jueves, 28 de noviembre de 2013

Día 5, jueves 5 de septiembre de 2013: Vaticano, Piazza di Spagna y Piazza del Popolo

Comienza el que va a ser uno de los días más importante del viaje, el día en que voy a conocer uno de los monumentos más famosos de Roma: la basílica de San Pedro. Además, en el día de hoy tenemos pensado hacer una visita guiada por la Necrópolis del Vaticano, donde veríamos la tumba del apóstol san Pedro. Como tenemos la cita para las diez y media decidimos subir antes a la cúpula de la basílica, por lo que ponemos el despertador a las siete y veinte, para poder estar sobre las nueve de la mañana en el Vaticano, y que nos diera tiempo a subir a la cúpula.

Cúpula de san Pedro: unas vistas que esperaba mejores.
Tras desayunar en la habitación, salimos del apartamento a las ocho y media, llegando en apenas veinte minutos a la basílica de San Pedro. Es impresionantemente grande. De repente, estoy ahí, delante de un edificio que siempre he visto por la tele. Por primera vez, son mis propios ojos los que ven la basílica.

Al salir del apartamento me preguntaba si hacía bien en ponerme pantalón corto. Pero, de camino a la basílica, y tras ver cómo iba vestida la gente, empecé a preguntarme si había hecho bien en ponerme zapatillas, pues empezaba a sopesar la posibilidad de que me hubieran dejado entrar en chancletas. Y no estaba equivocado. En apenas dos minutos, sin nada de cola, consigo pasar el control de seguridad entre gente con pantalón corto y chancletas.

Basílica de San Pedro.

Tras dejar el trípode en la consigna, sacamos las entradas para la cúpula de la basílica. Optamos por la subida en ascensor hasta la mitad de la cúpula, pues apenas cuesta dos euros más, siete euros en total, que la entrada sin ascensor, y pensamos que compensa esa pequeña diferencia. Tras esperar un poco de cola, iniciamos la subida y minutos antes de las nueve y media estamos en el mirador más famoso de la basílica. En ese momento me siento un poco decepcionado, ya que las vistas no son como me esperaba. No obstante, con el tiempo, y tras ver las fotos con calma en casa, he de reconocer que la vista es bien bonita.

Vistas desde la Basílica de San Pedro.

Nos pasamos un rato bastante largo haciendo tiempo en lo alto de la cúpula viendo las vistas que se tienen desde lo alto, ojeando los souvenirs... hasta que, a las diez, nos damos cuenta de que tenemos reservada la visita de la Necrópolis a las diez y cuarto en vez de a las diez y media. Así que bajamos corriendo las escaleras, cogemos el ascensor, salimos de la basílica de San Pedro... y a mi pareja se le rompe el zapato. Completamente. Se le parte por la mitad. Son prácticamente las diez y cuarto, no sabemos dónde es la entrada de la Necrópolis y mi pareja no puede andar. Con algo de pena por su parte, pero prácticamente ninguna por la mía, pues con el paso del tiempo se me habían quitado las ganas de ver la Necrópolis, decidimos cancelar la visita y no presentarnos.

Es en ese momento cuando nos damos cuenta de que hemos salido de la Basílica y que, si queremos volver a entrar, debemos volver a hacer la cola que, a estas horas, es enorme. Es entonces cuando caemos en la cuenta de que tenemos el trípode en la consigna, y que con esa excusa quizá nos dejen entrar. Craso error, solo nos dejan entrar a uno de los dos. Así pues, entro yo y, antes de recoger el trípode, hago una visita exprés a la basílica, donde quedo impresionado con su inmensidad y dimensiones. Tras ver La Pietá de Miguel Ángel y el baldaquino de Bernini, impresionante, espectacular, recojo el trípode cinco minutos después de entrar en la basílica y nos dirigimos al apartamento para que mi pareja se cambie los zapatos, no sin antes hacernos unas cuantas fotos frente a la basílica. Toca cambio de planes.

Paseo hasta Piazza di Spagna.
Llegamos al apartamento poco antes de las once y cuarto y, tras cambiarnos ambos de zapatos, pues yo aprovecho para ponerme unas chancletas, salimso de nuevo a la calle. Bien pensado, tampoco es que fuéramos a perder nada de tiempo, ya que el tiempo que íbamos a estar en la Necrópolis lo hemos pasado yendo al apartamento y volviendo al Castillo de Sant'Angelo, así que lo único que nos perdemos es la basílica de san Pedro, pero eso tiene fácil solución, pues al día siguiente podríamos visitarla antes de entrar en los Museos Vaticanos. Así pues, decidimos dirigirnos hacia el Castillo de San't Angelo, desde donde iríamos a la Piazza di Spagna, el lugar donde a comienzos de la mañana teníamos pensado llegar para la hora de comer.

Así, poco antes de las doce menos cuarto estamos de nuevo frente al Castillo de San't Angelo, haciéndonos las típicas fotos de uno de los monumentos más famosos de Roma. A pesar de ser una de las visitas más famosas de la ciudad, teníamos decidido no entrar, ya que pensábamos que no nos iba a interesar, puesto que lo único que veíamos reseñable eran las vistas, y no creíamos que el precio de la entrada las justificaran. Tras ir paseando por distintas orillas del río Tiber, llegamos al Ara Pacis, otro de los monumentos más famosos de la ciudad.

Castillo de San't Angelo.

Con esto damos por finalizado por hoy la zona de los alrededores del Vaticano, y nos dirigimos hacia la Piazza di Spagna, sin duda uno de los puntos más conocidos de Italia. Pero antes de llegar a la Piazza di Spagna hay que ver unos cuantos lugares. Así, en primer lugar nos dirigimos hacia el Mausoleo de Augusto y el Ara Pacis, un conjunto de ruinas romanas relativamente interesantes que vemos con bastante rapidez. Nos sorprende que la entrada al Ara Pacis cueste diez euros, estando como está en un cubículo de cristal, pudiéndose apreciar desde la calle, aunque obviamente no con la cercanía y la tranquilidad de dentro del cubículo. Pero diez euros son demasiados euros. Vuelvo a preguntarme por qué no hay en Roma una tarjeta como la de París, que permita entrar en gran cantidad de monumentos. Pagar diez euros por el Ara Pacis me parece bastante, pero bien habría pagado bastante más por poder entrar al Ara Pacis y a otros monumentos de la ciudad.

Tras descansar un poco, nos adentramos ya en las calles cercanas a la Piazza di Spagna, a donde llegamos a la una menos cuarto. Por fin la tengo delante de mí, llena de turistas, uno de los lugares más conocidos de Roma. Esta es una de las cosas que más me ha gustado de Roma, que en el mismo día puedes visitar muchísimos lugares muy conocidos por casi todo el mundo. Casi en cada esquina te encuentras con lugares que conoces de oídas o de ver en la tele desde pequeñito. Y la Piazza di Spagna es una de ellas. El único inconveniente que le veo es la cantidad de turistas que tiene, aunque bien es cierto que había mucha mayor densidad de turistas en la Fontana di Trevi. Tras sacar una serie de fotos, decidimos buscar un restaurante por las calles adyacentes a Piazza di Spagana, pues es la una y media y comenzamos a tener un poco de hambre. Al contrario de lo que esperábamos, no nos es difícil encontrar restaurantes, pues hay bastante más de los que esperábamos. Tras dar un pequeño paseo, decidimos comer en un restaurante donde pedimos dos pizzas que, sin estar exquisitas, comemos con gusto.

Piazza di Spagna.

La Roma de Bernini y Santa Maria del Popolo.
Tras terminar de comer, y como el "maravilloso" horario de la cercana Santa Maria del Popolo es igual que el de muchas iglesias de Roma, es decir, cierra a los mediodías, decidimos dirigirnos hacia la zona cercana a Via Veneto, donde se encuentran algunas fuentes interesantes y una iglesia que abre a las tres de la tarde, en vez de a las cuatro, como Santa Maria del Popolo.

Cuando llegamos, observamos que la fuente de Tritón, una de las más conocidas de Roma, está completamente tapada porque está siendo reparada. Así, nos dirigimos hacia la cercana iglesia de Santa María de la Concepción, con al esperanza de que no hubiera que pagar mucho por entrar en la cripta, pero vemos que, como esperábamos, hay que pagar cinco euros, cantidad que no estamos dispuestos a pagar.Como todavía es demasiado pronto para ir a la Piazza del Popolo, descansamos un rato sentados a los pies de la fuente de las avispas, la otra fuente de Bernini que hay en la plaza. Al menos esta no está completamente tapada...

Tras el descanso, y tras ver el Éxtasis de Santa Teresa en Santa Maria della Vittoria, nos adentramos por una calle que por un momento pensamos que llega hasta la Piazza del Popolo, aunque no me cuadra mucho con el mapa. Justo cuando creemos llegar a la Piazza del Popolo descubrimos que estamos en lo alto de Piazza di Spagna, en la iglesia de Santa Trinita dei Monte, así que aprovechamos para hacer fotos desde ahí e ir bajando las famosas escaleras de la Piazza di Spagna poco a poco.

Tras ver la Piazza di Spagna tanto desde arriba como desde abajo, decidimos dirigirnos hacia el último destino del día: la Piazza di Santa Maria del Popolo, a donde llegamos minutos después de las cuatro y cuarto. La verdad es que esperaba que me gustara más, sobre todo la famosa iglesia de Santa Maria del Popolo, que no tiene nada interesante salvo los Caravaggio de su interior. Tras ver la plaza, decidimos subir a los jardines del Pincio, donde disfrutamos de una preciosa perspectiva de Roma. En los jardines de Pincio decidimos dar por finalizado el día, y nos quedamos un buen rato descansando y admirando las preciosas vistas que se tienen desde ahí. Finalmente, a las cinco de la tarde decidimos dirigirnos al autobús, más bien un microbús, que cogemos tras esperar dentro por un espacio de casi quince minutos, llegando al apartamento a las seis menos cuarto.

Piazza del Popolo.

Fotos nocturnas del foro.
Tras descansar un poco, salimos del apartamento minutos antes de las ocho menos cuarto, y nos dirigimos hacia Campo di Fiori en busca de un restaurante para cenar. Tras la cena, decidimos dirigirnos hacia el Foro para hacer las fotos nocturnas del día. Antes de llegar al Foro, pasamos por el Area Sacra Argentina, la cual es más bonita de lo que esperaba. Tras unas pocas fotos, llegamos al monumento a Víctor Manuel a las nueve y media, y la verdad es que es una gozada poderlo disfrutar sin la cantidad de coches y ruido que lo rodean durante el día. Prácticamente podría decirse que somos los únicos que estamos en la zona. Tras estas fotos, subimos una empinada escalera hasta la plaza del Campidoglio, y de ahí vamos a dos miradores desde donde tenemos una preciosa vista del Foro romano. La verdad es que las vistas son preciosas. Ha merecido la pena llegar hasta ahí. Tras unas fotos por los alrededores, y tras escuchar una especie de ópera que se está desarrollando en el Foro, decidimos acercarnos al Coliseo, el cual no teníamos pensado visitar en un principio. Si de día era impresionante, de noche lo es aun más, completamente iluminado y casi todo para nosotros solos. La sesión de fotos que hacemos es espectacular. Aun así, acabamos pronto las fotos: al día siguiente toca ver el Foro y hay que madrugar. Así, minutos después de las once menos cuarto llegamos al apartamento.

Coliseo.

Foro Romano.

Gastos del día
Al no haber tenido que pagar por la Necrópolis de San Pedro, los gastos del día han sido bastante menores de lo esperado, aunque bien es cierto que hemos comido y cenado de restaurante, por lo que en comida hemos gastado más que otros días. Los gastos del día han sido los siguientes:

  • Comida: 28.50 €
  • Turismo: 7.00 €
  • Transporte: 3.00 €
  • Total: 38.50 € por persona.


miércoles, 20 de noviembre de 2013

Día 4, miércoles 4 de septiembre de 2013: Piazza Navona, Panteón, Fontana di Trevi y Santa Maria Maggiore

Tras dejar atrás Florencia, hoy comienza el día que he estado deseando tanto tiempo: el día en el que voy a conocer Roma, la que seguramente es la ciudad que más ganas tenía de conocer desde hace tiempo. Con la alegría por los días soleados que vamos a tener, nos despertamos a las ocho de la mañana, y salimos tres cuartos de hora después en busca de una cafetería para desayunar. Nuestro plan de hoy es el siguiente: ver los alrededores de la Plaza Navona, Panteón y Fontana di Trevi, comer por esa zona, y a continuación ver los alrededores de la Piazza Repubblica, finalizando el día con la visita a Santa Maria Maggiore, una de las basílicas mayores de Roma. Con un poco de miedo de que no nos dé tiempo a ver esto último, pues me parece que el itinerario está muy cargado, nos ponemos en movimiento.

En primer lugar nos dirigimos hacia la cercana iglesia de Sant'Andrea della Valle, y entramos a verla, antes de desayunar. La iglesia es batante bonita, y me alegra pensar que la mayoría de las iglesias que veré en Roma seguramente sean de ese nivel. Si es así, Roma me va a gustar mucho. Una vez en la calle, vamos a una cafetería cercana donde por apenas 6 € desayunamos en una terraza un cafe, un zumo y dos piezas de bollería, algo pequeñas eso sí. Esperábamos que saliera bastante más caro, sobre todo siendo terraza, así que quedamos bastante contentos.

Piazza Navona, Panteón y Fontana di Trevi: todo espectacular.
A continuación nos dirigimos hacia Piazza Navona, que ya habíamos visto la noche anterior, a donde llegamos minutos después de las nueve y cuarto, y que encontramos con bastantes pocos turistas, por lo que aprovechamos para sacar unas preciosas fotos que serían imposibles de sacar en otro momento del día. Apunto que no hay muchos turistas a esta hora de la mañana, y sopeso la posibilidad de madrugar el último día para ir a Fontana di Trevi y sacar fotos con pocos turistas. Tras ver la plaza, incluyendo la iglesia de Sant'Agnese in Agone, que encuentro bastante más bonita de lo que esperaba, pues siempre había oído que no era nada del otro mundo, nos dirigimos hacia el Panteón, aunque para llegar a ese monumento tenemos que callejear bastante, pues antes tenemos que ver los lugares menores de la zona, que la verdad no son nada del otro mundo.

Así, a las diez y cuarto llegamos al Panteón, el templo antiguo mejor conservado de Roma, y que nada más verlo advierto que se va a convertir en uno de mis lugares favoritos de la ciudad. En contra de lo esperado, continúa sin haber muchos turistas, por lo que podemos admirarlo tranquilamente tanto por fuera como por dentro, donde, si bien no se puede decir que estemos solos, sí se puede decir que son muy pocos los turistas que hay dentro del edificio. La verdad es que me gusta mucho, muchísimo, tanto por fuera como por dentro, y eso que tampoco es que se pueda decir que sea un edificio muy ornamentado. Pero tiene algo. Me encanta.

Panteón.

Tras salir a la calle y volver a hacer fotos de nuevo, en apenas quince minutos hemos visto el Panteón, nos dirigimos a ver los alrededores del Panteón, que prometen ser más bonitos que los de Piazza Navona. Así, en primer lugar nos dirigimos hacia la iglesia de Santa Maria Sopra Minerva, enfrente de cuya entrada se encuentra el famoso obelisco del elefante de Bernini. Aunque la encuentro bonita, en fotos me había parecido más espectacular. Tras ver otras cosas menores, a las once entramos en la iglesia de San Ignacio de Loyola, una de las iglesias más famosas de Roma, y que, como no podía ser de otra manera, es espectacular, muy decorada y con unos frescos en el techo preciosos, los cuales pueden admirarse fácilmente gracias a un espejo que hay colocado en el suelo de la iglesia.

Tras salir de la iglesia, nos planteamos la posibilidad de ir a ver la iglesia de Il Gesú, pero tendríamos que dar una pequeña vuelta, así que decidimos dejarla para otro día, no siendo que no nos diera tiempo a ver a la tarde la iglesia de Santa Maria Maggiore. Así, nos dirigimos hacia la Fontana di Trevi, a donde llegamos a las once y media, tras haber pasado previamente por lugares como el templo de Adriano, lugar en el que ya comienzo a notar la presencia de la Antigua Roma, y del Obelisco di Montecitorio y la Columna de Marco Aurelio. Todo lo encuentro precioso. Y para redondear el día, de momento no hemos visto ni una sola nube.

Como he dicho, llegamos a la Fontana di Trevi, la cual se encuentra a rebosar de turistas, pero con algo de paciencia y un poco de morro, conseguimos sacar unas cuantas fotos en las que solo aparecemos nosotros, sin ningún turista más. Incluso nos atrevemos a sacar el trípode, a pesar de la cantidad de gente que había. Tras las fotos de rigor, decidimos sentarnos a descansar un poco mientras admiramos la Fontana di Trevi, la cual es seguramente la fuente más bonita y espectacular de Roma, y de paso aprovechar algún momento para sacar alguna otra foto. Hasta el momento no nos podemos quejar del día: buen tiempo, monumentos espectaculares, y buena compañía. Y es que todo lo que hemos visto me ha parecido espectacular, impresionante. Todo. Lo que hacía mucho tiempo que no me pasaba.

Fontana di Trevi.

Quirinal: subiendo la colina.
Así, poco antes de las doce partimos rumbo a la columna del Quirinal, con al satisfacción de ir bastante adelantados sobre el horario. Santa Maria Maggiore no se nos va a escapar. Así, nos dirigimos hacia la Piazza Quirinale, donde se encuentra el Palazzo Quirinale, la residencia del presidente de Italia, y a donde llegamos a las doce y media, tras subir una empinada cuesta que nos recuerda que ya estamos subiendo la colina del Quirinal. Aprovechamos que no hay nadie en la plaza y sacamos unas cuantas fotos, casi todas con trípode, y cuando casi hemos finalizado con las fotos se nos acerca un policía y nos dice que no podemos hacer fotos con el trípode. Nos extraña un poco porque su compañero nos había visto y no nos había dicho nada, y la noche anterior habíamos hecho muchas fotos cerca de policías en Piazza Navona.

Una vez acabadas las fotos, subimos la Via del Quirinale, llegando a la iglesia Sant'Andrea al Quirinale, una de las iglesias que más ganas tenía de ver de Roma y que no puedo ver debido al horario de la mayoría de iglesias de Roma. Y es que prácticamente todas las iglesias de Roma cierran al mediodía durante un rango de dos o incluso tres horas, por lo que si llegas a la hora de comer a una zona en la que hay una iglesia que quieras ver, la única posibilidad es volver otro día a otra hora o hacer tiempo durante horas en esa zona, lo cual no es asumible.

Tras quedarme sin ver la iglesia, continuamos subiendo la colina, llegando minutos antes de la una y cuarto a las Termas de Diocleciano, cerca de las cuales se encuentra la iglesia Santa Maria degli Angeli, una iglesia que tenía la esperanza de que me gustara mucho. Y la verdad es que el conjunto de las termas y la iglesia me parece bastante bonito. Las termas son una especie de ruinas romanas bastante bonitas, aunque me tengo que conformar con verlas desde fuera, y la iglesia de Santa Maria degli Angeli se encuentra dentro de las propias termas, y la verdad es que es espectacular. Desde luego, una de las iglesias que más me han gustado de Roma. Tras ver la iglesia, vemos la famosa y polémica en su tiempo Fuente de las Náyades, en la Piazza Repubblica, y tras ello, decidimos dar por finalizada la primera mañana en Roma, y nos vamos a comer a un McDonalds cercano a Piazza Republica, seguramente el único que hemos visto en el centro de Roma.

Santa Maria Maggiore, San Pietro in Vincoli y primera visita al Coliseo.
Tras una comida bastante rápida, de apenas veintecinco minutos, salimos a las dos menos cuarto rumbo a la basílicade Santa Maria Maggiore, a donde llegamos a las dos de la tarde. Nos acercamos por la parte posterior de la basílica, y la encuentro espectacular, preciosa. Me quedo sin palabras. Tanto, que tardamos veinte minutos en entrar en la iglesia porque no dejo de sacar fotos: me encanta. Tras las fotos, entramos en la iglesia y sufro una pequeña decepción. No es que no me gustara, pero esperaba verla sin sillas, para poder disfrutar de la planta rectangular que caracteriza a las basílicas mayores de Roma. Pero salvo ese pequeño detalle, también me gusta bastante por dentro. No es una iglesia tan ornamentada como San Ignacio de Loyola, por ejemplo, pero sigue siendo muy bonita. Cuando salimos, nos quedamos admirando la fachada principal de Santa Maria Maggiore, que si bien me gusta un pelín menos que la trasera, es también espectacular y no tiene nada que envidiar a esta. En definitiva, Santa Maria Maggiore es uno de los lugares que más me ha gustado hasta el momento de Roma.

Santa Maria Maggiore

A las dos y media decidimos continuar. Hemos visto todo lo que teníamos previsto en la agenda, así que tenemos que improvisar algo para la tarde. Y, ¿qué mejor manera que finalizar el día con el monumento más conocido de Roma? Así pues, decidimos dirigirnos hacia el Coliseo, pero deteniéndonos en lugares importantes antes de llegar ahí. Así, nuestra primera intención se centra en la iglesia de Santa Prassede, que se encuentra al lado de Santa Maria Maggiore, pero el maravilloso horario de las iglesias de Roma nos impide verlo. Así pues, decidimos dirigirnos hacia la iglesia de San Pietro in Vincoli, que abre a las tres de la tarde, y donde se encuentra la que probablemente es la escultura más famosa de Roma: el Moisés de Miguel Ángel.

Así, tras perdernos un poco y entrar en lo que llamamos el parque de los locos y los drogadictos de Roma, llegamos a la iglesia de San Pietro in Vincoli a las tres de la tarde, y apenas tenemos que esperar un minuto a que abran. Así da gusto. El único problema de llegar a esta hora es que hay mucha gente esperando y entramos todos en marabunta directos a ver la escultura de Miguel Ángel, y la ves un poco agobiado, algo que supongo que no será así a media mañana. Aun así, eso no nos impide disfrutar de la escultura, la cual es impresionante, y lo único que merece la pena de la iglesia junto con las famosas cadenas de San Pedro.

Tras ver la iglesia, nos dirigimos hacia el Coliseo, al cual llegamos poco después de las tres y cuarto. Impresionante. Espectacular. Me quedo sin palabras. No pensaba verlo este día, y la verdad es que agradezco no haberlo dejado para más tarde. Ni los pocos andamios que cubren la planta baja del coliseo consiguen disminuir la impresión que me da. Con el Coliseo decidimos dar por finalizado el día, y nos pasamos tres cuartos de hora sacando fotos, sentados admirando el Coliseo, dándole la vuelta... Es precioso.

Coliseo.

Finalmente, a las cuatro de la tarde nos dirigimos a la parada del autobús, y tras esperar un rato, cogemos un autobús que nos deja cerca del apartamento. Antes de entrar, nos dirigimos a un supermercado cercano para comprar cosas para desayunar en el hotel y no perder mucho tiempo el resto de días desayunando. Finalmente, entramos en el apartamento minutos después de las cinco menos cuarto. El día ha sido perfecto.

Fotos nocturnas del Panteón y la Fontana di Trevi.
Tras un merecido descanso, salimos a las siete de la tarde del apartamento, y nos dirigimos hacia el Tiber, para verlo por primera vez. En apenas veinte minutos vemos por primera vez el Castel Sant'Angelo. La siguiente media hora la pasamos recorriendo el Tíber hasta el puente Umberto I, haciendo muchísimas fotos del Castel Sant'Angelo.

Una vez hechas las fotos del Castel Sant'Angelo, nos dirigimos hacia los alrededores del Panteón en busca de un sitio para comer, decidiéndonos por la conocidísima pizzería Da Francesco, donde comemos una pasta que no está mal, si bien luego nos damos cuenta de que las pizzas tienen mejor pinta que las pastas.

Tras cenar, y antes de ir al apartamento, tenemos decidido fotografiar la Fontana di Trevi y el Panteón. Así, con un heladito cada uno, llegamos al Panteón un poco antes de las nueve y media. En Piazza della Rotonda se ve bastante ambiente, muchos restaurantes abiertos, y una chica cantando canciones, una de ellas el Che serà de José Feliciano, que no me abandonará la cabeza en el resto del viaje. Tras diez minutos haciendo fotos, nos dirigimos hacia la Fontana di Trevi, a donde llegamos quince minutos después, a las diez menos cuarto. En la Fontana di Trevi encontramos tantos turistas como esa misma mañana, pero aun así conseguimos sacar unas cuantas fotos sin turistas, al igual que habíamos podido hacer esa mañana. Tras quince minutos haciendo fotos, a las diez nos ponemos en marcha rumbo al apartamento, al que tardamos media hora en llegar. Damos así por finalizado el primer día en Roma, un día fantástico en el que hemos visto mucho más de lo que esperábamos ver.

Fontana di Trevi de noche.

Gastos del día.
Como el resto de días, los gastos del día de hoy apenas superan los treinta euros, ya que no hemos gastado nada en entradas a monumentos, y en comida hemos ido al McDonald's. Así, los gastos del día son los siguientes:
  • Comida: 23.35 €
  • Varios: 8.70 €
  • Transporte: 1.50 €
  • Total: 33.55 € por persona.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Día 3, martes 3 de septiembre de 2013: Palazzo Pitti, Jardines del Bóboli y Piazzale Michelangelo

Cuando todavía no nos hemos acostumbrado a estar de vacaciones, amanece nuestro último día en Florencia. Qué rápido pasan los días. Sobre todo cuanto lo estás pasando tan bien y estás disfrutando al máximo. Así, a las ocho de la mañana suena el despertador, y tras desayunar en la habitación lo poco que nos quedaba de comida que habíamos comprado el domingo, preparar las maletas y dejarlas en recepción, salimos a las nueve y cuarto a apurar al máximo nuestro último día en Florencia.

Cúpula de Brunelleschi: vistas desde otro punto de vista.
Lo primero que hacemos es subir a la cúpula de la catedral de Florencia, una subida muy similar a la del Campanile, pues tiene 463 escalones, con el añadido de que te acercas a la cúpula más famosa del mundo. La verdad es que si tuviera que elegir me quedo con la subida al Campanile, ya que las vistas que se tienen desde lo alto del Campanile son más bonitas, pues personalmente creo que es más bonito ver la cúpula desde el Campanile que el Campanile desde la cúpula. Es verdad que la cúpula de la catedral de Florencia es famosa en el mundo entero, pero lo es por el hito arquitectónico que supuso en su época, pues no tiene unos frescos que hagan que merezca la pena subir hasta arriba para apreciarlos más de cerca. Por eso, si tuviera que recomendar solo una, recomendaría la subida al Campanile. Aun así, no me arrepiento en absoluto de haber subido, pues las vistas que se tienen desde arriba son también espectaculares. Tras quince minutos de subida llegamos hasta lo alto de la cúpula, desde donde se tiene una panorámica muy similar a la del Campanile. Nos pasamos diez minutos haciendo fotos e iniciamos el descenso, bastante mejor que la subida, ya que en la subida hubo un tramo en el que coincidimos con gente que bajaba y se había equivocado de camino. Finalmente, a las diez y cuarto estamos ya de nuevo en la calle. Como imaginaba, hay bastante cola para entrar en la catedral, así que decidimos posponer su visita para la tarde y nos dirigimos hacia el otro lado del río Arno, donde se encuentra la zona de Florencia que nos queda por visitar. Es raro en mí dejar algo a priori tan importante como la catedral de Florencia para el final, pero suponía que a la tarde habría menos gente y, además, al dirigirme a la entrada de la cúpula por la mañana ya había paseado unos pocos metros por la catedral, que por cierto, estaba vacía en ese momento.

Así, nos dirigimos hacia el Ponte Vecchio, a donde llegamos a las diez y media, para lo cual pasamos por la Piazza della Signoria, donde veo bastante cola para entrar con la Firenze Card en la Galeria degli Uffizzi, lo cual me sorprende, tras no haber tenido prácticamente cola dos días antes a la misma hora. La verdad es que hemos tenido bastante suerte, ya que haber tenido que esperar en la Galeria degli Uffizzi nos hubiera trastocado un poco los planes. Seguramente no habría que esperar mucho más de quince minutos, que ya son minutos teniendo una tarjeta como la Firenze Card, pero si hubiera habido que esperar sería debido a la gran cantidad de gente que habría habido en el museo, por lo que habría sido un agobio verlo, mientras que nosotros tuvimos la suerte de no ver demasiados turistas en el museo.

Cruzando el río Arno: Palazzo Pitti y jardines del Bóboli.
Así, llegamos al Ponte Vecchio y lo atravesamos por primera vez, fijándome en la gran cantidad de joyerías que pueblan el puente. Como el puente no tiene mucho más interesante aparte de las tiendas, no perdemos mucho tiempo sacando fotos, y nos dirigimos hacia el Palazzo Pitti, a donde llegamos a las once de la mañana. Previamente, recorremos los alrededores del Palazzo Pitti, para ver las cosas menores de la zona, que, como esperaba, tampoco son nada del otro mundo. Mientras paseamos, echamos vistazos a varios lugares en los que comer, entre otros, una pizzeria donde las porciones de pizza tienen una pinta exquisita, y que apuntamos para comer en unas horas. Finalmente, tras ver toda esa zona, entramos en el Palazzo Pitti.

El Palazzo Pitti es el clásico lugar por el que no habría pagado la entrada para verlo, pero teniendo una tarjeta como la Firenze Card, aprovecho y lo conozco, ya que no me interesa como para pagar una entrada pero tampoco me desagrada como para no verlo siendo gratis. Dentro del Palazzo Pitti uno puede disfrutar de la Galería Palatina, los Apartamentos Reales, el Museo de Costura y el Museo de Vajilla. A pesar de que solo me interesaban los Apartamentos Reales, vemos también la Galería Palatina, ya que parece ser se tienen que ver las dos a la vez, lo cual agradezco, ya que la Galería me gusta bastante más de lo que esperaba. No deja de ser una especie de pinacoteca, pero las habitaciones en las que se encuentran los cuadros son muy bonitas, pues son las clásicas habitaciones de un palacio, por lo que pasamos de las pinturas y centramos nuestra atención exclusivamente en las salas. Tras la Galería Palatina nos dirigimos hacia los Apartamentos Reales, los cuales encuentro, tal como esperaba, muy bonitos, estando compuesto por salas como las de la Galería Palatina pero amuebladas en vez de llenas de cuadros. Al fin y al cabo, no dejan de ser salas como las de cualquier palacio europeo que hemos visto en cualquiera de nuestros viajes.

Tras apenas media hora viendo el palacio, salimos a disfrutar de sus famosos jardines del Bóboli, donde nos pasamos casi una hora recorriéndolos bajo un sol abrasador, disfrutando de sus estanques y sus árboles. A decir verdad, los jardines me parecen bastante sencillos, y no tienen comparación con otros muchos que hemos podido ver, como los del Palacio de Schönbrunn. Quizá es que el sofocante calor que hace nos impide disfrutarlos como se merecen. Eso sí, la gruta de Buontalenti, que se encuentra en uno de sus extremos me parece bastante bonita, además de ser un fantástico refugio contra el calor. Pero salvo esa gruta, poco más hay que me llame la atención. Así, nos dedicamos a recorrer los jardines buscando sin éxito algo que nos atriga. Finalmente, minutos después de las doce y media salimos de los jardines del Bóboli.

Piazzale Michelangelo: el mejor mirador de Florencia.
Tras salir de los jardines del Bóboli, nos dirigimos hacia la parada del autobús que se encuentra cerca de la puerta romana, para coger el autobús que nos llevaría a la Piazzale Michelangelo, desde donde se tienen las mejores vistas de Florencia. Cuando llegamos me sorprendo de que, a pesar de estar lleno el parking, seguramente de turistas que vienen en coche a Florencia y dejan ahí el coche los días que están en la ciudad, tampoco es que haya demasiada gente en el mirador. Esto es algo de lo que más me ha gustado Florencia, y es que imaginaba que iba a ser superturística e iba a estar todo el día agobiado por la cantidad de gente que iba a encontrar, y la verdad es que no ha sido para nada así. Es verdad que en lugares como la Piazza della Signoria había mucha gente en las horas cercanas al mediodía, pero por lo demás no es que haya visto el agobio de gente que me esperaba. Así, gracias a los pocos turistas que hay en la Piazzale Michelangelo, puedo sacar tranquilamente el trípode y hacer una gran sesión de fotos desde todos los puntos de vista posibles. La verdad es que con el día tan bonito que hace las fotos salen preciosas, como si fueran de postal. Solo me queda la duda de cómo habrían salido las fotos si hubiera subido el día anterior por la noche.

Tras la sesión de fotos, nos dirigimos hacia la cercana iglesia de San Miniato al Monte, a la que no esperaba que fuéramos porque pensaba que se encontraba bastante más lejos de lo que estaba. No podemos entrar porque está cerrada, por lo que tenemos que conformarnos con admirar su fachada, muy similar a las fachadas de Santa Croce y de Santa Maria Novella. Me ha parecido bastante curioso ese tipo de fachadas que se repite en las iglesias, fachadas tan blancas con ligeras rayas negras oscuras, unos colores también presentes en el interior de otras iglesias como la del Duomo de Siena. Bonitas y curiosas a la vez.

Finalmente, tras apenas quince minutos viendo la fachada de la iglesia y sacando fotos, cogemos el autobús, llegando diez minutos después a la puerta de Roma, a las dos de la tarde. Lo primero que hacemos es dirigirnos al establecimiento que habíamos visto a la mañana con esas porciones de pizza que tan buen aspecto tenían. Cuando llegamos, vemos que ese buen aspecto ha desaparecido, dando la sensación de que las pizzas que hay en ese momento son las mismas que hemos visto unas horas antes, antes de entrar en el Palazzo Pitti. Así, damos una vuelta por los alrededores en busca de un restaurante, decidiéndonos por una pizzeria que tiene bastante buena pinta en la Piazza di Santo Spirito La verdad es que la pizza está muy rica, siendo la primera pizza italiana de verdad que comemos en nuestro viaje, ya que me niego a llamar italiana a la pizza que nos dieron en el restaurante de la Piazza della Repubblica la fatídica primera noche.

Duomo de Florencia: maravillosa por fuera, muy simple por dentro.
Tras comer, a las tres de la tarde, nos dirigimos hacia la zona cercana a nuestro hotel. De camino, aprovechamos para hacer las últimas fotos al Ponte Vecchio y a la Piazza della Signoria, quizá el lugar que más me ha gustado de Florencia y de todo lo que llevo de viaje. Tras las fotos de rigor, nos dirigimos hacia la Piazza del Duomo con la intención de entrar en la catedral, el último lugar importante que nos queda de Florencia. Vemos que hay algo de cola, pero esta avanza bastante rápidamente. Entramos y observamos que a las mujeres no les dan gratis una tela para cubrirse, como ocurre en otras iglesias, sino que cuesta euro y medio, por lo que decidimos salir e ir al hotel a por un fular, volviendo a hacer la cola a la catedral. Aun así, no tardamos más de diez minutos en volver a entrar, ya que la cola avanza rápidamente.

El aspecto sobrio de la catedral contrasta con su espectacular fachada. Como había visto a la mañana, la catedral es bastante simple por dentro, y apenas llama nuestra atención. Intentamos entrar en la Cripta de Santa Reparata, más por decir que hemos entrado que por verdadero interés, pero nos dicen que no entra con la Firenze Card, por lo que salimos de la catedral tras una rápida visita de menos de diez minutos. Tras salir de la catedral, nos dirigimos hacia la cercana iglesia de Santissima Annunziata, que apenas abre de cuatro a cinco y cuarto de la tarde, y es de las pocas de la zona que nos queda por ver. La verdad es que es bastante bonita, como había visto en fotos. Tras ver la iglesia, volvemos a la Piazza del Duomo, donde damos por finalizada la visita a Florencia. Son las cinco de la tarde y no nos queda nada indispensable por ver.

Es verdad que podríamos haber aprovechado el tiempo restante en ver lugares como el Palazzo Medici Ricardi o el importantísimo museo del Bargello, o sentarnos en el suelo mientras contemplamos boquiabiertos la Piazza della Signoria, pero decidimos pasar la última hora y media descansando en el vestíbulo del hotel. En ese momento nos damos cuenta que no solemos aprovechar nunca las tardes del día en que nos vamos de una ciudad, como ya ocurrió en París, por lo que anotamos que para próximos viajes como este quizá es deseable salir poco después de comer, ya que las tardes no las solemos aprovechamos, más por pereza que por cansancio. Además, una ventaja de no salir muy tarde es que no se llega muy tarde a la siguiente ciudad, como nos ocurrirá esta noche en Roma, por lo que uno puede cenar tranquilamente y sin mirar al reloj, como nos ocurrirá esta noche, donde tras llegar tarde a Roma habrá que ir al hotel, hacer el check-in...

Viaje a Roma.
Finalmente, decidimos levantarnos de los cómodos sillones del vestíbulo del hotel y dirigirnos a la estación. Por si acaso, decidimos llegar con tiempo a la estación de Santa María Novella, por lo que nos presentamos a las seis de la tarde. Cuando llegamos, observamos con estupor que nuestro tren tiene diez minutos de retraso y empezamos a temernos lo peor. La llegada a Roma estaba prevista para las 20:10, por lo que llegaríamos diez minutos más tarde, y no podemos llegar más tarde de las nueve al apartamento si no queríamos pagar 25 € de multa. Resignados, no nos queda otra que esperar de pie, porque la estación de Florencia, una de las más viejas que he visto en mi vida, no dispone de ningún asiento. Finalmente, cinco minutos antes de la salida nos indican el andén en el que tomar nuestro tren, el cual sale a las siete menos diez. El viaje se nos pasa muy rápido, pues el tren recorre en apenas hora y media la distancia que separa Florencia de Roma, en ocasiones a velocidades de 250 km/h. Además, el viaje nos resulta muy cómodo porque apenas hay pasajeros en el vagón, estando nuestros asientos contiguos vacíos. El único pero que le pongo al viaje es que no aparece ningún revisor, lo que me da suele dar bastante rabia, ya que me siento estúpido habiendo comprado un billete para que luego no me lo revisen. Finalmente, llegamos a Roma con diez minutos de retraso, por lo que salimos corriendo de la estación, encontramos un lugar donde comprar dos billetes de autobús, no se pueden comprar en el propio autobús, teniendo la inmensa suerte de que entramos en el autobús justo cuando este se va, por lo que somos capaces de llegar al apartamento a las nueve menos cuarto, evitándonos el pago de la multa. En el apartamento, que se ubica en una callejuela que da un poco de miedo si la ves por primera vez de noche, como nosotros, nos está esperando el dueño, que nos explica la función de cada una de las llaves y nos muestra la habitación, bastante más grande de lo que esperábamos y con cocina para nosotros solo. La única pega, aparte de que no tiene ventana, es que la habitación se encuentra justo al lado de la recepción y del ascensor, por lo que suponemos que los ruidos que oiremos el resto de días no nos dejarán descansar del todo. Supongo que, para compensarnos, nos regala cinco días de wifi, lo cual agradecemos sobremanera, tras haber estado tres días en Florencia sin internet. Paradójicamente, donde pensábamos que íbamos a tener wifi, en Florencia, no lo tenemos, y donde pensábamos que no lo íbamos a tener, en Roma, nos lo dan.

Piazza Navona de noche: espectacular.
Tras dejar las cosas en el apartamento, salimos en busca de algo que cenar. Como es bastante tarde, ese es el problema de coger el tren a la hora en que lo hemos cogido, decidimos comer algo rápido para irnos pronto a la cama, ya que no queremos dedicar una hora a la cena. Así, nos dirigimos hacia el cercano Campo di Fiori, donde vemos muchísima animación a pesar de ser martes. Definitivamente, Roma no es Florencia en cuanto a ambiente se refiere. Buscando entre callejuelas, encontramos un local donde sirven porciones de pizza por cinco euros, así que entramos y cenamos una porción de pizza cada uno. Tras la cena, decidimos dirigirnos hacia la cercana Piazza Navona, seguramente la plaza más famosa de Roma, para hacer las primeras fotos nocturnas de Roma. Piazza Navona siempre quedará en mi retina como el primer lugar famoso de Roma en el que estuve (más allá del monumento a Victor Manuel que había visto una hora antes desde el autobús). Encuentro la plaza preciosa, con su famosa fuente de los cuatro ríos y su iglesia de Sant'Agnese in Agone, así que dedicamos media hora a sacar fotos, sin quedarme claro qué me gusta más, si la famosa fuente o la fachada de la iglesia. Tras la sesión de fotos decidimos dirigirnos al apartamento, pues a pesar de la tentación de hacer fotos a lugares cercanos como el Panteón no queríamos meternos tarde a la cama, pasando previamente por la iglesia de Sant' Andrea della Valle, que también fotografiamos. Finalmente, llegamos al apartamento a las once menos cuarto.

De momento no nos podemos quejar de las vacaciones. Hemos epasado tres días maravilloso en Toscana, llenos de sol, sin ninguna nube en el horizonte, lo cual nos ha permitido disfrutar como se merece tanto de Florencia como de Pisa, Siena y San Gimignano. Creo que hemos hecho una visita bastante completa de todas las ciudades que hemos visitado, pues al margen de pequeños lugares, hemos visto todo lo importante. Quizá de Florencia podríamos haber visto el Palazzo Medici Ricardi, de la que me quedo con algo de pena, no mucho, pues pienso que nos habría gustado bastante, pero es de los pocos lunares que le pongo a la ciudad. Hemos visto los dos museos más importantes, incluida una visita al David de Miguel Ángel prácticamente solos, y solo me queda la duda de si habríamos disfrutado del Bargello, el museo de escultura de Florencia, hemos subido a todos los miradores (Campanile, Cúpula, Torre di Arnolfo y Piazzale Michelangelo, quedándome la duda de si hubiera sido bonito subir de noche a esta última), desde donde hemos gozado de unas perfectas vistas sin ninguna nube y hemos visto casi todas las iglesias, quedándome únicamente la espina de no haber visto la famosa Capilla Brancacci. En cuanto a la excursión a Pisa, Siena y San Gimignano, apenas puedo echar de menos no haber subido al Panorama. En definitiva, el viaje a Toscana ha salido perfecto. Por otra parte, si el hotel de Florencia estaba muy céntrico, el de Roma no se queda atrás, pues está bastante más cerca de lo que imaginaba de lugares importantes como Piazza Navona o Campo di Fiori, por lo que parece que la visita de Roma también contará con las comodidades de Florencia. Más no se puede pedir. Al día siguiente, empezaríamos a comprobarlo: Roma nos esperaba.

Gastos del día.
Los gastos del día han sido de largo los menores del viaje, ya que prácticamente solo hemos gastado en comida, y nos ha salido bastante barato.

  • Comida: 16.00 €
  • Varios: 2.33 €
  • Transporte: 1.50 €
  • Total: 19.83 € por persona.


viernes, 8 de noviembre de 2013

Día 2, lunes 2 de septiembre de 2013: Pisa, Siena y San Gimignano

A las siete de la mañana comienza el que va a ser uno de los días más especiales del viaje: aquel en el que vamos a hacer una excursión para conocer las ciudades de Pisa, Siena y San Gimignano. Tras desayunar en la habitación del hotel, salimos minutos antes de las ocho, y nos dirigimos hacia la cercana oficina de Hertz, a la que tardamos diez minutos en llegar. Cuando llegamos, apenas tenemos delante dos personas, gracias a un adelantamiento en el último momento a un grupo de chicas que también se dirigían a Hertz. Tras realizar las gestiones necesarias, a las ocho y media estamos saliendo del garaje del hotel en nuestro flamante cinquecento, un coche precioso y fácil de manejar. Menos mal que no aceptamos el Smart que nos ofrecían...

Muy contentos con el coche que nos han dado, nos dirigimos hacia el primer itinerario del día: Pisa. El viaje a Pisa es más tranquilo de lo esperado, pues no tenemos ningún problema en salir de Florencia, y apenas encontramos tráfico en una autopista sin arcenes en la que está prohibido circular a más de 90 km/h. Menos mal que al menos no cobran por circular por esas carreteras... Así, minutos después de las diez menos cuarto dejamos aparcado el coche en un parking pegado a la Plaza de los Milagros, el centro turístico de Pisa.

Plaza de los Milagros: Camposanto, baptisterio, Duomo y torre inclinada, un conjunto impresionante.
A las diez de la mañana entramos en la Piazza dei Miracoli, la plaza de los Milagros de Pisa, el lugar donde se encuentra la famosa torre inclinada, uno de los monumentos más conocidos del mundo, además de la catedral y el baptisterio. La estampa es preciosa: el cielo azul, el verde césped y el blanco de los edificios. Todo precioso. Tras admirar todos los edificios por fuera y hacer las fotos correspondientes, nos dirigimos hacia la torre inclinada, donde habíamos reservado la subida a las diez y media. Como imaginaba, las vistas desde arriba no es que sean nada del otro mundo, pero bien merece la pena la experiencia de ir subiendo la torre inclinada, apoyándonos contra las paredes de la torre según vamos girando.

Tras más de media hora en la torre, comenzamos a explorar el resto de lugares de la Plaza de los Milagros. El primero de ellos es el Camposanto, que no nos entusiasma demasiado y que vemos en apenas diez minutos. Como curiosidad, me sorprende la cantidad de gente, en su mayoría estudiantes, que se encuentran en el Camposanto dibujando las formas del edificio. Tras el Camposanto, nos dirigimos hacia el baptisterio, un edificio que por fuera me parece precioso, me atrevería a decir que el más bonito de la plaza. Sin embargo, por dentro no es tan impresionante como pensaba, y su mayor atractivo lo encuentro en las vistas que se tienen del Duomo desde el segundo piso del Baptisterio.

Baptisterio de Pisa.

Así, tras apenas diez minutos visitándolo, a las once y media salimos del baptisterio y nos dirigimos hacia el Duomo, el último lugar que nos quedaba por visitar. El Duomo me gusta bastante más que el baptisterio y el Camposanto, y pasamos un buen rato paseando y admirando el edifico en sí. Me sorprende ver dos grupos de estudiantes alemanes en viaje de estudios, preludio de los muchos que nos íbamos a encontrar en el viaje. Finalmente, a las doce del mediodía salimos del Duomo y hacemos la última sesión de fotos, aprovechando el magnífico día que hace. Finalmente, pasadas las doce y media, casi tres horas después de llegar a Pisa, partimos hacia el segundo destino del día: Siena.

Duomo y torre inclinada de Pisa.

Siena: ¿la catedral más bonita del mundo?
El viaje a Siena es algo más largo que el primero que hemos hecho de Florencia a Pisa, y no es hasta las tres de la tarde cuando aparcamos el coche. Un tramo del camino es una carretera nacional que recorre el campo toscano y que nos permite disfrutar de los maravillosos paisajes toscanos, llegándonos a parar en una ocasión. Finalmente, llegamos a Siena dos horas después, teniendo la inmensa fortuna de, tras dar unas pocas vueltas, encontrar un sitio libre en un parking gratuito cercano al estadio de fútbol. No es el parking más céntrico del mundo, pero en veinte minutos andando llegas al centro de Siena. Y de paso nos ahorramos el precio del parking, que ya en Pisa nos ha salido por seis euros. Tras aparcar, nos dirigimos hacia el centro de la ciudad, pero a mitad de camino decidimos parar en un mirador desde el cual se tiene una preciosa vista de la catedral, que parece enorme. Cómo no, decidimos estar un rato contemplando las vistas, mientras comemos un bocadillo de jamón que nos hemos hecho esa misma mañana.

 Vistas de Siena.

Una vez damos cuenta del bocadillo, nos dirigimos hacia el centro de la ciudad, planteándonos la siguiente disyuntiva: ver primero la Piazza del Campo o la catedral. Decidimos dirigirnos en primer lugar hacia la catedral, pues no queremos que se nos pase el tiempo y cuando lleguemos esté cerrada. De camino a la catedral vamos paseando por las calles y observando esta típica ciudad medieval italiana, llena de cuestas. Tras un agradable paseo, a las cuatro menos cuarto llegamos a la catedral y me quedo impresionado: a pesar de ser pequeñita, su fachada compite en belleza con la de Florencia. Decidimos sacar únicamente la entrada de la catedral, que cuesta 7 €, y no pagar cinco euros más por ver otras estancias de la catedral como el baptisterio y subir al Panorama, desde donde se tiene una preciosa vista de Siena. Siendo sinceros, me quedo con algo de pena de no subir al Panorama, pero el resto de cosas no me interesaba, sobre todo el baptisterio tras la experiencia de Pisa, y me parece una barbaridad pagar cinco euros por subir a un ático, sacar una foto y bajar.

Así pues, con la entrada en la mano, entramos en la catedral y quedo impresionado. Si por fuera la catedral de Florencia es la más bonita que he visto, por dentro desde luego es la de Siena. Nosotros solemos ver las cosas bastante rápido y en cambio esta vez nos pasamos media hora paseando por dentro de la catedral. La verdad es que no hay palabras para decir lo bonita que es. Tras ver la catedral, salimos a contemplar con más calma su preciosa fachada. Sin palabras, es impresionante.

Duomo de Siena.

Una vez vista la catedral, nuestros pasos se encaminan hacia el otro gran atractivo de la ciudad, la Piazza del Campo, con su imponente Palazzo Pubblico y su torre del Mangia. En la plaza aprovechamos para sacar unas fotos y descansar, sentados en el suelo mientras miramos el precioso edificio. Me recuerda mucho a la Piazza della Signoria de Florencia, pero me sigue gustando bastante más la plaza de Florencia, lo que no es de extrañar, pues como ya he dicho, ha sido uno de los lugares que más me ha gustado del viaje. Tras admirar la plaza durante unos minutos, tiempo suficiente para tomar un respiro y guardar en nuestras retinas esta bella plaza, nos dirigimos de nuevo hacia el parking dando un pequeño rodeo para dar un último paseo por la ciudad y ver la piazza Salimberi, que no me impresiona tanto como lo había hecho en fotos. Finalmente, y tras unas últimas fotos en un mirador cercano al parking, minutos después de las seis menos cuarto salimos de Siena rumbo al último punto de nuestro itinerario, el único que no conocía mi pareja: San Gimignano.

Palazzo Pubblico.

San Gimignano: finalizando el día con el mejor helado del mundo.
Tras algún que otro problema para encontrar el parking, a las siete de la tarde atravesamos las murallas de San Gimignano, cuando el sol comienza ya a esconderse. Me habría gustado ver la ciudad con más luz, pero al planificar el día no caí en que en septiembre anochecería antes que en julio-agosto, y que en Italia anochece bastante más antes que en España. Aun así, la luz que hay nos permite disfrutar de la ciudad.

La verdad es que el atractivo de San Gimignano, aparte de lugares puntuales como su Colegiata, radica en sus calles y sus torres, por lo que no nos afecta demasiado el llegar a una hora en la cual no se puede entrar en ningún lugar. Así, lo primero que hacemos es ir a la Piazza della Cisterna y tomar un helado de la mejor heladería del mundo. Casi nos engañan, porque justo enfrente de la oficialmente reconocida como mejor heladería del mundo hay otra heladería que afirma ser la mejor del mundo. Nos tomamos un helado de varios sabores, uno de los cuales, yogur, es absolutamente delicioso. La visita a esta heladería me marcará dentro del mundo de los helados, puesto que tras tantos años pidiendo única y exclusivamente helados de chocolate, durante el resto del viaje no vuelvo a pedir otro helado de chocolate, sino que me lanzo a sabores nuevos para mí, entre ellos, el de yogur.

Piazza della Cisterna.

Con ese buen sabor de boca, dedicamos lo poco que queda de día en recorrer las calles de San Gimignano, aunque nos centramos básicamente en la Piazza della Cisterna y en las torres que se ven desde dicha plaza. Nos dirigimos también a la Roca, desde donde se tienen unas vistas del campo toscano que, aunque bonitas, esperaba que fueran más espectaculares. Finalmente, a las ocho y media salimos de San Gimignano, tras apenas hora y media de visita por la ciudad, dejando el coche en el garaje a las diez de la noche, tras habérnoslas visto y deseado para encontrar una gasolinera en la que llenar el depósito, ya que la práctica totalidad estaban cerradas y apenas disponían de una máquina en la que meter dinero para repostar, pero no tarjetas, y teníamos billetes demasiado grandes para lo que necesitábamos. Afortunadamente, encontramos una gasolinera en la que repostar. Sin embargo, se nos ha hecho demasiado tarde para poner la guinda al pastel: subir a Piazzale Michelangelo para ver la ciudad de noche desde el mirador más famoso de la ciudad.

Tras dejar el coche en el garaje, y como era bastante tarde, nos decidimos por ir a un restaurante cerca del hotel en el que ya había comido mi pareja cuando fue a Florencia y del que se había llevado una muy buena impresión. La verdad es que estaba bastante desangelado, pues apenas estaba ocupada una mesa. Sin embargo, y cómo me había dicho mi pareja, la comida es sencillamente espectacular. Esto es lo que esperaba de Italia: sabrosa comida casera. La verdad es que es la mejor forma de acabar un día tan bonito: alegrando el paladar.

Gastos del día
Este fue uno de los días que más gastamos del viaje, y eso que teníamos el coche pagado y las visitas de Pisa reservadas, y que comimos un bocadillo que nos habíamos hecho por la mañana. Sin embargo, tuvimos que pagar la gasolina, el parking de Pisa y San Gimignano, afortunadamente el de Siena fue gratis, además de las entradas de Siena. Así, los gastos por persona fueron los siguientes:

  • Gasolina: 18.79 €
  • Comida: 14.15 €
  • Varios: 10.70 €
  • Turismo: 7.00 €
  • Souvenirs: 2.00 €
  • Total: 52.64 € por persona

martes, 5 de noviembre de 2013

Día 1, domingo 1 de septiembre de 2013: Piazza de la Signoria, Santa Croce, Santa Maria Novella.

A pesar de haber madrugado muchísimo para coger el avión el día anterior, cuando suena el despertador a las ocho menos cuarto de la mañana no sentimos pereza alguna: hemos dormido genial en la enorme cama del hotel y nos espera un día soleado, el único día completo que vamos a tener en Florencia, así que tenemos que aprovecharlo e intentar ver lo máximo posible. Así pues, tras prepararnos, salimos del hotel a las nueve de la mañana. En vez de dirigirnos en busca de una cafetería donde desayunar, que es lo que teníamos pensado en un principio, decidimos subir al Campanile aprovechando que al ser la primera hora de la mañana no hay cola.

Campanile: contemplando Florencia desde lo alto.
Así pues, entramos en el Campanile y subimos su 414 escalones, llegando a lo alto de este a las nueve y media, ya que nos vamos parando en los pisos intermedios para sacar fotos desde distintas alturas. Las vistas que se tienen desde lo alto del Campanile son espectaculares: se ve toda Florencia, salvo el río Arno, destacando sobre todo la cúpula de la catedral, que la tenemos prácticamente enfrente de nosotros. También me gusta mucho la iglesia de San Lorenzo, con la cúpula de las Capillas Mediceas, que a pesar de no ser tan espectacular como la cúpula de Brunelleschi, me ha gustado bastante. Tras un rato en lo alto del Campanile, donde hacemos fotos y observamos los distintos lugares que vamos a ver a lo largo del día (Piazza della Signoria, Santa Croce, Santa Maria Novella...), bajamos el Campanile para buscar una cafetería en la que desayunar. Son las diez menos cuarto de la mañana y comenzamos a tener un poco de hambre. Así, empezamos a recorrer la calle que lleva desde la Piazza del Duomo a la Piazza della Signoria, encontrando bastantes cafeterías, desayunando en una de ellas. Sorprendentemente, un café, un zumo de naranja de botellín y dos piezas de bollería apenas nos sale por siete euros y medio. Desde luego, nada caro en comparación con lo que esperábamos.

Vistas desde lo alto del Campanile.

Piazza della Signoria: el lugar más bello de Florencia.
A continuación, dedicamos la siguiente media hora a recorrer los alrededores de la Piazza del Duomo, viendo las cosas menos importantes. Así, nos dirigimos hacia la iglesia de Orsanmichele, que ya habíamos visto la noche anterior, y que podemos disfrutar con total tranquilidad ya que apenas hay turistas. También aprovechamos para ver de día nuestra fatídica Piazza della Repubblica, donde cenamos la noche anterior, así como la casa de Dante y sus alrededores.

Tras este pequeño paseo, llegamos a la Piazza della Signoria minutos después de las diez y media, y nos pasamos veinte minutos embobados viendo el que sin duda es el lugar que más me ha gustado de Florencia. El Palazzo Vecchio, la Logia dei Lanzi, las estatuas y fuentes frente al Palazzo Vecchio... todo es espectacular, así como las fotos que sacamos durante todo el rato que estamos en la Piazza della Signoria. Además, todavía no se advierten muchos turistas, por lo que podemos hacer unas cuantas fotos en las que salimos los dos solos con relativa facilidad.

Estatua de Cosme I.

Galeria degli Uffizzi.
Una vez vista la Piazza della Signoria tenemos que decidirnos entre visitar el Palazzo Vecchio o la Galeria degli Uffizi, decidiéndonos por este último ya que vemos que no hay nada de cola para los que tienen la Firenze Card, no así para los turistas que no tienen la Firenze Card ni han reservado la entrada del museo por internet, por lo que volvemos a comprobar que ha sido una buena idea la adquisición de la tarjeta. Así pues, a las once de la mañana entramos en el museo más importante de Florencia, cuna de la cultura y del Renacimiento. A pesar de no tener ninguna obra tan conocida como el David de Miguel Ángel, sí que tiene obras muy conocidas para el público general, como son el Nacimiento de Venus, la Venus de Urbino, que no podemos ver ya que se encuentra en otro museo, o el Díptico del duque de Urbino. No soy muy experto en arte, pero había oído que la Galería degli Uffizi tiene dispuestas las obras de forma un poco caótica a lo largo del museo, de forma que hay salas con muchos cuadros, muy mal iluminados... Y la verdad es que sí me llevo esa sensación de que han colocado los cuadros donde han podido, aprovechando todos los huecos posibles.

A mitad de la visita subimos a la cafetería del museo, desde donde también se tienen unas preciosas vistas de la ciudad de Florencia, en las que destaca, cómo no, la catedral, el elemento más reconocible de la ciudad. Me llevo una pequeña decepción porque pensaba que se podía ver el Ponte Vecchio desde la cafetería. Afortunadamente, descubro que más adelante se puede contemplar. A continuación, seguimos viendo el museo, pero la última parte la vemos más rápidamente ya que los cuadros importantes ya los hemos visto antes de subir a la cafetería. Finalmente, a las doce del mediodía, una hora después de entrar, salimos a la calle. La verdad es que ha sido bastante buena idea el ver el día anterior la Galeria della Academia, ya que a pesar de que esta es pequeña y no hubiera sido una saturación ver dos museos en una misma mañana, creo que ha estado bien ver un museo un día y otro al día siguiente, además de que no hemos perdido el tiempo en ir a ver la Academia, que se encuentra en dirección contraria al resto de sitios que estamos viendo hoy.

Palazzo Vecchio: nuevas vistas de Florencia.
A la salida de la Galeria degli Uffizzi ya observamos numerosos turistas en los alrededores del Palazzo Vecchio y la Logia dei Lanzi. Parece ser que no están siendo muy madrugadores los turistas que están visitando Florencia en el día de hoy. Como no nos ha cansado mucho la subida al Campanile, decidimos subir a la Torre de Arnolfo, desde donde esperamos tener unas vistas de la ciudad similar a las que hemos tenido desde lo alto del Campanile, pero con la ventaja de que podremos ver la catedral de Florencia desde lo alto de la torre de Arnolfo. En la torre de Arnolfo es el primer lugar en el que tenemos que esperar un poco de cola, aproximadamente diez minutos, ya que a mitad de la ascensión comienzan a limitar el número de personas que ascienden a la torre. No me parece del todo mal, pero tampoco es que el espacio que hay en lo alto de la torre de Arnolfo sea menor que el que había en lo alto del Campanile. Seguramente no hubiera pasado nada si nos hubieran dejado subir a todos. Así, tras esperar unos minutos, conseguimos subir a lo alto de la torre a las doce y media, y como esperaba, las vistas son preciosas, pues se tiene una panorámica completa de la ciudad de Florencia, incluyendo también la catedral, el elemento más característico de la ciudad.

Vistas desde el Palazzo Vecchio.

Una vez en la calle, dedicamos unos minutos a descansar y contemplar la Piazza della Signoria, tras lo cual nos dirigimos hacia el Ponte Vecchio, el cual no cruzamos, sino que nos limitamos a sacar fotos de él desde la Galería degli Uffizzi. Siendo sinceros, el puente me gusta un poco menos de lo esperado, ya que en ciertas partes lo veo un poco ajado, con las paredes desconchadas, algo falto de color... Aun así, me parece bastante bonito, solo que no tanto como esperaba, sobre todo debido al conjunto del puente y el reflejo de este sobre el agua. Tras la sesión de fotos, decidimos buscar un sitio donde comer. Es la una y cuarto y comenzamos a tener un poco de hambre.

Tras unos minutos callejeando encontramos dos locales, uno enfrente del otro, con muchísima cola. Descubrimos que ambos locales son de los mismos dueños y sirven lo mismo: unos bocadillos hechos al instante que tienen una pinta excelente. En el local tienes a la vista multitud de ingredientes para acompañar a un jamón cocido que te cortan al instante: tomate en daditos, rúcula, varios tipos de queso, trufa, aceite... Por cinco euros cada uno, nos comemos un bocadillo que nos sabe delicioso. El mío, de jamón, rúcula y tomate en daditos es espectacular. El de mi pareja tiene un poco de trufa, de lo cual se irá arrepintiendo a lo largo de la tarde. Comemos el bocadillo en la calle, sentados en la acera. Comida rápida y barata.

Santa Croce: el nacimiento del síndrome de Stendhal.
Cuando terminamos el bocadillo decidimos dirigirnos hacia la iglesia de la Santa Croce, una de las más importantes de Florencia. En condiciones normales, habría sido de lo primero que hubiéramos visto, porque ahora mismo, habiéndola dejado para la tarde, tenemos que ir hacia la parte más al este de Florencia, donde está la Santa Croce, para luego volver sobre nuestros pasos y visitar toda la parte oeste, que aun no hemos visto. El problema es que los domingos la Santa Croce no abre hasta las dos de la tarde, y por eso la hemos tenido que dejar un poco suelta. Así, vamos caminando poco a poco y nos presentamos minutos antes de las dos en Santa Croce, el lugar donde Stendhal sufrió las palpitaciones que dieron nombre al famoso síndrome. Aunque yo no me emociono tanto, si tengo que decir que me gusta bastante la fachada de la iglesia, pues desde luego es una de las cosas que más me han gustado de Florencia. Cuando nos dirigimos a la entrada observamos la cola más larga en lo que llevamos de día: es lo que tiene presentarte justo cuando abren. Afortunadamente, la Firenze Card nos permite saltarnos la cola, por lo que entramos inmediatamente. Lo primero que vemos es un enorme andamio que nos tapa la parte frontal de la iglesia. A pesar de ello, no decae mi impresión de la iglesia, que la encuentro preciosa, destacando sobre todo por las tumbas de algunos de los personajes más importantes de la Historia, como Maquiavelo, Galileo o Miguel Ángel. Tras ver la iglesia salimos al claustro, que aunque sencillo, también le encuentro su atractivo. Finalmente, a las tres menos cuarto, media hora después de haber entrado, estamos de nuevo en la calle.

Santa Croce.

Recorriendo el oeste de Florencia: Santa Maria Novella y poco más. 
En lo que queda de tarde tenemos previsto visitar la parte oeste de la ciudad, cuyo punto más importante es la iglesia de Santa Maria Novella, ya que el resto de puntos de interés son pequeñas iglesias y fachadas de palacios toscanos que se ven mientras uno va paseando. También vemos Il Porcellino, esta vez con bastante más gente que la noche anterior. Me quedo con la pena de no poder ver la Capilla Brancacci, que teníamos previsto visitar el martes, pero a última hora descubrimos que cierra ese día. Los domingos abren de diez a cinco, y no queremos jugarnos a ir a la Capilla Brancacci no siendo que no podamos entrar, porque no estoy seguro del todo si se puede entrar sin reserva, y al final no poder ver ni la Capilla Brancacci ni Santa Maria Novella, porque nos hayan cerrado esta última al perder tiempo yendo a la Capilla Brancacci.

Así pues, nos dirigimos hacia la parte oeste de la ciudad paseando por la orilla del Arno, parándonos a hacer unas cuantas fotos, y llegando a Santa Maria Novella, tras haber callejeado un poco por los alrededores sin encontrar nada muy interesante, minutos después de las cuatro menos cuarto. Me llevo una sorpresa cuando llego, ya que esperaba verla con andamios, pues me había dado esa sensación a la mañana cuando la vi desde lo alto del Campanile. Afortunadamente, no hay andamios que nos impidan disfrutar de su magnífica facha, muy parecida a la de Santa Croce, aunque en mi opinión, no tan bonita.

Santa Maria Novella.

Si por fuera me recuerda a la Santa Croce, por dentro también me ocurre lo mismo, aunque quizá me gusta un pelín más la Santa Croce en general. Como curiosidad, Santa Maria Novella es el primer lugar de nuestro viaje en el que piden a mi pareja que se cubra los hombros. Una vez vista la iglesia, decidimos ir a visitar el claustro, al igual que hemos hecho en Santa Croce. Cuando llegamos al claustro nos dicen que tenemos que guardar la mochila en la consigna, la cual se encuentra a dos metros de la entrada. Una vez hecho esto, y antes de entrar en el claustro, decidimos ir al baño, que se encuentra al lado de la entrada. Cuando salimos del baño y nos dirigimos al claustro, la chica nos dice que ya es la hora de cierre. La cara de tonto que se nos debe haber quedado no debe tener precio. Una vez fuera, a las cuatro y media pasadas, intento buscar sin éxito la cercana farmacia de Santa Maria Novella, pero sin éxito. Tras buscar en vano, decidimos dirigirnos al hotel a descansar, que se encuentra a poco más de cinco minutos. Sin embargo, tardamos bastante en llegar porque paramos a hacer la compra en un supermercado cercano al hotel, que encontramos bastante caro. Debido al precio, hacemos la compra a medias y nos dirigimos hacia otro supermercado situado entre la Galeria della Academia y el Duomo, supermercado que habíamos visto el día anterior, a comprar el resto del desayuno para los siguientes dos días en Florencia. Esto hace que no sea hasta poco antes de las seis menos cuarto cuando llegamos al hotel.

Palazzo Vecchio y fotos nocturnas de Florencia.
Tras un merecido descanso, salimos del hotel minutos antes de las siete y media rumbo al Palazzo Vecchio, pues queremos aprovechar que este cierra a las doce de la noche para verlo antes de cenar. De esta forma, hemos podido dedicar el día a otros monumentos que cierran antes. En ese sentido, hemos tenido bastante suerte con los horarios de muchos monumentos de Florencia, de la misma forma que el día anterior pudimos visitar la Galeria della Academia y las Capillas Mediceas.

En primer lugar, nos dirigimos corriendo hacia el Ponte Vecchio, pues tengo ganas de ver el atardecer en el Ponte Vecchio. Sin embargo, no llegamos a tiempo. Todo el día pensando en ver el atardecer, para que a última hora se nos olvide y salgamos tarde de la habitación... Tras frustrarse nuestro atardecer, llegamos al Palazzo Vecchio a las ocho menos cuarto, dedicándole media hora a su visita. Lo que más nos impresiona, sin duda, es la sala del Cinquecento, que es la primera sala que se ve. El resto de salas son interesantes, pero tampoco espectaculares: si hubiéramos tenido que pagar entrada, seguramente no habríamos entrado, pero teniendo la Firenze Card... imposible negarse, así hacemos más completa la visita a Florencia. Como he dicho, nos gusta bastante el Salón del Cinquecento, y nos queda la duda de si habiéndolo visto durante el día la sala habría estado más iluminada debido a la luz solar, ya que nos da la sensación de que quizá está un poco oscura, de la misma forma que el día anterior nos dio esa sensación las Capillas Mediceas.

Fuente de Neptuno.

Tras ver el Palazzo Vecchio y hacer unas cuantas fotos en la Piazza della Signoria, nos dirigimos hacia un clásico de nuestros viajes, el Hard Rock Cafe, que se encuentra cerca de la Piazza della Repubblica, y a donde llegamos poco después de las ocho y media. Decidimos ir pronto a cenar ya que siempre hemos tenido que esperar más de media hora para cenar, a veces incluso una hora. Sin embargo, y como habíamos visto la noche anterior, apenas hay clientes, y entramos sin esperar cola alguna. De cenar pedimos lo que estamos haciendo últimamente, unos nachos y una hamburguesa para compartir, ya que antes pedíamos una hamburguesa para cada uno y era demasiado. Como esperamos, la cena sale un poco más cara que un restaurante normal, un poco más de treinta y cinco euros. Pero bueno, así cambiamos un poco, porque nos esperan muchos días de comida y cena basadas en pasta y pizza.

Al salir del Hard Rock Cafe nos dirigimos únicamente a hacer fotos nocturnas del Duomo. Al día siguiente hay que madrugar y ya hemos hecho fotos de la Piazza della Signoria. Así pues, hacemos unas fotos muy similares a las de la noche anterior, y llegamos al hotel a las diez y media de la noche. Estamos muy contentos porque hemos visto todo lo que teníamos previsto ver, que era la práctica totalidad de la ciudad al norte del Arno. Todo lo que hemos visto nos ha encantando. Absolutamente todo. Hacía mucho tiempo que no me ocurría nada semejante. No ha habido nada que me haya resultado sin más. Desde luego, Florencia es una de las ciudades más bonitas que he visto en mi vida.

Gastos
Los gastos del día han sido muy pocos, ligeramente superiores a los treinta euros, muy alejados de los cincuenta euros que estamos acostumbrados en otros viajes. Y se debe sobre todo a que ya tenemos comprada la Firenze Card y no tenemos que pagar en nada. Así, hemos visto dos museos, subido a dos torres, entrado en varias iglesias... sin pagar nada. Los gastos han sido únicamente en comida, muy poco debido ya que a pesar de cenar en el Hard Rock Cafe hemos comido un bocata de cinco euros, y también lo que hemos gastado en la compra del supermercado y en gastos varios como botellines de agua.

Así, los gastos han sido los siguientes:
  • Comida: 26.80 €
  • Varios: 6.84 €
  • Total: 33.64 € por persona.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Día de llegada: Malinas, el David de Miguel Ángel y Piazza della Signoria

Tras tanto tiempo esperando, por fin ha llegado el día en que comienzo las vacaciones que tenía en mente desde hacía tantos años. Como es costumbre en mis últimos viajes, tras madrugar y revisar la maleta, me presento en el aeropuerto de Bilbao a las seis menos cuarto con la intención de tomar el vuelo a Bruselas que tantas veces he cogido. Casi podría decirse que conozco tan bien el aeropuerto de Bruselas como el de Bilbao. A diferencia de lo habitual, nuestro avión sale con diez minutos de retraso, pero eso no impide que lleguemos cinco minutos antes de lo esperado. Así, minutos antes de las nueve menos cuarto ya estamos paseando por el aeropuerto de Bruselas.

Como nos esperaba una escala de seis horas en el aeropuerto de Bruselas, teníamos claro que no podíamos quedarnos en el aeropuerto teniendo tan a mano ciudades tan bonitas como Bruselas, Malinas o Lovaina. A pesar de que la Gran Place de Bruselas es uno de mis lugares favoritos, descartamos ir a Bruselas ya que hacía apenas medio año que habíamos estado en dicha ciudad, por lo que decidimos elegir entre visitar Lovaina o Malinas, ciudades que ya conocía de un viaje que hice dos años antes. Tras unas cuantas dudas, nos decantamos por Malinas como opción para pasar la mañana de nuestro primer día de vacaciones.

Malinas: pequeña pero coqueta.
Así, tras dejar las mochilas en la consigna del aeropuerto y volver a realizar el check-in, pues nos lo hemos olvidado en la consigna y nos damos cuenta al salir, cogemos el tren que sale del aeropuerto a las 9:39. Por unos pocos minutos perdemos el tren anterior, principalmente por tener que volver a sacar el check-in, por lo que tenemos que esperar unos veinte minutos en el andén. Afortunadamente, la distancia que separa Malinas del aeropuerto es muy corta, por lo que llegamos a Malinas en menos de un cuarto de hora, con apenas dos minutos de retraso, y apenas veinte minutos después ya nos encontramos en la Grote Markt, el centro turístico de la ciudad. Desgraciadamente, la plaza se encuentra llena de puestos de comida que dificultan el paseo y la visión de la plaza, por lo que esta no se puede disfrutar en todo su esplendor, como yo pude hacer dos años antes.

Grote Markt.

Tras ver la Grote Markt y hacer fotos desde todos los ángulos, decidimos dar un pequeño paseo por los alrededores de la plaza, durante el cual vemos la catedral de san Romualdo, en la que entramos pero a cuya torre no subimos, el Begijnhof, que no es tan bonito como el de Brujas o el de Ámsterdam, y alguna que otra iglesia cercana, como la iglesia de Santa Catalina, así como las calles colindantes a la Grote Markt, alguna de las cuales es preciosa, a pesar de tener montadas en varias de ellas una especie de tribunas para espectadores, dando la sensación que ese mismo día o quizá al día siguiente fuera a haber un desfile por el centro de la ciudad, y que impiden disfrutarlas en todo su esplendor. La verdad es que el paseo es bastante agradable, a pesar de que constatamos que es casi imposible hacer turismo por Bélgica sin tener un ojo puesto en las nubes, pues nunca sabes si se te va a poner a llover en cinco minutos. Afortunadamente, no nos llueve, y podemos pasear tranquilamente por una ciudad menos turística que las que estamos acostumbrados a visitar, y desde luego que las que vamos a visitar en las próximas dos semanas.

Bonita calle de Malinas.

Tras ver un poco por encima la ciudad, nos dirigimos a la estación de tren, donde cogemos el tren que sale a las 12:10, por lo que se puede decir que apenas hemos estado tres horas en Malinas. Tras llegar al aeropuerto, pasamos el control de pasajeros, sacamos las mochilas de la consigna, y buscamos dos asientos donde comer dos bocadillos de pollo que nos hemos traído de casa. Tras comer, hacemos algo de tiempo hasta que llega la hora de tomar el avión, el cual sale a las tres y cuarto, con diez minutos de retaso, aterrizando en Florencia a las cinco menos cuarto, quince minutos por delante del horario previsto.

Calurosa Florencia.
Nada más bajar del avión el calor nos da una bofetada en toda la cara, recordándonos que no nos iba a abandonar en prácticamente todas las vacaciones. Los 32 °C son una advertencia de lo que nos espera. Una vez recogidas las maletas, lo primero que hacemos es ir a la oficina de información turística, una de las más cutres que he visto en mi vida, para recoger la Firenze Card, la cual habíamos reservado unos meses antes, cuando todavía costaba 50 € en vez de los 72 € que costaba el día que la recogimos. Con la Firenze Card en la mano, nos dirigimos hacia la parada de autobús para coger el autobús que nos llevaría a Florencia. Como en prácticamente todas las ciudades europeas, me parece una barbaridad el precio del autobús que te lleva del aeropuerto al centro de la ciudad, 6 € en el caso de Florencia, máxime en ciudades como Florencia, donde la distancia entre la ciudad y el aeropuerto se recorre en apenas diez minutos.

A las seis menos cuarto llegamos a la estación de Santa María Novella, que se encuentra a apenas cinco minutos del hotel, en cuya habitación entramos a las seis. Como esperábamos, la ubicación del hotel es excelente, más cercana del Duomo de lo que pensaba, y ha habitación es espectacular, teniendo la que seguramente es la cama más grande en la que he dormido en un hotel. La habitación en sí es muy bonita, y la única pega es que el recepcionista no se enrolla y no nos da wifi gratis, así que, como no vamos a pagar los siete euros y medio al día que nos ofrece, nuestra estancia en Florencia la disfrutaremos sin tener que estar pendientes del whatsapp, algo que en ocasiones incluso agradecemos.

Habitación del hotel.

Tras dejar nuestras maletas en la habitación, salimos a la calle para apurar las últimas horas del día. Nuestro primer destino, cómo no, la plaza del Duomo, a la que llegamos en menos de dos minutos. Al instante descubro que me encuentro ante una de las catedrales más bellas que he visto en mi vida. Seguramente, es la fachada que más me impresiona de todas cuantas he visto. Lo primero que hacemos, tras las fotos de rigor, es entrar en el Baptisterio, el cual nos sale gratis con la Firenze Card, aprovechando que al ser el último sábado de mes este se mantiene abierto hasta más tarde.

El David de Miguel Ángel: una experiencia maravillosa
Tras ver el Baptisterio, el cual no nos impresiona demasiado, nos dirigimos hacia la Galería de la Academia, ya que también cierra bastante más tarde al de lo normal al ser el último sábado del mes. Y parece que eso es bastante desconocido, porque tenemos la grandísima suerte de poder ver el David con solo cuatro personas más. Sí, apenas estábamos seis personas más los de seguridad. La verdad es que es una verdadera delicia contemplar con tanta tranquilidad la que seguramente sea la escultura más famosa del mundo. Seguramente por las mañanas, con toda la marabunta de gente, sea un agobio el museo. La escultura me gusta bastante más de lo que pensaba que me iba a gustar, pues no me la esperaba tan grande e impresionante. El resto del museo no nos llama mucho la atención, y apenas le dedicamos un paseo rápido para ver las cosas por encima. Apenas veinte minutos después de haber entrado, salimos de la Academia rumbo a nuestro último destino antes de ir a cenar: las Capillas Mediceas.

Al igual que el Baptisterio y la Galería de la Academia, las Capilla Mediceas se encontraban abiertas hasta las once de la noche al ser el último sábado del mes. No nos gustan demasiado porque la mitad de la capilla está cubierta de andamios y porque, quizá al ser casi de noche, no entra mucha luz por las ventanas, por lo que se ve bastante oscura. Quizá habría sido mejor idea entrar en otro momento con más luz. De todas formas, nos parece una vergüenza que cobren nueve euros por entrar en dicho lugar cuando la mitad del recinto está tapado por andamios. Al menos, a nosotros nos entraba con la Firenze Card, por lo que la decepción en ese sentido es menor.

Con la sensación de haber aprovechado la tarde (hemos visto el baptisterio, el David de Miguel Ángel, las Capillas Mediceas, y hemos paseado por los alrededores viendo la iglesia de san Lorenzo, el convento de san Marcos...) nos dirigimos muy ilusionados a cenar por primera vez en Italia. Decidimos probar en la plaza de la República, y hay que decir que ha sido una de las peores decisiones del viaje. En primer lugar, los típicos "relaciones", por llamarlos de alguna manera, de los restaurantes, enfadándose entre ellos por conseguirnos como clientes, no dejándonos leer con tranquilidad las cartas. Uno de ellos, cuando vio que decidía ir a otro restaurante, me llegó a decir que si prefería la pasta recalentada a la casera. Consiguió amargarme la cena. En segundo lugar, por que el restaurante que elegimos fue pésimo: la comida no era en absoluto casera; la pizza me recordaba a las de los supermercados, y el agua era de grifo. Desde luego, no se nos ocurrió pasar por esa plaza en ningún momento más, y decidimos no volver a comer en el viaje en las zonas bien situadas, sino buscar callejuelas cercanas con restaurantes donde seguramente se comería mejor.

Florencia de noche: maravillosa
Tras la desastrosa cena, partimos hacia la primera sesión nocturna de fotos del viaje. En primer lugar nos dirigimos hacia la Piazza del Duomo, que de noche es impresionante de bonita. Espectacular. La única pena es que es muy difícil sacar fotos ya que no hay espacio suficiente como para que quepa todo. Aún así, encontramos un rincón desde el que se tienen buenas vistas y hacemos una sesión de fotos, que salen espectaculares. El Baptisterio, el Duomo, el Campanile... todo es precioso.

Il Porcellino.

A continuación, nos dirigimos hacia la Piazza della Signoria para verla por primera vez, pero hacemos una escala en el famoso Porcellino, el cual podemos observar sin ningún turista alrededor. Parece ser que la noche no es del agrado de todos los turistas. Tras ver el Porcellino, minutos después de las nueve y media piso por primera vez la Piazza della Signoria, sin duda el lugar que más me ha gustado de Florencia. Podría decir que es espectacular, impresionante, maravillosa... me quedo corto. No hay palabras para describir cuánto me gusta. El Palazzo Vecchio, la Logia dei Lanzi, la fuente de Neptuno... el conjunto es impresionante. Tras quince minutos haciendo fotos decidimos dirigirnos al Ponte Vecchio. En principio no lo íbamos a ver, pero está tan cerca, no es demasiado tarde, y estamos supercontentos de lo que nos está gustando la ciudad, que decidimos acercarnos al que es uno de los puentes más famosos de Europa. Llegamos y lo observamos iluminado, con su reflejo en el Arno... precioso. Nos pasamos diez minutos haciendo fotos, y finalmente decidimos dirigirnos al hotel. Antes de llegar, como tenemos la grandísima suerte de estar al lado del Duomo, repetimos la sesión de fotos en la Piazza del Duomo. Finalmente, minutos después de las diez y media llegamos al hotel, muy contentos por lo que hemos visto. Florencia promete ser apasionante.

Gastos del día.
A pesar de ser el primer día y no haber visto prácticamente nada, los gastos del día han sido como los de cualquier otro día del viaje. Es verdad que solo hemos gastado dinero en una comida, la cena, ya que en el aeropuerto hemos comido un bocadillo, pero también hemos tenido que sacar los billetes de tren, 13 € cada uno o del autobús. Así, los gastos del día fueron los siguientes:

  • Comida: 14.04 €
  • Transporte: 19.00 €
  • Varios: 6.60 €
  • Total: 39.64 € por persona