domingo, 30 de septiembre de 2012

Conclusiones

Quizá la mejor forma de hacer un resumen del viaje, con las conclusiones que he sacado de cada ciudad, es hacer en primer lugar un breve resumen de cada una de las cinco ciudades que he visitado.

Estocolmo: Una estampa ideal.
Estocolmo era la ciudad más importante del viaje, a la que más tiempo le íbamos a dedicar, y la que más ganas tenía de conocer junto con Tallin. Y no me ha decepcionado. A pesar de que tuvimos mala suerte con el tiempo el primer día, supimos sobreponernos y hacer una visita relativamente completa de la ciudad.

Más que una ciudad monumental, con edificios que deslumbran, con la belleza de sus iglesias o sus palacios, Estocolmo me ha parecido una ciudad bonita para pasear, viendo sus islas y la gran cantidad de agua que hay presente en la ciudad. A diferencia de muchas otras ciudades, que basan su atractivo turístico en palacios, iglesias, calles, edificios, Estocolmo no tiene, al menos para mí, un edificio, palacio, iglesia... que maraville, que cautive. Lo bonito de Estocolmo es su característica ubicación, algo que no se encuentra en la mayoría de las ciudades, ya que está completamente rodeada de agua, por todas partes. De hecho, si tuviera que decir qué es lo que más me ha gustado de Estocolmo, diría que son las vistas de la ciudad desde la torre del ayuntamiento y desde el mirador de Catalina. Sí, más que algo en concreto, me ha gustado la ciudad en sí, en general, los paseos mientras se veía Strandvagen, o las vistas de Gamla Stan desde Skeppsholmen.

Por supuesto que ha habido edificios que me han gustado mucho, como el ayuntamiento, que por dentro me ha parecido bastante bonito, o como el Kungliga Dramatiska Teatern, cuya fachada que me han parecido muy bonita, o lugares como Gamla Stan en particular y Stortorget en general, y sitios como el museo Vasa, cuyo barco que alberga en su interior me ha impresionado, pues no esperaba encontrarme nada semejante. Pero salvo eso, no hay nada concreto que me haya cautivado. Las iglesias son, como en la mayoría de los países nórdicas, muy simples y poco decoradas, muy distintas de mi gusto, y el palacio real, el único lugar en el que podía encontrar algo de lujo y decoración, no me llamó mucho la atención como para entrar, sobre todo debido al excesivo precio de las entradas, muy acorde con el nivel de vida sueco. Como he dicho, me ha gusto mucho Gamla Stan en general, sobre todo de noche, cuando era muy curioso ver completamente vacías las calles que horas antes estaban a rebosar de gente. Mi gran decepción, no poder ver las estaciones del metro de Estocolmo, ya que estaban cerradas por obras.

A pesar de que me ha gustado mucho, los casi tres días que dedicamos a la ciudad nos parecieron al final un poco excesivos, y la prueba de ello fue que no sabíamos qué hacer después de comer. A toro pasado, quizá habría sido mejor haber tomado un avión a media tarde en vez de a las ocho de la tarde, pero tampoco habríamos hecho gran cosa en Helsinki con esas dos horas de más. A pesar del mal sabor de boca de la última tarde, me voy de Estocolmo con la sensación de que por fin he visitado una ciudad que tantas ganas tenía de conocer.

Helsinki: la ciudad que menos me ha gustado.
Helsinki era una ciudad en la que había depositado muy pocas esperanzas, y no sé si fue debido a la idea preconcebida que tenia o al cielo encapotado durante toda la mañana, pero la verdad es que no me gustó mucho la ciudad. Obviamente, no me arrepiento de haber ido, ya que considero que la catedral luterana de Helsinki ha sido una de las grandes atracciones del viaje, y me ha encantado, presidiendo la plaza del Senado. Sin embargo, el resto de la ciudad no me ha llamado mucho: la catedral roja de Uspenski no me ha desagradado, aunque tampoco me ha cautivado, y resulta muy curiosa como contraposición a la catedral blanca, y la iglesia excavada en la roca, Temppealiukirko, me ha parecido bastante bonita. Sin embargo, el resto de la ciudad me ha parecido muy prescindible. Tan prescindible que la vimos en media mañana e incluso nos dio tiempo a ver la cercana fortaleza de Suomelina, que no me llamó para nada.

En todo momento me parecieron que las dos noches que hacíamos en Helsinki eran a todas luces excesivas. Si por mí hubiera sido habría dormido una sola noche, habiéndome ido en el último ferry del día, para así llegar a Tallin de noche y empezar a conocer la ciudad desde primera hora de la mañana, de forma que habríamos adelantado medio día la visita a Tallin, Riga y Vilna, pudiendo estar medio día más en esta última ciudad, máxime cuando en Helsinki no vimos anochecer, por lo que no pudimos hacer fotos nocturnas. Incluso, no me habría parecido nada descabellado volar directamente desde Estocolmo hasta Tallin y visitar Helsinki en una excursión de un día, cogiendo el primer y el último ferry del día entre Tallin y Helsinki. Sin embargo, mi padre tenía muchas ganas de ver la ciudad y de dormir dos noches; en Helsinki ya se dio cuenta de que quizá habría sido mejor coger el último ferry del día.

Aun así, no me arrepiento en absoluto de haber visitado la ciudad. La catedral de Helsinki ha sido uno de los edificios más bonitos del viaje, y está incluido si nuda en mis top de estas vacaciones. Seguramente, la modificación que haría al viaje sería que solo dormiría una noche en Helsinki. Igual habríamos andado más agobiados por la mañana, cuando no sabíamos cuánto íbamos a tardar en ver la ciudad, pero a toro pasado creo que habiendo cogido el último ferry de Linda no habría dado tiempo de ver Helsinki y habríamos podido ganar medio día para emplear en Vilna.

Tallin: Seguramente, lo que más me ha gustado del viaje.
No hay palabras para describir lo mucho que me ha gustado Tallin. Sabía que me iba a encantar, pero no me imaginaba cuánto. Incluso me atrevo a decir que me ha gustado más que Estocolmo. Además, la sorpresa de que al final tuviéramos muchas horas de sol cuando las previsiones eran de lluvia puede que influyeran a la hora del disfrute de la ciudad. No es una ciudad muy grande, y seguramente con un día completo valga para visitarla (llegando un día por la noche, dedicando todo el día siguiente a la ciudad, y abandonándola al siguiente día). Nosotros hemos estado día y medio y es verdad que hemos paseado varias veces por las mismas zonas. Pero es que nos ha encantado, no nos molestaba pasear una y otra vez por las puertas Viru, que me han encantado, la plaza del ayuntamiento, las murallas con las torres. Incluso hemos subido dos veces a Toompea para ver las vistas desde el mirador Patkuli. Esta ha sido la gran diferencia con Helsinki: en Helsinki, que también hay que decir que aunque la zona turística es pequeña es mayor que la de Tallin, ni se me habría ocurrido volver a pasear por las mismas zonas, con la salvedad de la catedral blanca, mientras que en Tallin disfrutábamos cada uno de los paseos que hacíamos. Además, era una ciudad que nos llamaba para descansar tranquilamente en una terraza mientras veíamos la plaza del ayuntamiento, por ejemplo, cosa que en Helsinki no me llamaba. Además, las pésimas previsiones de tiempo no se cumplieron: llovió los dos días, incluso varias veces por día, pero eran chaparrones cortos que apenas duraban media hora; el resto del tiempo el sol brillaba sobre Tallin, haciendo aun si cabe más bonita la ciudad.

De Tallin me ha encantado sobre todo las vista que se tenían desde el mirador Patkuli, que eran impresionantes, las murallas y las torres que se veían desde ese mirador, y las puertas Viru, que no son gran cosa pero me han encantado. La plaza del ayuntamiento me ha parecido muy bonita, pero quizá la he estado comparando siempre con la de Praga y entonces pierde en la comparación, a mi modo de ver. Las vistas desde san Olaf también eran muy bonitas, aunque prefiero las de los miradores, no solo por las vistas en sí sino también por la sensación de seguridad. En Toompea, la catedral de Alexander Nevski me ha parecido superbonita, aunque por dentro no me ha parecido muy espectacular. Y el resto de la ciudad la he visto impresionantemente bonita para pasear. No hay ningún edificio que resalte, las iglesias eran muy simples y sencillas, pero el halo medieval de esa ciudad nos ha encantado. Y la cena en el Olde Hansa ayudó a que nos gustara aún más esa ciudad y esa magia. Así, aunque seguramente con medio día menos nos habría bastado, no nos arrepentimos en nada del tiempo dedicado a Tallin.

Riga: una ciudad bonita a la que quizá dedicamos mucho tiempo.
La sensación con la que he dejado Riga ha sido un poco rara. No es que me haya disgustado, pero creo que dedicarle un día y medio a Riga ha sido demasiado. Quizá habría sido mejor haber llegado por la noche y haberle dedicado un día completo con sus dos noches. Pero claro, me llegan a decir eso antes del viaje y me habría negado rotundamente, ante el miedo de que no me diera tiempo. Al menos, el haberle dedicado un día y medio a la ciudad ha servido para que me pueda haber "bañado" en el Báltico, una anécdota que siempre es agradable de recordar. Por otra parte, seguramente el mal tiempo que hemos tenido en Riga haya ayudado a esta sensación rara con la que abandono la ciudad, ya que en Riga ha sido de largo el sitio en el que peor tiempo hemos tenido.

Pero no quiero dar la sensación de que Riga no me ha gustado; al revés, me ha parecido muy bonita. No tanto como Tallin, cuyo casco antiguo me ha impresionado como pocos lo han hecho, pero me ha gustado. En sí, es una ciudad muy diferente a Tallin. Ambas basan su turismo en su casco antiguo, pero mientras que el casco antiguo de Tallin es medieval, con sus calles empedradas, sus murallas y sus torres, que te hacen retroceder a la Edad Media, el casco antiguo de Riga es un viaje a finales del siglo XIX. Y es que, aunque no es tan característico, quiero decir que no a todo el mundo le puede recordar esa época, a mí me ha recordado, como ya he comentado, al París de finales de siglo. Y aunque no me ha parecido tan espectacular como el de Tallin, me ha parecido muy coqueto, y sin duda recomendaría visitar esta ciudad.

Además, Riga tiene algunos de los lugares más bonitos que he ecnotnrado en este viaje. Sin duda alguna, la casa de los Cabezas Negras ha sido de los lugares más fotografiados de este viaje, y no tengo palabras para describir lo mucho que me ha gustado, tanto de noche como de día. La catedral ortodoxa me ha parecido impresionante, superbonita, sobre todo cuando el sol iluminaba sus cúpulas. Una lástima que casi siempre que pasé a su lado el cielo estaba encapotado y no pude sacar muy buenas fotos. Y cómo no, el barrio art noveau de la ciudad, con algunas fachadas francamente preciosas. Una pena que haya algunas casas que todavía no están del todo restauradas. Espero que dentro de unos años estén todas arregladas; será un lugar impresionante. 

También me han gustado mucho las vistas que he visto de la ciudad desde la iglesia de san Pedro, una pena que la catedral estuviera completamente llena de andamios y fastidiara la foto, así como el perfil, ahora los posh lo llaman skyline, de Riga al otro lado del Daugava. Y, cómo no, la posibilidad de ir a la cercana Jürmala, con aventura incluida, que me permitió meter los pies en el Báltico. Así, creo que hemos dado de sí el día y medio que hemos estado en Riga, haciendo una visita muy completa de la ciudad.

Vilna: la mayor sorpresa del viaje.
A Vilna le íbamos a dedicar muy poco tiempo ya que habíamos leído que era la menos bonita de las tres capitales bálticas. Es más, incluso había leído de mucha gente que obviaban esta ciudad y la sustituían por Helsinki en sus viajes por el Báltico. Así pues, estimábamos que una tarde y una mañana serían suficientes para ver, al menos por encima, la ciudad. Sin embargo, a medida que preparábamos el viaje, íbamos leyendo cada vez más opiniones de gente que decía que le había gustado mucho más de lo esperado. 

Y eso es lo que nos ha pasado. El casco antiguo de Vilna no nos ha parecido muy espectacular, siendo para mí el menos bonito de los tres. Además, no había ningún edificio que por fuera me atrajera, salvo la impresionante fachada neoclásica de la catedral de Vilna, que nos hartamos, en el buen sentido, de ver gracias a la perfecta ubicación de nuestro hotel. Sin embargo, el interior de la mayoría de sus iglesias ha sido desde luego de lo que más nos ha gustado del viaje: salíamos sorprendidos de una iglesia y entrábamos en una aún más bonita. Tras haber estado ocho días viendo iglesias muy simples y poco decoradas, las iglesias de Vilna nos maravillaron. Incluso, me atrevo a decir que es la ciudad donde más iglesias bonitas he visto en mi vida. Además de las iglesias, ha habido un edificio que me ha gustado mucho, y este ha sido la catedral de Vilna, que teníamos enfrente del hotel. Me ha parecido increíblemente bonita, tan blanca, tan clásica... Por momentos parecía que estaba en Atenas. Y cómo no, qué mejor despedida que con la impresionante iglesia de san Pedro y san Pablo, con su interior profundamente decorado. Pocas maneras de finalizar un viaje hay mejores que esta.

Así, la única pega que le pongo a la planificación de Vilna fue que, a pesar de que nos dio tiempo a ver todo lo que queríamos, quizá hubo momentos que anduvimos un poco a la carrera, a pesar de que nos dio tiempo a ver todo lo planificado. A toro pasado, haber quitado la segunda noche en Helsinki nos habría permitido ver Vilna más tranquilamente. Pero lo hecho, hecho está, y no merece la pena darle más vueltas, ya que nos dio tiempo a ver todo lo que queríamos.

Conclusiones finales.
Así pues, podría decirse que la ciudad que más me ha gustado del viaje ha sido Tallin, seguida muy de cerca por Estocolmo. Vilna, a pesar de lo poco que hemos estado, me ha gustado mucho, aunque básicamente se debe al interior de sus iglesias, no a la ciudad en sí. A continuación, y seguida muy de cerca, se encuentra Riga, que a pesar de estar en cuarto lugar me ha gustado bastante. Seguramente, si en Vilna hubiera estado día y medio y en Riga una tarde y media mañana, diría que me ha gustado más Riga. Creo que a Riga le ha pesado un poco el estar día y medio, así que dejo en empate técnico a Riga y a Vilna. Y por último, y como esperaba, Helsinki, una ciudad en la que aparte de la catedral blanca, que me ha parecido espectacular, y la iglesia de Temppeliaukirko, no me ha llamado en absoluto. Si volviera a hacer el viaje, iría y volvería a Helsinki desde Tallin en el mismo día. O, si fuera muy caro, me habría ido a Tallin en el último barco del primer día, haciendo una única noche en Helsinki.

Esa ha sido el principal defecto del viaje. Haber dormido una noche en Tallin nos habría permitido estar más tiempo en Vilna. Pero aparte de eso, creo que la planificación ha sido muy buena. Hemos elegido hoteles muy céntricos, como el de Tallin o el de Vilna, y los precios de los hoteles han sido por lo general más barato de lo esperado, como en Helsinki. Por otra parte, el poder volver desde Vilna nos ha permitido conocer la ciudad, ya que sino el día que dedicamos a Vilna lo habríamos dedicado a volver a Estocolmo. En cuanto al coche, hay que ver si le compensa a cada uno. Nosotros hemos sido cuatro en el viaje, y económicamente creo que no compensa el coche, aunque por muy poco. Ahora, sin el coche, no habríamos podido ver Trakai, no habríamos podido bañarnos en el mar Báltico o ver la iglesia de san Pedro y san Pablo. Y no habríamos podido salir de cada ciudad a nuestro antojo. Debe ser cada uno si juzga que ver estos lugares merece la pena.

Por otra parte, salvo Estocolmo, no me ha parecido un viaje donde se haya gastado mucho. No son ciudades en las que haya que entrar en muchos monumentos de pago, casi todos los sitios a los que se  entra son gratis, salvo Estocolmo, claro está. Y en cuanto a comida, en Estocolmo sí que vimos que era muy caro, pero en el resto de ciudades nos ha resultado muy similar a Bilbao. 

Aunque no soy muy amigo de los top, si tuviera que inclusir cuáles son las cosas que más me han gustado del viaje y que han hecho que realicemos un viaje completo, los pongo a continuación, aunque no en orden de importancia:

1. Vistas de Estocolmo desde la torre del ayuntamiento.
2. Museo Vasa
3. Catedral de Helsinki
4. Caso antiguo de Tallin
5. Casa de los Cabezas Negras
6. Barrio art-noveau y catedral ortodoxa de Riga
7. Baño en el Báltico.
8. Castillo de Trakai
9. Interior de las iglesias de Vilna
10. Catedral de Vilna

Como se puede ver, es una lista muy variada en donde todas las ciudades tienen algo que aportar. Es lo que me ha gustado de este viaje: de cada ciudad me he llevado algo. 

Así pues, finaliza mi relato de este viaje familiar de 2012, en el que he conocido ciudades maravillosas, algunas de las cuales espero poder volver a visitar en poco tiempo. Ahora solo queda pensar en los días que quedan para el siguiente viaje: Múnich, Salzburgo y Viena.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Día de llegada, martes 17 de julio de 2012: Vilna, Fráncfort y vuelta a Bilbao

Como nuestro avión a Vilna sale a las 14:55, decidimos poner el despertador a las 7:30 para poder aprovechar al máximo la mañana. Tras haber visto corriendo gran parte de Vilna el día anterior, apenas nos quedan tres lugares por ver de la ciudad, por lo que no es necesario madrugar mucho más. Nos habría gustado poder disfrutar de la ciudad con más calma, pero los días eran los que eran, y no se podía hacer más.

Un precioso día para visitar la ciudad.
Irónicamente, el día que nos vamos es el que mejor tiempo hace: el sol brilla sobre Vilna. Tras desayunar en el restaurante del hotel, donde hemos hecho tres comidas en menos de veinte horas, nos dirigimos a la cercana catedral de Vilna, que estaba abierta desde las siete de la mañana. La verdad es que para la planificación de la visita a Vilna ha sido una suerte que muchas iglesias abrieran tan temprano.

Encontramos la catedral de Vilna bastante bonita, aunque algo más sobria que las iglesias que vimos el día anterior. Aun así, a pesar de no estar tan cargada de adornos, nos encanta, aunque personalmente me gusta más por fuera, con su impresionante estilo neoclásico, con ese blanco tan limpio y con el campanario separado de la iglesia. Para no desentonar con el resto de iglesias barrocas, tiene una pequeña capilla, la capilla de san Casimiro, muy cargada de adornos y que es una preciosidad.

Capilla de san Casimiro.

A las nueve menos cuarto, y tras haber pasado unos quince minutos en la catedral de Vilna, nos encontramos de nuevo en la calle. Nuestra siguiente parada es la universidad, donde se encuentra además la iglesia de San Juan, también llamada iglesia de los Santos Juanes. Tras pagar dieciséis litas, cinco litas por cada adulto y una lita por mi hermano, entramos minutos después de las nueve de la mañana, siendo los primeros turistas del lugar. Nada más entrar, nos dirigimos al patio donde encontramos la fachada de la iglesia de San Juan, que es una de las más conocidas de Vilna. Si bien la fachada es bonita, aunque me la esperaba algo más bonita, el interior es espectacular, impresionante. Como todas las iglesias que hemos visto en esta ciudad. La verdad es que las iglesias de Vilna son espectaculares, y solo por verlas está mereciendo el día escaso que le hemos dedicado a la ciudad.

Iglesia de san Juan.

Tras ver la iglesia de San Juan nos dirigimos a la librería, que se encuentra a apenas unos pocos metros de dicha iglesia. La verdad es que me decepciona un poco, porque esperaba una sala algo más grande, y no deja de ser una mezcla entre librería y tienda de souvenirs bastante pequeña. Sin embargo, quienes no traían una idea preconcebida de esta sala la encuentran espectacular.

Con la visita a la universidad damos por finalizada la visita al centro histórico de Vilna. Tras comprar pan en un centro comercial y hacer unos bocadillos en la habitación del hotel, minutos después de las once y cuarto cogemos el coche y nos dirigimos hacia lo último que nos queda por ver de Vilna, la iglesia de San Pedro y San Pablo, que se encuentra a poco más de un kilómetro del centro histórico de Vilna. El exterior de la iglesia no da pistas de lo que alberga: un interior espectacular. Pintado enteramente de blanco, su interior ultradecorado es impresionante, una belleza increíble, y sin duda la mejor forma posible de finalizar la visita a Vilna.

Iglesia de san Pedro y san Pablo.

Tras ver la iglesia, nos dirigimos hacia el aeropuerto. Teníamos pensado pasar en coche delante del palacio presidencial, pero incluso con Tom Tom nos perdemos, así que nos dirigimos hacia el aeropuerto, donde llegamos sobre las doce y cuarto. Tras dejar el coche en el parking de Hertz, que nos parece un poco tercermundista, entramos en el aeropuerto, donde rápidamente compruebo que hay wifi gratis. Parece mentira que lo que no hay en el aeropuerto Fránfort lo haya en Vilna. A las tres de la tarde, con apenas cinco minutos de retraso, salimos de Vilna, llegando a Fráncfort en el horario previsto, a las cuatro de la tarde hora alemana.

Visita exprés a Fráncfort.
Como en Fránfort teníamos una escala de casi cinco horas, el mismo día que nos fuimos de vacaciones decidimos que íbamos a realizar una escapada de dos horas para conocer la ciudad, aprovechando que el aeropuerto se encuentra a menos de quince kilómetros de ella. Así, tras pagar veinticinco euros, a las cinco  menos veinte el taxi nos deja a apenas unos metros del Römerberg, la plaza más conocida de la capital financiera de Europa. Es pequeñita pero muy coqueta y muy bonita, y sin duda la mejor forma de comenzar a visitar la ciudad. Tras verla se hace más fuerte mi idea de hacer un viaje por Alemania en un futuro.

Tras hacer una gran sesión de fotos en Römerberg, nos dirigimos hacia el cercano puente de hierro, desde donde se ven unas preciosas vistas de la ciudad, en especial de los rascacielos que habíamos podido ver minutos antes cuando el taxi nos llevaba a Römerberg. Tras el puente de hierro nos dirigimos hacia la cercana catedral, donde entramos. Me parece bastante sencilla por dentro y no me gusta demasiado. Aunque tampoco quiero ser injusto, porque tras haber estado una tarde y una mañana viendo iglesias en Vilna, ¿cómo no me va a parecer simple una iglesia por dentro? Eso sí, por fuera no me disgusta en absoluto, a pesar de las obras que la rodean, ya que en los últimos días no había visto iglesias tan grandes como la catedral de Fráncfort. Como curiosidad, me sorprende que en la taquilla para subir a la torre haya un cartel que diga que cada uno sube bajo su propia responsabilidad.

Römerberg.

Por último, damos un paseo por la ciudad hasta llegar al centro financiero, con sus enormes rascacielos y toda la modernidad que no había visto cuando el taxi nos llevaba a la ciudad. Y es que todo lo que vi entre el aeropuerto y la ciudad, las señales, taxis y demás, me pareció muy antiguo, muy ochentero. Tras ver el edifico del Commerzbank, uno de los mayores rascacielos de Europa, nos dirigimos hacia la sede del Banco Central Europeo, que tantos quebraderos de cabeza nos está dando últimamente. Tras unas cuantas fotos al lado de gente acampada frente a la sede del BCE, nos dirigimos de nuevo hacia el Römerberg, donde minutos antes de las seis y cuarto cogemos un taxi que, tras pagar esta vez veintisiete euros, nos deja en el aeropuerto a las seis y media, dando de esta forma por finalizado estas vacaciones. Sin mucho contratiempo, el avión despega a las nueve y diez de la noche, aterrizando en el aeropuerto de Bilbao minutos después de las once de la noche.

Sede del Banco Central Europeo.

Gastos del día.
Como comemos un bocadillo en el aeropuerto, los gastos del día se tienen únicamente en las entradas a los diversos monumentos, así como en el taxi de ida y vuelta a Fráncfort. Los gastos fueron los siguientes:
  • Taxi: 52 €
  • Turismo: 170.23 litas
  • Varios: 17.90 litas
  • Total: Unos 101.27 €, unos 25.32 € por persona.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Día 9, lunes 16 de julio de 2012: Camino a Vilna pasando por Trakai

Nuestras vacaciones van tocando a su fin y llega el día en el que más hay que madrugar. El plan del día es ir a de Riga a Vilna, donde tendríamos toda la tarde y parte de la mañana del día siguiente para conocer la ciudad. Poco tiempo, pero es lo que hay. Además, de camino queremos aprovechar para desviarnos un poco y ver el famoso castillo de Trakai, uno de los monumentos más visitados de Lituania. Yo no tenía especial interés por visitarlo, pero a mi padre le apetecía, y dado que quedaba tan cerca de Vilna, no nos podíamos negar. Así, el despertador nos levanta de la cama a las siete de la mañana. Nos vestimos y desayunamos a todo correr, y a las ocho y cuarto ya estamos saliendo del garaje del hotel, mientras vemos que parece que se presenta una mañana complemente soleada, todo lo contrario de la triste mañana del día anterior.

El viaje hacia Vilna transcurre sin mayores consecuencias. Tenemos un poco de caravana al salir de Riga debido a obras en la carretera, pero la mayor parte del viaje discurre sin problemas, y no vemos tantas maniobras suicidas como las de dos días antes, a excepción de un coche que aparece de la nada y cruza la carretera de un lado a otro sin aminorar la velocidad, a apenas unas decenas de metros de nosotros. En honor a los letones, hay que decir que dicha experiencia nos ocurre en Lituania.

Castillo de Trakai: precioso de lejos, no tanto de cerca.
Finalmente, tras recorrer nuestros primeros kilómetros de autovía en los países bálticos llegamos al castillo de Trakai minutos antes de las doce y media. El castillo se encuentra en medio de un lago, en un ambiente privilegiado. La verdad es que desde lejos me gusta bastante, pero según me voy acercando me va dando cada vez más la sensación de estar un poco deteriorado. Desde luego, las murallas de Tallin están mucho mejor cuidadas que el castillo de Trakai.

Nos decidimos a entrar, pero no disponemos de litas y no aceptan el pago ni en euros ni en tarjeta. Curioso en una de las atracciones turísticas más importantes del país. No me da ninguna pena, ya que como he comentado, no me estaba atrayendo nada desde cerca, no así desde lejos, que lo encuentro precioso rodeado del lago, pero sí que da un poco de rabia no poder entrar tras haberte acercado y tras ver el barato precio de las entradas, 14 litas para adultos y 6 para estudiantes. Me conformo pensando que desde la taquilla no parecía que se viera nada.

Castillo de Trakai.

Recorriendo el casco antiguo de Vilna: iglesias maravillosas.
Menos de una hora después, minutos antes de la una y cuarto, y tras haber pagado tres euros a un hombre para que nos guardara el coche en el parking que se había montado en un terreno, nos dirigimos a Vilna, a donde llegamos minutos después de las dos menos cuarto. Rápidamente comprobamos que, tal como imaginábamos, la ubicación del hotel era inmejorable, comparable a la del de Tallin, puesto que se encuentra en la propia plaza de la catedral, de forma que desde la entrada del hotel se tiene una magnífica vista de la catedral y su campanario. La verdad es que no se puede comenzar la visita a Vilna con mejor imagen.

Animados porque en nuestra guía lo consideran el mejor restaurante italiano de la ciudad, decidimos comer en el restaurante del hotel ya que disponemos de menos de un día en Vilna y no queremos perder tiempo en buscar un restaurante. La verdad es que me parece muy curioso que el restaurante de un hotel sea italiano. Parece que estamos siguiendo a los distintos combinados españoles, ya que en el restaurante nos encontramos con el combinado de remo. Tras comer cuatro grandes y deliciosos raviolis rellenos de cordero, aunque con una salsa un poco fuerte, a las tres y media salimos del hotel rumbo a conocer la ciudad.

Como apenas disponemos de una tarde y una mañana para ver la ciudad, y en Vilna hay numerosas iglesias, llevamos apuntados los horarios de apertura de las que queremos ver, ya que algunas abren solo por la mañana y otras solo por la tarde. Así, nuestra visita será un poco caótica, ya que habrá que ver algunas iglesias del norte del casco antiguo, otras del sur, otras del este...

Aprovechando que la tenemos justo enfrente, hacemos unas cuantas fotos de la catedral y nos asomamos apenas treinta segundos en su interior, ya que tenemos previsto dejar la catedral para el día siguiente ya que abre a las siete de la mañana y la tenemos enfrente del hotel. Nuestro siguiente destino es la cercana universidad, donde tenemos intención de ver la librería y la iglesia de san Juan, una de las más conocidas de la ciudad. Cuando llegamos, nos dicen que no aceptan euros ni tarjeta, así que decidimos posponer la visita para el día siguiente. A pesar de que llevaba preconcebida la idea, quizá errónea, de que Lituania era el más atrasado de los tres países bálticos, nos parece curioso que tras haber podido pagar todo con tarjeta en Estonia y en Letonia, en Lituania no hayamos podido hacerlo en dos de los lugares más turísticos. Tras esta negativa, nos dirigimos al siguiente punto del itinerario, la iglesia dominica, que a veces es llamada iglesia del Espíritu Santo y que no debe confundirse con una del mismo nombre en el sur del casco histórico de Vilna. No habríamos visto esta iglesia de no ser por una foto de su interior que vi de casualidad, ya que esta iglesia apenas aparece en la mayoría de guías que he mirado. Sin embargo, cuando llegamos, observamos de inmediato que ha merecido la pena, y que la foto hace honor a su interior. Y es que tras atravesar una oscura entrada que no sugiere lo que uno va a encontrarse al torcer el pasillo, nos encontramos con una de las iglesias más bonitas que he visto en mi vida, completamente adornada y recargada, una preciosidad. Sin duda, de lo más bonito del viaje.

Iglesia dominica.

Tras ver esta iglesia, nos dirigimos al hotel, pasando por la iglesia de santa Catalina, y cambiamos coronas suecas por litas en un centro comercial cercano. Con litas en la mano, nos dirigimos hacia el sur del casco antiguo, con el objetivo de ver todas las iglesias que abren solo por la tarde. Así, en primer lugar nos dirigimos hacia la que quizá es la iglesia más famosa de la ciudad, la iglesia de santa Ana, cuya belleza, según dicen, cautivó a Napoleón. La verdad es que por fuera no me gusta en absoluto, como imaginaba cuando veía fotos mientras preparaba el viaje. A no ser que tenga un interior maravilloso, que lo dudo porque todas las fotos que he visto han sido de su fachada, Napoleón y yo tenemos gustos distintos. Continuamos nuestro itinerario pasando por distintas iglesias como la iglesia de san Bernardo hasta llegar a la iglesia de san Casimiro, cercana al ayuntamiento, cuyo interior nos sorprende gratamente, estando muy recargado, al estilo de la iglesia dominica, aunque un poco más austero.

Tras ver dicha iglesia, continuamos hacia el último punto del día, la iglesia de santa Teresa, otra de las imprescindibles de Vilna. De camino, vemos otras iglesias como la iglesia ortodoxa así como la puerta del amanecer o la puerta Basílica, puertas que me gustan menos de lo esperado. En la iglesia de santa Teresa nos espera otro interior muy decorado e impresionantemente bonito. La verdad es que solo por ver las iglesias está mereciendo la pena la visita a Vilna, aunque no estemos pudiendo disfrutar del casco antiguo con la tranquilidad que se merece.

Iglesia de Santa Teresa.

Finalmente, a las seis y media damos por finalizada la visita a iglesias en este día, ya que no queda ninguna que abran por la tarde. Algo cansados, buscamos y encontramos rápidamente una terraza en la calle Piles donde poder tomar algo. Tras descansar durante más de una hora, a las ocho y cuarto decidimos subir al castillo superior, que se encuentra en la cima de una colina cerca de la catedral y desde donde podríamos ver preciosas vistas de la ciudad. Tardamos un poco en encontrar la entrada a la colina, que encontramos gracias a dos amables chicas que, debido a que no saben mucho inglés, se ofrecen a acompañarnos a la entrada. Cuando subimos está ya atardeciendo, y se obtienen unas vistas de toda la ciudad de Vilna que, aunque no me entusiasman en exceso, considero que pueden gustar a mucha gente. Finalmente, damos por finalizado el día y nos dirigimos al restaurante del hotel. Como no teníamos muchas ganas de andar buscando restaurante y habíamos comido bastante bien, decidimos repetir en el mismo restaurante, donde por primera vez pruebo pasta verde, green home made tagliollini, y que no me disgusta en absoluto. Algo nuevo que puedo comer a partir de ahora.

Tras cenar, hacemos las obligadas fotos nocturnas, centrándonos únicamente en la catedral, donde me sigue fascinando cómo en las fotos parece que la torre está inclinada, cuando si no perfectamente, prácticamente vertical. Finalmente, a las once y cuarto nos metemos en la cama con la sensación de que ha merecido la pena dedicarle un día a Vilna, solo por las iglesias tan preciosas que estamos viendo.


Gastos del día.
Los gastos del día se debieron prácticamente a la comida y a la gasolina, ya que tuvimos que rellenar el depósito a mitad de camino entre Riga y Vilna. El hecho de que no entráramos en ningún lugar turístico de pago hizo que no se dispararan excesivamente los gastos del día.

  • Comida: 404 litas
  • Gasolina. 169.5 litas
  • Parking de Riga. 20 €
  • Varios: 23.14 litas y 3 €
  • Total: Unos 195.80 €, 48.95 € por persona.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Día 8, domingo 15 de julio: Barrio Art Noveau de Riga y visita a Jūrmala

Como el día anterior habíamos visto que Riga era más pequeño de lo esperado y habíamos visto gran parte de la ciudad y como al día siguiente habría que madrugar mucho, decidimos poner el despertador un poco más tarde de lo normal, de forma que nos despertamos a las nueve menos cuarto.

Desgraciadamente, observamos que la mañana es la peor de todas cuanto hemos tenido en el viaje, ya que el cielo no solamente está completamente encapotado, sino que encima está lloviendo. Así, poco más una hora después salimos protegidos por paraguas rumbo hacia el barrio Art Noveau, uno de los mayores atractivos de la ciudad. De camino, tenemos previsto visitar la catedral ortodoxa, que en fotos me había parecido preciosa, y el monumento a la libertad, con lo que completaríamos la visita a la ciudad de Riga. Estimábamos que con la mañana nos daría de sobra para ver dichos lugares.

Monumento a la Libertad, catedral ortodoxa y barrio Art Noveau: Riga es mucho más que casco antiguo.
Así, a las diez y cuarto llegamos al monumento a la Libertad, lugar de gran significado para los letones. Me gusta bastante, de hecho, me esperaba que el monumento al Russalka de Tallin fuera así. Sin embargo, el tiempo tan desapacible que hace impide que lo disfrute como se merece. También es una verdadera pena que no podamos dedicar unos minutos a pasear por el cercano parque. Minutos después, llegamos a la cercana catedral ortodoxa, que sabía que iba a ser uno de los lugares que más me gustara del viaje. Tras acercarnos, compruebo que en efecto la encuentro muy bonita, ya que está completamente limpia, dando la sensación de estar recién construida. La única pena es que no luce el sol como el día anterior cuando pasamos en coche, y no se puede apreciar cómo brilla su cúpula dorada. Entramos en la iglesia y vemos que están en misa, motivo por el cual apenas estamos unos pocos minutos en su interior, minutos que me sirven para darme cuenta de que es una iglesia similar al resto de iglesias ortodoxas que he visto en Moscú o a la catedral de Alexander Nevski de Tallin, pero con algo que no puedo identificar y que me llama la atención. A pesar de que me gusta muchísimo más su exterior, tengo que reconocer que el interior es uno de los que más me ha gustado de iglesias ortodoxas.

Catedral Ortodoxa.

Salimos de la catedral ortodoxa y nos dirigimos al barrio Art Noveau, donde daríamos por finalizada la visita a los lugares más importantes de Riga. El barrio Art Noveau se encuentra en el noroeste de la zona turística de Riga, y es un conjunto de unas cuantas casas con fachadas de estilo, obviamente, Art Noveau. La verdad es que son unas casas muy señoriales, y que recuerdan obviamente a los edificios elegantes de París. No en vano, como he comentado, muchos pedantes llaman a Riga la París del Báltico o la París del Este. Digo pedantes, sin querer sonar muy peyorativo, porque no entiendo por qué siempre hay que buscar un nombre rimbombante para los lugares, como si por ellos solos no pudieran atraer a la gente. El anillo de oro en los alrededores de Moscú, el triángulo de oro de Viena, Praga y Budapest, la Pequeña Praga para referirse a Tallin, la Venecia del Norte para referirse a Ámsterdam, Estocolmo, o cualquier ciudad que tenga un poco de agua... me parecen pedanterías para atraer a los turistas.

Dicho esto, recorrimos el barrio Art Noveau observando las fachadas de sus distintos edificios. Había algunas fachadas que no estaban restauradas y apenas se podía intuir lo que en su día fueron. Sin embargo, otros edificios estaban completamente restaurados y lucían un aspecto impecable. Algunos de ellos están ocupados por las embajadas de distintos países, que supongo que se habrán encargado de restaurar las fachadas. Aunque me gusta bastante el barrio Art Noveau, creo que dentro de unos años, si se restauran todas las fachadas, será un lugar espectacular. Tras terminar de ver el barrio Art Noveau, nos dirigimos de nuevo al casco histórico de Riga, deshaciendo el camino de la mañana con la intención de ver de nuevo el interior de la catedral ortodoxa pero esta vez sin gente. La verdad es que por fuera me encanta y no puedo dejar de mirarla.

Barrio Art Noveau.

Como todavía no es la hora de comer y ya hemos terminado de ver todo lo que queríamos en Riga, cogemos el coche y nos dirigimos al otro lado del río Daugava, con la intención de ver la ciudad desde la otra orilla. La perspectiva de la ciudad con el puente y la iglesia de San Pedro y la catedral destacando sobre el resto de edificios me parece muy bonita, siendo una de las imágenes que me llevo de Riga. 

A continuación, nos dirigimos hacia la cercana Academia de Ciencias, donde desde su piso 17 se pueden observar unas impresionantes vistas de Riga. Respecto a las vistas de la iglesia de san Pedro, las vistas desde la Academia de Ciencias tienen la ventaja de que permiten ver todo el caso antiguo incluyendo la propia iglesia de san Pedro, que obviamente no se puede ver cuando estás en lo alto de dicha iglesia. Aun así, a pesar de tenerse unas vistas muy bonitas, creo que me quedo con las vistas desde la iglesia de san Pedro, ya que como comenté en Berlín, quizá me gustan más las vistas desde menos altura. Por ser un poco salomónico, diré que prefiero las vistas del casco antiguo desde la iglesia de san Pedro y las del río Daugava desde la Academia de Ciencias.

Riga desde la Academia de Ciencias.

Con esto dimos por finalizada la visita a Riga capital. Así, tras comer una carne estupenda en un restaurante especializado, damos un paseo por el casco antiguo muy similar al que dimos el día anterior, viendo los mismos edificios, conscientes de que sería la última vez en muchos años que los viéramos. Aunque me gusta el casco antiguo de Riga, no puedo negar que sin duda me quedo con el halo medieval del de Tallin. Finalizamos la visita llegando al hotel minutos después de las seis y veinte.

Monumento a la Libertad.

Baño en el Báltico con aventura incluida.
Como no sabemos qué más podíamos hacer en Riga, a las siete y media decidimos salir del hotel, coger el coche y dirigirnos a la cercana población de Jūrmala, una especie de pueblo de veraneo donde podríamos tocar el Báltico por primera vez. De camino a Jūrmala entramos por primera vez en una autopista letona, que no son como las de aquí. Y digo que no son como las de aquí porque uno tiene que desviarse para sacar el ticket. Nosotros nos saltamos sin querer el desvío y apenas unos metros después un policía nos hizo parar. Tras preguntarnos seriamente de dónde veníamos, a dónde íbamos, cuántas noches íbamos a hacer en Riga, a dónde íbamos a ir luego y demás, se muestra muy amable con nosotros. Hubo momentos cómicos, como cuando me enseña una señal de prohibido el paso y me pregunta si la conocía, preguntando literalmente a continuación si conocía "el protocolo internacional de señales" mientras me enseñaba distintas señales como un stop o un límite de velocidad. Me comenta que la multa era de 60 €, pero al ver la cara que ponía y tras constatar que era la primera vez que pasábamos y que no había sido nuestra intención saltarnos el peaje, nos hace pagar apenas 30 €. Seguidamente, otro simpático policía nos da un folleto turístico de Jūrmala diciendo dónde podíamos aparcar gratis en el pueblo. La verdad es que a pesar de haber pagado una multa, casi nos hacemos colegas de los policías.

Mar Báltico.

Tras esta pequeña peripecia, llegamos por fin al Báltico, donde nos encontramos con una estrecha pero larga playa de finísima arena que parecía no tener fin cuando mirábamos a derecha e izquierda. Enfrente nuestro se encontraba el mar Báltico, que ya habíamos visto en Estocolmo, Helsinki y Tallin, pero que, como todos los mares, se ve distinto cuando estás en una playa. Sin poder evitar la tentación, nos quitamos los zapatos y los calcetines y sumergimos nuestros pies en las frías aguas el mar Báltico, lo típico que uno hace cuando ve un mar nuevo. Solo por meter los pies puedo decir que el viaje mereció la pena, así que hicimos bien en seguir los consejos de mi padre.

Mar Báltico.

Tras esta experiencia, abandonamos la playa a las ocho y media y volvemos al hotel donde nos espera otra vez una cena bastante normalita. A pesar de ser domingo, salimos a dar una vuelta y me tomo un mojito exquisito en una plaza del pueblo, mojito al que ya había echado un ojo el día anterior. No hago muchas fotos porque lo único que creo que puede merecer la pena es la casa de los Cabezas Negras, que vemos por última vez antes de ir definitivamente al hotel, a donde llegamos a las doce menos cuarto, dando por finalizada la visita a Riga, una ciudad que no nos ha disgustado, si bien quizá habríamos estado medio día menos. Aun así, el poder bañarnos en el Báltico, ver el maravilloso barrio Art Noveau y la catedral ortodoxa, y, cómo no, la impresionante Casa de los Cabezas Negras, ha hecho que merezca la pena conocer esta ciudad.

Gastos del día
Al igual que el día anterior, la cena estaba incluida en el hotel, por lo que este fue uno de los días que menos gastamos, siendo prácticamente todos los gastos en comida:
  • Comida: 73.15 lats
  • Varios: 27.20 lats
  • Total: 100.35 lats, unos 70.25 €, unos 17.56 € por persona aproximadamente.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Día 7, sábado 14 de julio: Llegada a Riga y paseo por su casco antiguo

Tras haber visto la primera capital báltica, nuestro siguiente punto en el itinerario era Riga, la capital letona, ciudad a la que llegaríamos en un coche que habíamos alquilado previamente en Hertz. Como la oficina no abre hasta las nueve de la mañana y esta se encuentra a unos veinte minutos del hotel, ponemos el despertador a las ocho menos cuarto, para que nos diera tiempo a desayunar, recoger la habitación e ir andando a la oficina de Hertz.

Tras llegar puntuales a la nueve, nos dan el coche, un Volkswagen Golf marrón, y nos dirigimos al hotel a recoger a mi hermano y mi madre. Así, a las nueve y veinte estamos saliendo de Tallin. Rápidamente comprendemos que el viaje no va a ser un camino de rosas, ya que no hay autopista ni autovía en ningún momento, sino una carretera de un único carril por sentido que recuerda a las que había en España hace treinta o cuarenta años. El viaje transcurre con normalidad hasta que llegamos a Letonia, donde advertimos una tendencia cuasisuicida de los conductores. Así, hay que circular siempre con medio coche en el arcén ya que se realizan adelantamientos aunque venga un vehículo de frente. Por lo que parece, debe ser común en ese país que la gente circule casi por el arcén y así facilitar los adelantamientos. Todavía no sé con qué maniobra peligrosa me quedo: con la de un camión adelantando a un autobús cuando venía un camión de frente, o con la de un coche adelantando a otro coche mientras de frente un coche adelanta a otro coche. Eso sí, en las cercanías de Riga nadie pasaba el límite de velocidad, ya fuera de 50 km/h o de 30 km/h. Nadie. Parece ser que son muy severos poniendo multas.

Llegada a Riga y paseo por su casco histórico.
Finalmente, llegamos a Riga a las dos y media y, cómo no, comienza a llover. Hemos estado las más de cinco horas de viaje con un sol espectacular, desde Tallin a Riga, y nada más llegar a Riga se pone a llover. Como en Tallin, parece ser que son lluvias muy cortas, porque a los quince minutos sale el sol, de forma que cuando estamos ya en el centro de la ciudad, pasando por la catedral ortodoxa, la lluvia ha desaparecido y luce el sol.

Tras dejar las maletas en la habitación del hotel, un hotel cuyo interior encuentro bastante bonito y que podemos disfrutar desde la séptima planta en la que se ubica nuestra habitación, nos lanzamos en búsqueda de un restaurante. En apenas cinco minutos, y tras recorrer unos veinte metros de una calle que de noche no debe de ser muy agradable, nos encontramos frente a la iglesia de san Pedro, uno de los lugares turísticos más importantes de la ciudad. Nos metemos en el primer restaurante que vemos y comemos una carne que, aunque rica, encontramos un poco picante. Observamos que los precios son similares a los de Tallin, incluso un poco más caros, lo que nos sorprende, porque creíamos que Riga sería más barata que Tallin. Más tarde comprenderíamos que quizá Riga es más barata que Tallin, solo que en Tallin íbamos a restaurantes normales mientras que en Riga íbamos a restaurantes un poco más caros porque en los normales los precios nos parecían demasiado baratos.

Tras comer, nos dirigimos en primer lugar a la cercana iglesia de san Pedro. Por fuera me parece muy espectacular, ya que está encajonada en una plaza con edificios de muy pocos pisos y sobresale majestuosa respecto al resto de edificios. Así, aunque es muy simple por fuera, su ubicación en la plaza hace que la encuentre muy atractiva. Subimos en ascensor a lo alto de la iglesia, ya que las vistas desde ahí son una delas mayores atracciones de Riga. A pesar de que el cielo está muy nublado, me parecen preciosas las vistas que se ven desde ahí, tanto del caso casco histórico como del río Daugava. La única pena es que la cercana catedral está completamente tapada por andamios, lo cual chafa un poco la imagen.

Vistas de Riga desde la iglesia de san Pedro.

Paseo por el casco antiguo: maravillados con la Casa de los Cabezas Negras.
Tras quince minutos haciendo fotos bajamos y vemos el interior de la iglesia de san Pedro, interior que no me atrae en absoluto. Seguidamente, nos dirigimos hacia la cercana casa de los Cabezas Negras, el lugar turístico más importante de Riga. Sabía que me iba a gustar, pero no imaginaba cuánto. Me encanta. No me canso de verlo y de sacar fotografías desde todos los puntos de vista posibles. Me parece increíblemente bonita. Como todavía son las cuatro de la tarde, decidimos dar un paseo por el caso antiguo, recorriendo sus calles y viendo distintos edificios como la catedral. Rápidamente nos damos cuenta de que el casco antiguo es muy diferente al de Tallin. Mientras el de Tallin tiene un marcado carácter medieval, con murallas y torres, el de Riga tiene un carácter distinto, como más elegante, recordándome más al París del siglo XIX (lo digo como si hubiera vivido en París en el siglo XIX). De hecho, muchos llaman a Riga la París del Este. Esto siempre me ha parecido bastante pedante, ya que creo que las ciudades brillan por sí mismas sin necesidad de tener que inventarse comparaciones, tipo que Tallin es La pequeña Praga, Estocolmo, Ámsterdam o cualquier ciudad con un poco de agua La Venecia del Norte o cursiladas como el triángulo de oro para Paga, Viena y Budapest.

Durante el paseo no llegamos demasiado lejos, y cuarenta minutos después estamos de nuevo en la plaza donde se encuentra la casa de los Cabezas Negras aprovechando que ahora las nubes han desaparecido. Como todavía es pronto seguimos recorriendo el casco antiguo, llegando a ver edificios como el Antiguo Gremio, y, tras un pequeño chaparrón como los que nos habíamos acostumbrado en Tallin, nos dirigimos a cenar al hotel. La verdad es que me da mucha pena, porque tras el chaparrón la luz está muy clara y está muy bonita la ciudad; hubiera preferido cenar en una terraza en el casco antiguo. Además, Riga es una ciudad con mucho ambiente y las terrazas están a reventar, no en vano es uno de los destinos favoritos para realizar despedidas de soltero. Sin embargo, tenemos cena en el hotel y hay que aprovecharla, así que nos dirigimos al hotel, a donde llegamos a las ocho y media.

Casa de los Cabezas Negras.

Paseo nocturno: impresionante casa de los Cabezas Negras.
La cena es como me esperaba, muy poca cosa, pero ya que venía incluida en el precio, no podíamos desaprovecharla. Tras descansar un poco en el hotel, damos una pequeña vuelta por la ciudad, pero, como me esperaba, lo único bonito que encontramos es la Casa de los Cabezas Negras, donde hacemos muchísimas fotos. Finalmente, a las doce de la noche llegamos al hotel con la sensación de que, si bien hemos visto gran parte de Riga y al día siguiente nos vamos a aburrir un poco, la visión de la Casa de los Cabezas Negras ha merecido la pena la visita a esta ciudad.

Casa de los Cabezas Negras.

Gastos del día.
El día de hoy fue de los que menos gastamos de todo el viaje, ya que únicamente teníamos que pagar una comida, puesto que la cena estaba incluida en el hotel, y al pasarnos medio día de viaje solo tuvimos una tarde para hacer turismo, tarde en la que apenas entramos en la iglesia de san Pedro y en la catedral.
  • Comida: 51.30 lats
  • Iglesia de san Pedro: 15 lats
  • Catedral: 8 lats
  • Varios: 12.35 lats
  • Total: 86.65 lats, unos 60.66 €, unos 15.16 € por persona aproximadamente.