Nuestro cuarto día en París, el último completo, fue muy distinto de lo que se tenía previsto en un principio. Desde hacía meses andábamos dudando sobre si dedicar este día a Versalles o no. Por un lado, el palacio de Versalles es quizá el palacio más famoso del mundo y uno de los grandes atractivos de París. Por otro lado, una visita completa al palacio y sus jardines podría llevarnos un día entero, con lo cual andaríamos bastante apurados para ver la ciudad de París. Así, teníamos casi decidido que dedicaríamos únicamente la mañana del último día a ver el palacio, siempre y cuando en los días anteriores nos hubiera dado tiempo a ver la práctica totalidad de París. Para ser sinceros, en todo momento, durante los meses previos al viaje y durante el propio viaje, tuve la sensación de que si veíamos Versalles sería porque era lo que se suponía que teníamos que hacer, ya que no veía que tuviéramos demasiadas ganas de ir, sobre todo porque pensábamos que sería muy similar a los palacios de Viena que habíamos visto meses atrás. Por ello, tras ver las previsiones meteorológicas, decidimos el lunes no visitar Versalles, usando el tiempo como excusa. Así, podríamos ver París bastante más tranquilos, y no a toda prisa como habría que verlo en caso de dedicar una mañana, como mínimo, a Versalles. Y como he dicho, como hacía pocos meses que habíamos estado en los palacios de Viena, pensamos que no sería una gran pérdida.
Así, decidimos descansar un poquito más que los otros días (si hubiéramos ido a Versalles habríamos tenido que pegarnos un madrugón para poder estar en París a la hora de comer), y pusimos el despertador a las ocho y media de la mañana. La idea era comenzar el día visitando Montmartre, el barrio bohemio de París, que tanto me había encantado la primera vez que visité la ciudad, y que era casi lo que más ganas tenía de visitar de París. Tras desayunar, llegamos al metro a las diez, y justo cuando íbamos a entrar en el vagón me doy cuenta de que me he dejado en el hotel una pieza necesaria para poder usar el trípode de la cámara. Tras unas dudas, vuelvo corriendo al hotel a buscarlo, sin éxito, puesto que resulta que lo había llevado encima en todo momento y no me había dado cuenta. Este pequeño descuido nos hizo perder veinte minutos.
Montmartre: lo que más me gusta de París.
Tras un viaje en metro relativamente largo, teníamos que cruzar media ciudad, llegamos a Montmartre a las once de la mañana. Cómo no, nuestros pasos se dirigen al Sacré Cœur, la basílica del Sagrado Corazón, que se encuentra a apenas cinco minutos de la estación de metro de Anvers, donde nos hemos bajado. El lugar es impresionante, siendo para mí lo más bonito y espectacular de París. La única pega que vemos es la cantidad de gente que se te acerca con intenciones no muy claras, dando la sensación de estar esperando un descuido para robarte la cartera. Salvo eso, todo es perfecto; ni las nubes pueden quitarme la alegría de verme, casi quince años después, enfrente del Sacré Cœur.
Sacré Cœur.
Tras unos cuantos minutos haciendo fotos, en la base de la colina, mientras subimos, en lo alto de la colina... entramos en la Basílica, en la que por cierto se está oficiando una misa con bastantes sacerdotes. Tras haber leído que la Basílica por dentro era muy fea y que no tiene comparación con el exterior, segundo punto con el que coincido porque el exterior es espectacular y difícilmente puede ningún interior igualarlo, la verdad es que no me desagrada en absoluto por dentro, gustándome bastante a pesar de su sencillez. Sin duda, el interior del Sacré Cœur es una de las sorpresas positivas del viaje. Creo que me ocurre lo mismo con el interior del Sacré Cœur como con la Gioconda: todo el mundo los pone tan mal que cuando llego me esperaba tan poca cosa que acaba encantándome.
Tras salir de la iglesia, a las once y media, dedicamos la siguiente hora y media en ver algunos de los lugares más conocidos de Montmartre, recorriendo tranquilamente y sin prisas este bohemio barrio, como transportados a otra época. Tras recorrer algunas de sus callejuelas, llegamos a la place du Tertre, la famosa plaza de los pintores, donde hace quince años me cobraron, bueno, a mis padres, 5000 pesetas por un dibujo en el que no me parecía en absoluto. Ahora, siempre que veo cómo la gente se deja retratar ante pintores callejeros para pagar un dineral por un dibujo que no se parece a la realidad me acuerdo de que a mí me pasó lo mismo, así que no puedo reírme de ellos. Tras ver la plaza, continuamos recorriendo el barrio, pasando delante del Moulin de la Gallete, retratado por Renoir en su célebre cuadro, por la Maison Rose y el célebre cabaret Au Laping Agile, y, finalizando, cómo no, con el Moulin Rouge, el cabaret más famoso del mundo y el otro gran atractivo de Montmartre después del Sacre Coeur. Tras unos minutos haciendo fotos, nos dirigimos hacia la plaza de Abbesses, donde se encuentra el muro del Je t'aime, y donde damos por finalizada nuestra visita al barrio de Montmartre a la una del mediodía, tres horas después de haber llegado a Montmartre.
Place du Tertre.
Le Marais y La Defensa: los últimos barrios de París
Tras visitar Montmartre, apenas nos queda por conocer el barrio de Le Marais, por lo que nos dirigimos hacia la plaza de la Bastilla, el que seguramente sea el lugar de más simbolismo de Francia. Actualmente nada queda de aquella cárcel que los parisinos asaltaron el 14 de julio de 1789. En su lugar, se encuentra una columna conmemorativa de la revolución de 1830 así como una ópera cuando menos curiosa y que causó mucha controversia cuando se inauguró, justo 200 años después de la toma de la Bastilla. Tras sacar unas fotos a dichos monumentos, decidimos comer en uno de los muchos restaurantes Hipopotamus que hemos visto durante nuestro viaje, ya que hemos tardado cuarenta minutos en hacer el viaje en metro, y ya empezamos a tener hambre. La verdad es que tras verlos tantas veces, uno tenía ganas de probarlo. Sin embargo, la comida fue un poco desastre. Las hamburguesas no es que estuvieran malas, pero, al menos para mí, eran pequeñas, sobre todo en comparación con el pan con el que te la servían, ya que hubo varios bocados en los que solo como pan. Sin embargo, lo peor de todo, para mi pareja, fue la imposibilidad de añadir queso a la hamburguesa más básica (el resto de hamburguesas no le atraían), por lo que tuvo que conformarse con una hamburguesa sin queso, seguramente la cosa que más odia del mundo. La verdad es que eso nos desconcertó bastante.
Tras la comida, encaminamos nuestros pasos hacia la plaza de los Vosgos, la que para muchos es la plaza más bonita de París. La verdad es que la encuentro preciosa, con todas la casas dispuestas de forma simétrica, con sus jardines y sus fuentes. Sin duda, me parece uno de los lugares más bonitos de parís, ideal para descansar, merendar o incluso comer un bocadillo descansando y relajándote mientras admiras la plaza. Tras ver la plaza de los Vosgos damos un pequeño paseo por Le Marais, centrándonos prácticamente en el Hôtel de Sully, que me gusta mucho más de lo esperado, y en el Hôtel de Sens. Desde el Hôtel de Sens damos un breve paseo hasta el ayuntamiento, donde, a las cuatro de la tarde, damos por finalizada nuestra visita al barrio de Le Marais. La verdad es que hacemos una visita un poco exprés al barrio, pero tampoco es que el Le Marais tenga mucho más que enseñar.
Plaza de los Vosgos.
Visita exprés a La Defensa.
Como todavía nos queda mucho tiempo libre, eran las cuatro de la tarde, decidimos acercarnos hasta el barrio de La Defensa, tras haber visitado previamente la famosísima librería Shakespeare & Co. La verdad es que tenía bastantes ganas de visitar el barrio, aunque tenía la sensación de que no iba a ver gran cosa y que iba a ser un visto y no visto. Y en efecto, tras coger el metro y realizar un viaje de unos veinte minutos, llegamos a La Defensa minutos después de las cinco y cuarto. Desde luego, este iba a ser el día que más tarde llegaríamos al hotel. Tras unas cuantas fotos al Arco, al que no se podía subir, según había leído en Internet, y a sus alrededores, apenas diez minutos después de llegar decidimos volvernos a París, sobretodo tras constatar que empezaban a caer las primeras gotas de lluvia. Tras otro viaje igual de largo que el de la ida, llegamos al hotel sobre las seis de la tarde. Tenía muchas ganas de ver La Defensa, pero no sé si la hora de viaje entre la ida y la vuelta ha merecido los diez minutos que hemos estado ahí. Prefiero pensar que sí. Al menos, no me quedaré con la incertidumbre de si me habría gustado o no el barrio.
Arco del Triunfo: última sesión nocturna de fotos.
Esta última noche en París tocaba hacer sesíón nocturna de fotos en el Arco del Triunfo. Me habría gustado mucho haber visto el Sagrado Corazón de noche, pero estaba demasiado lejos y además, no había noches para todo. Como suponíamos que cerca del Arco del Triunfo no habría muchos restaurantes, decidimos cenar en los alrededores del hotel, en un restaurante italiano en Les Gobelins que habíamos visto el primer día cuando nos dirigíamos hacia el Panteón para tomar distancias.
La verdad es que la cena estuvo muy bien. De primero pedimos una pizza de pollo para compartir, que aunque no me gustó mucho debido a que me esperaba el pollo de otra forma y a la gran cantidad de rúcula que traía la pizza, fue de agradecer que nos dieran la pizza en dos platos, algo que no habían hecho la noche anterior en el italiano cercano al a fuente de los inocentes. De segundo, pedimos una lasaña que tenía más pasta que carne, aunque estaba rica, y que también nos sirvieron en dos platos.
Tras cenar, nos dirigimos hacia el Arco del Triunfo, a donde llegamos a las diez y media. Desgraciadamente, ya es muy tarde para subir, puesto que aunque cerraban a las once, la última entrada era a las diez y cuarto. Así pues, nos tenemos que conformar con unas fotos desde el suelo, que no salen tan bonitas como lo esperado debido a la lluvia. Tras apenas quince minutos haciendo fotos, de lejos el día que menos fotos hacemos, pero tampoco hay mucho más que hacer, damos por finalizada la sesión nocturna del viaje, y nos dirigimos al hotel,a donde llegamos minutos después de las once y cuarto.
Arco del Triunfo.
Gastos del viaje.
Los gastos de este día fueron menores de lo que estamos acostumbrados, si bien no alcanzaron el récord del día anterior. Así, el día de hoy apenas gastamos en comida, ya que, por primera vez, no hizo falta comprar ningún ticket t++.
Así, los gastos del día se distribuyeron de la siguiente forma:
Los gastos de este día fueron menores de lo que estamos acostumbrados, si bien no alcanzaron el récord del día anterior. Así, el día de hoy apenas gastamos en comida, ya que, por primera vez, no hizo falta comprar ningún ticket t++.
Así, los gastos del día se distribuyeron de la siguiente forma:
- Comida: 29.40 €
- Varios: 1.55 €
- Total: 30.95 € por persona.