Comienza el día en el que según las previsiones iba a ser el de mejor tiempo en Estocolmo, previsiones que constatamos que van a ser ciertas cuando tras despertamos a las ocho menos cuarto observamos que el sol luce sobre toda la ciudad. Tras desayunar nos dirigimos de nuevo al ayuntamiento, con la intención de subir a la torre y poder contemplar las que se suponen que son las mejores vistas de la ciudad. Nos habría gustado ver el ayuntamiento y subir a la torre el mismo día, pero el día anterior no habría merecido la pena subir a la torre, así que a pesar de que ir dos veces al ayuntamiento no es lo óptimo en cuanto a la distribución del tiempo, no nos quedaba otra.
Torre del ayuntamiento: las mejores vistas de la ciudad.
Llegamos al ayuntamiento minutos después de las nueve y cuarto, y nos enteramos que la subida a la torre debe realizar en grupos cada cierto tiempo, y el primer turno era el de las nueve y cuarto, así que tenemos que esperar al siguiente turno, a las diez menos diez. En su día lo había leído pero me había olvidado por completo: error de planificación. Como no hay mal que por bien no venga, sacamos los tickets, los primeros de la tanda de las diez menos diez, y nos pasamos la media hora que teníamos que esperar sacando fotos de las vistas de Estocolmo desde el ayuntamiento, ya que el día anterior no se veía la ciudad debido al manto de niebla que lo cubría todo. La verdad es que es un sitio precioso para hacer fotos. Además, damos un breve paseo por la zona buscando un edificio que quiere ver mi padre y que desgraciadamente no encontramos.
A las diez menos diez subimos a la torre, y por fin puedo contemplar lo que más ganas tenía del viaje: las vistas de Estocolmo desde la torre del ayuntamiento. Como he comentado, tenía ganas de ir a Estocolmo desde que vi una foto de la ciudad, no sé si aérea o desde la torre del ayuntamiento, en un establecimiento de IKEA. No sé si desde la torre del ayuntamiento tengo la misma perspectiva que en aquella foto, pero me da igual: las vistas son preciosas, maravillosas. Al instante me doy cuenta que este momento es uno de los momentos top del viaje. El día es claro y muy soleado, y las vistas son absolutamente impresionantes. Se puede decir que subiendo a la torre del ayuntamiento he visto lo que más ganas tenía del viaje. No me canso de verlas, y es que las vistas de Riddarholmen, en un primer plano, y de Gamla Stan detrás, son maravillosas.
Riddarholmen en primer plano y Gamla Stan detrás desde la torre del ayuntamiento.
Recorriendo Gamla Stan.
Tras ver las vistas de Estocolmo desde el ayuntamiento, y tras una nueva sesión de fotos una vez bajamos de la torre, nos dirigimos hacia Gamla Stan, la ciudad vieja, con el objetivo de recorrer sus calles y conocerla a fondo. Como he comentado, todo esto queríamos hacerlo el primer día, pero cambiamos de planes debido al mal tiempo que hacía. Además, no teníamos que perder de vista que a las doce queríamos ver el cambio de guardia en el Palacio Real y que además queríamos ver las vistas desde el mirador de Catalina antes de comer, para asegurarnos también el buen tiempo con esas vistas.
Ayuntamiento de Estocolmo.
Así, en primer lugar nos dirigimos hacia la coqueta isla de Riddarholmen. No hay mucho que ver aparte de la Riddarholmskyrkan y de la Birgerls Jarn Torn, pero las vistas del ayuntamiento que se tienen desde allí son preciosas, sobre todo si se consigue una foto con la estatua del trovador en primer plano y el ayuntamiento de fondo. Como he comentado, en Riddarholmen no hay mucho que ver, siendo lo más importante la Riddarholmskyrkan, donde están enterrados los restos de la mayoría de los monarcas suecos. Nos decidimos a entrar, pero observamos que cobran entrada y no consideramos que merezca la pena pagar por entrar en dicha iglesia, ya que tenemos la sensación de que el interior de las iglesias escandinavas será muy sobrio, así que nos conformamos con verla por fuera.
Así, nos dirigimos hacia Gamla Stan, donde recorremos, por primera vez con sol, las calles que habíamos visto durante la tarde lluviosa y durante la noche del día anterior. La verdad es que durante el día tiene un aspecto muy agradable, lleno de gente paseando por sus calles llenas de comercios y restaurantes. Descubrimos con sol la famosa plaza de Stortorget, que como he dicho no convence en absoluto a mi padre debido a su sencillez. A mí tampoco es que me deslumbre, pero me parece muy coqueta y no me desagrada en absoluto.
Stortorget.
Además de pasear por sus callejuelas, entramos en la catedral, Storkyrkan y en la iglesia alemana, la Tyska kyrka. Esta última me parece muy sosa por dentro, gustándome sobre todo por fuera, con esa aguja que se puede ver desde muchas calles de Gamla Stan. Storkyrkan me gusta en cambio bastante más, sobre todo la escultura de san Jorge matando el dragón. A pesar de la sobriedad de esta iglesia, en la línea de las iglesias del norte de Europa, que suelen ser bastante más sobrias que las centroeuropeas, que en numerosas ocasiones están muy cargadas de adornos, la limpieza de la paredes de Storkykan hace que no me desagrade en absoluto esta iglesia, aunque por supuesto prefiero las iglesias barrocas que he visto en otras ciudades. De todas formas, considero que merecen la pena las 160 coronas suecas que hemos pagado en total por entrar en la iglesia.
Cambio de guardia: sorpesa final.
A las doce menos cuarto dirigimos nuestros pasos hacia el Palacio Real, que ya habíamos visto varias veces en nuestro paseo, con el objetivo de ver el cambio de guardia. La espera, bajo un sol abrasador, se me hace interminable, sobre todo tras constatar que parece que me he equivocado y que el cambio de guardia comienza a las doce y cuarto, no a las doce. No me disgusta el cambio de guardia, pero me quedo con el de Praga, que me gustó mucho más, quizá por ser el primero que vi en mi vida, ya que apenas tengo recuerdos del de Londres. Sin embargo, la espera merece la pena puesto que al final puedo escuchar una preciosa versión de Slipping through my fingers, de ABBA, por parte de la guardia real. La verdad es que la cara de sorpresa que pongo al darme cuenta que aquella canción que me sonaba era de ABBA no debe dee tener precio. Supongo que, salvando las distancias, sería la misma que si escuchara en Madrid una versión de Mecano tras el cambio de guardia en el Palacio Real.
Cambio de guardia en el Palacio Real.
Mirador de Catalina: otras vistas impresionantes.
Con la melodía de Slipping through my fingers todavía en la cabeza, nos dirigimos hacia el sur de Gamla Stan, donde se encuentra el mirador de Catalina, a donde se sube por medio del ascensor del mismo nombre. Cuando llegamos, vemos el ascensor vacío y con el aspecto de no haberse usado en los últimos cincuenta años. Afortunadamente, rápidamente encontramos una forma de ascender al mirador subiendo unas escaleras que se encuentran a unos cincuenta metros del ascensor. En el mirador de Catalina observamos mucha menos gente que en el de la torre del ayuntamiento, y las vistas son también impresionantemente bonitas.
Vistas desde el mirador de Catalina.
Paseo antes de comer.
Tras unos cuantos minutos haciendo fotos y tras dar un pequeño paseo por la zona de Soddermalm buscando infructuosamente un lugar desde donde habíamos visto que también se tenían bonitas vistas, damos por finalizada la visita matutina y nos dirigimos en busca de un restaurante en Gamla Stan. Como no queremos pensar mucho, tiramos por lo fácil y nos dirigimos hacia un italiano que se encuentra a unos pocos metros del italiano del día anterior, el que habíamos descartado. La elección no puede ser más acertada: me como una lasaña exquisita mientras mis padres comen un risotto que les sabe a gloria y mi hermano una pizza deliciosa. De las veces que más a gusto he comido en un italiano.
Tras unos cuantos minutos haciendo fotos y tras dar un pequeño paseo por la zona de Soddermalm buscando infructuosamente un lugar desde donde habíamos visto que también se tenían bonitas vistas, damos por finalizada la visita matutina y nos dirigimos en busca de un restaurante en Gamla Stan. Como no queremos pensar mucho, tiramos por lo fácil y nos dirigimos hacia un italiano que se encuentra a unos pocos metros del italiano del día anterior, el que habíamos descartado. La elección no puede ser más acertada: me como una lasaña exquisita mientras mis padres comen un risotto que les sabe a gloria y mi hermano una pizza deliciosa. De las veces que más a gusto he comido en un italiano.
Mårten Trotzigs gränd, la calle más estrecha de Estocolmo.
Paseo en barco por Estocolmo: un poco largo.
Con la sonrisa en la boca tras la deliciosa comida, toca decidir qué queremos ver por la tarde. Decidimos aprovechar la buena tarde que hace para dar un paseo en barco, otro de los imprescindibles en Estocolmo. Dudamos entre un paseo en barco de cincuenta minutos, el que yo prefiero, o uno de hora y cincuenta minutos muy típico de la ciudad que se llama Under the Bridges. La verdad es que me parece que hora y cincuenta minutos son demasiados, pero mi padre tiene muchas ganas de hacerlo así que como tenemos tiempo de sobra nos decidimos por este último, con la grandísima suerte de que cogemos los tickets diez minutos antes de su salida, prevista para las cuatro de la tarde. Como esperaba, el crucero se nos hace demasiado largo, gustándome únicamente los primeros y los últimos minutos, aquellos que discurren cerca de la ciudad, y en los que por tanto se ve la ciudad desde otra perspectiva.
Estocolmo visto desde el barco.
Paseo final por los alrededores del hotel.
A las seis de la tarde, y una vez en tierra firme, toca decidir qué continuar viendo. Decidimos ir a ver las famosas estaciones del metro de Estocolmo, tres de las cuales, Kungsträdgården, T-Centralen y Radhuset destacan sobre las demás y se encuentran además consecutivamente en la misma línea cerca de nuestro hotel. Estas estaciones son muy curiosas, puesto que en muchas de ellas las paredes son la propia roca del subsuelo, además de estar pintadas de forma muy colorida. Como ya había muchas cosas cerradas, como el Palacio Real o el museo Skansen, entendemos que es lo mejor que podemos hacer en ese momento. Sin embargo, cuando llegamos a la parada del metro observamos que justo las estaciones que queremos ver, junto con alguna otra, se encuentran cerradas al público por unas obras que habían empezado el 25 de junio y que acabarían, en principio, el 22 de octubre. Por dos semanas nos quedamos sin ver las famosas estaciones de metro. Una pena, aunque me consuelo pensando que peor habría sido no haber podido ver las estaciones de metro de Moscú.
Tras este pequeño contratiempo decidimos dirigirnos hacia el hotel y aprovechar para dar una pequeña vuelta por sus alrededores, observando los distintos edificios famosos como las torres Kungstornen o el Konzerthuset, edificio donde se celebra la entrega de los Premios Nobel y que no nos gusta demasiado. Finalmente, minutos antes de las siete menos cuarto, llegamos al hotel para descansar un rato antes de volvernos a poner en marcha.
Ice bar: un bar distinto a los demás.
Tras descansar en el hotel apenas una hora, nos dirigimos hacia el lugar donde asesinaron a Olof Palme, seguramente uno de los políticos europeos más conocido y querido del siglo XX. Tras ver una placa conmemorativa, nos dirigimos hacia el cercano bar de hielo, que nos parece una curiosidad que no podemos desaprovechar, ya que si no es allí no lo vamos a ver en ningún sitio. En el bar de hielo lo pasamos estupendamente bien, nos hacemos unas cuantas fotos y bebemos un traguito de vodka Absolut con algo de naranja y algún otro ingrediente que nos sabe a gloria. Está muy poco cargado, pero lo agradecemos siendo la hora que es. A los 20 minutos, sin esperar los cuarenta que podíamos estar, salimos del bar con la sensación de que sin duda ha merecido haber entrado.
Ice Bar.
Último paseo nocturno en Estocolmo.
Tras dar una vuelta por la zona, decidimos entrar en un Friday's, donde ceno una hamburguesa un poco menos rica de lo que esperaba y un brownie que no le llegaba a la suela del zapato al que me comí en el Friday's de Budapest. Tras cenar, me dirijo con mi padre a Gamla Stan para hacer las últimas fotos nocturnas de la ciudad. Me parece muy curioso lo desangelado que está a esas horas de la noche, costando encontrar gente por las calles, comparado con lo bulliciosa que se mostraba esa misma mañana. Es verdad que es lunes, pero no es menos cierto que es una zona con muchos restaurantes que en cualquier otra ciudad estaría a rebosar de turistas cenando en restaurantes.
Tras dar una vuelta por la zona, decidimos entrar en un Friday's, donde ceno una hamburguesa un poco menos rica de lo que esperaba y un brownie que no le llegaba a la suela del zapato al que me comí en el Friday's de Budapest. Tras cenar, me dirijo con mi padre a Gamla Stan para hacer las últimas fotos nocturnas de la ciudad. Me parece muy curioso lo desangelado que está a esas horas de la noche, costando encontrar gente por las calles, comparado con lo bulliciosa que se mostraba esa misma mañana. Es verdad que es lunes, pero no es menos cierto que es una zona con muchos restaurantes que en cualquier otra ciudad estaría a rebosar de turistas cenando en restaurantes.
Calle de Gamla Stan.
Calle de Gamla Stan.
Finalmente, minutos después de las doce de la noche llegamos al hotel tras haber visto por última vez la noche de Estocolmo.
Gastos del viaje.
El día de hoy fue un poco más caro de lo habitual ya que se hizo una visita en barco y se visitaron varias cosas, entre ellas el bar de hielo, que era bastante más caro que muchos de los lugares de Estocolmo.
Gastos del viaje.
El día de hoy fue un poco más caro de lo habitual ya que se hizo una visita en barco y se visitaron varias cosas, entre ellas el bar de hielo, que era bastante más caro que muchos de los lugares de Estocolmo.
- Comida: 1414 coronas.
- Barco: 840 coronas.
- Ice bar: 760 coronas.
- Ayuntamiento: 160 coronas.
- Catedral: 160 coronas.
- Varios: 158 coronas.
- Total: 3492 coronas, 418.83 €, unos 104.71 € euros por persona.
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