Tras haber visto la primera capital báltica, nuestro siguiente punto en el itinerario era Riga, la capital letona, ciudad a la que llegaríamos en un coche que habíamos alquilado previamente en Hertz. Como la oficina no abre hasta las nueve de la mañana y esta se encuentra a unos veinte minutos del hotel, ponemos el despertador a las ocho menos cuarto, para que nos diera tiempo a desayunar, recoger la habitación e ir andando a la oficina de Hertz.
Tras llegar puntuales a la nueve, nos dan el coche, un Volkswagen Golf marrón, y nos dirigimos al hotel a recoger a mi hermano y mi madre. Así, a las nueve y veinte estamos saliendo de Tallin. Rápidamente comprendemos que el viaje no va a ser un camino de rosas, ya que no hay autopista ni autovía en ningún momento, sino una carretera de un único carril por sentido que recuerda a las que había en España hace treinta o cuarenta años. El viaje transcurre con normalidad hasta que llegamos a Letonia, donde advertimos una tendencia cuasisuicida de los conductores. Así, hay que circular siempre con medio coche en el arcén ya que se realizan adelantamientos aunque venga un vehículo de frente. Por lo que parece, debe ser común en ese país que la gente circule casi por el arcén y así facilitar los adelantamientos. Todavía no sé con qué maniobra peligrosa me quedo: con la de un camión adelantando a un autobús cuando venía un camión de frente, o con la de un coche adelantando a otro coche mientras de frente un coche adelanta a otro coche. Eso sí, en las cercanías de Riga nadie pasaba el límite de velocidad, ya fuera de 50 km/h o de 30 km/h. Nadie. Parece ser que son muy severos poniendo multas.
Llegada a Riga y paseo por su casco histórico.
Finalmente, llegamos a Riga a las dos y media y, cómo no, comienza a llover. Hemos estado las más de cinco horas de viaje con un sol espectacular, desde Tallin a Riga, y nada más llegar a Riga se pone a llover. Como en Tallin, parece ser que son lluvias muy cortas, porque a los quince minutos sale el sol, de forma que cuando estamos ya en el centro de la ciudad, pasando por la catedral ortodoxa, la lluvia ha desaparecido y luce el sol.
Tras dejar las maletas en la habitación del hotel, un hotel cuyo interior encuentro bastante bonito y que podemos disfrutar desde la séptima planta en la que se ubica nuestra habitación, nos lanzamos en búsqueda de un restaurante. En apenas cinco minutos, y tras recorrer unos veinte metros de una calle que de noche no debe de ser muy agradable, nos encontramos frente a la iglesia de san Pedro, uno de los lugares turísticos más importantes de la ciudad. Nos metemos en el primer restaurante que vemos y comemos una carne que, aunque rica, encontramos un poco picante. Observamos que los precios son similares a los de Tallin, incluso un poco más caros, lo que nos sorprende, porque creíamos que Riga sería más barata que Tallin. Más tarde comprenderíamos que quizá Riga es más barata que Tallin, solo que en Tallin íbamos a restaurantes normales mientras que en Riga íbamos a restaurantes un poco más caros porque en los normales los precios nos parecían demasiado baratos.
Tras comer, nos dirigimos en primer lugar a la cercana iglesia de san Pedro. Por fuera me parece muy espectacular, ya que está encajonada en una plaza con edificios de muy pocos pisos y sobresale majestuosa respecto al resto de edificios. Así, aunque es muy simple por fuera, su ubicación en la plaza hace que la encuentre muy atractiva. Subimos en ascensor a lo alto de la iglesia, ya que las vistas desde ahí son una delas mayores atracciones de Riga. A pesar de que el cielo está muy nublado, me parecen preciosas las vistas que se ven desde ahí, tanto del caso casco histórico como del río Daugava. La única pena es que la cercana catedral está completamente tapada por andamios, lo cual chafa un poco la imagen.
Vistas de Riga desde la iglesia de san Pedro.
Paseo por el casco antiguo: maravillados con la Casa de los Cabezas Negras.
Tras quince minutos haciendo fotos bajamos y vemos el interior de la iglesia de san Pedro, interior que no me atrae en absoluto. Seguidamente, nos dirigimos hacia la cercana casa de los Cabezas Negras, el lugar turístico más importante de Riga. Sabía que me iba a gustar, pero no imaginaba cuánto. Me encanta. No me canso de verlo y de sacar fotografías desde todos los puntos de vista posibles. Me parece increíblemente bonita. Como todavía son las cuatro de la tarde, decidimos dar un paseo por el caso antiguo, recorriendo sus calles y viendo distintos edificios como la catedral. Rápidamente nos damos cuenta de que el casco antiguo es muy diferente al de Tallin. Mientras el de Tallin tiene un marcado carácter medieval, con murallas y torres, el de Riga tiene un carácter distinto, como más elegante, recordándome más al París del siglo XIX (lo digo como si hubiera vivido en París en el siglo XIX). De hecho, muchos llaman a Riga la París del Este. Esto siempre me ha parecido bastante pedante, ya que creo que las ciudades brillan por sí mismas sin necesidad de tener que inventarse comparaciones, tipo que Tallin es La pequeña Praga, Estocolmo, Ámsterdam o cualquier ciudad con un poco de agua La Venecia del Norte o cursiladas como el triángulo de oro para Paga, Viena y Budapest.
Durante el paseo no llegamos demasiado lejos, y cuarenta minutos después estamos de nuevo en la plaza donde se encuentra la casa de los Cabezas Negras aprovechando que ahora las nubes han desaparecido. Como todavía es pronto seguimos recorriendo el casco antiguo, llegando a ver edificios como el Antiguo Gremio, y, tras un pequeño chaparrón como los que nos habíamos acostumbrado en Tallin, nos dirigimos a cenar al hotel. La verdad es que me da mucha pena, porque tras el chaparrón la luz está muy clara y está muy bonita la ciudad; hubiera preferido cenar en una terraza en el casco antiguo. Además, Riga es una ciudad con mucho ambiente y las terrazas están a reventar, no en vano es uno de los destinos favoritos para realizar despedidas de soltero. Sin embargo, tenemos cena en el hotel y hay que aprovecharla, así que nos dirigimos al hotel, a donde llegamos a las ocho y media.
Casa de los Cabezas Negras.
Paseo nocturno: impresionante casa de los Cabezas Negras.
La cena es como me esperaba, muy poca cosa, pero ya que venía incluida en el precio, no podíamos desaprovecharla. Tras descansar un poco en el hotel, damos una pequeña vuelta por la ciudad, pero, como me esperaba, lo único bonito que encontramos es la Casa de los Cabezas Negras, donde hacemos muchísimas fotos. Finalmente, a las doce de la noche llegamos al hotel con la sensación de que, si bien hemos visto gran parte de Riga y al día siguiente nos vamos a aburrir un poco, la visión de la Casa de los Cabezas Negras ha merecido la pena la visita a esta ciudad.
La cena es como me esperaba, muy poca cosa, pero ya que venía incluida en el precio, no podíamos desaprovecharla. Tras descansar un poco en el hotel, damos una pequeña vuelta por la ciudad, pero, como me esperaba, lo único bonito que encontramos es la Casa de los Cabezas Negras, donde hacemos muchísimas fotos. Finalmente, a las doce de la noche llegamos al hotel con la sensación de que, si bien hemos visto gran parte de Riga y al día siguiente nos vamos a aburrir un poco, la visión de la Casa de los Cabezas Negras ha merecido la pena la visita a esta ciudad.
Casa de los Cabezas Negras.
Gastos del día.
El día de hoy fue de los que menos gastamos de todo el viaje, ya que únicamente teníamos que pagar una comida, puesto que la cena estaba incluida en el hotel, y al pasarnos medio día de viaje solo tuvimos una tarde para hacer turismo, tarde en la que apenas entramos en la iglesia de san Pedro y en la catedral.
- Comida: 51.30 lats
- Iglesia de san Pedro: 15 lats
- Catedral: 8 lats
- Varios: 12.35 lats
- Total: 86.65 lats, unos 60.66 €, unos 15.16 € por persona aproximadamente.
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