevan mucho tiempo en obras. No obstante, los andamios son lo suficientemente discretos como para que no  importe demasiado al turista la restauración de la catedral. Tras salir de la catedral y hacer una sesión de fotos toca pensar en lo que vamos a ver durante la mañana. En un principio, la idea era pasar la mañana viendo toda la zona de los alrededores de la catedral, la zona más antigua de la ciudad, viendo el barrio judío de forma que pudiéramos ver el reloj Anker a las once la mañana y acabando la mañana con una visita a la zona del Freyung y a la iglesia Votiva. Sin embargo, las distancias son más cortas de lo esperado, y nos damos cuenta que, al ser las diez y cuarto, no tiene sentido dirigirnos hacia el barrio judío, ya que todavía queda mucho tiempo para la que suene el reloj Anker.

Continuando con el centro de Viena.
Así, decidimos cambiar los planes y dirigirnos hacia los alrededores del Hofburg, uno de los palacios del centro de la ciudad. En apenas unos minutos, poco después de las diez y media llegamos al Neuer Markt, donde tras hacernos unas fotos con la fuente Donner, una de las muchas y preciosas fuentes que hay en Viena, entramos a la Cripta Imperial, o Cripta de los Capuchinos, donde descansan los cuerpos de numerosos monarcas de la dinastía Habsburgo. Disfruto enormemente los veinte minutos que vemos las tumbas de los Habsurgo, algunas tan espectaculares como la de Maria Teresa, que me resulta impresionante. La única pega es un grupo de jubilados franceses que hace que en ocasiones me sea imposible sacar fotos de las tumbas sin que aparezca nadie. Al salir tenemos sensaciones encontradas; mientras para mí los cinco euros de entrada han merecido sin duda la pena, ya que la cripta es algo de lo que más me ha gustado del viaje, a mi novia no le ha gustado mucho la cripta y si por ella fuera no habría entrado.

Cripta de los Capuchinos.

Tras ver la iglesia de los capuchinos, que en comparación con el resto de iglesias que hemos visto es bastante pobre, nos dirigimos hacia la Kärntner Strasse, una calle peatonal muy señorial con preciosas fachadas a ambos lados de la calle, hasta que veinte minutos después, a las once y media, llegamos a la Ópera, siendo ese momento uno de los más cómicos del viaje. Y es que el camino hacia la Ópera lo habíamos hecho bastante despacio, pues yo estaba mirando embelesado todas las fachadas de Kärntner Strasse, y no me doy cuenta de que me voy aproximando a la Ópera. Y justo en el momento en que me dispongo a hacer una foto al hotel Sacher, que se encuentra al lado de la Ópera, veo la Ópera y al fondo una estatua preciosa del museo Albertina. Y me quedo con la boca abierta sin saber a qué hacer fotos. Me parece todo tan bonito que no sé por dónde empezar a fotografiar. La verdad es que la zona de Kärntner Strasse y la ópera es muy bonita.

El encanto desaparece cuando nos damos cuenta de que el tiempo se nos ha pasado volando y que en poco más de media hora tenemos que estar en el barrio judío para ver el espectáculo del reloj Anker. Así, tras sacar unas pocas fotos a la ópera más famosa del mundo, nos dirigimos casi a la carrera hacia el barrio judío, pasando por Michaelerplatz aguantándome las ganas de pararme y sacar fotografías. Al final, resulta que no había hecho falta correr tanto, ya que diez minutos antes de las doce nos encontramos enfrente del reloj Anker, donde se encuentran unas cuantas personas esperando que comience el espectáculo. Este es bonito, pero se nos hace largo, pues dura casi diez minutos y consiste en ver pasar, muy lentamente, doce imágenes que representan a distintos reyes de la dinastía Habsburgo.

Tras ver el espectáculo del reloj Anker, nos decidimos a visitar el barrio judío, viendo iglesias como Ruprechtskirche o Maria am Gestade, así como Judenplatz, donde se encuentra el famoso memorial del Holocausto, que no lo podemos ver con el silencio que se merece debido a que un español comienza a gritarle a una señora que está hablando por teléfono justo enfrente del monumento, impidiendo a la gente hacer fotos. Tras Judenplatz, finalizamos la visita del barrio judío con la plaza Am Hof, que me gusta bastante más de lo que esperaba en un principio.

Freyung: un rinconcito de Viena.
Como apenas es la una menos cuarto, decidimos dirigirnos hacia la cercana zona del Freyung, una pequeña plaza de Viena en la que se encuentra la Schottenkirche, y una serie de pequeños palacios con unas fachadas muy bonitas. Como nos sentimos bastante animados, decidimos acercarnos hasta la Votivkirche, una de las iglesias más famosas de Viena, con el objetivo de verla de lejos. De camino a Votivkirche, pasamos delante de edificios como la Bolsa o la sede la OPEP, que curiosamente se encuentra en esta ciudad. Tras volver a pasar por Freyung y ver de nuevo la plaza, tampoco merece la pena dedicarle mucho tiempo, nos dirigimos a los alrededores del Hofburg en busca de un restaurante.

Hofburg y alrededores.
Tras comer algo de pasta en un restaurante que por supuesto no puede ni compararse con italiano el de Salzburgo, decidimos comer nuestra primera tarta Sacher de Viena, aprovechando que nos encontramos a apenas cinco minutos de la confitería Demel, que es junto con el Hotel Sacher el lugar más famoso de Viena donde se puede comer la tarta Sacher. Cuando llegamos a la confitería Demel, que tiene el aire magno de las confiterías antiguas, descubrimos para nuestra sorpresa que el precio de la tarta Sacher es bastante menor de lo que esperábamos. Sin embargo, decidimos coger un trozo de tarta para llevar, que sale aun más barato, ya que no estamos seguros de que nos vaya a gustar, por lo que no queremos pedir dos trozos, y no queremos tomar en ese momento café o similar, y nos da un poco de apuro ocupar una mesa para pedir únicamente un trozo de tarta Sacher. Como la confitería se encuentra a apenas unos metros de Michaelerplatz, decidimos dirigirnos ahí para comer la tarta con vistas a la entrada del Hofburg. Encuentro la tarta bastante rica, con esa mezcla de chocolate y mermelada de albaricoque, pero no sé si es porque no tengo morro fino y no está hecha la miel para la boca del cerdo, que sin duda prefiero una tarta entera de chocolate tipo “muerte por chocolate”. A pesar de que para mí no es la mejor tarta del mundo, disfruto mucho esos momentos en los que comemos la tarta mientras vemos la entrada de Michaelertor y vemos cómo las nubes van poco a poco desapareciendo del cielo.

Al finalizar la tarta, y como todavía no son las tres de la tarde, decidimos entrar al palacio de Hofburg, a pesar de que en un principio teníamos previsto visitarlo el segundo día en Viena. El motivo del cambio de decisión es que los próximos tres días van a ser muy soleados, y a pesar de que la tarde se prevé poco nublada, preferimos aprovechar el día con peor tiempo para hacer todas las visitas posibles a interiores y así dedicar el resto de días a pasear por las calles, ver jardines y demás.

Así, entramos en el Hofburg y por 23.50 € cada uno compramos el Sisi Ticket, un ticket que nos va a permitir entrar al Hofburg, al Schönbrunn saltándonos las colas y al museo del mueble, donde no tenemos previsto entrar. El Hofburg tiene dos zonas muy diferencias; por un lado se encuentra la vajilla de Sisi y por otro lado las habitaciones imperiales. La vajilla de Sisi me gusta bastante más de lo que esperaba. No sé si es porque tengo el día optimista, pero todo lo que veo me está gustando, y los cientos de vajillas y cubiertos que pensaba que no me iban a gustar me parecen muy interesantes. Desgraciadamente, como pensábamos que no nos iba a gustar, no cogemos la audio guía gratuita, lo que hace que no sepamos nada de los platos o cubiertos que estamos mirando. Al finalizar con la visita a la vajilla, y antes de entrar en las habitaciones imperiales, nos dirigimos hacia la zona de las audio guías para poder enterarnos del recorrido que vamos a hacer. Con estas en la mano, nos dirigimos hacia las habitaciones imperiales, que no dejan de ser las habitaciones de un palacio como cualquiera de los que hemos visto en este viaje, pero con una clara referencia hacia el personaje de Sisi. Así, la audio guía explica en todo momento la vida y milagros de Sisi, su relación con la corte y el pueblo, y la relación que tienen con Sisi cada una de las habitaciones que vamos visitando. La verdad es que la visita me parece bastante interesante, y la hora y cuarto de visita total al Hofburg se me pasan muy rápidamente.

Ua vez en la calle, decidimos dirigirnos hacia Heldenplatz, donde íbamos a ver una los lugares más impresionantes de Viena, la imponente fachada del Hofburg. Afortunadamente, no hay ningún andamio que impida disfrutar con dicha fachada. Pero como parece que a veces la mala suerte nos persigue, parece ser que el fin de semana va a haber una fiesta de comida tradicional, por lo que han montado muchas casetas e incluso un escenario cerca de la entrada del Hofburg por Heldenplatz, lo que impide sacar las fotos más bonitas, teniendo que conformarnos con ver de cerca la fachada. A pesar de ello, no dejamos de disfrutar este edifico, ya que es precioso. Y al darnos la vuelta descubrimos una sorpresa, ya que a lo lejos se vislumbra el ayuntamiento de Viena, otro de los lugares más importantes de la ciudad, y que me recuerda mucho al de Bruselas.

Hofburg desde Heldenplatz.

La Biblioteca Nacional, también llamada Prunksaal, era otro de los lugares que teníamos previsto visitar al día siguiente. Aun así, al igual que el Hofburg, decidimos entrar a verla para tacharla del itinerario. No hay mucho que decir sobre la Biblitoeca Nacional: es una maravilla. Además, inexplicablemente, apenas tiene visitantes en el momento en que entramos, y eso que se encuentra a unos pocos metros del Hofburg. Quizá los siete euros de entrada tienen la culpa… Aunque no es demasiado grande, la Biblioteca Nacional es una sala preciosa llena de libros y con paredes y suelos de mármol que recuerdan a los de una iglesia. Desgraciadamente, al fondo hay una exposición con anuncios turísticos austriacos antiguos, lo que dificulta el sacar fotos bonitas del lugar.

Biblioteca Nacional.

Cena en restaurante típico y paseo nocturno.
Tras descansar en el hotel nos dirigimos hacia uno de los restaurantes más conocidos de Viena, el Figlmüller, famoso por tener los, según ellos, mejores Wiener Schnitzel de la ciudad. A pesar de llegar bastante pronto, antes de las ocho y media, vemos que hay algo de cola, unas quince personas delante de nosotros. A pesar de nuestros temores, la cola avanza bastante rápido y apenas quince minutos después ya tenemos asignada una mesa dentro del restaurante. Como no podía ser de otra forma, pedimos el famoso Wiener Schnitzel de cerdo. La verdad es que está muy rico, me encanta el escalope, pero lo encuentro un poco artificial. Hasta ese momento, todos los escalope que me han servidos eran irregulares, abombados… este es perfectamente plano y perfectamente redondo. A pesar de ello, está muy rico y no dejo ni un solo trozo. Cuando salimos, a las nueve y media de la noche, no hay nadie esperando en la cola. Debe ser que los europeos cenan pronto. 

Wiener Schnitzel del Figlmüller.

Afortunadamente, a diferencia de Alemania, en Viena la mayoría de los edificios más importantes están iluminados de noche, por lo que tenemos pensado ir cada día a una zona de la ciudad a hacer fotos nocturnas. Así, en primer lugar nos dirigimos, que está bastante bien iluminada. Tiene la pega de que es muy difícil sacar fotos sin que salga gente o coches en movimiento, pero aun así las fotos que sacamos son muy bonitas. Tras hacer unas cuantas fotos a la Ópera, nos dirigimos hacia el Hofburg, donde hacemos unas fotos en Heldenplatz preciosas, aunque no todo lo bonitas que serían si no estuviera la plaza llena de casetas. Finalmente, decidimos dirigirnos hacia la cercana Maria Theresien Platz, donde se encuentran el Museo de Historia Natural y el Museo de Historia del Arte, dos museos gemelos que se encuentran uno enfrente del otro. Lamentablemente, la estatua de María Teresa está completamente tapada, y la mitad de la fachada de los dos museos también. Aun así, intentamos consolarnos pensando que podemos disfrutar de la mitad de la fachada de los dos museos. Finalmente, nos dirigimos andando hacia el hotel, a donde llegamos a las once y cuarto muy contentos por todo lo que hemos visto en el día de hoy.

Hofburg desde Heldenplatz.

Gastos del día.
El día de hoy ha sido de largo aquel en el que más hemos pagado de todo el viaje, debido a que gastamos más que otros días en visitar distintos monumentos, como la Biblioteca Nacional y la Cripta de los Capuchinos, y a que además compramos el Sisi Ticket. Así, los gastos por persona son los siguientes:

  • Comida: 36.15 €
  • Turismo: 35.50 €
  • Varios: 4.77 €
  • Total: 76.42 € por persona.