Nuestras vacaciones van tocando a su fin y llega el día en el que más hay que madrugar. El plan del día es ir a de Riga a Vilna, donde tendríamos toda la tarde y parte de la mañana del día siguiente para conocer la ciudad. Poco tiempo, pero es lo que hay. Además, de camino queremos aprovechar para desviarnos un poco y ver el famoso castillo de Trakai, uno de los monumentos más visitados de Lituania. Yo no tenía especial interés por visitarlo, pero a mi padre le apetecía, y dado que quedaba tan cerca de Vilna, no nos podíamos negar. Así, el despertador nos levanta de la cama a las siete de la mañana. Nos vestimos y desayunamos a todo correr, y a las ocho y cuarto ya estamos saliendo del garaje del hotel, mientras vemos que parece que se presenta una mañana complemente soleada, todo lo contrario de la triste mañana del día anterior.
El viaje hacia Vilna transcurre sin mayores consecuencias. Tenemos un poco de caravana al salir de Riga debido a obras en la carretera, pero la mayor parte del viaje discurre sin problemas, y no vemos tantas maniobras suicidas como las de dos días antes, a excepción de un coche que aparece de la nada y cruza la carretera de un lado a otro sin aminorar la velocidad, a apenas unas decenas de metros de nosotros. En honor a los letones, hay que decir que dicha experiencia nos ocurre en Lituania.
Castillo de Trakai: precioso de lejos, no tanto de cerca.
Finalmente, tras recorrer nuestros primeros kilómetros de autovía en los países bálticos llegamos al castillo de Trakai minutos antes de las doce y media. El castillo se encuentra en medio de un lago, en un ambiente privilegiado. La verdad es que desde lejos me gusta bastante, pero según me voy acercando me va dando cada vez más la sensación de estar un poco deteriorado. Desde luego, las murallas de Tallin están mucho mejor cuidadas que el castillo de Trakai.
Nos decidimos a entrar, pero no disponemos de litas y no aceptan el pago ni en euros ni en tarjeta. Curioso en una de las atracciones turísticas más importantes del país. No me da ninguna pena, ya que como he comentado, no me estaba atrayendo nada desde cerca, no así desde lejos, que lo encuentro precioso rodeado del lago, pero sí que da un poco de rabia no poder entrar tras haberte acercado y tras ver el barato precio de las entradas, 14 litas para adultos y 6 para estudiantes. Me conformo pensando que desde la taquilla no parecía que se viera nada.
Castillo de Trakai.
Recorriendo el casco antiguo de Vilna: iglesias maravillosas.
Menos de una hora después, minutos antes de la una y cuarto, y tras haber pagado tres euros a un hombre para que nos guardara el coche en el parking que se había montado en un terreno, nos dirigimos a Vilna, a donde llegamos minutos después de las dos menos cuarto. Rápidamente comprobamos que, tal como imaginábamos, la ubicación del hotel era inmejorable, comparable a la del de Tallin, puesto que se encuentra en la propia plaza de la catedral, de forma que desde la entrada del hotel se tiene una magnífica vista de la catedral y su campanario. La verdad es que no se puede comenzar la visita a Vilna con mejor imagen.
Animados porque en nuestra guía lo consideran el mejor restaurante italiano de la ciudad, decidimos comer en el restaurante del hotel ya que disponemos de menos de un día en Vilna y no queremos perder tiempo en buscar un restaurante. La verdad es que me parece muy curioso que el restaurante de un hotel sea italiano. Parece que estamos siguiendo a los distintos combinados españoles, ya que en el restaurante nos encontramos con el combinado de remo. Tras comer cuatro grandes y deliciosos raviolis rellenos de cordero, aunque con una salsa un poco fuerte, a las tres y media salimos del hotel rumbo a conocer la ciudad.
Como apenas disponemos de una tarde y una mañana para ver la ciudad, y en Vilna hay numerosas iglesias, llevamos apuntados los horarios de apertura de las que queremos ver, ya que algunas abren solo por la mañana y otras solo por la tarde. Así, nuestra visita será un poco caótica, ya que habrá que ver algunas iglesias del norte del casco antiguo, otras del sur, otras del este...
Aprovechando que la tenemos justo enfrente, hacemos unas cuantas fotos de la catedral y nos asomamos apenas treinta segundos en su interior, ya que tenemos previsto dejar la catedral para el día siguiente ya que abre a las siete de la mañana y la tenemos enfrente del hotel. Nuestro siguiente destino es la cercana universidad, donde tenemos intención de ver la librería y la iglesia de san Juan, una de las más conocidas de la ciudad. Cuando llegamos, nos dicen que no aceptan euros ni tarjeta, así que decidimos posponer la visita para el día siguiente. A pesar de que llevaba preconcebida la idea, quizá errónea, de que Lituania era el más atrasado de los tres países bálticos, nos parece curioso que tras haber podido pagar todo con tarjeta en Estonia y en Letonia, en Lituania no hayamos podido hacerlo en dos de los lugares más turísticos. Tras esta negativa, nos dirigimos al siguiente punto del itinerario, la iglesia dominica, que a veces es llamada iglesia del Espíritu Santo y que no debe confundirse con una del mismo nombre en el sur del casco histórico de Vilna. No habríamos visto esta iglesia de no ser por una foto de su interior que vi de casualidad, ya que esta iglesia apenas aparece en la mayoría de guías que he mirado. Sin embargo, cuando llegamos, observamos de inmediato que ha merecido la pena, y que la foto hace honor a su interior. Y es que tras atravesar una oscura entrada que no sugiere lo que uno va a encontrarse al torcer el pasillo, nos encontramos con una de las iglesias más bonitas que he visto en mi vida, completamente adornada y recargada, una preciosidad. Sin duda, de lo más bonito del viaje.
Iglesia dominica.
Tras ver esta iglesia, nos dirigimos al hotel, pasando por la iglesia de santa Catalina, y cambiamos coronas suecas por litas en un centro comercial cercano. Con litas en la mano, nos dirigimos hacia el sur del casco antiguo, con el objetivo de ver todas las iglesias que abren solo por la tarde. Así, en primer lugar nos dirigimos hacia la que quizá es la iglesia más famosa de la ciudad, la iglesia de santa Ana, cuya belleza, según dicen, cautivó a Napoleón. La verdad es que por fuera no me gusta en absoluto, como imaginaba cuando veía fotos mientras preparaba el viaje. A no ser que tenga un interior maravilloso, que lo dudo porque todas las fotos que he visto han sido de su fachada, Napoleón y yo tenemos gustos distintos. Continuamos nuestro itinerario pasando por distintas iglesias como la iglesia de san Bernardo hasta llegar a la iglesia de san Casimiro, cercana al ayuntamiento, cuyo interior nos sorprende gratamente, estando muy recargado, al estilo de la iglesia dominica, aunque un poco más austero.
Tras ver dicha iglesia, continuamos hacia el último punto del día, la iglesia de santa Teresa, otra de las imprescindibles de Vilna. De camino, vemos otras iglesias como la iglesia ortodoxa así como la puerta del amanecer o la puerta Basílica, puertas que me gustan menos de lo esperado. En la iglesia de santa Teresa nos espera otro interior muy decorado e impresionantemente bonito. La verdad es que solo por ver las iglesias está mereciendo la pena la visita a Vilna, aunque no estemos pudiendo disfrutar del casco antiguo con la tranquilidad que se merece.
Iglesia de Santa Teresa.
Finalmente, a las seis y media damos por finalizada la visita a iglesias en este día, ya que no queda ninguna que abran por la tarde. Algo cansados, buscamos y encontramos rápidamente una terraza en la calle Piles donde poder tomar algo. Tras descansar durante más de una hora, a las ocho y cuarto decidimos subir al castillo superior, que se encuentra en la cima de una colina cerca de la catedral y desde donde podríamos ver preciosas vistas de la ciudad. Tardamos un poco en encontrar la entrada a la colina, que encontramos gracias a dos amables chicas que, debido a que no saben mucho inglés, se ofrecen a acompañarnos a la entrada. Cuando subimos está ya atardeciendo, y se obtienen unas vistas de toda la ciudad de Vilna que, aunque no me entusiasman en exceso, considero que pueden gustar a mucha gente. Finalmente, damos por finalizado el día y nos dirigimos al restaurante del hotel. Como no teníamos muchas ganas de andar buscando restaurante y habíamos comido bastante bien, decidimos repetir en el mismo restaurante, donde por primera vez pruebo pasta verde, green home made tagliollini, y que no me disgusta en absoluto. Algo nuevo que puedo comer a partir de ahora.
Tras cenar, hacemos las obligadas fotos nocturnas, centrándonos únicamente en la catedral, donde me sigue fascinando cómo en las fotos parece que la torre está inclinada, cuando si no perfectamente, prácticamente vertical. Finalmente, a las once y cuarto nos metemos en la cama con la sensación de que ha merecido la pena dedicarle un día a Vilna, solo por las iglesias tan preciosas que estamos viendo.
Gastos del día.
Los gastos del día se debieron prácticamente a la comida y a la gasolina, ya que tuvimos que rellenar el depósito a mitad de camino entre Riga y Vilna. El hecho de que no entráramos en ningún lugar turístico de pago hizo que no se dispararan excesivamente los gastos del día.
Los gastos del día se debieron prácticamente a la comida y a la gasolina, ya que tuvimos que rellenar el depósito a mitad de camino entre Riga y Vilna. El hecho de que no entráramos en ningún lugar turístico de pago hizo que no se dispararan excesivamente los gastos del día.
- Comida: 404 litas
- Gasolina. 169.5 litas
- Parking de Riga. 20 €
- Varios: 23.14 litas y 3 €
- Total: Unos 195.80 €, 48.95 € por persona.
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