A las siete de la mañana comienza el que va a ser uno de los días más especiales del viaje: aquel en el que vamos a hacer una excursión para conocer las ciudades de Pisa, Siena y San Gimignano. Tras desayunar en la habitación del hotel, salimos minutos antes de las ocho, y nos dirigimos hacia la cercana oficina de Hertz, a la que tardamos diez minutos en llegar. Cuando llegamos, apenas tenemos delante dos personas, gracias a un adelantamiento en el último momento a un grupo de chicas que también se dirigían a Hertz. Tras realizar las gestiones necesarias, a las ocho y media estamos saliendo del garaje del hotel en nuestro flamante cinquecento, un coche precioso y fácil de manejar. Menos mal que no aceptamos el Smart que nos ofrecían...
Muy contentos con el coche que nos han dado, nos dirigimos hacia el primer itinerario del día: Pisa. El viaje a Pisa es más tranquilo de lo esperado, pues no tenemos ningún problema en salir de Florencia, y apenas encontramos tráfico en una autopista sin arcenes en la que está prohibido circular a más de 90 km/h. Menos mal que al menos no cobran por circular por esas carreteras... Así, minutos después de las diez menos cuarto dejamos aparcado el coche en un parking pegado a la Plaza de los Milagros, el centro turístico de Pisa.
Plaza de los Milagros: Camposanto, baptisterio, Duomo y torre inclinada, un conjunto impresionante.
A las diez de la mañana entramos en la Piazza dei Miracoli, la plaza de los Milagros de Pisa, el lugar donde se encuentra la famosa torre inclinada, uno de los monumentos más conocidos del mundo, además de la catedral y el baptisterio. La estampa es preciosa: el cielo azul, el verde césped y el blanco de los edificios. Todo precioso. Tras admirar todos los edificios por fuera y hacer las fotos correspondientes, nos dirigimos hacia la torre inclinada, donde habíamos reservado la subida a las diez y media. Como imaginaba, las vistas desde arriba no es que sean nada del otro mundo, pero bien merece la pena la experiencia de ir subiendo la torre inclinada, apoyándonos contra las paredes de la torre según vamos girando.
Tras más de media hora en la torre, comenzamos a explorar el resto de lugares de la Plaza de los Milagros. El primero de ellos es el Camposanto, que no nos entusiasma demasiado y que vemos en apenas diez minutos. Como curiosidad, me sorprende la cantidad de gente, en su mayoría estudiantes, que se encuentran en el Camposanto dibujando las formas del edificio. Tras el Camposanto, nos dirigimos hacia el baptisterio, un edificio que por fuera me parece precioso, me atrevería a decir que el más bonito de la plaza. Sin embargo, por dentro no es tan impresionante como pensaba, y su mayor atractivo lo encuentro en las vistas que se tienen del Duomo desde el segundo piso del Baptisterio.
Baptisterio de Pisa.
Así, tras apenas diez minutos visitándolo, a las once y media salimos del baptisterio y nos dirigimos hacia el Duomo, el último lugar que nos quedaba por visitar. El Duomo me gusta bastante más que el baptisterio y el Camposanto, y pasamos un buen rato paseando y admirando el edifico en sí. Me sorprende ver dos grupos de estudiantes alemanes en viaje de estudios, preludio de los muchos que nos íbamos a encontrar en el viaje. Finalmente, a las doce del mediodía salimos del Duomo y hacemos la última sesión de fotos, aprovechando el magnífico día que hace. Finalmente, pasadas las doce y media, casi tres horas después de llegar a Pisa, partimos hacia el segundo destino del día: Siena.
Duomo y torre inclinada de Pisa.
Siena: ¿la catedral más bonita del mundo?
El viaje a Siena es algo más largo que el primero que hemos hecho de Florencia a Pisa, y no es hasta las tres de la tarde cuando aparcamos el coche. Un tramo del camino es una carretera nacional que recorre el campo toscano y que nos permite disfrutar de los maravillosos paisajes toscanos, llegándonos a parar en una ocasión. Finalmente, llegamos a Siena dos horas después, teniendo la inmensa fortuna de, tras dar unas pocas vueltas, encontrar un sitio libre en un parking gratuito cercano al estadio de fútbol. No es el parking más céntrico del mundo, pero en veinte minutos andando llegas al centro de Siena. Y de paso nos ahorramos el precio del parking, que ya en Pisa nos ha salido por seis euros. Tras aparcar, nos dirigimos hacia el centro de la ciudad, pero a mitad de camino decidimos parar en un mirador desde el cual se tiene una preciosa vista de la catedral, que parece enorme. Cómo no, decidimos estar un rato contemplando las vistas, mientras comemos un bocadillo de jamón que nos hemos hecho esa misma mañana.
Una vez damos cuenta del bocadillo, nos dirigimos hacia el centro de la ciudad, planteándonos la siguiente disyuntiva: ver primero la Piazza del Campo o la catedral. Decidimos dirigirnos en primer lugar hacia la catedral, pues no queremos que se nos pase el tiempo y cuando lleguemos esté cerrada. De camino a la catedral vamos paseando por las calles y observando esta típica ciudad medieval italiana, llena de cuestas. Tras un agradable paseo, a las cuatro menos cuarto llegamos a la catedral y me quedo impresionado: a pesar de ser pequeñita, su fachada compite en belleza con la de Florencia. Decidimos sacar únicamente la entrada de la catedral, que cuesta 7 €, y no pagar cinco euros más por ver otras estancias de la catedral como el baptisterio y subir al Panorama, desde donde se tiene una preciosa vista de Siena. Siendo sinceros, me quedo con algo de pena de no subir al Panorama, pero el resto de cosas no me interesaba, sobre todo el baptisterio tras la experiencia de Pisa, y me parece una barbaridad pagar cinco euros por subir a un ático, sacar una foto y bajar.
Vistas de Siena.
Así pues, con la entrada en la mano, entramos en la catedral y quedo impresionado. Si por fuera la catedral de Florencia es la más bonita que he visto, por dentro desde luego es la de Siena. Nosotros solemos ver las cosas bastante rápido y en cambio esta vez nos pasamos media hora paseando por dentro de la catedral. La verdad es que no hay palabras para decir lo bonita que es. Tras ver la catedral, salimos a contemplar con más calma su preciosa fachada. Sin palabras, es impresionante.
Duomo de Siena.
Una vez vista la catedral, nuestros pasos se encaminan hacia el otro gran atractivo de la ciudad, la Piazza del Campo, con su imponente Palazzo Pubblico y su torre del Mangia. En la plaza aprovechamos para sacar unas fotos y descansar, sentados en el suelo mientras miramos el precioso edificio. Me recuerda mucho a la Piazza della Signoria de Florencia, pero me sigue gustando bastante más la plaza de Florencia, lo que no es de extrañar, pues como ya he dicho, ha sido uno de los lugares que más me ha gustado del viaje. Tras admirar la plaza durante unos minutos, tiempo suficiente para tomar un respiro y guardar en nuestras retinas esta bella plaza, nos dirigimos de nuevo hacia el parking dando un pequeño rodeo para dar un último paseo por la ciudad y ver la piazza Salimberi, que no me impresiona tanto como lo había hecho en fotos. Finalmente, y tras unas últimas fotos en un mirador cercano al parking, minutos después de las seis menos cuarto salimos de Siena rumbo al último punto de nuestro itinerario, el único que no conocía mi pareja: San Gimignano.
San Gimignano: finalizando el día con el mejor helado del mundo.
Tras algún que otro problema para encontrar el parking, a las siete de la tarde atravesamos las murallas de San Gimignano, cuando el sol comienza ya a esconderse. Me habría gustado ver la ciudad con más luz, pero al planificar el día no caí en que en septiembre anochecería antes que en julio-agosto, y que en Italia anochece bastante más antes que en España. Aun así, la luz que hay nos permite disfrutar de la ciudad.
La verdad es que el atractivo de San Gimignano, aparte de lugares puntuales como su Colegiata, radica en sus calles y sus torres, por lo que no nos afecta demasiado el llegar a una hora en la cual no se puede entrar en ningún lugar. Así, lo primero que hacemos es ir a la Piazza della Cisterna y tomar un helado de la mejor heladería del mundo. Casi nos engañan, porque justo enfrente de la oficialmente reconocida como mejor heladería del mundo hay otra heladería que afirma ser la mejor del mundo. Nos tomamos un helado de varios sabores, uno de los cuales, yogur, es absolutamente delicioso. La visita a esta heladería me marcará dentro del mundo de los helados, puesto que tras tantos años pidiendo única y exclusivamente helados de chocolate, durante el resto del viaje no vuelvo a pedir otro helado de chocolate, sino que me lanzo a sabores nuevos para mí, entre ellos, el de yogur.
Con ese buen sabor de boca, dedicamos lo poco que queda de día en recorrer las calles de San Gimignano, aunque nos centramos básicamente en la Piazza della Cisterna y en las torres que se ven desde dicha plaza. Nos dirigimos también a la Roca, desde donde se tienen unas vistas del campo toscano que, aunque bonitas, esperaba que fueran más espectaculares. Finalmente, a las ocho y media salimos de San Gimignano, tras apenas hora y media de visita por la ciudad, dejando el coche en el garaje a las diez de la noche, tras habérnoslas visto y deseado para encontrar una gasolinera en la que llenar el depósito, ya que la práctica totalidad estaban cerradas y apenas disponían de una máquina en la que meter dinero para repostar, pero no tarjetas, y teníamos billetes demasiado grandes para lo que necesitábamos. Afortunadamente, encontramos una gasolinera en la que repostar. Sin embargo, se nos ha hecho demasiado tarde para poner la guinda al pastel: subir a Piazzale Michelangelo para ver la ciudad de noche desde el mirador más famoso de la ciudad.
Tras dejar el coche en el garaje, y como era bastante tarde, nos decidimos por ir a un restaurante cerca del hotel en el que ya había comido mi pareja cuando fue a Florencia y del que se había llevado una muy buena impresión. La verdad es que estaba bastante desangelado, pues apenas estaba ocupada una mesa. Sin embargo, y cómo me había dicho mi pareja, la comida es sencillamente espectacular. Esto es lo que esperaba de Italia: sabrosa comida casera. La verdad es que es la mejor forma de acabar un día tan bonito: alegrando el paladar.
Gastos del día
Este fue uno de los días que más gastamos del viaje, y eso que teníamos el coche pagado y las visitas de Pisa reservadas, y que comimos un bocadillo que nos habíamos hecho por la mañana. Sin embargo, tuvimos que pagar la gasolina, el parking de Pisa y San Gimignano, afortunadamente el de Siena fue gratis, además de las entradas de Siena. Así, los gastos por persona fueron los siguientes:
Palazzo Pubblico.
San Gimignano: finalizando el día con el mejor helado del mundo.
Tras algún que otro problema para encontrar el parking, a las siete de la tarde atravesamos las murallas de San Gimignano, cuando el sol comienza ya a esconderse. Me habría gustado ver la ciudad con más luz, pero al planificar el día no caí en que en septiembre anochecería antes que en julio-agosto, y que en Italia anochece bastante más antes que en España. Aun así, la luz que hay nos permite disfrutar de la ciudad.
La verdad es que el atractivo de San Gimignano, aparte de lugares puntuales como su Colegiata, radica en sus calles y sus torres, por lo que no nos afecta demasiado el llegar a una hora en la cual no se puede entrar en ningún lugar. Así, lo primero que hacemos es ir a la Piazza della Cisterna y tomar un helado de la mejor heladería del mundo. Casi nos engañan, porque justo enfrente de la oficialmente reconocida como mejor heladería del mundo hay otra heladería que afirma ser la mejor del mundo. Nos tomamos un helado de varios sabores, uno de los cuales, yogur, es absolutamente delicioso. La visita a esta heladería me marcará dentro del mundo de los helados, puesto que tras tantos años pidiendo única y exclusivamente helados de chocolate, durante el resto del viaje no vuelvo a pedir otro helado de chocolate, sino que me lanzo a sabores nuevos para mí, entre ellos, el de yogur.
Piazza della Cisterna.
Con ese buen sabor de boca, dedicamos lo poco que queda de día en recorrer las calles de San Gimignano, aunque nos centramos básicamente en la Piazza della Cisterna y en las torres que se ven desde dicha plaza. Nos dirigimos también a la Roca, desde donde se tienen unas vistas del campo toscano que, aunque bonitas, esperaba que fueran más espectaculares. Finalmente, a las ocho y media salimos de San Gimignano, tras apenas hora y media de visita por la ciudad, dejando el coche en el garaje a las diez de la noche, tras habérnoslas visto y deseado para encontrar una gasolinera en la que llenar el depósito, ya que la práctica totalidad estaban cerradas y apenas disponían de una máquina en la que meter dinero para repostar, pero no tarjetas, y teníamos billetes demasiado grandes para lo que necesitábamos. Afortunadamente, encontramos una gasolinera en la que repostar. Sin embargo, se nos ha hecho demasiado tarde para poner la guinda al pastel: subir a Piazzale Michelangelo para ver la ciudad de noche desde el mirador más famoso de la ciudad.
Tras dejar el coche en el garaje, y como era bastante tarde, nos decidimos por ir a un restaurante cerca del hotel en el que ya había comido mi pareja cuando fue a Florencia y del que se había llevado una muy buena impresión. La verdad es que estaba bastante desangelado, pues apenas estaba ocupada una mesa. Sin embargo, y cómo me había dicho mi pareja, la comida es sencillamente espectacular. Esto es lo que esperaba de Italia: sabrosa comida casera. La verdad es que es la mejor forma de acabar un día tan bonito: alegrando el paladar.
Gastos del día
Este fue uno de los días que más gastamos del viaje, y eso que teníamos el coche pagado y las visitas de Pisa reservadas, y que comimos un bocadillo que nos habíamos hecho por la mañana. Sin embargo, tuvimos que pagar la gasolina, el parking de Pisa y San Gimignano, afortunadamente el de Siena fue gratis, además de las entradas de Siena. Así, los gastos por persona fueron los siguientes:
- Gasolina: 18.79 €
- Comida: 14.15 €
- Varios: 10.70 €
- Turismo: 7.00 €
- Souvenirs: 2.00 €
- Total: 52.64 € por persona
No hay comentarios:
Publicar un comentario