Nuestro último día completo de vacaciones amanece con un sol espectacular, digno de lo que vamos a visitar. Y es que hoy toca conocer el palacio de Schönbrunn, el lugar más visitado de Viena y de Austria, y que se encuentra a unos pocos kilómetros de la ciudad.
A pesar de que el palacio abre a las ocho y media y mi intención inicial era ir pronto para evitar las aglomeraciones, decidimos descansar un poco y poner el despertador a las ocho y cuarto, ya que estimamos que con llegar a las nueve y media y estar cuatro horas será tiempo más que suficiente para conocer tanto el palacio como sus jardines. Tras desayunar en la cafetería de la esquina del hotel, compramos un billete diario de metro y nos dirigimos hacia la parada de Schönbrunn, a la que llegamos en apenas quince minutos. Tras unos instantes de dudas sobre en qué dirección debemos partir, llegamos al palacio de Schönbrunn minutos antes de las diez.
Palacio de Schönbrunn, el lugar más turístico de Viena.
Nada más llegar al palacio, comprobamos que en efecto es el lugar más visitado de Viena, ya que a pesar de no haber una aglomeración enorme de turistas, sí que se aprecia una considerable cantidad, al menos comparándolo con el resto de la ciudad. Afortunadamente, el tener el Sisi Ticket nos permite saltarnos la cola de la gente que ha comprado la entrada del palacio, por lo que en unos pocos minutos comenzamos a pasear por las habitaciones.
La visita al palacio se convierte en una de las peores y más agobiantes visitas que he hecho en mi vida. No es que el palacio fuera feo, que no lo era, aunque tampoco sus habitaciones eran mucho más espectaculares que las que habíamos visto en otros palacios, pero las primeras habitaciones las recorremos como ganado que va al matadero, ya que nos juntan a la vez a muchísima gente que tiene el Sisi Ticket con otra tanta que no lo tiene. Desde luego, lo más normal hubiera sido que las entradas fueran como las del castillo de Hohenschwangau y Neuschwanstein, donde a pesar de tener una entrada que te permitía saltarte las colas, tenías que ir a una hora concreta. Afortunadamente, el Sisi Ticket te permite ver todas las habitaciones del palacio, mientras que muchos de los que compran la entrada individual lo hacen solo para la primera mitad del palacio. Así, la segunda mitad del palacio la podemos realizar de forma mucho más tranquila y relajada, ya que la cantidad de gente que hay en las distintas habitaciones es mucho menor.
Paseando por los jardines de Schönbrunn, uno de los mejores momentos del viaje.
Una hora después, a las once, damos por finalizada la visita a las habitaciones del palacio y nos encaminamos a pasear por sus enormes jardines, que son la imagen más repetida de las postales vienesas. Nuestro primer punto del recorrido es la Glorieta, que se encuentra en un extremos del jardín coronando una colina desde donde se obtienen unas vistas espectaculares de los jardines y del palacio. No llegamos a la Glorieta hasta las once y media, ya que vamos paseando tranquilamente, deteniéndonos a hacer fotos en la cascada del obelisco, una de las fuentes más famosas del parque. Cuando llegamos a la Glorieta vemos que hay gente subida en lo alto del edificio haciendo fotos. Desgraciadamente, el Sisi Ticket no incluye la subida a la Glorieta, y no estamos dispuestos a pagar dos euros y medio por subir, ya que pensamos que también seremos capaces de hacer fotos espectaculares desde el suelo. En la zona de la Glorieta estamos bastante tiempo, ya que las vistas son preciosas, pues se ve desde lo alto el palacio entero y sus preciosos jardines. No hay palabras para describirlo, simplemente impresionante. Como todo Viena.
Palacio de Schönbrunn desde la Glorieta.
Tras asegurarnos que hemos hecho fotos desde todos los ángulos posibles y de que hemos disfrutado al máximo de las vistas que tenemos delante, decidimos dirigirnos hacia los jardines que se encuentran enfrente del palacio, para lo que nos disponemos a bajar la colina. Tras hacernos unas fotos en la fuente de Neptuno, que sin ánimo de presumir nos hacemos las fotos más bonitas de todos los turistas que vemos, pues todos tapan con su cuerpo el palacio, y dar un último paseo por los jardines, nos dirigimos hacia la Casa de las Palmeras, un invernadero que se encuentra algo oculto y en el no podíamos entrar con el Sisi Ticket. Me resulta un edifico bastante curioso, y desde luego me gusta bastante, con esa forma tan curiosa que tiene. La verdad es que todo lo que he visto esta mañana me ha resultado precioso. Y ni en mis mejores sueños pensaba que íbamos a tener un día tan espectacular.
Casa de las Palmeras.
Visitando los retazos de Viena que nos quedan.
Así pues, a la una damos por finalizada la visita al palacio de Schönbrunn, y no dirigimos hacia el Stadtpark, que se encuentra en pleno centro de Viena, ya que el resto del día lo tenemos pensado dedicar a zonas sueltas que no hemos podido visitar en un primer momento. En Stadtpark se encuentra la famosa estatua de Strauss, la que es seguramente la más conocida de Viena. Tras bajarnos en una estación cercana al parque, encontramos la estatua en apenas cinco minutos, que es más grande de lo que pensaba, y tras hacernos la foto correspondiente decidimos ir en busca de un restaurante, ya que es la una y media y no nos da tiempo a ir a Hundertwasserhaus, que era mi intención a la mañana. Nos dirigimos hacia la zona del Hofburg, y decidimos comer en un restaurante italiano en una calle perpendicular a Graben desde donde se puede medio ver uno de los monumentos que más me han gustado de todo el viaje: la columna de la Peste.
Estatua de Strauss.
Una vez finalizada la comida, nuestro siguiente destino es la Hundertwasserhaus, pero antes que nada nos dirigimos hacia la iglesia de los minoritas, Minoritenkirche, una de las más famosas de la ciudad, y que se encuentra al lado del Hofburg. A diferencia de muchos otros lugares, no había visto antes ninguna foto en Internet, por lo que no sabía qué me esperaba. Y la verdad es que me sorprende bastante. Por dentro me parece muy simple, pero por fuera me recuerda me parece muy distinta al resto de iglesias, y la verdad es que puede decirse que ha merecido la pena verla, ya que la forma del edifico es muy curiosa.
Así pues, una vez vista la iglesia, cogemos el metro y nos dirigimos hacia Hundertwasserhaus, parándonos en la parada de Landstraße. Para llegar a nuestro destino, todavía tenemos que andar durante unos quince minutos por calles donde apenas vemos un par de turistas, lo que nos hace pensar que quizá hay alguna forma más rápida, tranvía o autobús, de llegar ahí. Finalmente, a las cuatro de la tarde llegamos a Hundertwasserhaus, y podemos decir que nos sorprende para bien a los dos. Sabíamos lo que nos íbamos a encontrar, pero no esperábamos que nos fuera a gustar tanto. Me parece muy bonita, muy colorida, preciosa. Y muy distinto a lo que te encuentras en muchos otros sitios, algo que me encanta. Salvando mucho las distancias, me recuerda a los típicos edificios de Antonio Gaudí. Tras pasar veinte minutos contemplando el edifico, y es que no puedo dejar de decir que nos encanta, nos dirigimos hacia el último punto del día, la iglesia de san Francisco de Asís, en Mexikoplatz.
Hundertwasserhaus.
Esta es una de las dos iglesias que apenas salen en las guías turísticas y que tenía interés en conocer, más por su exterior que por su interior. La primera era la iglesia de Maria von Siege, que había visto muy de lejos desde Schönbrunn. El problema es que además de encontrarse muy alejada, solo la había oído citar en una web, donde además se mencionaba que el barrio en el que se encontraba podía resultar un poco peligroso. Estos tres motivos, sobre todo los dos primeros, hacen que descarte ver esta iglesia y me decante por la de Mexikoplatz, que había oído más veces y que se encuentra a unas pocas paradas de donde nos encontramos. Así, a las cinco de la tarde llegamos a Mexikoplatz, cuyo nombre se debe a que México fue el único país que protestó ante la Sociedad de Naciones por la anexión de Austria a Alemania en 1938. Resulta curioso que unos años antes en México se hubiera asesinado a su emperador, de origen austríaco. La iglesia cumple con todas mis expectativas, gustándome mucho por lo diferente que es al resto de iglesias, ya que más que iglesia me recuerda a un castillo de cuento de hadas. Decidimos no entrar en su interior ya que en ese momento hay una boda y a que no creemos que merezca mucho la pena su interior. Con la excusa de verla desde otro punto de vista, decidimos llegar hasta el Danubio, que se encuentra a apenas medio minuto de la catedral, y desde donde podemos ver de lejos el barrio de la ONU con sus rascacielos. La verdad es que no deja de ser curioso que una ciudad tan importante como Viena no se haya asentado en los alrededores de un río importante como el Danubio, sino que lo haya hecho a un kilómetro de este. Sus motivos tendrían en la época.
Iglesia de san Francisco de Asis.
Tras ver de lejos el barrio de la ONU, o sea, tras no ver nada, y ver esta curiosa iglesia, decidimos dirigirnos al hotel a descansar. Sin embargo, se nos ocurre que ya que la primera parada entre Mexikoplatz y el hotel es la que da al Prater, el famoso parque de atracciones, merece la pena llegar quince minutos más tarde al hotel y poder decir que hemos estado en el Prater. La verdad es que el Prater no es nada del otro mundo, una especie de parque de atracciones antiguo que, desde mi punto de vista, solo llama al turista por el hecho de decir que se ha estado en él. Así, tras apenas diez minutos en el Prater, decidimos coger el metro e ir al hotel, a donde llegamos a las seis y cuarto, con tiempo de sobra para descansar. El viaje en metro es un poco accidentado, ya que vemos cómo una chica se desmaya ante los gritos y lloros de quien creemos que es su hermano pequeño.
Visita nocturna a san Carlos Borromeo.
Tras descansar un poco en el hotel y dejar medio preparadas las maletas para el día siguiente, nos dirigimos a cenar al Friday’s, que habíamos visto de casualidad el día anterior mientras buscábamos un lugar para comer. La verdad es que la ubicación del Friday’s es perfecta, pues está a unos pocos minutos de la iglesia de san Carlos, el último sitio que nos queda donde hacer fotos de noche. Aunque nada será lo mismo como el Friday’s de Budapest, disfrutamos las hamburguesas que comemos, pues desde el viernes anterior no comíamos una en condiciones y teníamos ganas tras tanta comida bávara e italiana.
Al salir de cenar, nos dirigimos a la iglesia de san Carlos, pasando previamente por el monumento a los soldados soviéticos, donde hay unas cuantas personas bebiendo en una especie de fiesta de empresa. Al principio me asusto, porque pienso que, al ser sábado, es un botellón, y la zona de la iglesia de san Carlos Borromeo debe ser un lugar perfecto para hacer botellón. Sin embargo, mis temores son infundados, y, a pesar de que hay unas cuantas personas haciendo fotos y algún grupo hablando, no hay mucha gente, por lo que podemos hacer una gran sesión de fotos, sacando las que, en mi opinión, son algunas de las fotos más bonitas del viaje.
Iglesia de san Carlos Borromeo.
Finalmente, tras más de media hora haciendo fotos, a las diez y cuarto decidimos dirigirnos en metro hacia el hotel, pasando previamente por la catedral de san Esteban para verla de noche por última vez. Minutos después de las once menos cuarto, llegamos muy contentos pues en el día de hoy hemos visto una de las joyas del viaje, el palacio de Schönbrunn, que nos ha encantado, siendo de lo mejorcito del viaje, y nos ha dado tiempo a ver las cosas sueltas que nos quedaban de Viena. Además, el día ha sido espectacular y, gracias a irnos pronto a la cama todos los días, hemos podido disfrutar toda la ciudad sin notar en ningún momento cansancio, uno de mis mayores miedos del viaje.
Gastos del día.
El día de hoy ha sido junto con el primero de Salzburgo, el que menos hemos gastado, ya que como únicamente hemos entrado en el palacio Schönbrunn y nos venía incluido en el Sisi Ticket, solo hemos pagado las comidas y el billete diario de metro, por lo que los gastos por persona han sido los siguientes:
- Comida. 31.50 €
- Transporte: 6.70 €
- Varios: 4.52 €
- Total: 47.42 €
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