Comienza el primer día completo en Tallin, tras haber estado recorriendo la ciudad el día anterior durante media mañana y durante toda la tarde. Durante el día anterior, nos dimos cuenta que la ciudad no era muy grande, por lo que gran parte del día de hoy, que lo íbamos a dedicar a recorrer la Ciudad Baja, es decir, todo el casco antiguo medieval, iba a consistir en recorrer las mismas calles que el día anterior, con la diferencia de que entraríamos en algún que otro edificio. Así, y para que no se nos hiciera demasiado largo el día, decidimos poner el despertador a las nueve menos cuarto y desayunamos tranquilamente, saliendo del hotel a las diez de la mañana.
Visitando el casco antiguo: Niguliste, farmacia del ayuntamiento y subida a la torre del ayuntamiento.
En primer lugar nos dirigimos hacia la iglesia museo Niguliste, o iglesia de san Nicolás, que se encuentra a apenas cien metros de la plaza del ayuntamiento de Tallin, por lo que llegamos en poco más de un minuto. Por fuera es una iglesia que recuerda mucho a la iglesia de san Olaf o a la de santa María Virgen, e incluso el día anterior la confundimos, nada más llegar y cuando no estábamos completamente orientados, con el ayuntamiento. Y es que una de las características de Tallin es que, al menos para mí, los edificios religiosos me han parecido, por fuera, muy similares. Más grandes o más pequeños, pero muy parecidos, con sus paredes blancas encaladas como casas andaluzas y sus tejados verdes y puntiagudas.
Tras pagar 12.50 € por entrar, dedicamos quince minutos a recorrer la iglesia por dentro. No está muy bien conservada y es bastante sobria, como todas las iglesias que hemos visto durante el viaje, así que no gustará a los amantes de las iglesias muy decoradas. Aun así, tiene algunas pinturas que son preciosas, impactándome una en concreto que parecía un dibujo en tres dimensiones. A mí, que no soy muy amante de este tipo de arte, me pareció preciosa. Además, vimos el famoso cuadro de La Danza de la Muerte.
Tras un cuarto de hora recorriendo la iglesia, salimos y nos dirigimos hacia la plaza del ayuntamiento, que ya nos conocíamos casi de memoria, con la intención de ver la farmacia del ayuntamiento, que es la farmacia en funcionamiento más antigua del mundo. Tenemos bastante suerte, ya que durante unos instantes somos los únicos clientes del local, y podemos ver su interior sin la típica marabunta de turistas. Tras pagar 4.35 € por unos caramelos, nos hacía ilusión comprar algo en dicha farmacia, un grupo de turistas invaden la farmacia: hemos tenido mucha suerte.
Farmacia del ayuntamiento.
Al salir de la farmacia nos dirigimos al ayuntamiento, que se encuentra a apenas una treintena de metros, con la intención de subir a la torre y poder ver desde las alturas la plaza del ayuntamiento. Como todavía son las once menos veinte y no se puede subir hasta las once, hacemos algo de tiempo yendo y volviendo hasta, cómo no, las puertas Viru. Además, veo de nuevo el pasaje de santa Catalina y subo a las murallas cercanas a las puertas Viru, donde constato que no merece la pena pagar los euros que he pagado, ya que las vistas no merecen mucho. Así, nos dirigimos hacia el ayuntamiento, a donde llegamos minutos después de las once, y subimos a la torre. La subida es similar a la de la iglesia de san Olaf, un poco claustrofóbica, y aunque en lo alto de la torre la sensación de seguridad es un poco mayor, es un poco agobiante el poco espacio que se tiene para poder disfrutar de la plaza. De hecho, no te dejan subir a la torre si hay arriba un determinado número de personas. Las vistas que se tienen son muy bonitas, y me recuerdan a las que se tienen de la plaza de la Ciudad Vieja de Praga, con la diferencia de que en Tallin no hay un edificio tan impresionante como la iglesia de Nuestra Señora del Týn. Aun así, la subida a la torre es totalmente recomendable por las preciosas vistas que se tienen de la plaza del ayuntamiento.
Vistas de la plaza del ayuntamiento desde la torre del ayuntamiento.
Tras bajar y descansar un rato mientras admiro de nuevo la plaza desde el suelo y espero a que mi hermano y mi padre acaben la visita que han decidido hacer al interior del ayuntamiento, decidimos dedicar el resto de la mañana, que cada vez es más soleada, a pasear de nuevo por el casco antiguo de Tallin. Vamos a recorrer de nuevo las calles que recorrimos el día anterior, pero no nos importa, ya que las vamos a recorrer con sol y son tan bonitas que no nos importa verlas una y otra vez. Nuestra primera parada, como no puede ser de otra forma, son las puertas Viru, que no son gran cosa pero que de momento es de lo que más me ha gustado de Tallin.
Descubriendo las murallas de la ciudad.
Tras finalizar con la visita al ayuntamiento, nos dirigimos hacia la cercana iglesia del Espíritu Santo, que, como no, es muy similar a la mayoría de iglesias de Tallin, en cuanto al color blanco de sus paredes y su torre verde, aunque bastante más pequeña. A continuación nos dirigimos hacia la torre de Margarita la Gorda, pero por un camino distinto, ya que decidimos recorrer una calle que no habíamos visto todavía y que era muy recomendada. Cuando llegamos nos encontramos con una zona que desbanca incluso a las puertas Viru, y es que vemos las torres que tanto nos habían gustado el día anterior desde el mirador de Toompea, y que son impresionantes desde el suelo: las torres Sauna, Nunna y Kuldjala, que están perfectamente conservadas y que forman una imagen preciosa, una de las típicas postales de Tallin. Y es que el conjunto de las murallas y las torres de Tallin, con sus piedras grises y sus tejados naranjas, han sido de lo que más me ha gustado del viaje. Así pues, dedicamos unos cuantos minutos a admirar las torres y las murallas, así como una exposición de jardines que se realizan en los alrededores.
Torres Sauna, Nunna y Kuldjala.
De vuelta a Toompea.
Tras ver la torre de Margarita la Gorda, esta vez con el cielo algo despejado, decidimos que como todavía es la una menos cuarto tenemos todavía tiempo de subir de nuevo a Toompea y pasear de nuevo por la Ciudad Alta. No pensaba que nos fuera a dar tiempo a ver dos veces dicha zona, pero como constaté en Berlín, en la planificación de un viaje siempre pienso que voy a tardar más en visitar una ciudad que lo que realmente tardo. Así pues, y aprovechando que la mañana está siendo espléndida, volvemos a la ciudad Alta, a donde llegamos a la una, y la recorremos durante media hora. Finalmente, llega la hora de comer y nos decidimos por un restaurante especializado en carne que se encuentra al lado de las puertas Viru, al que ya le habíamos echado un ojo y que tiene mucha publicidad: el Goodwin. La verdad es que comemos bastante bien, la carne está exquisita y las vistas de las puertas Viru son preciosas. Además, hacemos unas risas sanas con el camarero, sin que él se entere, un hombre muy amable llamado Boris cuyo nombre y fisonomía nos recuerda a las de un ex agente del KGB.
El parque Kadriorg: mejor dejarlo para el final.
Después de comer, pasadas las tres de la tarde, nos hacemos unas fotos con Jonas Ramalho, un jugador del Athletic que estaba en Tallin debido a que dos días más tarde iban a disputar la final del Europeo sub-19. Le habíamos visto a él y a sus compañeros mientras comíamos, pero no me había atrevido a sacarme una foto en ese momento. Tras la foto, nos dirigimos al hotel a descansar un poco, ya que puede decirse que hemos finalizado la visita a Tallin. Tras unos pocos minutos en el hotel, nos dirigimos fuera de la ciudad vieja con el objetivo de coger un tranvía que nos lleve hasta Kadriorg, un parque con un palacio que se encuentra a apenas dos kilómetros de Tallin. Así, a las cuatro y media cogemos un tranvía que nos deja en la entrada del parque en apenas diez minutos. El parque es bonito, aunque nada del otro mundo, y sin duda lo más llamativo es el palacio Kadriorg, que se encuentra enfrente de un jardín francés bastante bonito. Tras verlo, observando con miedo cómo se encapota el cielo, damos una vuelta por el parque, viendo entre otros el museo de Arte.
Palacio Kadriorg.
Finalmente, damos un largo paseo hasta llegar al monumento al Rusalka, que a pesar de ser muy bonito me decepciona un poco, ya que me lo esperaba mucho más grande. Tras descansar un poco, decidimos dirigirnos de vuelta a la ciudad, con la grandísima suerte de que llegamos a la parada del tranvía justo en el momento en el que viene un tranvía y se pone a diluviar. Afortunadamente, es uno de los diluvios a los que ya nos hemos acostumbrado en Tallin: muy fuerte y que dura poco. Así, a las seis y cuarto estamos de nuevo en el casco antiguo de Tallin, y aprovechamos para sacar las últimas fotos con luz antes de sentarnos en una terraza de la plaza del ayuntamiento a las siete menos diez. A pesar de que el cielo está encapotado, nos parece muy extraño que prácticamente seamos los únicos clientes no solo del bar, sino de la plaza, en estar tomando algo.
Despidiéndonos de Tallin.
Finalmente, y tras un breve paseo por las murallas que hemos descubierto en el día de hoy, minutos después de las nueve nos dirigimos al mismo restaurante de la comida para cenar unas hamburguesas a las que habíamos echado el ojo, y que nos parece que deben estar riquísimas. No nos equivocamos; en Tallin hemos comido de maravilla, acertando en todos los sitios. Tras comer, nos dedicamos a dar un pequeño paseo por la ciudad, intentando aguantar lo más posible para ver si podemos hacer fotos de noche, a pesar de que sabemos que los 60 kilómetros de diferencia con Helsinki no pueden hacer muchos milagros. Aun así, se nota algo de diferencia con esta ciudad, y podemos hacer alguna que otra foto del ayuntamiento, las murallas y el casco antiguo de la ciudad. Finalmente, a las doce y veinte llegamos al hotel, con un muy buen sabor de boca, conscientes de que hemos visitado una ciudad preciosa, que tantas ganas tenía de conocer, y que no me ha defraudado en absoluto.
Pasaje de santa Catalina.
Gastos del día.
Los gastos fueron un poco superiores a los del día anterior, aunque no excesivamente, ya que se pago por entrar en numerosos sitios, como la torre del ayuntamiento, el ayuntamiento, la iglesia Niguliste o la iglesia del Espíritu Santo. A pesar de ello, no diría que Tallin es una ciudad cara de visitar, sino bastante barata, sobre todo si se compara con Estocolmo, donde los precios de las distintas atracciones turísticas eran bastante más elevados.
Los gastos fueron un poco superiores a los del día anterior, aunque no excesivamente, ya que se pago por entrar en numerosos sitios, como la torre del ayuntamiento, el ayuntamiento, la iglesia Niguliste o la iglesia del Espíritu Santo. A pesar de ello, no diría que Tallin es una ciudad cara de visitar, sino bastante barata, sobre todo si se compara con Estocolmo, donde los precios de las distintas atracciones turísticas eran bastante más elevados.
- Comida: 163 €
- Tickets varios: 34 €
- Tranvía: 6.4 €
- Varios: 63.35 €
- Total: 260.65 €, 65.16 € persona.