Como el día anterior habíamos visto que Riga era más pequeño de lo esperado y habíamos visto gran parte de la ciudad y como al día siguiente habría que madrugar mucho, decidimos poner el despertador un poco más tarde de lo normal, de forma que nos despertamos a las nueve menos cuarto.
Desgraciadamente, observamos que la mañana es la peor de todas cuanto hemos tenido en el viaje, ya que el cielo no solamente está completamente encapotado, sino que encima está lloviendo. Así, poco más una hora después salimos protegidos por paraguas rumbo hacia el barrio Art Noveau, uno de los mayores atractivos de la ciudad. De camino, tenemos previsto visitar la catedral ortodoxa, que en fotos me había parecido preciosa, y el monumento a la libertad, con lo que completaríamos la visita a la ciudad de Riga. Estimábamos que con la mañana nos daría de sobra para ver dichos lugares.
Monumento a la Libertad, catedral ortodoxa y barrio Art Noveau: Riga es mucho más que casco antiguo.
Monumento a la Libertad, catedral ortodoxa y barrio Art Noveau: Riga es mucho más que casco antiguo.
Así, a las diez y cuarto llegamos al monumento a la Libertad, lugar de gran significado para los letones. Me gusta bastante, de hecho, me esperaba que el monumento al Russalka de Tallin fuera así. Sin embargo, el tiempo tan desapacible que hace impide que lo disfrute como se merece. También es una verdadera pena que no podamos dedicar unos minutos a pasear por el cercano parque. Minutos después, llegamos a la cercana catedral ortodoxa, que sabía que iba a ser uno de los lugares que más me gustara del viaje. Tras acercarnos, compruebo que en efecto la encuentro muy bonita, ya que está completamente limpia, dando la sensación de estar recién construida. La única pena es que no luce el sol como el día anterior cuando pasamos en coche, y no se puede apreciar cómo brilla su cúpula dorada. Entramos en la iglesia y vemos que están en misa, motivo por el cual apenas estamos unos pocos minutos en su interior, minutos que me sirven para darme cuenta de que es una iglesia similar al resto de iglesias ortodoxas que he visto en Moscú o a la catedral de Alexander Nevski de Tallin, pero con algo que no puedo identificar y que me llama la atención. A pesar de que me gusta muchísimo más su exterior, tengo que reconocer que el interior es uno de los que más me ha gustado de iglesias ortodoxas.
Catedral Ortodoxa.
Salimos de la catedral ortodoxa y nos dirigimos al barrio Art Noveau, donde daríamos por finalizada la visita a los lugares más importantes de Riga. El barrio Art Noveau se encuentra en el noroeste de la zona turística de Riga, y es un conjunto de unas cuantas casas con fachadas de estilo, obviamente, Art Noveau. La verdad es que son unas casas muy señoriales, y que recuerdan obviamente a los edificios elegantes de París. No en vano, como he comentado, muchos pedantes llaman a Riga la París del Báltico o la París del Este. Digo pedantes, sin querer sonar muy peyorativo, porque no entiendo por qué siempre hay que buscar un nombre rimbombante para los lugares, como si por ellos solos no pudieran atraer a la gente. El anillo de oro en los alrededores de Moscú, el triángulo de oro de Viena, Praga y Budapest, la Pequeña Praga para referirse a Tallin, la Venecia del Norte para referirse a Ámsterdam, Estocolmo, o cualquier ciudad que tenga un poco de agua... me parecen pedanterías para atraer a los turistas.
Dicho esto, recorrimos el barrio Art Noveau observando las fachadas de sus distintos edificios. Había algunas fachadas que no estaban restauradas y apenas se podía intuir lo que en su día fueron. Sin embargo, otros edificios estaban completamente restaurados y lucían un aspecto impecable. Algunos de ellos están ocupados por las embajadas de distintos países, que supongo que se habrán encargado de restaurar las fachadas. Aunque me gusta bastante el barrio Art Noveau, creo que dentro de unos años, si se restauran todas las fachadas, será un lugar espectacular. Tras terminar de ver el barrio Art Noveau, nos dirigimos de nuevo al casco histórico de Riga, deshaciendo el camino de la mañana con la intención de ver de nuevo el interior de la catedral ortodoxa pero esta vez sin gente. La verdad es que por fuera me encanta y no puedo dejar de mirarla.
Barrio Art Noveau.
Como todavía no es la hora de comer y ya hemos terminado de ver todo lo que queríamos en Riga, cogemos el coche y nos dirigimos al otro lado del río Daugava, con la intención de ver la ciudad desde la otra orilla. La perspectiva de la ciudad con el puente y la iglesia de San Pedro y la catedral destacando sobre el resto de edificios me parece muy bonita, siendo una de las imágenes que me llevo de Riga.
A continuación, nos dirigimos hacia la cercana Academia de Ciencias, donde desde su piso 17 se pueden observar unas impresionantes vistas de Riga. Respecto a las vistas de la iglesia de san Pedro, las vistas desde la Academia de Ciencias tienen la ventaja de que permiten ver todo el caso antiguo incluyendo la propia iglesia de san Pedro, que obviamente no se puede ver cuando estás en lo alto de dicha iglesia. Aun así, a pesar de tenerse unas vistas muy bonitas, creo que me quedo con las vistas desde la iglesia de san Pedro, ya que como comenté en Berlín, quizá me gustan más las vistas desde menos altura. Por ser un poco salomónico, diré que prefiero las vistas del casco antiguo desde la iglesia de san Pedro y las del río Daugava desde la Academia de Ciencias.
Riga desde la Academia de Ciencias.
Con esto dimos por finalizada la visita a Riga capital. Así, tras comer una carne estupenda en un restaurante especializado, damos un paseo por el casco antiguo muy similar al que dimos el día anterior, viendo los mismos edificios, conscientes de que sería la última vez en muchos años que los viéramos. Aunque me gusta el casco antiguo de Riga, no puedo negar que sin duda me quedo con el halo medieval del de Tallin. Finalizamos la visita llegando al hotel minutos después de las seis y veinte.
Monumento a la Libertad.
Baño en el Báltico con aventura incluida.
Como no sabemos qué más podíamos hacer en Riga, a las siete y media decidimos salir del hotel, coger el coche y dirigirnos a la cercana población de Jūrmala, una especie de pueblo de veraneo donde podríamos tocar el Báltico por primera vez. De camino a Jūrmala entramos por primera vez en una autopista letona, que no son como las de aquí. Y digo que no son como las de aquí porque uno tiene que desviarse para sacar el ticket. Nosotros nos saltamos sin querer el desvío y apenas unos metros después un policía nos hizo parar. Tras preguntarnos seriamente de dónde veníamos, a dónde íbamos, cuántas noches íbamos a hacer en Riga, a dónde íbamos a ir luego y demás, se muestra muy amable con nosotros. Hubo momentos cómicos, como cuando me enseña una señal de prohibido el paso y me pregunta si la conocía, preguntando literalmente a continuación si conocía "el protocolo internacional de señales" mientras me enseñaba distintas señales como un stop o un límite de velocidad. Me comenta que la multa era de 60 €, pero al ver la cara que ponía y tras constatar que era la primera vez que pasábamos y que no había sido nuestra intención saltarnos el peaje, nos hace pagar apenas 30 €. Seguidamente, otro simpático policía nos da un folleto turístico de Jūrmala diciendo dónde podíamos aparcar gratis en el pueblo. La verdad es que a pesar de haber pagado una multa, casi nos hacemos colegas de los policías.
Mar Báltico.
Tras esta pequeña peripecia, llegamos por fin al Báltico, donde nos encontramos con una estrecha pero larga playa de finísima arena que parecía no tener fin cuando mirábamos a derecha e izquierda. Enfrente nuestro se encontraba el mar Báltico, que ya habíamos visto en Estocolmo, Helsinki y Tallin, pero que, como todos los mares, se ve distinto cuando estás en una playa. Sin poder evitar la tentación, nos quitamos los zapatos y los calcetines y sumergimos nuestros pies en las frías aguas el mar Báltico, lo típico que uno hace cuando ve un mar nuevo. Solo por meter los pies puedo decir que el viaje mereció la pena, así que hicimos bien en seguir los consejos de mi padre.
Mar Báltico.
Tras esta experiencia, abandonamos la playa a las ocho y media y volvemos al hotel donde nos espera otra vez una cena bastante normalita. A pesar de ser domingo, salimos a dar una vuelta y me tomo un mojito exquisito en una plaza del pueblo, mojito al que ya había echado un ojo el día anterior. No hago muchas fotos porque lo único que creo que puede merecer la pena es la casa de los Cabezas Negras, que vemos por última vez antes de ir definitivamente al hotel, a donde llegamos a las doce menos cuarto, dando por finalizada la visita a Riga, una ciudad que no nos ha disgustado, si bien quizá habríamos estado medio día menos. Aun así, el poder bañarnos en el Báltico, ver el maravilloso barrio Art Noveau y la catedral ortodoxa, y, cómo no, la impresionante Casa de los Cabezas Negras, ha hecho que merezca la pena conocer esta ciudad.
Gastos del día
Gastos del día
Al igual que el día anterior, la cena estaba incluida en el hotel, por lo que este fue uno de los días que menos gastamos, siendo prácticamente todos los gastos en comida:
- Comida: 73.15 lats
- Varios: 27.20 lats
- Total: 100.35 lats, unos 70.25 €, unos 17.56 € por persona aproximadamente.
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